viernes, 26 de diciembre de 2008

La Cumbre de América Latina y el Caribe: la OEA se fue a bolina. II Parte

Por Orlando Cruz Capote

Una gran victoria y el reconocimiento a la resistencia heroica del pueblo cubano

El plan “Mangosta” y América Latina.

Mientras el camino reformista-burgués intentaba abrirse paso, el Gobierno de los EE.UU. arreció su política de confrontación contra Cuba. La agenda de lo que sería la “Operación Mongoose” (1) se enriquecía con nuevos planes, (2) cuyos objetivos mediatos provocarían la intervención directa de las fuerzas armadas norteamericanas. En las variadas directrices de dicho plan, puestos al descubierto con mayor nitidez en los últimos años, se evidenciaron el odio hacia la nación y el socialismo cubano. Pero en ese múltiple esfuerzo para “derrocar a Castro”, los gobiernos latinoamericanos y caribeños debían desempeñar una parte no menos importante. Era necesario aislar a Cuba de la región logrando “las sanciones colectivas” contra la misma y alcanzar la separación o la expulsión del Gobierno Revolucionario de la OEA. Y los planes contra Cuba, en el marco de la región se intensificaron en el segundo semestre de 1961. La Isla de la Libertad, por su parte, dio pasos apresurados por buscar espacios en otras latitudes, tanto a escala planetaria -los países tercermundistas-, el campo socialista, así como en el estrechamiento de sus vínculos con los diferentes actores sociopolíticos del continente.

El 4 de mayo de 1961, la fuerza de tarea inter-agencias (3) de EE.UU., nombrada a raíz de la derrota de Playa Girón, presentó el primer documento al Presidente de los EE.UU. con un sinnúmero de recomendaciones para “doblegar al Gobierno de Fidel Castro”. El documento en cuestión se denominó “Cuba y el comunismo en el hemisferio”, (4) que partía de la realidad de que Cuba no constituía una amenaza directa a los intereses de los EE.UU. y mucho menos capaz de realizar un ataque directo a ese país. Al valorar diferentes alternativas para terminar con Cuba revolucionaria el estudio desde sus inicios planteaba que “[...] No existe un camino seguro para derrocar a Castro fuera de la intervención militar de EE.UU.” No obstante, ofreció una amplia gama de medidas unilaterales de los EE.UU. y en conjunto con los gobiernos más afines de la región para llevarla a vías de efecto. En uno de sus acápites, el número VII, se enumeraban los pasos para realizar “[...] la cuarentena y el debilitamiento del régimen comunista de Castro.” Para ello se llamó a realizar un “[...] esfuerzo por disuadir a otros gobiernos latinoamericanos para que den pasos con el objetivo de completar el aislamiento de Castro -tal como la retirada de embajadores, ruptura diplomática, apelaciones a Cuba para que se libere de los lazos chino-soviéticos, etc. La mayor probabilidad de éxito con estas medidas está entre aquellas naciones que no han roto sus relaciones, Venezuela, Colombia y posiblemente Argentina.” Además de promover un “[...] Plan para proveer cooperación a cualquier país latinoamericano requerido de ayuda contra la subversión o ataque inspirado por Castro. Dondequiera que sea posible este entendimiento entre nosotros y otros gobiernos debe estar formalmente incorporado dentro de un tratado de defensa bilateral. Esto sería un camino efectivo, dentro del marco existente de la ley internacional, al proporcionar una base para la acción estadounidense en la ayuda a la defensa de cualquier nación amenazada.” Y asimismo, para “[...] obtener la autorización legislativa necesaria y el apoyo presupuestario que nos permita ayudar a otros países a construir sus fuerzas de seguridad internas; [...] ofrecer enlaces de inteligencia y ayuda a otros países latinoamericanos que les permitan identificar acciones subversivas alentadas por Castro y otros comunistas, descubrir embarques de armas y financiamientos, enfrentar a organizaciones políticas subversivas, etc. Esto significa la ayuda y constitución de los esfuerzos de inteligencia local y poner a disposición nuestra propia información; “[...] alentar a los gobiernos latinos a llevar a cabo presión para detener el uso del servicio de prensa de Castro en sus países; “[...] intentar construir una fuerza caribeña (Fuerza de Seguridad Caribeña) dentro del marco de trabajo de la OEA. Esto podría constituir una serie de acuerdos bilaterales dentro de una estructura multilateral entre las naciones caribeñas y Estados Unidos.” (Idem)

El documento, que es pródigo en ampliar las bases de agresión contra Cuba, incluyó la posibilidad de que otros países, no precisamente caribeños, pudieran estar en esta cruzada anticubana, proponiendo un patrullaje naval conjunto y misiones de vigilancia colectiva. Sin embargo, advertía que algunos países del subcontinente no accederían gustosos a este engranaje y los señalaba por sus nombres: “[...] los indicios actuales son que Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Paraguay apoyarían la acción contra Castro. Es probable que Argentina, Colombia, Venezuela, Costa Rica, Uruguay y Haití se unirían. Es casi cierto que Chile, Bolivia y Brasil se opongan a una acción directa de la OEA y la posición de México y Ecuador es de segura oposición.” (Idem) Para la truculenta acción directa de la OEA se llamaba a consultar el cumplimiento del Tratado de Río (1947) y sancionarlo de acuerdo a la violación de los principios básicos de la OEA y, específicamente, de acuerdo a los conceptos establecidos en la Declaración de Caracas (de 1954) contra la dominación o control comunista, la Declaración de Santiago (de 1959) llamando al respeto de los derechos humanos y la Declaración de San José (de1960) denunciando la intervención extracontinental por las potencias sino- soviéticas y la aceptación de esa intervención.

A tales efectos se pondrían en función otro conjunto de medidas como, 1) la ruptura de relaciones diplomáticas y consulares; 2) la suspensión del comercio de todos los artículos excepto los suministros médicos, y la interrupción de todas las otras relaciones económicas; 3) la creación de un Comité para la Defensa Política del Continente y, además, una comisión permanente que observara e identificara la infiltración castrista o chino-soviética en los estados americanos y llevar a cabo las acciones pertinentes de seguridad o defensa colectiva. El 8 de mayo, era aprobada otra directriz, con el claro propósito de cambiar la opinión pública mundial sobre Cuba. El nuevo documento es tan explícito en la declaración de la guerra sicológica que los medios de comunicación desarrollarían, que puede proporcionar un ejemplo sin igual de cómo se destruye y construye un estado de opinión acerca de la realidad de un país, recurriendo a mentiras y medias verdades. En este documento se afirmó que “[...] Nuestro trabajo consiste en buscar modos y medios para combatir y eliminar este criterio -se refiere a la imagen de que el conflicto en Cuba era entre el gobierno, que se dedica al bienestar de los cubanos y un grupo de emigrados que pretende el regreso de Cuba al viejo orden- (y) demostrar que el conflicto esencial en Cuba es entre los totalitarios (o comunistas) y los libertarios (o el ala social democrática de la revolución cubana). Para lograrlo se necesita revelar (a) el verdadero carácter del régimen de Castro y su revolución traicionada; y (b) el carácter progresista del Consejo Revolucionario y su determinación de rescatar la Revolución.” (6)

Más adelante añadió que “[...] también debemos tratar de enviar figuras anticastristas de intachable conducta personal a Europa, por ejemplo, Rojas, (7) quien como embajador de Castro en Gran Bretaña dio enérgicos discursos pro-castristas en 1959, pudiera regresar allí para explicar sobre la traición de la Revolución Cubana. Figueres (José Figueres Torres, Presidente de Costa Rica) y Haya de la Torre (Víctor Raúl Haya de la Torre, dirigente del APRA peruano) podrían, por supuesto, hacer buenos trabajos en Europa y en el mundo subdesarrollado [...] habiendo de lograr en [...] América Latina la opinión de la mayoría de la élite probablemente esté bien convencida de las principales proposiciones, aquellos que aún no están convencidos, están más allá de la persuasión intelectual. Esto significa que en América Latina nuestros principales objetivos son los grupos populares -intelectuales, estudiantes, obreros, campesinos.”

Finalmente, el 30 de noviembre de 1961, se oficializa la “Operación Mongoose” mediante un Memorándum del presidente Kennedy, el cual dio carta abierta al curso de una serie de acciones, en muchos casos, mancomunadas y coordinadas con los regímenes latinoamericano-caribeños para destruir a la Revolución Cubana. Dos meses después las tareas encomendadas al Departamento de Estado eran claras y de estricto cumplimiento. El 16 de enero de 1962, se envió el “Memorandum del Oficial a cargo de los asuntos cubanos (Hurwitch) al Jefe de Operaciones de la Operación Mongoose (Lanzadle)” (8) señalándose en el mismo que “[...] El Departamento de Estado está enfrascado en discusiones y negociaciones continuas con otras naciones miembros de la OEA con vistas a alcanzar un amplio acuerdo en la próxima Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores (VIII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA a realizarse en Punta del Este, Uruguay, del 22 al 31 de enero de 1962) sobre las resoluciones que condenarían a Cuba y la aislarían del resto del Hemisferio [...] asumiendo que como mínimo si la reunión concluyera en acuerdo para condenar a Cuba como cómplice del Bloque Chino-Soviético y que en general adoptara un lenguaje a los efectos de que Cuba representa una amenaza para la Paz y la seguridad del Hemisferio, el Departamento de Estado estaría preparado para recomendar al Presidente que el comercio remanente entre Estados Unidos y Cuba fuera eliminado.” El Memorándum continuaba que “[...] Si a pesar de los embargos de Estados Unidos, como resultado de la Reunión de Ministros de Asuntos Exteriores de la OEA, el comercio con Cuba se mantuviera, el Departamento estaría preparado para acometer una determinada acción con sus aliados de la OTAN (bilateralmente y el foro de la OTAN, como más apropiado sea) para persuadir a estas naciones a dar pasos para aislar a Cuba de Occidente. Daríamos pasos similares con Japón, el cual posee un comercio comparativamente significativo con Cuba.” (9)

En ese esfuerzo por bloquear económicamente a la Isla, el gobierno estadounidense contaría con la cooperación de los sectores privados norteamericanos, la AFL-CIO (organizaciones obreras pro-patronales), la federación Internacional de Transporte y el Consejo Nacional de Comercio Exterior. El recuento pudiera hacerse mayor si tenemos en cuenta que solamente hemos citado tres documentos de un total de 35, de los muchos que han sido desclasificados, y que demuestran la organización, estructura y coordinación de los planes anticubanos de las diferentes agencias (o la unión de las inter-agencias) del gobierno norteamericano y el involucramiento presionante a que eran sometidos los diferentes regímenes latinoamericanos que, en muchos casos, eran acatados servilmente. Ello brinda una imagen real de las acciones del Imperio norteño contra Cuba, sus presiones sobre América Latina y el Caribe y el continuismo de las autoridades de esta región, en mayor o menor medida, a los lineamientos estadounidenses. Se demuestra, por primera vez, con documentación histórica de qué forma estaban concebidas estas ideas y su realización práctica. No fue una obsesión y una ficción del Gobierno Revolucionario Cubano que los objetivos de las élites de poder imperialistas y oligarcas locales se conjugaban en su afán por desacreditar, aislar y destruir a la Revolución Cubana. Todo era tan real como la historia demostraría fehacientemente solo unos meses más tarde.

Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba

Notas bibliográficas y referencias:

(1) Jacinto Valdés-Dapena Operación Mangosta: Preludio de la invasión directa a Cuba, Editorial Capitán san Luis, La Habana, 2002 y Tomás Diez La Guerra encubierta contra Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1997.

(2) Los planes terroristas fueron tan disímiles que una enumeración completa de los mismos es casi imposible. Veamos algunos: atentados a los dirigentes de la Revolución; auto-provocaciones en la Base Naval de Guantánamo; auto-ataques a naves marítimas y aéreas con matrícula y pasajeros civiles o militares norteamericanos; auto-agresiones a objetivos norteamericanos militares (naves aéreas y barcos de guerra); campañas de difamación acerca del involucramiento de Cuba en los asuntos internos de países de la región (el fantasma de la “exportación de la Revolución comunista”); sabotajes a la economía nacional e instalaciones militares; constante aprovisionamiento logístico, asesoramiento y financiamiento a las bandas contrarrevolucionarias en el interior del país; secuestro y asesinato de funcionarios cubanos en el exterior; falsificación de documentos cubanos con el fin de demostrar la intromisión de la Isla en los asuntos de otros países y organizaciones; el intento de lograr la defección de funcionarios cubanos de alto y mediano rango diplomático y político que sirvieran con sus declaraciones a las campañas contra Cuba; lanzar agentes biológicos sobre Cuba para que los trabajadores azucareros enfermaran y no pudieran realizar la zafra; entre otros.

(3) Para la materialización de esta misión la administración Kennedy dispuso que el Secretario Asistente de Defensa para Asuntos de Seguridad Nacional, Paul H. Nitze, encabezara una fuerza de tarea integrada por representantes de los departamentos de Estado, Defensa, Justicia, así como de la CIA y de la USIA.

(4) Departamento de Estado, Fondo S/P-NSC: Leg. 62 D 1, Cuba y República Dominicana. Muy Secreto. Department of State, Foreign Relations of the United States, 1961-1963, Vol. X, Cuba 1961-1962, United States Government Printing Office, Washington, 1997, pp. 459-475; En, Tomás Diez La Guerra Secreta contra Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1993, pp. 13-29.

(5) Un día después de la presentación de este documento, el mismo fue aprobado por el Consejo Nacional de Seguridad de los EE.UU.

(6) Documento No 5. Memorandum del asistente especial del presidente (Schlesinger) al Subcomité de acción (guerra) política de la Fuerza de Tarea Cubana. Ver: Biblioteca Kennedy. Documentos de Arthur Schlesinger, Cuba 1961, Caja 31. Confidencial, en Foreign Relations. 1961-1963, Volumen X, Cuba, 1961-1962, Ob. Cit., pp. 490-492; en Tomas Diez Acosta La Guerra Secreta contra Cuba, Ob. Cit., pp.41-44.

(7) El traidor Sergio Rojas Santamaría.

(8) Departamento de Estado, Archivos del ARA/CCA, Lot. 66 D 501. Informe general de la Agencia. Secreto. Aprobado por el ARA por Goodwin y Woodward. En, Foreign Relations, 1961-1963, Vol. X, Cuba, 1961-1962, Ob. Cit. pp. 703-705; en Tomas Diez Acosta La Guerra Secreta contra Cuba, Ob. Cit., pp.121-122.

(9) Idem.



No hay comentarios: