“(...) Ellos son la luz que los
Estados Unidos no soportan”
Silvio Rodríguez
Sin embargo, las ironías de la historia hicieron que hace tres semanas llegaran a las costas de Canarias los mejores testigos de su defensa. Viajaban, casi enjaulados, en las bodegas de un buque de bandera panameña y capitán turco, denominado caprichosamente “Mira”. Eran ocho hombres africanos negros, procedentes de países como Sudán, Guinea Conakry y Sierra Leona, países con enormes riquezas naturales y profundas miserias, países donde las leyes del capitalismo se imponen desde hace siglos, condenando a los pueblos de África a una esclavitud repetida e interminable.
Los ocho hombres africanos llevaban grilletes. Exactamente iguales a los que les fueron puestos a sus antepasados, quinientos años atrás. Los suyos, como aquellos otros, son los grilletes del imperialismo capitalista, la expresión más brutal de que para que unos pocos explotadores tengan fortunas insultantes, tiene que haber millones de explotados que apenas puedan sobrevivir y que arriesguen todo con tal de lograrlo.
Pues bien, por no tener grilletes, por haberlos roto con el mayor desprecio y con la determinación insobornable de hacerlos desaparecer de la vida, no sólo del pueblo cubano, sino de todos los pueblos del mundo, los Gobiernos estadounidenses, en casi cincuenta años, no han tenido tregua con Cuba. Tampoco con los Cinco, quienes libraron a su país de las cadenas de terror con que la agresividad patológica del imperio, descrita por René, pretendía matar lo más valioso del proyecto revolucionario, su gente.
Desde Girón, cuyo 47 aniversario de victoria hemos conmemorado hace pocos días, los ataques han sido continuos y han tomado las más diversas formas, pero siempre han tenido la misma raíz. La edición digital del periódico Granma la explicaba muy certeramente el pasado 15 de abril, “aquel día chocaron dos ideas del mundo, dos sistemas, dos clases, dos conceptos: el socialismo y el capitalismo, la clase obrera y la burguesía, la revolución y la contrarrevolución, el futuro y el pasado”.
En la derrota de aquella invasión mercenaria comenzó a gestarse el secuestro de los Cinco. Ellos, como los combatientes revolucionarios de entonces, como lo hiciera el Ché en el Congo y en Bolivia, o los cientos de miles de cubanos que frenaron en Angola al apartheid de Sudáfrica o lo siguen haciendo hoy los treinta mil profesionales cubanos de la salud y la educación que prestan servicios en más de setenta países del planeta o los que devuelven gratuitamente la vista a millones de personas pobres de América Latina, o los que asumen la formación de miles de jóvenes de distintas nacionalidades (incluidos cientos de estadounidenses sin recursos) que estudian en Cuba, nos descubren la verdadera cara del capitalismo, su barbarie.
Pero aún más, los grilletes que ataban a los ocho hombres, africanos y negros, del Mira nos hacen ver la urgencia inaplazable de combatirla.
A ese combate se aprestaron los Cinco, quienes no sólo encarnan la lucha del pueblo cubano frente a los ataques del imperialismo estadounidense contra su país, sino que sintetizan la dignidad de muchos hombres y mujeres en el mundo que se comprometen y se entregan en el logro de un objetivo mayor, el de afirmar la soberanía de los pueblos y el derecho de éstos a optar libremente por su propio modelo político.
Ellos, desde sus celdas de aislamiento, resistiendo a las presiones y al chantaje, afirmando inquebrantables la proyección y el futuro de
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