miércoles, 15 de octubre de 2008

Adentrémonos con seriedad en la Historia de la Revolución Cubana (1ra Parte).

Las raíces de su futura proyección internacional. 1953-1958.
Por
Orlando Cruz Capote

Cuando en agosto pasado elaboré con inmediatez y rigor histórico algunas reflexiones críticas sobre dos artículos escritos por el señor Rafael Rojas en el periódico miamense El Nuevo Herald, tuve la percepción de que las ambiciones del seudo-historiador formaban parte de una gran empresa encargada y pagada por los enemigos ideológicos y políticos de la Revolución Cubana. Pensé, sin titubeos, que esta encomienda podría constituirse en los prolegómenos, luego en fragmentos seleccionados y diseccionados que, finalmente, conformarían un todo “sistémico y coherente” acerca de una “historia” de la última etapa del proceso nacional-liberador y social de nuestra Isla, realizado además con un estilo narrativo de fácil acceso para un amplio público, dentro y fuera de Cuba.

Sin cejar en sus propósitos de confeccionar una historia panfletaria, tergiversada y distorsionada sobre este período histórico, Rojas ha proseguido su faena con nuevos trabajos, de los cuales señalaremos solo tres: “Lo que la revolución era”, “EEUU pre/post caída de Batista” y “La cuenta de los muertos”. Ahora, sin embargo, poseo algunas dudas en cuanto a si la misión propuesta y sufragada al susodicho intelectual malabarista sea de un largo, menos de un profundo, aliento porque no tendría tantos materiales de “primera mano” -entre ellos, las revistas Bohemias de los años iniciales de la Revolución que utiliza, las cuales siempre serán fuentes históricas secundarias- para cincuenta años, aunque las piezas “históricas” que intente revisar y re-construir invariablemente tendrían un corte contrarrevolucionario y diversionista. Más que todo, Rojas se ha convertido en un politólogo-publicista de pacotilla -recicla trabajos de la denominada cubanología más burda de los años 70 y 80- que sólo arriba a las mismas conclusiones seudo-históricas: la imposición del comunismo en Cuba y del autoritarismo de Fidel Castro, cuestionándose cualquier racionalidad y lógica que vaya en contra de esos deseos suyos.

Asimismo, meses atrás también había advertido, en varios trabajos denominados: “Acerca del tráfico ilegítimo de las ideas”, “Los principios éticos de una polémica desde la izquierda”, así como “La Revolución Cubana y las propuestas sobre los posibles cambios en su sistema socialista” y “La reconfiguración del escenario geoestratégico para Cuba en la década de los 90, que estas polémicas estaban convirtiéndose en la antesala de este huracán mediático que hoy, sin vestigios de calma, se ha continuado desatando en las páginas internacionales, regionales y nacionales de Internet, en la que pensar, opinar y escribir sobre Cuba socialista (en pasado, presente y futuro), desde cualquier ángulo crítico del espectro ideopolítico, ya no eran más modas light coyunturales, sino que estaban constituyéndose en permanentes empeños -predestinados- por muchas vertientes y corrientes del pensamiento filosófico, económico-político y social contemporáneo. Incluso Rojas apareció, paradójicamente, en Kaos en la Red, aunque en el “apartado de libre publicación, no seleccionado por el colectivo editorial”.

Por lo apuntado anteriormente, he decidido apartarme críticamente de algunos de estos clubes de discusiones -sin ignorarlos ni subestimarlos- que parecen estarse encaminando hacia variados escenarios de constantes propuestas y contrapropuestas, ofensivas y contraofensivas, golpes y contragolpes, acciones y reacciones que buscan espacios y protagonismos a través de debates, en muchos casos, inoportunos y oportunistas. Pero lo haré con la percepción de que las agendas de problemáticas parecen estar trazadas desde el exterior de Cuba o, por lo menos, le hacen el rejuego a las mismas aunque algunas nazcan desde nuestras propias realidades.

Además, como no soy un escritor a sueldo, o sea, no me pagan ni un centavo por lo que escribo y tampoco poseo un guión preestablecido por nadie, he resuelto continuar elaborando mis notas reflexivas sobre la historia de nuestra Patria Socialista con la única razón que me ha impulsado desde un inicio, verter mis modestos conocimientos y contribuir a dar una versión aproximada a la verdad, de las tantas que pueden existir, de lo transcurrido y lo que acontece en nuestro país, desde el ángulo del intelectual revolucionario comprometido, cuyo partidismo y objetividad, ideología y rigor científico no estarán nunca subordinados ni divorciados unos de otros.

  • El pensamiento de Fidel Castro y los pronunciamientos públicos del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.

Para abordar seriamente el estudio de la percepción, recepción e interpretación crítica, articulación incluida, del pensamiento martiano, bolivariano y marxista/leninista (M/L) -todas sintetizadas en estas doctrinas que no pretenden agotar otras fuentes teóricas y prácticas heredadas- en las fuerzas revolucionarias más avezadas ideopolíticamente entre 1952-1958, es necesario realizarlo desde varios ángulos coincidentes y, a la vez, muy diversos que demuestran las múltiples raíces históricas, humanistas, éticas, políticas e ideológicas del ideal y el quehacer latinoamericanista, antiimperialista y solidario del liderazgo revolucionario, el de sus elementos humanos conformativos y el enriquecimiento de esos pensamientos en el nuevo tiempo histórico. Un análisis detallado de los principales pronunciamientos políticos, ya sea a través de documentos y discursos, entrevistas, cartas y alocuciones de las figuras y manifiestos más representativos, expuestos por las fuerzas revolucionarias, aquellas que fueron componiendo la vanguardia política (1) del proceso revolucionario cubano en su fase preparatoria y, posteriormente, en su etapa insurreccional y triunfante, permiten apreciar en toda su dimensión la proyección internacional de la Revolución Cubana desde su gestación hasta la victoria el Primero de Enero de 1959, y los primeros meses ulteriores.

La elección de esta problemática histórica-política posee una intencionalidad signada por la necesidad de poner en evidencia que en Cuba, las manifestaciones ideopolíticas antiimperialistas más radicales, enmarcadas en programas endógenos de izquierda muy progresistas, suponen per se la eliminación de la dependencia absoluta con los EE.UU., constituyendo una parte esencial en la solución definitoria de la liberación nacional y social de la nación. Esta puede ser una visión investigativa que contradijera la lógica de los enfoques teóricos que plantean que, la política interior siempre determina, con cierta relatividad, la exterior, pero no desmerita en nada el ángulo del análisis propuesto, porque ambas pueden coexistir en armonía o en desavenencias tensionales y porque una actúa sobre la otra, indistintamente, de forma interdependiente.

Muchas investigaciones realizadas hasta el momento se refieren, solamente, a lo expresado, y luego escrito, en La Historia Me Absolverá” como lo casi único relacionado con la posición ideopolítica del proceso revolucionario cubano (1953-1959) hacia el exterior. Aunque no debemos subestimar lo allí expresado, tampoco se debe reducir todo a este importante y básico documento programático-político. En el alegato de autodefensa de Fidel Castro se proclamó el Programa del Moncada, el cual expresa en una de sus partes que “[...] la política cubana en América Latina sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos de las sangrientas tiranías que oprimen a naciones hermanas, encontrarían en la patria de Martí, no como hoy, persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan. Cuba debía ser baluarte de libertad y no eslabón vergonzoso de despotismo“. (Fidel Castro Ruz La Historia Me Absolverá, Edición Anotada, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1983, p. 57).

Más insuficientes aún, otras obras limitan el antiimperialismo de la Revolución en curso, a un personal antiamericanismo, basándose en una nota escrita y enviada por Fidel Castro a Celia Sánchez Manduley -y guardada celosamente por ella- en ocasión de la indignación sentida por él, al ver cómo aviones de la dictadura batistiana bombardeaban el 4 de junio de 1958, la región de Minas de Frío (provincia de Oriente) con rockets norteamericanos, "[...] Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario -Mario Sariol, campesino de la zona cuya casa fue completamente destruida (Nota de Autor)- me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero”. (Fidel Castro Ruz Copia taquigráfica y mecanografiada, Consejo de Ministros de la República de Cuba, Archivo del Instituto de Historia de Cuba, 1958). Porque pretender restringir ese sentimiento antinorteamericano legítimo y desligarlo de un antiimperialismo radical -que abarca no solo al imperialismo estadounidense sino a todos los imperialismos- es de una simpleza enorme, puesto que se ciñen a expresiones adecuadas a una situación histórico-concreta, y no pueden ser usadas nunca como corolarios de un pensamiento profundamente estratégico en constante desarrollo.

Se olvida así, lamentablemente, en muchas ocasiones, tanto en la historiografía cubana como en la extranjera, el “Manifiesto del Moncada” en el que los jóvenes de la Generación del Centenario, antes del asalto a los cuarteles “Guillermón Moncada” y “Carlos Manuel de Céspedes”, de Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente, afirmaron que “[...] La Revolución se declara libre de trabas con las naciones extranjeras [...] La Revolución declara su respeto por las Naciones Libres de América hermana que han sabido conquistar, a costa de cruentos sacrificios, la libertad económica y justicia social que es el índice de nuestro siglo. Y hace votos, en esta hora decisiva, porque la clarinada cubana sea una estrella más en la conquista de los ideales e intereses latinoamericanos, latentes en la sangre de nuestros pueblos y en el pensamiento de nuestros hombres más ilustres.” (Manifiesto del Moncada, redactado por Fidel Castro y Raúl Gómez García (este último mártir del Moncada), y publicado en la revista Pensamiento Crítico, No. 18 / 19, Instituto del Libro, La Habana, 1968, pp. 250-256). Resulta interesante añadir que, en este documento, los jóvenes moncadistas se declararon firmes seguidores de las ideas y los accionares de Mella, Villena y Guiteras, así como de un grupo de organizaciones de izquierda existentes en las etapas históricas precedentes, principalmente, las surgidas en la década del 30; y que cuando se expresa, sinceramente, el fin de la opresión económica -“libre de trabas con las naciones extranjeras”- ésta se transforma directamente en el comienzo de la libertad política.

La Generación del Centenario se constituyó a finales de 1952 y principios de 1953 cuando un grupo de jóvenes encabezados por Fidel Castro, Raúl Castro, Abel Santamaría, entre otros, se organizaron y prepararon política y militarmente para enfrentar la tiranía. Ellos constituyeron el núcleo principal de lo que luego fue el MR 26 de Julio, creado el 12 de junio de 1955. Aunque no debe olvidarse que la organización Acción Nacional Revolucionaria (ANR) y su antecesora, la Oriental (ARO), bajo el mando de Frank País, pusieron sus estructuras clandestinas a disposición de Fidel Castro y su movimiento. La aparición pública de la Generación del Centenario sucedió cuando se realizó el “Desfile de las Antorchas”, en la noche del 27 al 28 de enero de 1953, cuando marcharon en un bloque disciplinado y compacto desde las escalinatas de la Universidad de la Habana hasta las canteras de San Lázaro, lugar donde se encuentra la Forja Martiana. Existe un antecedente y, quizás, paralelismo organizacional que fue el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), organizado por el profesor universitario y miembro del Instituto de Filosofía y de la Sociedad Cubana de Filosofía, Rafael García Bárcena, cuyo intento de tomar el Campamento de Columbia en La Habana, fracasó por evidentes ausencias de compartimentación conspirativas, delaciones y traiciones.

Al realizar una revisión minuciosa de cerca de 157 escritos originales del Comandante en Jefe Fidel Castro, dirigente máximo del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, creado el 12 de junio de 1955, y de su Ejército Rebelde surgido en la fecha del desembarco de los 82 expedicionarios del yate Granma, el 2 de diciembre de 1956, hemos hallado otros enunciados esenciales de su idea futura acerca de la política exterior de la Revolución Cubana. Igualmente sucede con las otras dos organizaciones revolucionarias fundamentales en la contienda antidictatorial, el Partido Socialista Popular y el Directorio Revolucionario (denominado, posteriormente, DR-13 de Marzo, luego del ataque al Palacio Presidencial, en ese día y mes de 1957). Continuando un cierto orden cronológico y selectivo, y separándolos por las tres organizaciones fundamentales, podemos encontrar nuevas aristas de estas raíces esenciales que conformaron una doctrina que fue autosuperándose en el decursar de la lucha, aunque teniendo adecuaciones a las características del conflicto.

En un discurso pronunciado por Fidel Castro, el 10 de octubre de 1955, en Ciudad México, se expone: “[...] América tiene que esperarlo todo de su juventud; América, dígase de una vez, no puede esperar nada, ni tiene nada que esperar de las oligarquías políticas en decadencia [...] Vendremos aquí, con un pueblo libre, con el pueblo libre de Cuba en la mano, y les diremos a los exiliados de los demás países: allá también tienen, como en México, una patria donde pueden vivir, una patria donde pueden prepararse para la batalla final [...] Y yo envidio a los niños héroes de México, porque los admiro también, y creo que los niños héroes pertenecen a México, y pertenecen también a América, porque cayeron luchando contra un imperialismo que ha puesto sobre toda la América sus garras [...] Hago aquí la profesión de fe en América. Y lo hago con la fe que sentimos en nosotros mismos; lo hago con la seguridad de que América se va a terminar cansando, que América se está cansando, que América se está hastiando de tanta casta de politiqueros y de traidores que está padeciendo. Que el pensamiento de Martí y la espada de Bolívar van a volver a centellear en América. Tengo fe en América.” (Fidel Castro Ruz Discurso pronunciado ante el Monumento a José Martí, en Ciudad de México, el 10 de octubre de 1955, en periódico Hoy, La Habana, 29 de noviembre de 1964, p. 2).

Y confirmando el sentimiento de solidaridad militante y consecuente con las causas de otros pueblos oprimidos por dictaduras sangrientas, como el del quisqueyano contra el sátrapa Rafael Leonidas Trujillo, dijo en agosto de 1956, que “[...] La Revolución dirigida por el “Movimiento 26 de Julio” daría todo su respaldo al movimiento democrático dominicano.” (Fidel Castro Ruiz, Carta sobre Trujillo, dirigida a Miguel Quevedo, Director Revista Bohemia, La Habana, 2 de septiembre de 1956, pp. 35 y 82-83).

A mediados de 1957, ya en tierras cubanas, se dio a la luz pública un nuevo documento que permite percibir la insistencia en asuntos medulares de la proyección internacional del Movimiento 26 de Julio. En el denominado “Manifiesto de la Sierra Maestra se reafirma:

“X) Posición Internacional. [...] La Revolución Cubana queda históricamente situada dentro de la más pura corriente americanista. La comunidad de ideales y de destino que necesariamente une a las repúblicas del hemisferio -las del Norte y las del Sur- es un hecho afortunado a cuyo mantenimiento y desarrollo debe cooperar toda la familia continental [...] La independencia de Cuba, por lo tanto, como la de todos los demás pueblos hermanos de América, no puede tomarse como un hecho aislado. Es parte de un proceso mayor cuya meta suprema debe ser, lógicamente, la integración de todos en una unidad superior de libertad y mutuo entendimiento [...] Por ella, en su relación con todas las demás repúblicas americanas, incluyendo, por supuesto, a los Estados Unidos, Cuba asume una actitud no de separación, sino de acercamiento, no de divergencia, sino de amistad. Esta actitud, encima, siempre que lo demanden los ideales históricos comunes, tendrá categoría de prioridad respecto al resto de las relaciones internacionales, o sea, las extrahemisféricas [...] Política exterior dirigida al logro y mantenimiento de un orden internacional de justicia y de paz y, especialmente, al mejoramiento de las relaciones interamericanas. [...] Revisión de aquellos tratados o acuerdos que resulten lesivos a la soberanía o a la independencia de nuestros pueblos. [...] Proposición de medidas que faciliten el comercio y el intercambio económico entre los países de América. [...] Consideración y estudio de la unidad educacional latinoamericana. [...] Consideración y estudio de la unidad monetaria interamericana. [...] Proposición de medidas que faciliten el intercambio cultural interamericano. [...] Proposición de medidas tendientes a combatir el totalitarismo y las dictaduras en América. [...] Proposición de medidas y acuerdos internacionales encaminados al estímulo y protección del sistema democrático. [...] Política exterior dedicada a la defensa y aplicación de la Carta de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. [...] Afirmación del Derecho de Asilo.” (Manifiesto-Programa del Movimiento 26 de Julio, Folleto Nuestra Razón, Impreso en los Talleres de Manuel Machado, S.A., Noviembre de 1957, México, DF, pp. 35-36. En Archivo del Instituto de Historia de Cuba).

Este documento programático -muy coyuntural- puede ser considerado sumamente cauteloso en sus posiciones con respecto a los gobernantes estadounidenses, pues se evita en el texto cualquier formulación antagónica entre Cuba y los EE.UU., así como se sortean las contradicciones latentes entre la Isla y las oligarquías burguesas de América Latina. Se trata, ante todo, de un proyecto que tiene un sentido y carácter táctico, concebido para no levantar recelos anticipados en los círculos de poder norteamericanos y que, además, contiene una valoración objetiva de la composición ideopolítica de las fuerzas que ya integran o se están incorporando a la lucha popular-armada, política-cívica contra la dictadura y de otras que están optando por una reconciliación con la misma. Analicemos el por qué.

Notas bibliográficas y referencias:

1. Denominaremos vanguardia política, en este momento, a las organizaciones, movimientos y a las principales personalidades que dirigieron, realmente, el proceso revolucionario (en la teoría y en la práctica) y que tuvieron capacidad organizativa, de convocatoria, movilización y dirección sobre el pueblo en la lucha insurreccional, política y de masas contra la dictadura.

*Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba

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