Por estos días he recordado una escena de la ya vieja película francesa Se me subió la mostaza, en que su protagonista, encarnado por el comediante Pierre Richard, trata de recoger y destruir todos los ejemplares de la edición de un periódico que contiene una información incómoda para él.
Algo así deben haber intentado los directivos del diario español El País en la mañana de este 24 de enero, luego de percatarse de que la portada del periódico, en que habían publicado una foto que supuestamente mostraba al presidente venezolano Hugo Chávez
entubado, los conduciría a un ridículo universal al poder comprobarse
con facilidad que procedía de un video correspondiente a otra persona,
colocado en internet hace cinco años.
Atrapado en su error, el cotidiano madrileño publicó una primera nota en
la que pedía disculpas y señalaba que había abierto “una investigación
para determinar las circunstancias de lo sucedido y los errores que se
hayan podido cometer en la verificación de la fotografía”, anunciaba que
la foto falsa permaneció media hora en su web y certificaba su
coincidencia con el personaje de Pierre Richard: “Tras constatar que la
imagen ofrecida no correspondía a Chávez, EL PAÍS paralizó asimismo la
distribución de su edición impresa y procedió a enviar una nueva edición
a los puntos de venta”
Sin
embargo, lejos de aplacar la ola de burlas, críticas y denuncias,
procedentes de los más diversos lugares del mundo, esta se incrementó,
con el añadido de que el gobierno venezolano anunció demandará al
periódico. Así que el diario del grupo PRISA decidió publicar una segunda nota en
la que convierte el disparate en causa de mérito: “Las cabeceras de
referencia destacaron el comportamiento de EL PAÍS por la rapidez a la
hora de rectificar, pedir disculpas y retirar los periódicos con la foto
falsa de los puntos de venta”. Pero no era suficiente, había que
alcanzar lo que ha devenido su definición mejor en los últimos
tiempos: intentar cambiar los hechos y culpar, no a su obsesión
antichavista que lo llevó a apoyar un golpe de estado en Venezuela, o a
intentar influir en las más recientes elecciones allí… sino al gobierno
cubano.
Sin
embargo, no fue el gobierno de la Isla el que impidió al “diario global
en español” enterarse de que el 21 de enero, el periodista Walter
Martínez, en su programa Dossier, visible en Madrid a través del canal TeleSUR, probó que esa imagen contenida en un video divulgado por el ya célebre mentiroso Dr Rafael Marquina pertenecía en realidad al video “Intubacion de Acromegalia AMVAD”, subido a Youtube el 6 de agosto de 2008. Las autoridades cubanas tampoco bloquearon la navegación en internet de los directivos de El País, donde podían haber visto en YouTube el video del programa de Walter Martínez
desde el pasado 22 de enero. Ellos fueron víctimas de su propia
soberbia; embarcados en su vocación de en creer y difundir cualquier
mentira que le vendan sobre Cuba, y Venezuela,
como prueban al escribir en su nota que la agencia Gtres, que le vendió
la foto, -se dice a un precio de 30 000 euros- “señaló que procedía de
una enfermera cubana a través de su hermana, residente en España” y
le pidió que “no se publicasen estos detalles para evitar represalias a
la presunta autora de la foto en Cuba”.
Como
si se necesitara hacernos reír más en esta historia, para el periódico
de PRISA la culpa es del gobierno cubano porque “dificulta cualquier
trabajo de verificación” de quien el diario llama “la corresponsal de EL
PAÍS en la isla, Yoani Sánchez”. Si por algo ha sido célebre la citada corresponsal es por mentir acerca de la salud de Fidel Castro, divulgar huelgas de hambre que han sido verdaderos banquetes, difundir falsos tiroteos en las calles habaneras y asaltos policiales a Iglesias ocurridos
solo en su fabulosa imaginación, sin que eso conlleve ninguna demanda
de las autoridades contra su persona. Aspirar a que este personaje
verifique algo en honor a los 24 000 euros anuales que le paga El País por complacer su mitomanía sobre Cuba es, como diría el excandidato antichavista, Manuel Rosales, “pedir peras al horno”.
Según el análisis de El País, publicar “la
imagen era pertinente en un momento en que el estado de salud del
presidente venezolano es motivo de gran polémica y encendido debate
político en su país”. O sea, que la próxima vez que el Rey de España, Juan Carlos I, ingrese a un hospital fruto de uno de sus elefanticidios o
las tensiones de salud que le provocan los escándalos que envuelven a
la monarquía española, generando una “gran polémica y encendido el
debate político en su país”, podemos buscarnos una enfermera que nos
suministre una foto del Borbón encamado -no importa que se base en una
imagen de su antecesor Francisco Franco en igual estado- y vendérsela al
diario de PRISA que la publicará y comprenderá la necesidad de proteger
la identidad de nuestra fuente frente a las represalias del gobierno
español. Si algo se descubre, no importa, culparemos, al régimen que retira cámaras fotográficas y apalea periodistas en las calles de Madrid. (Publicado en CubAhora)
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