martes, 2 de diciembre de 2008

La Revolucion Cubana, Latinoamerica y el Caribe en 1959 IV

La Revolución Cubana y su inserción en la realidad contradictoria latinoamericana-caribeña en 1959. (IV Parte)
  • El apoyo cubano a las organizaciones revolucionarias del continente
Por Orlando Cruz Capote

Desde el propio comienzo de la Revolución los vínculos de la dirigencia y los revolucionarios cubanos y los latinoamericano-caribeños se estrecharon y profundizaron de forma acelerada. Muchos patriotas, nacionalistas, antiimperialistas, socialistas, comunistas y representantes de otras corrientes políticas progresistas fueron arribando a La Habana, unos para visitarla en estancias temporales relativas y otros para cumplir con un exilio político obligado dada la persecución a la que eran sometidos en sus países de origen, pero todos estuvieron motivados por el legítimo derecho y el deber de conocer, aprender y apoyar al proceso revolucionario triunfante. (1) En ese marco se establecieron contactos y compromisos renovados que brindaron una nueva dimensión de continuidad a las relaciones de amistad, colaboración y solidaridad militante entre la izquierda de la región que contó, a partir de entonces como novedad, con el respaldo moral y material -éste último muy limitado- del poder revolucionario cubano y su pueblo.

Este apoyo de la Revolución Cubana, desde el punto de vista material, fue moderado en estos años iniciales por muchas razones de índole práctica. En primer lugar, porque las fuerzas militar-logísticas de la Revolución no estaban preparadas para empeñarse en acciones internacionalistas de gran amplitud; en segundo lugar, porque se debía ser cauteloso ante el trabajo de inteligencia y contrainteligencia de los Estados Unidos, que podía poner al descubierto el involucramiento directo cubano y ofrecer las excusas para la agresión contra Cuba; en tercer lugar, porque los incipientes órganos de la seguridad cubana (2) no contaban aún con la preparación y organización adecuadas para desarrollar operaciones de gran envergadura en apoyo a movimientos revolucionarios en el exterior; en tercer lugar, porque debían conocerse con mayor profundidad el alcance de los objetivos de lucha y programas políticos de las diversas organizaciones y movimientos de izquierda para proceder a su ayuda efectiva, sin comprometerse con figuras y agrupaciones que no fueran realmente revolucionarios; en cuarto lugar, porque en estos dos primeros años la revolución necesitaba consolidarse y fortalecerse a lo interno para evitar y derrotar cualquier intento de una agresión directa de los EE.UU. y la OEA; en quinto lugar, porque Cuba debía limitar, de algún modo, actividades solidarias de nacionales y extranjeros individuales, desde su territorio, sin control oficial por parte del Gobierno Revolucionario y, finalmente, porque no se podían brindar pretextos a las autoridades de Washington y las oligarquías de la región de que la Isla “exportaba su Revolución” hacia el subcontinente. Además, Cuba jamás exportaría la revolución, sino que apoyaría a los revolucionarios que iniciaran sus combates nacional-liberadores y por la justicia social. Y, al mismo tiempo, iba a ser muy respetuoso con los gobiernos que no se involucraran en actividades anticubanas agresivas.

Pero las reuniones entre los dirigentes y militantes revolucionarios latinoamericanos y caribeños se realizaron en casas de seguridad, en las oficinas del gobierno y en las propias residencias de los líderes cubanos. Sus anfitriones fueron, principalmente, el propio Comandante en Jefe Fidel Castro y los Comandantes Ernesto Che Guevara, Camilo Cienfuegos y Juan Almeida, siendo los dos primeros los más recurrentes en estas conversaciones. (3) El intercambio era amplio y retroalimentador, jamás se impuso una línea o método de lucha, todos eran escuchados por igual aunque el referente armado cubano tuviera un peso fundamental en los debates. (4) Estos encuentros, muy poco conocidos por la historiografía en la actualidad, dieron lugar, en algunos casos, a coordinaciones y la elaboración conjunta de planes de apoyo cubanos para llevar a cabo las luchas ya iniciadas o por ejecutar. Cuba brindó, en esta primera etapa 1959-1960, asesoría política y militar, cierta cobertura informativa y de propaganda, campos de entrenamiento, entrega limitada de armamento, documentación y financiamiento, ofreciendo también la incorporación voluntaria de algunos oficiales y combatientes cubanos para la lucha contra los ejércitos y las fuerzas represivas de las dictaduras. (5) Asimismo, cual tal ayuda no fue solicitada por opiniones divergentes de algunos dirigentes de organizaciones de izquierda, ella no fue emprendida. Nunca se violó el principio de soberanía de una agrupación o movimiento revolucionario, ni se vulneró los asuntos internos de los mismos. El aprendizaje crítico de esos años fue decisorio para la proyección internacionalista cubana del futuro.

Y aunque el involucramiento más numeroso directo humano fue una excepción, salvo en el caso dominicano ya analizado, si se puede afirmar que existía la voluntad y la convicción en la vanguardia política cubana de apoyar con hombres y armas todos aquellos esfuerzos por reiniciar la lucha y que resultaran exitosos por su preparación y ejecución en las etapas tempranas del combate insurreccional. De esta manera, combatientes nicaragüenses, paraguayos y dominicanos, entre otros, recibieron una desinteresada ayuda en su preparación combativa. En campamentos militares cubanos, preparados al efecto, fueron entrenados y realizaron prácticas de tiro real participando en las mismas, en muchas ocasiones, comandantes y oficiales del Ejército Rebelde. Por ejemplo, el Comandante Ernesto Che Guevara y otros compañeros de su Columna Guerrillera No. 8, Ciro Redondo”, realizaron simulacros de combate conjuntamente a exiliados paraguayos en 1959.

Prosiguiendo este mismo comportamiento internacionalista, político y ético en la aplicación de su proyección internacional, en una reunión acaecida en Cuba, surgió el Comité para la Liberación de Nicaragua, el cual en febrero de 1959 publicó un llamado a las armas conocido como “Carta de La Habana”. La coalición estuvo conformada por un diverso grupo de organizaciones revolucionarias de la patria de Sandino y algunos de sus miembros habían llegado a Cuba desde la propia Nicaragua, del exilio mexicano y el venezolano, luego del Primero de Enero de 1959.

Entre los integrantes del mismo se encontraban destacadas figuras revolucionarias como las de Carlos Fonseca Amador, Tomás Borge y Rodolfo Romero, éste último viejo amigo del Che Guevara cuando ambos se encontraron en la Guatemala agredida de Jacobo Arbenz, en 1954. Los antecedentes inmediatos de esta beligerancia insurreccional lo encontramos en 1958, cuando se reinicia la lucha armada guerrillera en esa nación por un grupo, dirigidos por el veterano combatiente sandinista (integrante de las huestes de Augusto César Sandino), Ramón Raudales y el joven Carlos Fonseca Amador, ya mencionado. En el mes de marzo, el Comandante Ernesto Che Guevara comenzó a cooperar activamente con los preparativos de la insurrección nicaragüense que tuvo su base de entrenamiento e infiltración en la vecina Honduras. El ex-oficial somocista Rafael Somarriba, quien dirigió ese empeño guerrillero, recibió el apoyo permisible de aseguramiento, la solidaridad de la dirección cubana y el compromiso personal del Che para sumarse más tarde a la contienda guerrillera una vez instalado el destacamento guerrillero. Además se enrolaron en la futura acción varios oficiales y soldados cubanos, entre ellos, los compañeros Carlos Lugo, el Comandante Onelio Hernández Taño, Marcelo Fernández Isla y, más tarde en otro preparativo, el también nacional Renán Montero.

El grupo del Comandante Rafael Somarriba, [en la foto, se acomoda gorra] compuesto por cincuenta y cinco miembros y otros veintisiete hombres en entrenamiento, fue bautizado como “Brigada 21 de septiembre Rigoberto López Pérez”, y fue masacrado el 24 de junio por la acción mancomunada del Ejército de Honduras y la Guardia Nacional de Nicaragua, en El Chaparral, en el propio territorio hondureño. Allí murieron los cubanos Onelio Hernández y Marcelo Fernández. Poco tiempo después, Carlos Fonseca Amador, quien había sido herido en este desigual y sorpresivo combate -el campamento guerrillero había sido detectado por los servicios de inteligencia de Honduras y Nicaragua- fue trasladado prisionero a Tegucigalpa y luego arribó a La Habana para recuperarse de su salud en el Hospital Calixto García. A su salida conoció al viejo militante del Partido Socialista Popular, Pedro Monet y a su esposa Rosa García, entablando una singular amistad personal y revolucionaria. Carlos Fonseca comenzó entonces a vivir en la casa de estos, en el vedado habanero, y aunque el Gobierno Revolucionario le brindó una residencia en el barrio de Miramar, éste pidió permiso a Monet para realizar reuniones, en un cuarto de la casa, con otros revolucionarios nicaragüenses. (8)

Allí sostuvieron importantes encuentros políticos el propio Carlos Fonseca, así como Silvio Mayorga, Tomás Borge, Noel Guerrero y otros, con el objetivo de preparar y organizar la lucha y perfilar una futura organización revolucionaria guerrillera y clandestina, la que años más tarde se denominaría Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Este proceso organizativo y conspirativo contó con el apoyo de las autoridades revolucionarias cubanas (9) que desde ese momento ofreció facilidades para las actividades de Carlos Fonseca Amador y sus compañeros, desde el segundo semestre de 1959 hasta el primer semestre de 1960, en que Carlos Fonseca regresa clandestinamente a su país y es asesinado por las fuerzas represivas. Aunque, esa solidaridad militante se sostuvo de por siempre.

Años después, el Comandante Daniel Ortega, líder del FSLN y nuevamente Presidente de ese país, ofrecería el siguiente testimonio ratificador de ese apoyo, aunque con algunas imprecisiones históricas y olvidos de la etapa inicial, quizás por problemas de memoria (10) de que, “[...] Mi primer contacto con Cuba fue en 1966. El Frente había tenido un primer período de relaciones con Cuba en el sesenta y dos y en el sesenta y tres, cuando ocurrieron algunas acciones armadas en Nicaragua. [...] en julio del sesenta y seis yo tenía veinte años. Me quedé en Cuba unos meses haciendo un entrenamiento para la lucha guerrillera que se desarrollaba en Nicaragua [...] En la medida que la Revolución cubana resistía le inyectaba más moral a los revolucionarios latinoamericanos, más esperanza [...] Quiero insistir en algo: la solidaridad de Cuba, el compromiso de Fidel, fue determinante para el triunfo de nuestra Revolución (en 1979). Sin esa solidaridad de Cuba, sin ese compromiso personal de Fidel de apoyar al Frente Sandinista, difícilmente hubiese triunfado la Revolución en Nicaragua [...] en ese momento fue determinante el compromiso y el apoyo de Cuba en la preparación, en el armamento.” (11)

Otros movimientos revolucionarios continentales y la posición cubana.

Sin embargo, otros hechos guerrilleros en la región, no tuvieron un involucramiento oficial cubano directo. En el desembarco de algunos revolucionarios haitianos en su país, el 13 de agosto de 1959, para derrocar al régimen tiránico de Duvalier, no hubo participación del Gobierno Revolucionario Cubano. Si hubo alguna implicación fue de tipo moral, por el ejemplo que inspiraba la Revolución en su área geográfica. Tal expedición, que fue destrozada y asesinados casi todos sus miembros -muchos de ellos del partido marxista-leninista-, sirvió finalmente de pretexto al dictador haitiano para involucrar a La Habana en los planes conspirativos en su contra. (12)

Las relaciones con Haití fueron alcanzando mayor tirantez al acusar el régimen dictatorial al embajador cubano en esa nación con lo sucedido y tuvieron su clímax con dos atentados perpetrados contra el representante de la Mayor de las Antillas que, más tarde, según se conoció fueron preparados por grupos duvalieristas. El gobierno de Cuba retiró su embajador y posteriormente se retiraron los consulados haitianos en Santiago de Cuba y en Camaguey. A finales de 1959, el gobierno de Haití rompió relaciones diplomáticas con el Gobierno Revolucionario.

Otros casos, en los cuales los EE.UU. y, en especial, la CIA, trataron de involucrar al Gobierno Revolucionario fue una invasión a Nicaragua a principios de junio de 1959, (13) así como otros “intentos desestabilizadores” contra Guatemala. Es oportuno destacar que esos países, “extrañamente”, fueron los más implicados en los planes de EE.UU., en los preparativos y agresión contra Cuba por Playa Girón.

El caso panameño fue el más complejo. El 3 de abril de 1959, un grupo de 45 estudiantes se alzó en el Cerro de Tute, provincia de Veraguas, siendo apresados inmediatamente, pero a mediados del mismo mes, una pequeña agrupación de soldados del Ejército Rebelde desembarcó en ese país por la zona de Puerto de Dios, dirigidos por un individuo de origen cubano, César Vega -sin méritos revolucionarios, los cuales intentaba alcanzar con esa acción- y sin ninguna autorización de la dirección política y militar de la Revolución. Ya en tierras panameñas, en coordinación con algunos elementos revolucionarios oriundos, iniciaron operaciones armadas. La respuesta cubana fue la de colaborar con la OEA y el gobierno panameño para determinar el grado de responsabilidad y culminar con ese intento de subvertir el orden en ese país y desmentir que hubiera una interferencia estatal cubana en los asuntos internos de esa nación. El Comandante Raúl Castro expresó que la Revolución estaba dispuesta a enviar oficiales del Ejercito Rebelde para persuadir a los miembros cubanos de la expedición a que depusieran las armas. (14) Ese comportamiento que, en aquel momento se denunció por las autoridades cubanas como de “aventurero y invasionista”, tenía cierta explicación lógica en el panorama político en que vivía el sujeto popular de la Revolución. Algunos estudios realizados al respecto señalan que la predica revolucionaria y solidaria del discurso político y su actividad práctica real, impregnó a muchos jóvenes de la sociedad cubana que percibieron, en las acciones de apoyo directo a los pueblos tiranizados, una vía para lograr un protagonismo semejante al de los combatientes rebeldes y los luchadores de la Sierra y el Llano.

Un ejemplo lo encontramos en el periódico Combate, del DR-13 de Marzo, el 25 de octubre de 1959, cuando se publicó una petición que decía: “Rebeldes con causa: Un grupo de muchachos de 12 a 15 años, visitó Palacio para dejar una carta dirigida al Primer Ministro, Fidel Castro, expresando que ellos, vecinos de la Sierra Chiquita, están dispuestos a partir hacia Santo Domingo a combatir a Trujillo. Que solo quieren autorización de Fidel.” (15) El espíritu revolucionario y la concientización política estaba calando rápida y profundamente en las mentes de las masas populares. Pero, por razones de seguridad nacional y respeto a las normas internacionales de convivencia pacífica, la Revolución Cubana no podía darse el lujo de que se acometieran acciones de ese tipo, sin control oficial y, mucho menos, si no eran ciertas las causas que motivaban la práctica. En el caso panameño no existía una causa mayor anticubana que sirviera de mínimo pretexto para inmiscuirse en sus asuntos internos.

En muy poco tiempo, Cuba había logrado una reinserción independiente y soberana en el conjunto de las naciones del continente, en un clima de respeto mutuo y sin interferencias en las problemáticas endógenas de los países. En el área caribeña a diferencia de los dos casos señalados, Haití y República Dominicana, la Revolución Cubana observó con detenimiento y moderación, el inicio del proceso de descolonización de las posesiones británicas, que culminaron con la independencia de Jamaica y Trinidad Tobago en 1962, y de Guyana y Barbados en 1966. Pero no hubo ningún intento de intromisión en los asuntos internos de estas naciones. Las relaciones con Jamaica eran formales desde antes del triunfo revolucionario cubano, concretadas en la presencia de un Consulado cubano en Kingston. Y los gobernantes de esta nación no se plegaron a la campaña de aislamiento contra Cuba. En estos primeros años (1959-1962) las relaciones no rebasaron el nivel consular. El caso de Guyana, aunque sin relaciones diplomáticas y consulares, fue singular por la posición del líder del Partido Progresista del Pueblo (PPP) Cheddi Jagan, y en este caso, si hubo intercambios comerciales, de cooperación técnica y financiera con Cuba, que se mantuvieron hasta 1964, cuando esta singular y progresista personalidad abandonó el gobierno.

Pero lo más importante para la Revolución Cubana fue que se granjeó el apoyo de los trabajadores, campesinos, intelectuales, estudiantes y las demás masas explotadas de la región. Había que contar, a partir de entonces, con la Revolución Cubana en el ámbito latinoamericano y caribeño y con el respaldo de estos pueblos hacia su proceso. Y Cuba correspondió con su apoyo solidario desinteresado y puesto a prueba en múltiples ocasiones. Otro mapa geopolítico se configuraba en el Hemisferio Occidental muy diferente al exigido por las autoridades de Washington y las oligarquías clientelistas del subcontinente.

Notas bibliográficas y referencias:

  1. Luis Suárez Salazar Barbarroja. Selección de Testimonios y discursos del Comandante Manuel Piñeiro Lozada, Ediciones TRIcontinental-SIMAR S.A., La Habana, 1999, pp. 25-26.
  2. Al principio de la Revolución se creó el Departamento General de Inteligencia del Ejército Rebelde o Departamento de Investigaciones de Ejército Rebelde (DIER), que ya había funcionado como Servicio de Inteligencia y la Policía Rebelde en el II frente Oriental “Frank País”, durante la epopeya guerrillera en 1958. Un poco de tiempo después se crearon también el Departamento de Operaciones Especiales, los Órganos de Seguridad del Estado (G-2) y, el 6 de junio de 1961, el Ministerio del Interior. En ese intermedio se conformó un Vice-Ministerio Técnico (1961-1970) y una Dirección Nacional de Inteligencia (1961) que atendieron la diversa solidaridad cubana hacia los movimientos revolucionarios y populares latinoamericanos y del resto del mundo. En 1970, surge la Dirección General de Liberación Nacional hasta fines de 1974, momento en que se estructura el Departamento América (1975), como aparato auxiliar del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y que asume las principales tareas en el terreno de las relaciones políticas internacionales. En, Idem., pp. 9, 17, 22, 47 y 125.
  3. En estas conversaciones estuvieron presentes también otros Comandantes como, Ramiro Valdés y Manuel Piñeiro, Ministro y Viceministro de MININT, a partir de 1961.
  4. Entre los que llagaron a Cuba estuvieron los revolucionarios, Carlos Fonseca Amador, Tomás Borge, Salvador Allende, Luis Carlos Prestes, Rodney Arismendi, entre otros.
  5. Idem., pp. 21-40. También debe consultarse a Piero Gleijeses Misiones en Conflicto. La Habana, Washington y África. 1959-1976, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2002; y Matilde Zimmermann Carlos Fonseca Amador y la revolución nicaragüense, Universidad de las Regiones Autónomas de la Costa del Caribe Nicaragüense, PAVSA, Managua, 2003.
  6. Luis Suárez Salazar Barbarroja, Ob. Cit., p. 112.
  7. Idem., pp. 111-112; y Matilde Zimmermann, Ob. Cit., pp. 70-73.
  8. La autora norteamericana, Matilde Zimmermann advierte de los problemas existentes para precisar la fecha de fundación del FSLN, por los diversos criterios vertidos por los propios sandinistas. Pero, Pedro Monet le contó a este autor que el FSLN se constituyó en su casa en 1961 o principios de 1962. De todas formas, este dato que parece ser intrascendente para este trabajo tiene, por otra parte, una relevancia importante porque evidencia la labor organizativa de los exiliados revolucionarios nicaragüenses en Cuba y el apoyo de la Revolución Cubana hacia los mismos. En, Entrevista de Pedro Monet con el Dr. Orlando Cruz Capote, 22 de noviembre de 1980.
  9. Matilde Zimmermann, Ob. Cit., pp. 67-111.
  10. La estudiosa Matilde Zimmermann hace alusión a esos olvidos de los dirigentes nicaragüenses en los años de la década del 80 del siglo pasado, cuando sus posiciones revolucionarias habían perdido el filo más radical por las divisiones internas de índole ideológicas y políticas, al señalar que el distanciamiento de los dirigentes sandinistas del núcleo revolucionario que constituía el Programa Histórico, de las ideas y la práctica de Carlos Fonseca Amador, conllevaron a no identificar a Sandino con el Che Guevara y la Revolución Cubana como los guías y la inspiración del FSLN. “[...] Los miembros de la Dirección Nacional de los ochenta raramente mencionaban a Cuba excepto para reconocer su ayuda financiera generosa y la indispensable contribución de los doctores y maestros cubanos. Solamente Tomás Borge hablaba acerca de la inspiración de la revolución socialista cubana, y lo hacía menos, y menos a menudo, cuando la década transcurría. Sandino y el sandinismo fueron cada vez más contrapuestos al Che y al marxismo”. En, Matilde Zimmermann, Ob. Cit. P. 269.
  11. Enrique Ubieta Gómez La utopía rearmada. Historia de un viaje al nuevo mundo, Casa Editora Abril, La Habana, 2002, pp. 47-48.
  12. Aunque esta expedición salió desde Puerto padre, provincia de Oriente, no hubo vinculación oficial alguna, que conozcamos hasta ahora, con los revolucionarios haitianos implicados, muchos de los cuáles eran miembros del partido marxista de ese país.
  13. Las versiones sobre esta invasión, que era tan diferente a los planes apoyados por Cuba, fueron tan variadas como sospechosas: primero, se dijo que habían participado en esa expedición dos aviones con hombres armados que habían salido desde Costa Rica; segundo se planteó que uno de los DC-3 había partido de Miami, haciendo escala en La Habana; tercero, en julio, se informó que los hombres eran revolucionarios de varias nacionalidades y que existía un alto funcionario cubano vinculado a las mismas.
  14. Periódico New York Times, 27 de abril de 1959. En, José A. Benítez Cabrera David Goliat Siglo XX, Ediciones Granma, La Habana, 1967, p. 95.
  15. “Mesa Revuelta”, en periódico Combate, del DR-13 de Marzo, 25 de octubre de 1959, La Habana, p. 2.

Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba

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