La marquesina del cine Luanda quedó sin techo con los coletazos del Ike. |
Las ráfagas la emprendieron con especial ferocidad contra los cines. Las autoridades del sector reportan estragos de diferentes magnitudes en 14 de ellos, incluyendo —¡ay!— todos los que habían sido remozados con tanto esmero y buen gusto hace solo unos meses al abrigo del Plan Especial de reanimación socioeconómica de la provincia.
El cine de Manatí perdió la mayor parte de su cubierta después de haber quedado como una joya. Por si fuera poco, la lluvia le estropeó las lunetas, el escenario y las alfombras. El Iremú, de Puerto Padre, a punto de reinaugurarse, enfrentó similar infortunio. Y así también los de Delicias, Chaparra, Vázquez y la capital provincial.
«Sí, el Ike afectó mucho los cines, pero no dejamos de trabajar —asegura Marianela Reynaldo, subdirectora de Cultura en el territorio—. Tan pronto se le repuso el techo afectado, el teatro Tunas comenzó a prestar servicios. En el resto colocamos televisores en los portales para que la gente se informe. La energía se trae mediante extensiones de los lugares cercanos que cuentan con grupos electrógenos».
Siete museos tuneros recibieron también el impacto del más devastador huracán visto por acá. En el de Puerto Padre los vientos hicieron añicos los cristales. En el de Chaparra se desplomó la segunda planta y la primera quedó a un tris del derrumbe. La Casa Natal de los hermanos Ameijeiras perdió el techo. Al cine de Manatí no le fue mejor: sus tejas se fueron a bolina y quedó prácticamente en ruinas.
«Sin embargo, la percepción de riesgo de sus trabajadores hizo posible que hoy no se lamente el deterioro de ninguna pieza. Con tiempo suficiente, los fondos de esos museos fueron trasladados hacia lugares seguros en locales de la institución provincial. Ahí estarán hasta tanto sus respectivas sedes sean edificadas de nuevo, seguramente más hermosas que antes», añade Marianela.
Las casas de Cultura no salieron bien paradas de los desmanes del Ike. En Puerto Padre sufrieron afectaciones las de los poblados de San Manuel, Delicias y Vázquez. A la de Majibacoa una violenta racha le arrancó las ventanas. En la de Bartle hubo un derrumbe parcial... Con los materiales recuperados se intenta reconstruir en lo posible.
El siniestro vendaval, sin embargo, no pudo echar abajo la acerada voluntad de los instructores de las instituciones. En vistas de la imposibilidad de trabajar por ahora en las sedes usuales, extendieron sus actividades a los parques, escuelas y comunidades. Allí montan obras de teatro, ensayan pasos de baile y hacen música.
A pesar de los estragos en la cubierta del Centro Provincial del Libro y la Literatura y en varias de sus dependencias municipales y almacenes, se logró poner a salvo la totalidad de los volúmenes. Lo mismo ocurrió en la biblioteca provincial, cuyo personal custodió celosamente los fondos, entre ellos ejemplares raros y valiosos. Aunque parciales, la institución no ha dejado de prestar servicios. Cierto: no hay electricidad. Pero se ofrecen opciones en horario diurno.
¿Y qué decir de la Plástica en la capital cubana de la escultura? El Ike arruinó las lucetas de la galería-taller y su puerta principal. En la galería provincial destruyó los ventanales de uno de sus flancos. La solución no demoró: sellarlos temporalmente con cartón y encargarles a los artistas locales decorarlos con murales. Mientras, la parte que escapó a los daños, tiene una muestra abierta al público.
La Escuela Vocacional de Arte Cucalambé lamenta la pérdida de 117 ventanales. Aun así, comenzó su curso escolar. El Centro Cultural Huellas, ahora sin techo, extiende sus actividades puertas afuera. La Academia Provincial de Artes Plásticas no salió ilesa, pero sus estudiantes ya están frente a los caballetes... El Ike se estrelló contra la voluntad de los artistas del Balcón del oriente cubano.
En cada institución cultural dañada, sus colectivos de trabajadores asumen la recuperación con un sentido de pertenencia extraordinario. Así, no solo reponen con agilidad los servicios interrumpidos, sino que también reparan lo que está al alcance de sus manos y colaboran en la higienización comunitaria. Gracias al esfuerzo de ellos se pudo salvar una parte importante del valioso patrimonio cultural de Las Tunas.
Como dijo Fidel en el VI Congreso de la UNEAC, en 1998, «lo primero que hay que salvar es la cultura». Los tuneros, salvaron la suya.
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