Por Darío Machado Rodríguez*
El
tema de la burocracia y del burocratismo sigue estando vigente en el
conjunto de desafíos principales del sujeto político de la construcción
social de orientación socialista en Cuba, y lo estará por mucho tiempo,
dadas las raíces de este fenómeno social y por sus consecuencias.
El
burocratismo, cuyos efectos son inversamente proporcionales a la
democracia, afecta el funcionamiento sano de la sociedad en todos los
órdenes, es económica y culturalmente pernicioso e irrita a la
ciudadanía.
En
los últimos tiempos, y al calor de los debates que generan las
transformaciones socioeconómicas en curso en el país y por los
importantes y difíciles desafíos que enfronta la sociedad cubana, este
fenómeno negativo es tratado con mayor frecuencia
.
A
lo largo del proceso revolucionario cubano hemos experimentado
diferentes procesos de ofensiva antiburocrática y en el orden
organizativo y de formación se ha trabajado en la eliminación de sus
causas, sin que podamos decir que ya no es un problema socialmente
relevante, antes bien es de la mayor importancia y actualidad. Vale
entonces recordar como introducción a este breve texto lo planteado por
Fidel hace 50 años:
“…creo
de todo corazón que el socialismo tiene que cuidarse del burocratismo
tanto como del imperialismo. No olvidarse de eso, porque es más
peligroso, porque es un enemigo clandestino. (…) Pero es un mal grande
del cual no nos damos cuenta, del que no tenemos conciencia. Y, sin
embargo, es un gravísimo mal, estorba la producción, consume en tareas
innecesarias las mejores inteligencias, consume mucho de la energía del
pueblo”.
Primero hay que diferenciar “Burocracia” de “Burocratismo”
Valen la pena unas líneas para establecer con claridad los significados con los cuales entenderemos estos términos.
Burocracia
El
término “burocracia”, a diferencia del término burocratismo, no se
emplea siempre en sentido peyorativo. Con el advenimiento de la llamada
“sociedad de masas”, denominación que alude al crecimiento general,
económico, tecnológico, industrial, poblacional, etc., la burocracia
aparece como el aparato administrativo organizado jerárquicamente y
pautado por regulaciones estrictas que permite el ejercicio racional del
poder, no solo del poder público, de la organización gubernamental,
sino también en las estructuras políticas partidarias, comerciales,
sindicales, industriales, eclesiásticas, etc. No es que no hubiera
burocracia anteriormente, sino que ahora sería un elemento más extendido
y omnipresente.
Al
constituirse en mecanismos de poder en la sociedad capitalista, la
burocracia se consolidó como ente ajeno a la ciudadanía, como aparato al
servicio de la dominación del capital sobre el trabajo y como espacio
para los privilegios, el nepotismo, la prevaricación, las pugnas entre
intereses corporativos, la coima y la corrupción. Para las prácticas
burocráticas del Estado capitalista se necesitaba un ciudadano pasivo,
aceptador, sumiso.
En
la tradición revolucionaria socialista, el rechazo a los abusos de las
estructuras de poder del capitalismo instaló en la ideología y la
política y en la conciencia ciudadana la interpretación peyorativa del
término y junto con ello, la figura del burócrata como persona al
servicio e identificado con esas prácticas. Los burócratas suelen
identificarse y eventualmente prodigarse favores mutuos, creando en
ocasiones redes mucho más perniciosas.
Es con este enfoque que emplearemos en este trabajo el término burocracia.
Cuando
emprendimos la aventura de la construcción socialista de la sociedad
cubana, se tenía como totalmente ajeno a los revolucionarios, al Estado
revolucionario, a las instituciones y organizaciones revolucionarias, el
peligro del burocratismo, pero no tardó en comprenderse que en el
socialismo persisten profundas contradicciones en la sociedad que
resultan generatrices de las tendencias burocráticas.
Burocratismo
El
sufijo “ismo” denota la cualidad de sistema, de doctrina, lo que se
refiere entonces no a la actividad o sistemas organizativos específicos
que emplean los ocupados de la administración y que pueden estar incluso
deformados por las prácticas burocráticas, sino a la manipulación
espuria en el ejercicio de la actividad administrativa, en la que
predominan características formales, estrictas y complicadas que
lentifican, obstaculizan y enredan la solución de los asuntos públicos o
de otra índole, y en su mayor deformación la inercia, el conformismo,
la desidia y la privatización de las posiciones públicas para ilegítimo
beneficio individual o de grupos.
El uso popular de estos términos
Cuando
los cubanos empleamos habitualmente los términos de burocracia y
burocratismo, los referimos habitualmente a los obstáculos y
complicaciones que se presentan en los organismos públicos, cuando
tenemos que hacer trámites para autorizaciones, reclamaciones,
legalizaciones, actualizaciones, registros, altas o bajas, etc. Y
naturalmente, no falta razón en esta interpretación, ya que no pocas
veces, múltiples factores causales y sus consecuencias hacen el papel de
freno a las soluciones a las que tenemos derecho como ciudadanos
instalando así en esos espacios de administración pública la desidia, la
lentitud, la ineficiencia, la rutina y una plomiza incapacidad, para el
cambio y el desarrollo.
En
ese tenor, el funcionario devenido burócrata, que se rige por su
estructura piramidal y la observancia de la disciplina jerárquica a la
que pertenece, pierde capacidad de ubicarse en las necesidades y
problemas de la ciudadanía y reacciona exclusivamente a las indicaciones
“de arriba”.
En
ocasiones estos frenos están lamentablemente matizados por la
humillación del público por funcionarios insensibles, cuando no son
complicaciones ex profeso para condicionar la coima o el soborno
constituyéndose entonces en abuso contra la ciudadanía ya con
implicaciones no solo de orden ético, sino también legales.
El
burócrata, identificado como parte de una estructura de poder que ha
privatizado, ve al ciudadano no como alguien con el derecho a ser
debida, correcta y eficientemente atendido, sino como alguien
subordinado a su persona, alguien a quien se hace un favor, a quien se
le dispensa una dádiva. El ciudadano, a veces un “usuario”, a veces un
“impertinente”, debe sentirse agraciado por la atención del todopoderoso
funcionario.
Diferentes
organismos de la administración tienen departamentos u otro tipo de
estructuras para atender las quejas de la ciudadanía; sin embargo, la
vida demuestra que esas entidades al ser juez y parte no ejercen
adecuadamente la función para la cual están dirigidas. Las dependencias
tienen libros “de quejas y sugerencias” que por lo regular no juegan el
papel que se espera como mecanismos para mejorar su trabajo, ya que no
predomina el sentido de la crítica y de la autocrítica constructivas.
Ahora
bien, más allá de su indiscutible importancia, lo anterior se refiere a
determinados efectos que las tendencias del burocratismo tienen
directamente sobre la ciudadanía, no así a los factores causales que
como se dijo arriba resulta esencial conocer y abordar.
Sobre el fondo del problema
Son
múltiples las causas de las tendencias burocráticas que pueden
desarrollarse en las administraciones a todos los niveles. Sin pretender
un listado exhaustivo cabe señalar las siguientes:
-
Excesiva centralización de funciones y en correspondencia escasa
descentralización, controles exagerados, voluntarismo, desconfianza en
los otros, verticalismo, estilo de “ordeno y mando”.
- Administración deficiente por desidia, desinterés, inercia e indolencia.
- Envejecimiento moral, obsolescencia de las estructuras y normativas de funcionamiento de las administraciones.
- Crecimiento y complejización de las necesidades sociales sin una adecuada respuesta organizativa.
-
Leyes y normativas deficientes o que se aprueban sin reglamentación o
con una reglamentación inadecuada y sin las condiciones apropiadas para
su aplicación.
- Insuficiente y deficiente preparación de los directivos, funcionarios y personal administrativo en general.
-
Deformaciones provocadas por la entronización en las estructuras
administrativas de intereses individuales y grupales espurios.
- Deficiencias en los controles estatales y partidistas de la gestión pública.
-
Deficiente información pública acerca de las normativas vigentes y
escasez de conocimiento por parte de la ciudadanía generada por el
desinterés y la indisposición de estudiar y conocer los mecanismos de
funcionamiento de las diferentes estructuras.
- Inexistencia de formas eficientes de control social.
Es
importante recalcar que estos “frenos” a la solución de las demandas
sociales se generan en lo público, pero no se refieren únicamente a los
trámites que necesita hacer la ciudadanía, sino a todo el funcionamiento
de las estructuras públicas; no solo a las instituciones que están a
cargo de los servicios a la población, sino también a las económicas,
las jurídicas, las políticas, las sociales, las culturales. En todas
ellas estos elementos pueden frenar la fluidez en la solución de los
problemas y desafíos, las necesidades y las demandas de la sociedad. Si
esto no se tiene en cuenta no se podrá calibrar integralmente el
fenómeno de las tendencias burocráticas. De las características de estos
“frenos” se infiere la complejidad del enfrentamiento del burocratismo
en la sociedad.
No
es posible en un breve ensayo como este proponerse siquiera desarrollar
cada uno de estos factores causales de las tendencias burocráticas.
Todos ellos interactúan como freno a las soluciones necesarias para el
adecuado funcionamiento de la sociedad en sus diferentes ámbitos, planos
y niveles. Entre ellos, por ejemplo, el hecho que la propia ciudadanía
no se preocupa por conocer detalles legales, normativos y
procedimentales en las instituciones públicas y tampoco exige sus
derechos con la energía necesaria.
Sin
embargo, un eje transversal lo constituye el primero de los descritos:
la excesiva centralización de funciones, los controles exagerados, la
escasa descentralización, la poca horizontalidad, la desconfianza en los
otros, el verticalismo, el estilo de “ordeno y mando”. Este factor
causal de las tendencias burocráticas viene de los errores en el
entendimiento y aplicación del principio conocido como centralismo
democrático.
¿Centralismo democrático o articulación democrática?
Entre
los factores enunciados como generadores de tendencias burocráticas, el
relativo a la relación centralización – descentralización, verticalidad
– horizontalidad, tiene una expresión teórica y práctica en el
principio organizativo del centralismo democrático, destacado en la
experiencia socialista de Europa del Este y de la extinta URSS en
calidad de fundamento de la dirección, no solo del partido, sino también
del Estado y de la economía.
El
centralismo democrático fue adoptado también en Cuba en calidad de
principio organizativo. Inscrito estatutariamente como principio
organizativo de la actividad partidista, ha influido notoriamente en
todos los ámbitos de la actividad social, como norma y como estilo.
El
eje de su fundamentación teórica parte de la conjugación del
democratismo con la centralización, concebida como la dirección “desde
un centro”, la subordinación de la minoría a la mayoría, de los
organismos inferiores a los superiores, para lo cual el polo democracia
se garantizaría con la elegibilidad de los órganos y organismos, la
rendición de cuenta, el control, evitar la centralización arbitraria,
etc. El Estado, la superestructura política, nunca estarían por encima
de la sociedad, de la ciudadanía, mucho menos en su contra, antes bien
actuarían en dirección a ceder sistemáticamente cuotas de poder para
empoderar gradual, sucesiva y ascendentemente a las bases, cultivando la
autogestión en todas las esferas de la vida social.
Bajo
este principio se desarrolló la organización de los procesos de
construcción socialista y con ello se lograron importantes avances en
diferentes esferas de la actividad social. Sin embargo, la práctica en
los países socialistas de Europa del Este y en la desaparecida URSS,
desconoció fatalmente todas las advertencias hechas por Lenin, quien
concibió este principio para el partido y luego planteó su extensión a
la economía socialista. La deformación práctica afectó también la
relación dirigente – dirigidos y neutralizó el principio de la crítica y
la autocrítica constructivas.
La
modalidad de esperar por los organismos superiores, de considerar ley
indiscutible lo decidido “arriba”, de no fertilizar ninguna iniciativa
hasta que no estuviese “autorizada”, anuló la creatividad, empobreció y
frenó el desarrollo. Estos errores se han cometido también en la
experiencia cubana y es preciso alertar al respecto. Hoy es evidente la
necesidad de rever críticamente este principio de dirección.
Se
necesita una revisión a fondo del centralismo democrático, pensar
detenidamente en las derivaciones perjudiciales que ha generado su
práctica, estudiar la reorganización de la actividad social con nuevos
principios de dirección, más democráticos y participativos, capaces de
rescatar y hacer funcionar eficientemente los contenidos originales
positivos del centralismo democrático, partiendo de concebir la
dirección no como las decisiones “de un centro”, sino como la
articulación de la inteligencia y la voluntad colectivas en cada plano y
espacio organizativo del país para adoptar las mejores decisiones y
actuar disciplinadamente en consecuencia.
Si
en la práctica los organismos superiores derivan hacia el verticalismo,
el ordeno y mando, el ocultamiento y la manipulación de la información y
la formalización de la democracia, terminarán cercenando la
creatividad, el flujo de las iniciativas y la promoción de nuevos
liderazgos. No es relevante, a los efectos de sus consecuencias, la
justificación que se asuma y la intención que se proclame para tal
actuación; en los hechos deviene desconocimiento de los derechos de la
ciudadanía, la subvaloración del otro, y el freno al mejor desarrollo
de la actividad de que se trate. Se derivará en la práctica perniciosa
de la consulta para todo, se perderá responsabilidad individual
consciente, se apagará el entusiasmo.
Cuando
las estructuras encargadas de proponer las personas que deberán ocupar
las posiciones de responsabilidad de las diferentes instituciones
administrativas y políticas (las secciones, departamentos y direcciones
de cuadros. Comisiones, etc.) se rigen por normas y un estilo de
funcionamiento que termina por subordinarse a las decisiones del
“centro”, a la voluntad “de arriba” sin tener realmente en cuenta a las
bases, se acaba desconociendo en la práctica al polo democracia. Los así
elegidos se sentirán más dependientes del “centro” que de las personas,
estructuras y destinos relacionados con la actividad para la cual han
sido situados, los demás verán subvalorados sus criterios. Si imaginamos
una derivación piramidal, el resultado será la separación del “centro”
de las bases, de las realidades sociales.
Otro
tanto puede ocurrir con la burocratización de la vigilancia y el
control que puede ser muy severo para unos y permisivo para otros.
Una
práctica perniciosa generadora de burocratismo es la que consiste en no
mantener los temas abiertos a debate, incluso cuando se toman
decisiones que deben ser cumplidas por todos los participantes en una
determinada entidad económica, administrativa o política.
Cualquier
propósito social necesita organización y direccionamiento para ser
asegurado eficientemente. Por tal razón, una vez que se adoptan las
decisiones (por ejemplo la aprobación de los Lineamientos), corresponde a
la sociedad en su conjunto trabajar en función de su aplicación. Esa
labor debe tener entre otras dos características básicas: una se refiere
a que si bien las estructuras y el personal especializado son
consustanciales a los requerimientos contemporáneos, el modo en que
estas actúan debe basarse en la más amplia participación, la consulta
colectiva, el consenso, el control popular. La segunda, tiene que ver
con el hecho que cualquiera de los lineamientos o incluso direcciones
más generales, continúan siendo objeto de debate y análisis, no solo
porque puede haber errores en ellos, sino porque las situaciones
cambiantes pueden exigir su modificación.
Y
ese debate debe ser fluido y la información acerca de su desarrollo
debe fluir también con la necesaria transparencia entre las diferentes
estructuras y personas involucradas.
La
superación de tales insuficiencias y errores es una tarea de alta
complejidad, pero estratégica y decisiva, y debe ser abordada por toda
la sociedad con la orientación del partido. Esa orientación tiene que
fundamentarse en las conclusiones que se deriven del análisis crítico de
la experiencia de dirección a lo largo del proceso revolucionario y de
la situación actual, y constituye en consecuencia en la actual coyuntura
un asunto a ser considerado por el próximo congreso del partido.
En
la lógica elemental de toda actividad humana estarán siempre presentes
el conflicto y el disenso, el diálogo y el consenso, las leyes (mientras
exista el Estado) y las normas, todo para lograr una actuación
racional, pensada y más eficaz en función de los intereses. Sin orden,
disciplina, normas y sistema no hay actividad humana realmente
eficiente.
Por
otra parte, en la misma medida en que la sociedad en su conjunto ha
avanzado en el orden instructivo, educacional y cultural, y hay más
preparación para una productiva participación en las decisiones en
general, el centralismo democrático, como principio básico de la
organización de la sociedad cubana en transición socialista, debe
evolucionar hacia la articulación democrática, un sistema, un modo de
actuar, un modo de gestión que se oriente a lograr toda la democracia
posible en las diferentes estructuras de dirección de la sociedad, que
sea más eficiente en la conjugación de voluntades y en el
aprovechamiento de la sabiduría colectiva, que conjure las deformaciones
del centralismo y que base su aplicación en principios tales como la
disciplina consciente, la unidad consciente de acción, el control
social, la crítica y la autocrítica constructivas, la transparencia y
fluidez de la información, la práctica de la consulta, el ejercicio
eficiente de la participación democrática en la elección de las
diferentes estructuras, la rendición de cuentas con las correspondientes
consecuencias de aprobación o desaprobación y de reconocimiento de
responsabilidades, el debate abierto de todos los temas, entre otros. No
se excluye, por supuesto, la capacidad de vetar decisiones, para lo
cual deben ser estudiados los posibles casos y elaboradas igualmente las
correspondientes normativas y procedimientos.
En
el binomio articulación – democracia, el polo democracia es la mayor
reserva potencial de inteligencia colectiva y para anular y disolver los
intereses individuales y grupales ilegítimos, ya que es el espacio
donde están presentes todos los miembros de una comunidad, una
agrupación, una empresa, un territorio, una organización, la sociedad en
su conjunto, tanto los que tienen responsabilidades de dirección, como
los ciudadanos “comunes”.
Se
trata de retomar y desarrollar como práctica organizativa y método
sistemático de conjurar las tendencias burocráticas en la sociedad
cubana, aquello que tan tempranamente como en 1961 explicó y alertó
Fidel:
“El
método burocrático implica el riesgo, incluso, de sacrificar una serie
de principios que son fundamentales para la revolución. Y, sobre todo,
hacerle perder –renunciar- a lo que es tan fundamental en la revolución:
la iniciativa, el espíritu creador y el entusiasmo de las masas. Porque
una revolución es, sencillamente, una tarea de pueblo, no es una tarea
de funcionarios administrativos, no es una tarea de dirigentes
revolucionarios. Una revolución es una tarea de pueblo. Y el método
burocrático está en contradicción absoluta con el principio de la
revolución socialista.”
Sobre el papel de los medios de comunicación
Es
difícil minimizar la importancia del periodismo revolucionario, en
particular el periodismo de investigación, en el combate contra la
burocracia y el burocratismo, como parte de los esfuerzos mancomunados
en esta dirección.
El
incremento de las relaciones mercantiles en la sociedad cubana como
resultado de las transformaciones económicas en curso, arropan
inevitablemente el fortalecimiento del individualismo y las ambiciones
personales desmedidas.
Ya
no se aprecian las responsabilidades en las diferentes estructuras
–como ocurría en años anteriores del proceso revolucionario cubano-,
solo como un espacio para el deber y el servicio a la sociedad. Han
surgido deformaciones que se alejan del ideal ético socialista y ocurre
con notable frecuencia que por intereses egoístas se desconocen los
errores y se defienden las posiciones adquiridas. Es preciso denunciar y
combatir estos comportamientos, siempre en el espíritu de acabar con
los errores, no con las personas, pero anteponiendo en todo momento el
interés de la sociedad en su conjunto.
El
periodismo cubano, revolucionario por definición y de probada fidelidad
al pueblo, tiene la responsabilidad de participar profundizando en los
problemas, informando fehacientemente acerca de las deformaciones y
conductas burocráticas, en particular cuando estas se mezclan con el
oportunismo, el nepotismo y la corrupción, de servir como instrumento de
control popular y de contribuir al enriquecimiento de la cultura cívica
de la sociedad cubana y a la creación de un clima de confianza para el
debate público de los problemas.
En
el ejercicio del periodismo, en particular el de investigación, el
periodista debe ser consciente también de su acrecida responsabilidad
por los productos mediáticos que genera cuando se trata de situaciones
que entrañan deformaciones burocráticas graves, mezcladas con el
oportunismo y la corrupción, y ser muy cuidadoso en el tratamiento
ponderado, cuidando de no hacer críticas injustas, y velando siempre por
el carácter constructivo de sus mensajes.
No
será, como se dice al inicio, un mal de fácil erradicación, pero solo
con un adecuado diagnóstico de la realidad, decisiones certeras, trabajo
constante y sistemático y amplia participación social, será posible
enfrentarlo con éxito.
*Licenciado
en Ciencias Políticas. Diplomado en Teoría del proceso ideológico y
Doctor en Ciencias Filosóficas. Preside la Cátedra de Periodismo de
Investigación y es vicepresidente de la cátedra de Comunicación y
Sociedad del Instituto Internacional de Periodismo José Martí. (Enviado
por su autor)
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