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sábado, 1 de mayo de 2010

Fortaleciendo el bloque social revolucionario, construyamos un primero de mayo clasista


Venezuela, 1º de Mayo de 2010

martires_de_chicago_jpgipdwwp.jpgEste primero de mayo, se conmemora ciento veinticuatro años de uno de los levantamientos populares más importantes de la historia moderna, donde miles de trabajadores cansados de padecer una explotación sin límites, tomaron la decisión de ir a una huelga general exigiendo condiciones laborales menos crueles, buscando reivindicar así, la condición humana del proletariado. Mientras los trabajadores reclamaban un mejor trato por parte de los amos del capital, estos en su furia asesina, se mantuvieron al acecho esperando el momento oportuno para emboscar y criminalizar a los más insignes lideres de esta revuelta, como resultado del asedio, los responsables más emblemáticos de la insurrección proletaria, no solo terminaron incriminados falsamente, sino que en un linchamiento legal, fueron asesinaron, teniendo como única culpa, luchar por una de las causas universales más justa: La Abolición de la esclavitud obrera.

Desde que la burguesía se constituyó en la fuerza hegemónica del planeta, hasta nuestros tiempos, persisten las razones han motivado enfrentamientos entre la burguesía y el proletariado. Confrontaciones, barricadas  luchas de todos los obreros en el mundo se repiten una y otra vez, ejemplos tenemos varios: La Comuna de Paris; la masacre de Santa María de Iquique, en Chile; La huelga petrolera de Cabimas; los Bananeros en Colombia; los mineros de Shanghái; 1.500 obreros fusilados en la provincia Santa Cruz, Argentina; la masacre de San Petersburgo en 1.905; la de Las Palmas en las islas Canarias, etc.,  toda esta matanza dejó como herencia la jornada de ocho horas diarias de trabajo. Hoy, a pesar de toda la represión sufrida por los pueblos del mundo, el combate de la clase obrera mundial persiste para poner fin a la explotación capitalista y construir la sociedad de los trabajadores: el socialismo.

Tal como se especificó en el párrafo anterior, muchos han sido las gestas épicas en donde la clase trabajadora ha sido su principal protagonista. En marzo de 1871, se produjo una de las mayores insurrecciones obreras recordadas en el mundo, teniendo a Francia como el escenario de la misma, nos referimos a la Comuna de Paris, donde el proletariado fue capaz de derrocar al poder establecido, formar sus propios órganos de gobierno y reemplazar al estado monárquico burgués. Lamentablemente la Comuna, totalmente aislada y sin ningún tipo de apoyo exterior, fue aplastada después de una terrible represión del ejército francés. De la experiencia de la Comuna quedaron  muchas lecciones, una de ellas, la necesidad de impulsar la unidad entre los trabajadores no como una acción estratégica, mucho menos táctica, sino como un principio revolucionario, el cual debe ser expresado mediante el internacionalismo proletario, socialista, base fundamental de la solidaridad entre los trabajadores.

Está demostrado que de todas las clases oprimidas que han luchado a lo largo de los tiempos en búsqueda de su emancipación, la clase obrera es la única que puede acabar con la división de la sociedad de clases. Los esclavos se liberaron de su opresión cuando desapareció la forma de propiedad privada conocida como esclavitud. Los siervos campesinos se libraron del régimen de servidumbre impuesto por el sistema feudal, adueñándose de las tierras en las cuales trabajaban. El desarrollo histórico nos demuestra que el proletariado, como sujeto histórico de la revolución, podrá lograr su emancipación, aboliendo la propiedad privada sobre los medios de producción y eliminando toda forma de explotación. La lucha revolucionaria de los trabajadores será la forjadora de la liberación absoluta del yugo impuesto por la codicia desmedida de la burguesía.

Basta hacer un recorrido apresurado sobre la historia y obtendremos de él, todo un cumulo de antecedentes que nos permitirá situarnos en la necesidad histórica de enfrentar al poder burgués. El hecho histórico demuestra cuán insalvables son contradicciones antagónicas existentes entre el proletariado y la burguesía, por tanto, es un deber proletario, en el marco de la lucha de clases, erradicar el sistema de privilegios capitalista, visto desde aquí, sin duda, podremos dimensionar el verdadero significado de las luchas revolucionarias sucedidas desde los albores del capitalismo.

Inglaterra fue, como país altamente desarrollado, a comienzo del siglo XIX, el terreno propicio de la revolución industrial. Federico Engels (creador junto con Karl Marx, de la teoría materialista de la historia) vivió en ese país y escribió un extraordinario libro, La situación de la Clase Obrera en Inglaterra, en él, documenta - a partir de las máquina a vapor y de las máquinas para la elaboración de algodón – como “una revolución que avanzó tanto más potente cuanto más silenciosa” -  terminó por desintegrar la antigua estructura familiar de tejedores-agricultores que se mantenían con lo necesario, habitaban y tenían descanso para un trabajo saludable en su campo o jardín, entregaban el hilado o tejido a los agentes viajantes contra pago de la mercadería que requerían, vivían generalmente en el campo y podían, con su salario, obtener un sustento digno.

Engels examinó los cambios ocurridos a partir de la aparición de las máquinas (desde la Jenny o torno para hilar), las variaciones que impulsaron la ruptura de la antigua organización patriarcal, las diferentes leyes que permitieron favorecer la dominación burguesa y su contribución al incesante crecimiento industrial. Lo cual permitió de esta manera, la instalación de establecimientos cada vez más grandes en los que hombres, mujeres y niños debían vender su fuerza de trabajo. El fruto más importante del desarrollo de la industria (que exigía cada vez mayor número de brazos) fue el proletariado. La concentración desordenada, en condiciones infrahumanas, el surgimientos de cordones de miserias y el trabajo de 12 horas o más,  llegaron a condiciones extremas.

En este clásico de la literatura proletaria, Engels documenta las insólitas condiciones de vida de quienes forjaban, en su diario trajinar, la abundancia ajena. “A menudo, más de una familia habitaba en un sótano húmedo, en cuya atmósfera pestilente estaban encerrados doce o dieciséis individuos”. El trabajo llegó hasta límites increíbles, la explotación de mujeres y niños, fundamentalmente a estos últimos,  a los que se les obligaba a trabajar atados a las máquinas, con un trozo de pan como alimento e inclusive llegaron al extremo de limar sus dientes, al suponer los burgueses, que con este método, gastarían menos en rodajas de pan. Sucedía también que, después de extensas jornadas, los muchachos “se echan en la calle y en lo más avanzado de la noche son buscados y hallados durmiendo, por sus padres”. Engels demuestra que la acumulación capitalista fue, ha sido y será en realidad, asesinatos premeditados: “Si, la sociedad sabe, y lo sabe muy bien, que millares de individuos deben caer víctimas de esas condiciones, ello constituye un asesinato premeditado, sólo que más pérfido”; asesinato que toda la estructura societal avaló, no tanto como pecado ni excomunión, por el contrario, era un asesinato de acción sustentado por leyes y normativas jurídicas que permitían ese crimen.

Pero más allá de la muerte por hambre o por extenuación, son incontables los horrendos crímenes premeditados cometidos por la burguesía, su odio escapa de cualquier raciocinio, en especial contra los más desvalidos, siendo la mujer una de las mayores víctimas de la opresión burguesa. El 8 de marzo de 1857,  como resultado de un incendio provocado, en Nueva York mueren 146 obreras textiles, estas valientes trabajadoras se habían declarado en huelga y ocuparon la fabrica para denunciar las pésimas condiciones de trabajo e inseguridad en las cuales laboraban, reclamaban la reducción de la jornada de trabajo a 8 horas. Ante su negativa a desalojar, fueron atacadas con bombas incendiarias. En conmemoración de estas mártires proletarias se celebra el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer.

Ricardo Mella, español y el francés Maurice Dommanget, en sus libros  “Los mártires de Chicago/La tragedia de Chicago” explican el horario que la mayoría de los obreros tenían, por ejemplo, alrededor de las cuatro de la mañana partían hacia el trabajo y regresaban a las siete u ocho de la noche, quizás más tarde, como es lógico pensar,  jamás veían a sus hijos y mujeres en luz solar. Mientras miles de obreros carecían de lo imprescindible para una vida decorosa,  el esfuerzo producto del trabajo de todos ellos,  es acumulado en ganancia (plusvalía) para los patronos. Esta realidad se agudiza en 1873 con la crisis financiera generada en toda sociedad capitalista. Como expresáramos anteriormente, los aportes de Marx, las angustias y explotación de los trabajadores confirman la necesidad de organizarse en forma solidaria. Se van formando diversos grupos de manera subterránea, es decir clandestina,  para luchar por las ocho horas. Uno de ellos, Los Caballeros del Trabajo, declaran, en 1874, que “se esforzarán en obtener sus demandas con una medida radical: la negativa a trabajar más de ocho horas”. Una vez más la lucha por las reivindicaciones y conquistas obreras,  aparecen sujetas a la huelga general.

Adam Smith padre del capitalismo dejo muy claro cuál era la realidad del proletariado dentro de ese sistema económico: “lo que el hombre pobre vende es su vida. El Trabajo es un proceso en que el hombre pone en venta horas de su vida”. Bien podríamos decir que el proletario dentro del capitalismo vende su vida por pedazos, donde la clase dominante decide si está dispuesta a pagar y cuantas migajas está dispuesta a entregar por sustraerles la vida a sus esclavos asalariados.

En ciudades como Pittsburg,  los trabajadores ferroviarios libraron una prolongada huelga por las ocho horas, no obstante,  los patronos vencieron, con el apoyo de las armas del Estado. La Federación Americana del Trabajo (AFL, por sus siglas en inglés) declaró que “la jornada de ocho horas dará trabajo a desocupados, disminuirá el poder del rico sobre el pobre, creará condiciones favorables a la educación y al mejoramiento intelectual de las masas y aumentará el consumo de bienes estimulando la producción”.

En 1884 el Congreso de la AFL reconoce el fracaso de las gestiones realizadas en todas las instancias gubernamentales; la mayoría de militantes obreros consideran que a través de la presión directa sobre los patronos,  se obtendrán respuestas directas y no, como las que se llevaban hasta el momento, negociaciones a través de las estructuras políticas y gubernamentales. La propuesta se generaliza, una acción sindical unánime resuelven que a partir del 1° de mayo de 1.886,  la jornada de trabajo será de ocho horas,  recomendándose, además, hacer gestiones para que se aprueben leyes acordes con esa resolución e invitando a participar en el movimiento a Los Caballeros del Trabajo.

 “La fecha elegida fue el 1° de mayo” -explica el francés Maurice Dommanget citando a Gabriel Deville-, se hace necesario, detenernos en este punto, para explicarles a todos y todas ¿el por qué la escogencia de ese día?  Esa fecha correspondía al comienzo del año de trabajo y a partir de la misma se efectuaban, masivamente, contrataciones de servicios.

Primero de mayo, fecha esperada por todos

Al fin, amanece. El 1° de mayo de 1886 las manifestaciones plantean: “¡Ocho horas de trabajo! ¡Ocho horas de reposo! ¡Ocho horas para la educación! A partir de hoy ningún obrero debe trabajar más de ocho horas por día.”

Cinco mil huelgas. Trescientos mil huelguistas. Las movilizaciones anuncian un tiempo nuevo. Crece la conciencia del proletariado frente al capitalismo opresivo, arrogante e imperialista. Los trabajadores se desplazan tras las banderas rojas y negras de los anarquistas, que en Chicago contaban con prestigiosos militantes. En Nueva York se escuchan discursos en inglés y en alemán. José Martí, corresponsal para "La Nación" de Buenos Aires, expresará: “Los inmigrantes europeos denunciaban con renovada ira los males que creían haber dejado tras sí.” En Milwaukee la jornada fue sangrienta. Reprimió la policía. Hubo enfrentamientos. Una descarga de fusiles contra los manifestantes mata a nueve personas.

 A fines del siglo XIX Chicago era la segunda ciudad de Estados Unidos. Del oeste y del sudeste llegaban cada año por ferrocarril miles de ganaderos desocupados, creando las primeras villas humildes que albergarían a cientos de miles de trabajadores. Además, estos centros urbanos acogieron a emigrantes venidos de todo el mundo a lo largo de esa época. La única fábrica que trabajaba era la de maquinaria agrícola McCormick, que estaba en huelga desde el 16 de febrero porque querían descontar a los obreros una cantidad para la construcción de una iglesia. La producción se mantenía a base de sustitutos, las condiciones de los trabajadores eran mucho peores que en otras ciudades del país, por tanto,  las movilizaciones iniciadas, siguieron los días 2 y 3 de mayo.

Los patrones recurrieron a los despidos o al cierre de empresas. En la McCormick, fábrica de maquinaria agrícola, son cesados 1.200 trabajadores y sustituidos por rompehuelgas. Además, organizaron, una policía privada que actuaba con la complicidad policial y la impunidad judicial -informa Maurice Dommanget en el libro antes mencionado.

primero-mayo-1886-chicago1.jpgEl 4 de mayo una multitud de trabajadores asistió a un mitin a las cuatro de la tarde, en Haymarket Square, en el que habló August Spies, líder anarquista, director del Diario de los Trabajadores de Chicago. Un grupo se apartó del mitin y chocó con rompehuelgas de la fábrica McCormick, los policías privados de la empresa atacaron a los huelguistas con revólveres y fusiles. El mitin se dispersó, pues muchos corrieron en ayuda de sus compañeros. Los agentes dispararon sobre los que huían y el resultado fue seis muertos y cincuenta heridos. Se convocó entonces, por los anarquistas, a un mitin de rechazo al crimen en Haymarket, 20.000 trabajadores asistieron a la plaza del mercado de heno. El acto tomó un carácter pacífico. Allí hablaron Spies, Parsons y Fielden. Cuando la multitud se dispersaba, alrededor 10 de la noche, la policía irrumpió con violencia. Una bomba - los historiadores han planteado la posibilidad de un agente provocador - cayó entre los policías, de inmediato se desató una violencia, la represión fue trágica,  numerosas fueron las bajas y los heridos se contaban por centenares, por parte de la policía hubo ocho muertes, la mayoría de ellos producto de balas disparadas entre ellos mismo.

De inmediato el poder burgués expresado a través de los medios de comunicación se hizo sentir. La manipulación informativa fue grotesca e infame:

El New York Times, publicaba “las huelgas para obligar al cumplimiento de la jornada de ocho horas pueden hacer mucho para paralizar la industria, disminuir el comercio y frenar la renaciente prosperidad del país.”

El Illinois State Register calificó a la lucha por las ocho horas como “una de las más consumadas sandeces que se hayan sugerido nunca acerca de la cuestión laboral”. Y sostuvo que “hacer huelga en procura de ocho horas es tan cuerdo como hacer huelga para conseguir paga sin cumplir las horas.”

El Chicago Times planteaba: “La prisión y los trabajos forzados son la única solución posible a la cuestión social. Hay que esperar que su uso se generalizará.” “Que mejores sospechosos que la plana mayor de los anarquistas. ¡A la horca los brutos asesinos, rufianes rojos comunistas, monstruos sanguinarios, fabricantes de bombas, gentuza que no son otra casa que el rezago de Europa que buscó nuestras costas para abusar de nuestra hospitalidad y desafiar a la autoridad de nuestra nación, y que en todos estos años no han hecho otra cosa que proclamar doctrinas sediciosas y peligrosas!”

A las detenciones ilegales, siguió una larga etapa de represión, allanamientos masivos, estado de sitio y ocupación de barrios enteros por la tropa. Se detuvo, apaleó y torturó a centenares de obreros y dirigentes sindicales. El odio se concentró contra los anarquistas detenidos y demás dirigentes obreros: "asesinos", "'agitadores", "monstruos sanguinarios", "pestíferos sediciosos", "gentuza", "hez de Europa", etc.

Como resultado de todo el plan orquestado desde las mismas entrañas del imperio en gestación, fueron detenidos Osear Neebe, George Engel, Samuel Fielden, August Spies, Michael Schwab, Adolph Fischer y Louis Lingg. Albert Parsons, estuvo en la  clandestinidad, el día del proceso se presentó para compartir el destino junto a sus compañeros. Todo el juicio -como se probó después- fue una farsa destinada a condenar a estos líderes revolucionarios. Un miembro del tribunal admitió la mascarada, pero afirmó: “los colgaremos lo mismo. Son hombres demasiado sacrificados, demasiado inteligentes para nuestros privilegios”. El fiscal reclamó la muerte: “Declarad culpables a estos hombres; haced un escarmiento con ellos; ahorcadlos y salvaréis a nuestras instituciones y a nuestra sociedad”.

En el dictamen emanado por la injusticia burguesa, Schwab y Fielden fueron condenados a prisión perpetua. Neebe a quince años. Lingg, Fisher, Engel, Parsons y Spies se les sentencio con pena de muerte, en la víspera de la ejecución se informó sobre el supuesto suicidio de Louis Lingg. Luego se probó que fue asesinado. Los cuatro sentenciados mantuvieron hasta el último instante sus ideales. Fischer dijo que no pediría perdón por sus principios: “Jamás pediría perdón por lo que creo justo y bello”. Engel, sostuvo: “¿Temblar porque me han vencido aquellos a quienes hubiera yo querido vencer? Este mundo no me parece justo; y yo he batallado, y batallo ahora con morir, para crear un mundo justo. ¿Qué me importa que mi muerte sea un asesinato judicial? ¿Cabe en un hombre que ha abrazado una causa tan gloriosa como la nuestra desear vivir cuando puede morir por ella?”. 

Ya frente a su verdugo Spies profetizó:”Salud, tiempo en que nuestro silencio será más poderoso que nuestras voces, que estrangula la muerte”. Al tiempo que Parsons reclamaba “Dejadme hablar, juez Matson. Dejad que se escuche la voz del pueblo…” repentinamente quedaron en silencio los cuatro mártires revolucionarios,  el lazo que les cubría el cuello se achico violentamente ahogando sus palabras, lo que la soga no pudo acallar fue el ejemplo de estos valientes precursores de la libertad, su memoria sigue vibrando en los corazones de miles de millones de hombres y mujeres que hoy reviven la gesta libertaria que nos conducirá, más temprano que tarde por  el sendero de la igualdad y de la libertad.

Finalmente queremos expresar en esta fecha de enorme contenido internacionalista, nuestra solidaridad con los trabajadores y pueblos que en todo el planeta luchan por sus derechos a construir un mundo solidario, revolucionario y socialista. Rechazamos la campaña anticomunista desatada por el imperialismo estadounidense en contra de Cuba, Nicaragua, Ecuador, Venezuela y todos los países que luchan por la liberación nacional,  reiteramos nuestro respaldo solidario y clasista a los hermanos de Colombia. Condenamos la política intervencionista y belicista del imperialismo y exigimos el retiro inmediato de las tropas yanquis de Afganistán e Irak; condenamos la acción del sionismo israelí que asesina a niños, jóvenes, mujeres y ancianos palestinos. El carácter internacional y la solidaridad del proletariado revolucionario, no debe tener límites, por tanto decimos igual como lo han anunciado distintos clásicos literarios revolucionarios del marxismo:

El proletariado, la masa trabajadora, es decir todos y todas, no tenemos más nada que perder, salvo las cadenas que nos atan al yugo del capital.

¡¡Hasta la Victoria Siempre!!

José L. Velásquez, Hipólito Abreu, Voceros Nacionales
TUPAMARO, DIRECCION NACIONAL

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