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lunes, 29 de marzo de 2010

Reflexiones sobre la censura en Google

Por Enrique Ubieta Gómez
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La verdad es que no me toca explicar por qué una trasnacional que se proclama defensora de la libertad de expresión cierra mi blog, un espacio de reflexión, apasionada y serenamente defensor de la Revolución cubana. Para el mundo puede parecer –y lo es, sin dudas-, un absurdo: mi blog no contaba con millones de lectores como cualquier medio de la gran prensa, y su cierre no compromete mi voz, que de cualquier manera encontrará otros espacios en la web, propios y ajenos.

De hecho, ya tengo un nuevo blog. No me toca explicar, ni sé con exactitud cuáles pueden ser las causas (que para nada pueden asociarse a un incumplimiento de las normas de uso). De hecho, supongo que la incertidumbre en torno a las razones para la censura sea una estratagema bien pensada: nos incita a dudar de que en efecto haya ocurrido. Lo cierto es que Bloguer cerró intempestivamente mi blog e inhabilitó mi dirección de email, por causas que no ha explicado. En el episodio cubano de la guerra entre revolución y contrarrevolución, sin embargo, las cosas se rigen por otro sistema de medición, y los contrarios solo necesitan a veces ser leídos por las personas adecuadas. En el océano de desinformación contrarrevolucionaria, todo el que aspire a encontrar una explicación alternativa sobre la Revolución que no naufraga, tendrá que buscar a los cubanos de Cuba. Quizás la decisión sea un acto de venganza, de castigo, por mis artículos de opinión sobre la más reciente campaña anti-cubana. Y una advertencia a los demás. No sé.

Pero vuelvo con más argumentos para la batalla:

• Los que piden elecciones “libres”, respaldan el golpe de estado en Honduras, si el pueblo elige un camino diferente al que presupone el sistema.
• Los que exigen libertad de expresión, hacen que un simple blog desaparezca como castigo por sus opiniones, si el balance de fuerzas –no para la “opinión mundial”, sino para los actores inmediatos-, empieza a no ser el “adecuado”;

La supuesta libertad de información fragmenta de tal manera el mundo en el que vivimos, que el entendimiento humano apenas puede verlo como el ojo de una mosca: en sucesivas e interminables fotografías sin conexión. Hay que recordar entonces una verdad simple y repetida: la contrarrevolución no tiene apellidos, es el movimiento ideológico (por supuesto, financiero, mediático) que genera el imperialismo para su autodefensa, para la reproducción de sus valores.

Por eso es que los “opositores” cubanos mantienen como requisito inevitable para su existencia –a veces muy a su pesar-, una vergonzosa dependencia a las embajadas de algunos estados europeos en La Habana, cuando no directamente de la Oficina de Intereses de Estados Unidos.

Por eso es que las sucesivas contrarrevoluciones latinoamericanas –la cubana, la nicaragüense, la venezolana, etc.-, no emigran hacia países vecinos, sino hacia Miami, y esperan para actuar por las partidas de dinero que el Senado imperial aprueba.

Es cierto que la contrarrevolución también puede ser un negocio lucrativo, en un contexto de crisis económica y desempleo, pero esa dependencia no se explica solo por necesidades económicas: existe una dependencia ideológica, estructural, que convierte a los grupos nacionales en meros voceros de intereses trasnacionales, aún cuando sus demandas se revistan de ropaje local. ¿Qué vínculos económicos e ideológicos pueden observarse entre la derecha española –la del PP y la de segmentos notables del PSOE-, y la derecha imperial norteamericana? Esos vínculos se manifiestan en la creación de las Fundaciones Hispano Cubana, o Encuentro de la Cultura Cubana –en las que el nombre concreto de los cubanos designados carece de importancia, porque son prescindibles o sustituibles-, y en el empeño concertado de una campaña mediática que impida el intento por derogar la llamada Posición Común en la Comunidad Europea. Puede fácilmente apreciarse en el otorgamiento de premios españoles y europeos a figuras diseñadas en Langley para lograr su posicionamiento mediático. ¿Qué vínculos “secretos” existen entre las contrarrevoluciones “nacionales” de Cuba, Venezuela o por ejemplo, Irán? País este último que no vive ninguna revolución, pero que desobedece de forma empecinada las directrices imperiales.

Bienvenidas sean las nuevas tecnologías de la información, ya lo he dicho, pero ¿cuál es el interés reiterado de Estados Unidos por liberar su uso en las naciones “enemigas”, cuando prohíbe la adquisición de otras que –en el campo de la medicina o de la biotecnología, por ejemplo- salvarían muchas vidas humanas? Esas nuevas tecnologías “hiper-democráticas” tienen su centro –sus inventores, sus financistas, sus dueños-, en Estados Unidos.

Google ha censurado una de mis vías de expresión –no existe otra explicación hasta tanto la compañía no responda mi reclamo-, pero se abren otras. Callado, nunca.



Comp. fotg. RCBáez: Callado nunca

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