sábado, 7 de junio de 2008

John Negroponte habló de Yoani Sánchez; por Arnaldo Hernández


Comunidad de intereses: ¿el arte o los monstruos?


John Negroponte, el Subsecretario de Estado de los EEUU, intervino en la XXXVIII Asamblea General de la OEA, celebrada en Medellín, Colombia, dedicada al tema de la “Juventud y los valores democráticos”, pero los corresponsales que dieron cobertura a la reunión estaban decepcionados porque el alto funcionario evadió mencionar los problemas principales de los países de la región, o de la OEA, incluso de los jóvenes latinoamericanos, los caribeños y de los propios EEUU.

En su lugar, dedicó palabras de encomio a la herramienta de propaganda digital creada por el Grupo Prisa, de la cual dijo que “Yoani Sánchez explica al mundo las dificultades de la vida en Cuba. Sigue siendo un brillante ejemplo del valiente espíritu del pueblo cubano”.

Una referencia como la expresada por el poderoso representante del imperio en un escenario como ese, no obstante lo escueta y ambigua que pueda ser, es más que suficiente para prestarle atención y que la prensa repita insistentemente lo del premio de 15 mil euros que el Herald de Madrid, digo, El País de España, le otorgó a la joven caribeña de “espigada y macilenta” figura, como dice una columnista que le da promoción desde la península ibérica.

Negroponte comenzó su carrera en la CIA y desde la embajada americana en Saigón dirigió la tenebrosa “Operación Fénix”, un escuadrón de la muerte de mercenarios norteamericanos y locales que se especializaron en torturar y desmembrar a sus víctimas, cuyos restos eran esparcidos en la vía pública para amedrentar a la población. Así asesinaron a más de 40 mil vietnamitas.

Ya en 1971 era jefe de la sección Viet Nam y colaborador de Henry Kissinger, que después lo promovió a la atención de temas latinoamericanos cuando las dictaduras militares medraban en el cono sur. De esta época se dice que Negroponte jugó un destacado papel en la “Operación Condor”, nombre con el que se denominó a la coordinación entre las peores dictaduras de América Latina en los años 70 para secuestrar, torturar y exterminar los movimientos populares, los sindicatos, los grupos revolucionarios y las fuerzas progresistas del continente.

Fue embajador de los EEUU en Honduras entre 1981 y 1985, cuando la CIA y la dictadura militar argentina sembraron en ese país los campamentos de contrarrevolucionarios somocistas contra el gobierno sandinista, impusieron una guerra sucia en toda la región y crearon los escuadrones de la muerte que torturaron y asesinaron a cientos de activistas por los derechos humanos, sindicalistas, dirigentes estudiantiles y patriotas hondureños.

Siendo embajador ante la ONU, fue un agitador de la agresión contra Irak y sin escrúpulo alguno intrigó y diseminó la mentira de las armas de exterminio masivo. Después de la ocupación militar de ese país, fue embajador en Bagdad y se encargó de la americanización del petróleo.

Allí comenzó lo que perfeccionaría después como jefe del Departamento de Seguridad de la Patria: la multiplicación y desarrollo de las prisiones secretas en Europa y la autorización presidencial para practicar las torturas, digo, las “técnicas severas de interrogatorio”, contra los prisioneros en Abu Ghraib, en la ilegal base naval de Guantánamo y en las cárceles clandestinas de la CIA diseminadas por el Viejo Continente.

También ejecutó con gusto la tarea de aplicar en la práctica contra el pueblo norteamericano todo el andamiaje represivo de la llamada Ley Patriótica, elaborada por el team Bush después del atentado contra las desaparecidas Torres Gemelas de Nueva York.

Con estos antecedentes, cuesta trabajo imaginarse a Negroponte hablando sobre juventud y valores democráticos. Realmente es un acto de cinismo y una verdadera falta de respeto para los diplomáticos latinoamericanos y caribeños allí presentes.

No hay un buen entendimiento sobre los motivos por los cuales el segundo jefe de la diplomacia norteamericana se expresó en estos términos. Algunos creen que eso puede estar asociado a la estrecha relación de larga data que tiene con el consorcio dueño de El País. Otros ironizan y afirman que Negroponte confundió los valores a los que se refiere el tema del evento con los precios que tienen los servicios que dan algunas personas en este mundo unipolar y neoliberal.

Tampoco se entiende el intento de intrigar contra Venezuela con la retórica sobre terrorismo, creyendo que, como en otros tiempos, cuando los gobernantes del continente le temían, nadie iba a denunciar la complicidad de su gobierno con el terrorista Luis Posada Carriles y el amparo que le prestan en Miami.

Habría que sacar la cuenta de cuántos jóvenes murieron en las guerras sucias desatadas por este señor en Centro América o por los escuadrones de la muerte creados por él en tantos países, o los que han muerto en Irak, o de los niños y jóvenes de ese país árabe que han muerto por hambre o son “daños colaterales” imposibles de contar.

Con la amistad y los elogios de Negroponte, del Grupo Prisa y el arrogante y acomplejado agente Montaner, está claro que Yoani no necesita enemigos.

Más bien da pena. Alcanzó una calificación profesional sin que le costara un centavo en un país que hizo todo lo posible para que ella se formara como universitaria a pesar del brutal bloqueo impuesto por sus mentores a todos los cubanos, para que no pudieran comer, ni tuvieran salud, ni pudieran estudiar ni vivir y se rindieran por hambre, enfermedades, ignorancia y decepciones.

Es una lástima el desperdicio de filóloga.

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