¿Es posible intervenir por decreto los precios en el mercado? La
tentadora idea vende muy bien en las encuestas de opinión pero en el
pasado reciente, digamos las últimas dos décadas, desde el Gobierno no
se ha tenido éxito diciéndoles a los vendedores particulares cuánto
cobrar por sus mercaderías o servicios.
Siempre que se plantea la cuestión de cómo “topar” de alguna manera dichas cotizaciones renace la opción de desandar, por enésima vez, la ruta de establecerles cotas fijas aunque en el fondo se sepa que esos límites muy pronto volverán a ser violados. Ni todos los llamamientos a incrementar la producción conseguirán bajarlas mientras no vayan acompañadas de acciones que incidan sobre las condiciones objetivas que las empujan hacia arriba.
Entre los cuentapropistas hay, es cierto, una cantidad determinada de “pillos” que reproducen las prácticas mencionadas motivados por la codicia, pero eso no puede impedirnos preguntarnos cuanto les cuesta realmente mantener en pie sus respectivas actividades. ¿Hasta dónde reproducen los márgenes de 200 y 300 por ciento entre los costos y la cotización al consumidor que tiene el Estado en parte de su red minorista? ¿Sabemos dónde termina los suministros “por la izquierda” que hacen injustificable cobrar caro lo que costó nada o muy poco y dónde empieza la carestía originada por los insumos adquiridos en una red minorista en pesos convertibles que no fue concebida para ellos?
Todo sea dicho: Tampoco la carencia de un mercado mayorista que baje los costos de los cuentapropistas se debe, absolutamente, al deseo manifiesto del Gobierno Revolucionario de no crearlo. Descontando las fallas burocráticas que estaría teniendo ese propósito hay otro factor objetivo que lo impide: la existencia de como mínimo dos tazas cambiarias de moneda en el país. Mientras ese escollo no desaparezca por muchas ganas que tengan los empresarios estatales de ofertar al por mayor sus mercaderías o servicios al sector privado siempre tendrán a sus contadores preguntándoles “¿Bueno como le calculamos el precio? ¿Sobre la base del cambio de 1 por 1 o a la de 1 por 25?”
En medio de un contexto en el cual el sector privado y cooperativo tiene un peso importante por ejemplo en la producción de alimentos, el Estado está apostado en los últimos cinco años por una variante más inteligente: incidir de indirectamente sobre los mecanismos de conformación de los precios, como la reducción de los impuestos o fortalecer la deprimida infraestructura del sistema estatal de la agricultura.
Esa estrategia no sería una concesión al capitalismo sino aprovechar las ventajas propias y ponerlas en función de traer equilibrio donde no lo hay. La voluntad está constreñida por las realidades y la historia económica de la Revolución Cubana es la mejor expresión de esa lección. Tratar de imponer precios “a dedo” a los cuentapropistas, solo oxigenaría al mercado negro y la corrupción que lo rodea. Si la exhortación y las reuniones no van de la mano del examen de las múltiples variables económicas que propician el desvío de recursos y que influyen a la hora de establecer un precio, todo quedará en los buenos deseos.
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