Tal vez alguno los (nos) llame locos. Tal vez alguno vea en esto un retroceso en la época de las grandes tecnologías. Tal vez otros sólo vean obstinación, o quién sabe si miseria o depauperación.Yo veo -ya lo dijo una amiga argentina: "...en Cuba encontramoslo que venimos a buscar: ni más ni menos"- el valor de un pueblo, el coraje de vencer, la facultad de saber ser felices hasta en las mayores privaciones, la solidaridad -esa enfermedad congénita del cubano- y por sobre todo, el amor que nos llena.Gracias, Luis, Daniel, Gabriel, Marcos, Martha y Porfirio. Esto nos enseña más de lo que ustedes imaginan sobre Cuba y los cubanos
Una finca “robada” al mar
Freddy Pérez Cabrera
CAIBARIÉN.— Al viejo Luis Martín lo tildaron de loco cuando habló de robarle un pedazo al mar con el objetivo de dedicarse a la producción de alimentos.
Luis Martín le robó un pedazo al mar para plantar un jardín productivo.
Todavía recuerda el día en que comentó la idea a un grupo de pescadores amigos del barrio, quienes, ni cortos ni perezosos, le dijeron "olvídate de esa idea, que con el mar no hay quien pueda.
Si quieres, dedícate a la pesca, que vas a salir mucho mejor". Mas, el consejo no lo amilanó en su propósito. Obstinado como siempre ha sido, convocó a sus tres hijos a una reunión familiar y les expresó la determinación de utilizar el espacio trasero del hogar para entretenerse sembrando algunas cositas que pudieran ayudar al sostén de la familia.
Patios familiares como los de Martha y Porfirio cuestan poco y producen mucho.
"Fueron jornadas muy intensas, de mucho esfuerzo, donde no se podía mirar para atrás. Metidos hasta las rodillas en aquella pudrición, los muchachos lucharon fuerte con tal de complacerme. Concluido el desagüe, vino otra parte dura, rellenar el área de materia orgánica proveniente de un basurero cercano", cuenta el agricultor caibarienense.
En apenas media hectárea de tierra florece ahora este jardín productivo, sustentado a base del abono orgánico capaz de contrarrestar el efecto provocado por la salinidad del mar.
Más allá de la finca, el patio de Luis constituye un monumento al trabajo y a la voluntad de los hombres para sobreponerse a las dificultades. Razones suficientes para que el último recorrido del Grupo Nacional de la Agricultura Urbana le otorgara la categoría de excelencia nacional.
Martha, la reina de las frutas
La obsesión de Martha Vázquez y su esposo Porfirio Guevara por las frutas debe haber comenzado 17 años atrás, cuando fue intervenida a corazón abierto por el eminente cirujano Álvaro Lagomasino, quien le indicó comer muchas frutas y cuidarse de hacer esfuerzos físicos violentos, entre otros requerimientos.
Activa como siempre ha sido, siempre pensó que no iba a postrarse en la casa sin hacer nada. Primero sembró flores, logrando una cantidad asombrosa de diferentes variedades de rosas, nardos, orquídeas y otros tipos de plantas.
Entusiasmada por la idea, y con los beneficios económicos que le proporcionaba la venta, poco a poco fue apasionándose con la agricultura urbana y, a petición de la delegación del MINAGRI en el municipio, decidió incursionar también en los frutales.
Ante la carencia de posturas para fomentar este tipo de fincas en el territorio, hablamos con el matrimonio, quien accedió a crear un vivero, el cual cuenta en estos momentos con más de 8 000 plantas de diversas variedades, expresó Edgardo Díaz Rodríguez, delegado del MINAGRI en Caibarién.
"Aquí tenemos tamarindo, frutabomba, canistel, caimito, chirimoya, guanábana, naranja dulce y agria, limón, anón y guayaba, entre otros tipos de frutas, las que son sembradas en bolsas de leche o yogur entregadas por vecinos de la propia comunidad, además de las donadas por niños impulsores de un movimiento recolector en sus escuelas", explica Martha.
La materia orgánica no es un problema porque nos encargamos de crearla en la propia finca, a partir del humus de la lombriz y los desperdicios de plátano y otras plantas existentes en la parcela, asegura Porfirio, otro apasionado a la tarea.
La agricultura urbana no lleva tantos recursos y sí mucha pasión por lo que se hace. "Ya usted ve cuánto podemos ayudar en un pedacito de tierra y somos dos personas nada más".
Mi más grato agradecimiento y admiración por esta pareja cubana que demuestra día a día cuanto puede hacerse cuando existe voluntad y amor por el trabajo. Es necesario que ejemplos como este se difundan por todo el país para lograr la tan ansiada invulnerabilidad en el terreno agroalimentario.
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