jueves, 25 de septiembre de 2008

Libertad de expresión: ¡Sí!; mentiras: ¡No!, por Jorge Jorge González

Un amigo me pregunta desde Miami si es cierto lo que, por teléfono, dicen algunos cubanos a la radio de allí, sobre desórdenes, levantamientos populares, asaltos a tiendas para buscar comida porque están desesperados y nadie los ayuda con sus problemas después de los huracanes...

No había oído nada de esas idioteces: al fin y al cabo, hace mucho que casi nadie oye Radio Martí, es más, ni siquiera sé si sigue existiendo -no ya la TV de igual nombre que jamás entró a nuestras pantallas- y confieso que hubo un momento en que también, como parte de la información a la que tengo derecho como ciudadano libre de un país libre y una Constitución que me ampara, escuchaba a esa emisora para contrastar aristas de un mismo tema y quedé muy desilusionado, como muchos más que necesitamos oír verdades, no tergiversaciones y malas intenciones.

Nuestra radio -y nuestra prensa en general- no es lo mejor del mundo, pero al menos objetividad en las informaciones no le faltan; es cierto que no todo lo profunda que quisiéramos, crítica como debía serlo ante las cosas mal hechas, pero al menos no pierde el tiempo, ni se lo hace perder a los que escuchan la radio, ven la televisión o leen los periódicos, con boberías sin sentido.

Me gustaría una prensa más crítica de los errores que se cometen a diario, que sea capaz de someter al juicio público a dirigentes que se van alejando del pueblo y que pida la destitución de aquellos que se acomodan y viran la espalda a los problemas reales que el cubano de a pie pasa, sin escudarse en el falso criterio que "criticando esas cosas ayudamos al enemigo", mientras seguimos arrastrando los problemas como una rémora atada a nuestro cuerpo. Desearía, igualmente, que los cambios que la población ha planteado desde hace más de un año en reuniones muy abiertas, no tuvieran que esperar décadas para darles solución, pero también estoy consciente de que no todo puede hacerse en un día, ni en un mes, ni en un año y que aun quedan muchos funcionarios a los que deben ajustárseles las cuentas porque han vivido a costa de leyes y decretos que, de eliminarse, los pondrían en un buen aprieto al no tener asidero legal que ampare sus fechorías, de ahí que entorpezcan o traten de entorpecer esas nuevas soluciones que demandamos, pero que llegarán inexorablemente cuando se necesite.

Ya el país venía bien encaminado en ese sentido y se trabajaba para cambiar muchas cosas: la agricultura estaba tomando una línea definida para tratar de solucionar los requerimientos alimentarios de todos –incluyendo a aquellos que no son para nada amantes de la Revolución y del socialismo-; se establecían planes de fabricación de viviendas; se eliminaban arcaicas y odiadas prohibiciones como el posible ingreso de cubanos a los hoteles e instalaciones turísticas; la prensa daba espacio a las opiniones de los ciudadanos y comenzaba una actitud menos benevolente con las situaciones negativas encontradas en cualquier lugar y en cualquier rama de la economía, lo que agradaba a todos; de pronto, llega la debacle con dos potentes y destructivos huracanes en menos de ocho días, que han dejado sin vivienda a más de cincuenta mil familias y otras cientos de miles sufren daños mayores, además de perder sus moradores una gran parte o todo lo que poseían de sus bienes materiales; el país calcula sus daños generales en más de cinco mil millones de dólares… entonces, ¿es este el instante para pensar en cambios? No, es un momento para restaurar el país y esos cambios llegarán cuando la calma vuelva. No tengo apuro alguno, mientras un solo hombre o mujer no posea hoy donde pasar la noche junto al resto de su familia.

Parece mentira que en vez de hablar de los reales daños causados por los huracanes, de la mano tendida por los vecinos con viviendas más sólidas a los que no contaban con una así y que fueron derribadas por la tormenta o de todo el esfuerzo interno que se hace por ayudar a los necesitados, existan cubanos que digan a emisoras de Miami que se están produciendo asaltos a tiendas, levantamientos: ¡Mentiras todas!

Vivo aquí también, hablo por teléfono o mantengo contacto por correo electrónico con decenas de paisanos que me cuentan del desastre, pero todos coinciden en que la solidaridad barrial es lo que mantiene en pie a los damnificados que ven como, día a día, van llegando los recursos estatales y las donaciones externas para reconstruir sus viviendas; que allí están los dirigentes del lugar y de más "arriba" junto a ellos, preocupados hasta el detalle de todas las carencias; que hay un dominio de lo que hay que hacer, cómo y cuándo se restablecerá éste u otro servicio básico, pero fundamentalmente, la esperanza está con ellos, porque hay confianza en la Revolución que jamás ha dejado desamparado a nadie y ésta no sería la excepción de la regla. Ni lo es, según apreciamos cada día.

Cual émulos de Goebbels lanzan a rodar falsedades para ganar méritos ante los que los mantienen con el dinero del contribuyente norteamericano; a esos falsos apóstoles de la libertad no les interesa ni su país, ni sus vecinos, ni desean realmente que los daños se recuperen y menos aún que sea el gobierno comunista de la Isla quien esté al frente de todo; no pueden concebir que la verdad es esa que nos mantiene unidos, por encima de barreras políticas e ideológicas que, hace mucho, no son la problemática real de Cuba. Acá tenemos diferencias de opinión, no somos un monolito en ideas, eso sería un disparate mayúsculo si se afirmara, pero el solo hecho de saber que hay un gobierno que quiere dividirnos, que nos acosa, que nos bloquea desde hace décadas y quiere matarnos por hambre, siempre ha hecho que la mayoría se una y entonces, sí, somos como un bloque pétreo infranqueable, capaz de luchar sin descanso por defender la patria, que es de “todos y para el bien de todos”, como quería nuestro Apóstol José Martí.

Cada día vemos reír a quienes debían estar llorando: cuando Kcho, ese pintor pinero, con los amigos artistas que reunió de un día para otro, brindan su arte a los que milagrosamente sólo salvaron sus vidas y muy pocas pertenencias, porque todo lo demás se fue con los vientos y las aguas hacia el mar; cuando oímos que niñas y niños muy pequeños irán los fines de semana a actuar para los pinareños, llevando la alegría y la inocencia que sólo ellos pueden entregar, siento el orgullo de ser cubano y de que me haya tocado la dicha de vivir en este tiempo para apreciar la solidaridad de los míos entre los míos, igual que la brindan a cualquier país y pueblo que en el mundo los solicite en el campo de la salud, el deporte, la cultura o en lo que sea más útil a otros que poseen menos.

Pero no son sólo estos, muchos artistas e intelectuales, tradicionalmente cómodos en las ciudades, han cargado su mochila y salido -sin saber donde pasarán la noche, de manera voluntaria, sin cobrar un centavo y dejando de ganar muchos en giras al exterior-, hacia los sitios más terriblemente golpeados por los meteoros porque la sensibilidad hacia sus semejantes jamás podrá tener un precio y lo que la Patria ha aportado en su formación tampoco lo tiene y ellos lo saben y son agradecidos. ¿Por qué esos mal nacidos no cuentan estas verdades? Porque eso no pagaría su traición. No es eso lo que quieren escuchar sus amos de la “prensa libre”, “sin censura oficial” y, menos aún, los dinosaurios miamenses que les pagan sus salarios, o más bien las migajas que se merecen.

Es igualmente hermoso ver cada día como el buzón se me atesta de mensajes que llegan desde muchos países preguntando cómo pueden ayudar a nuestro pueblo: que dónde, en qué cuenta, pueden depositar dinero para paliar los daños y, en ocasiones, son mensajes tan hermosos, llenos de un humanismo sin límites, que me hacen llorar de alegría al comprender que no todo el planeta piensa igual y que el mundo que conocemos puede salvarse si queremos, porque no todo es egoísmo y mentiras echadas a rodar como si fuesen guijarros marinos, que al final desaparecen en el agua.

Porque vemos cuántos gobiernos -algunos discrepantes de nuestro sistema político y social-, no han puesto condiciones para ayudarnos y, día a día, llegan sus aviones repletos de comida, materiales de construcción, clavos, agua potable; que han enviado barcos que están por llegar, donan dinero en efectivo… sin embargo, qué diferencia la ayuda condicionada por los Estados Unidos, queriendo traer evaluadores propios para contabilizar daños como si no contáramos con suficiente experiencia y educación sobre desastres para ello, subestimándonos, negándose a entregar a nuestro gobierno lo que mandasen por temor a que no sería entregado a los damnificados –según expresaron algunos de sus funcionarios- y sí a personas como los que llaman a Miami para decir mentiras que ofenden nuestra dignidad y nuestros principios éticos e históricos…

¡Jamás admitiremos un nuevo tutelaje a nuestra soberanía nacional!; de ahí que concuerde plenamente con la respuesta dada por nuestra Cancillería a sus petulancias y las palabras de Fidel en sus Reflexiones. La mayoría de los cubanos no podríamos aceptar condicionamientos del Imperio que nos quiere someter por hambre con su injusto BLOQUEO de décadas; si ese es el precio a su “generosidad” en esta hora, preferimos un dólar aportado por una persona de Estados Unidos, pobre y limpia de espíritu y de alma, a miles de millones de dólares que provengan de un gobierno que nos desprecia como pueblo, porque no han podido aplastar nuestra dignidad, ni habrán de lograrlo aunque vengan dos, tres, mil huracanes y destruyan cual bomba nuclear todo lo que mis compatriotas han construido en cincuenta años de duro batallar.

Una y otra vez nos volveremos a levantar de las ruinas y haremos entre todos los cubanos -y los amigos de verdad que poseemos de sobra en todos los continentes-, una Cuba más bella, si es posible.

www.kaosenlared.net/noticia/libertad-expresion-si-mentiras-no

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