Por Annalisa Melandri
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[Aunque este trabajo lleva algunos días en la red, creemos válida su lectura. N. del. E.]
Solamente
después que el huracán Sandy ha dejado las costas orientales de
Estados Unidos, donde ha sembrado destrucción y muerte, para dirigirse,
desclasado a simple tormenta hacia Canadá, los grandes medios de
comunicación mainstream se
han dado cuenta que durante su pasaje por el Caribe, antes de tocar
territorio norteamericano, había dejado tras de sí un numero
considerables de muertos y había provocado daños incalculables en las
frágiles economías caribeñas.En las redes sociales ya se había desatado
la justa polémica por la diferente cobertura mediática que había
tenido el pasaje del huracán Sandy. Si bien es verdad que este ha
dejado un saldo de más de un centenar de muertos a lo largo de la East
Coast y casi 50 billones de dólares de daños, es también verdad que en
el Caribe ha provocado más de 60 muertos, un número no bien precisado de
desaparecidos y daños incalculables que, como escribe la periodista
Carla Reschia en el periódico italiano La Stampa, “ningún presupuesto estatal pagará”.
Pero
así es, el “mundo de abajo” no es noticia y las polémicas se repiten
cada año a cada temporada ciclónica, que en estas latitudes empieza en
junio y termina en noviembre. Pasó lo mismo el año pasado con el huracán
Irene, que sólo en República Dominicana provocó la muerte de tres
personas, un desaparecido, casi 30 mil desalojados y 80 comunidades
aisladas.
Los
daños de Sandy este año en Norteamérica han sido relevantes,
seguramente más relevantes de los de Irene el año pasado y a los
estadounidenses va obviamente toda nuestra solidaridad. Sin embargo es
importante llevar la atención sobre la tragedia que puntualmente se
repite en el Caribe cada año en este periodo, pero también sobre la
capacidad de respuesta colectiva que tienen las naciones del Sur del
grande continente americano.
Ninguna
gigantesca maquinaria organizativa alertada, ningún moderno centro de
acogida por los desalojados, ninguna campaña mediática para activar la
solidaridad y la compasión de la humanidad, los varios gobiernos
nacionales que se encuentran a enfrentar estas tragedias son
abandonados por la comunidad internacional, por lo menos la “que
cuenta”.
Solamente
en República Dominicana, el pasaje de Sandy hace apenas unas semanas
ha provocado por lo menos tres muertos, casi 26 mil desalojados , ha
damnificado o destruido 4600 viviendas y ha aislado completamente 145
comunidades. En Haití la cifra de los muertos ha sido de 54, mientras
21 son los desaparecidos y 20 los heridos, además de daños
estructurales notables que van a agravar la ya precaria situación de
este país duramente afectado por un devastador terremoto en enero de
2010. Las inundaciones además podrían complicar la difícil situación
sanitaria, donde todavía se registran casos de cólera y donde el dengue
en esta temporada, como en toda la región, es muy difuso.
El
70 por ciento del las cosechas, se ha perdido, y esto por si solo eso
representa una tragedia en la tragedia, en uno de los países más pobres
del planeta.
En
la isla de Cuba, que se distingue de los demás países por una más que
eficiente protección civil, los muertos han sido 11, las viviendas
damnificadas 200 mil, las destruidas 17 mil. En la zona de Santiago, la
más afectada, ha sido damnificada gravemente la producción agraria en
casi 100 mil hectáreas de tierra, cultivada sobre todo a caña de
azúcar, plátanos y guineos. Destruidas también las centrales
hidroeléctricas y reportados ingentes daños a la red hídrica de agua
potable.
Las Naciones Unidas han declarado en un reciente informe que: “los
impactos en el sector de la agricultura tendrán grandes repercusiones
en el resto del país, debido a la importancia de las áreas afectadas en
la producción de cultivos principales para toda la isla” y que este ha sido “el huracán más devastador que haya azotado las provincias orientales de Cuba en los últimos 50 años”.
El presidente Raúl Castro ha declarado durante su visita en Santiago que “Sandy ha sido un golpe realmente duro… Santiago conmueve, parece una ciudad bombardeada” y luego dirigiéndose a los habitantes de la segunda ciudad de la isla: “Vamos a salir de esto. Ustedes son gente aguerrida. Lo sabemos desde hace más de medio siglo” refiriéndose al hecho que propio en Santiago de Cuba germinó la Revolución.
Y
así por todo el Caribe: en Jamaica un muerto y 18 mil desalojados, en
las Bahamas dos muertos y 300 millones de dólares de daños.
Sin
embargo, la solidaridad, la “no alineada”, no se ha hecho esperar. Los
países del área ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra
América) a la que también Cuba pertenece, han inmediatamente contestado
a la emergencia aunque de forma individual.
Venezuela
ha predispuesto un plan de ayudas y un puente aéreo hacia Cuba y
Haití, que han inmediatamente recibido un primer envío de 14 toneladas
de ayudas alimentarias.
Un
buque venezolano está en viaje hacia Cuba con 530 toneladas de
alimentos y agua potable y 116 de maquinarias para ambos países.
También
la pequeña Bolivia ha asignado, a través de la firma de un decreto
Supremo, 120 toneladas de ayudas que serán enviadas a Cuba en dos
contingentes. El ministro boliviano de la defensa Rubén Saavedra ha
explicado que estas ayudas han sido erogadas según el principio de
“reciprocidad y solidaridad” porque Cuba siempre ha sido solidaria con
el pueblo boliviano en la realización de programas de impacto social
con la formación de miles de médicos bolivianos y con la realización
del programa “¡Yo si puedo!” por la erradicación del analfabetismo del
país.
Rusia,
histórica aliada de Cuba y que con los demás países de la región tiene
buenas relaciones comerciales, como ya otras veces en pasado en
situaciones similares, ha contestado positivamente a la emergencia,
enviando un cargo de material para la reparación de las viviendas.
Sobrevivirá
Cuba también esta vez, la pequeña y rebelde isla comunista, gracias a
la solidaridad regional y a la valentía y fuerza de su bravo pueblo.
Son
además positivas las señales que llegan desde la región respecto a
políticas comunes a más largo plazo, en tema de prevención y de
investigación respecto a los desastres naturales. El 26 octubre pasado,
Argentina, México y Brasil han constituido la Asociación Latinoamericana
de Autoridades Ambientales (ALAA) que enfrentará y analizará temas
vinculados al medioambiente, al cambio climático y a la biodiversidad.
“Las
problemáticas en el caso de los países del Mercosur y Latinoamérica son
muy similares justamente por la biodiversidad. Y estamos padeciendo los
mismos azotes del cambio climático” ha declarado a la agencia ANSA
Ariel Lópec subsecretario argentino de Ambiente. Propio en los días
pasados Buenos Aires ha tenido que enfrentar un intenso temporal de
lluvia que ha literalmente paralizado la capital argentina por casi 24
horas.
Nueve
países latinoamericanos han participado además a un plan de acción para
la reducción de los riesgos de desastres ambientales financiado por la
Unión Europea y dirigido por las Naciones Unidas donde se han
establecido criterios comunes de gestión.
América
latina es altamente vulnerable y necesita de acciones comunes, como por
ejemplo la realización de un protocolo general por la respuesta a los
tsunamis en la costa pacífica.
Un
proyecto, entonces, con el objetivo de desarrollar una política
regional desvinculada de las dinámicas geopolíticas globales, las
cuales, respecto al tema ambiental, se reflejan en los fracasos de las
grandes cumbres internacionales empezando por la de Kyoto hasta la de
Brasil de hace algunos meses, conocida como Río+20.
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