“Sólo una vez sentí que la figura del Che no era la más inmensa, y fue el día en que por primera vez me reuní con él y con Fidel”
Oír de primera mano las vivencias de un hombre que desde ya forma parte de la Historia de la gran Patria Nuestroamericana, es un regalo que esta cubana nunca esperó recibir.
Un hombre todo energía, todo alegría, es hoy por hoy un argentino que es figura conocida para la inmensa mayoría de los cubanos: les hablo de Alberto Granados, el amigo del Che, a quien visitáramos en días pasados, en compañía algunos de sus compatriotas…
“Antes, me visitaban sobre todo viejos arrepentidos, pero ahora, cada vez más vienen jóvenes a visitarme”, nos dice con alegría y una chispita maliciosa en sus vivaces ojos, mientras saborea feliz el infaltable mate, que cebara casi como si ofreciera una ofrenda uno de sus compatriotas.
“Luego del triunfo de la Revolución, y tras escribirnos durante algún tiempo, me di cuenta que ya no estaba tratando con Ernesto, si no con el Comandante Guevara. Y me vine a Cuba. Ya lo había esperado 8 años, era hora de reunirnos”.
“Cuando vine a Cuba, ya tenia una familia creada. Y cuando decidí que la Revolución era aquello que había buscado, tuve el apoyo de Delia, mi esposa, con la que compartí vida y luchas. ¿Qué hubiera pasado si ella no hubiera seguido mis sueños, incondicionalmente?” Y una mirada enamorada, en los ojos de este hombre casi nonagenario, da fe de la eternidad del amor…
“Hay tres cosas que marcaron mi vida: Ernesto, Fidel y la Revolución. Sólo una vez sentí que la figura del Che no era la más inmensa, y fue el día en que por primera vez me reuní con él y con Fidel”.
“Al principio, me molestaba ver por doquier la figura del Che en remeras, por que pensaba que llevaban su figura sin saber quien era, pero luego me di cuenta que el Che había trascendido su imagen y que al usarla sobre si, los jóvenes iban más allá del mito, más allá de la moda, y se apropiaban de ella como de un símbolo de lucha”.
Así, durante más de una hora, escuchamos sus anécdotas, reímos junto con él –es un hombre de un fino humor, simpático y un si es no es pícaro y juguetón-, hablamos de amigos comunes, como el cineasta Alejandro Arroz o el fundador del Primer Museo del Che, Eladio González –Toto-, de su Córdoba querida; le oímos valorar a la Revolución, al momento que atraviesan hoy los pueblos de América, repetir la importancia de mantener viva la lucha y a la importancia que concede a la revolución cubana y a Fidel, que calificó de “Hombre del Siglo”
Ya casi al final, le trasmití a Granados una petición de mi hijo: quería que me retratara junto a él. “Pues venga, a retratarnos, cómo no!” dijo mientras sonriente se dejaba abrazar.
Oír de primera mano las vivencias de un hombre que desde ya forma parte de la Historia de la gran Patria Nuestroamericana, es un regalo que esta cubana nunca esperó recibir.
Un hombre todo energía, todo alegría, es hoy por hoy un argentino que es figura conocida para la inmensa mayoría de los cubanos: les hablo de Alberto Granados, el amigo del Che, a quien visitáramos en días pasados, en compañía algunos de sus compatriotas…
“Antes, me visitaban sobre todo viejos arrepentidos, pero ahora, cada vez más vienen jóvenes a visitarme”, nos dice con alegría y una chispita maliciosa en sus vivaces ojos, mientras saborea feliz el infaltable mate, que cebara casi como si ofreciera una ofrenda uno de sus compatriotas.
“Luego del triunfo de la Revolución, y tras escribirnos durante algún tiempo, me di cuenta que ya no estaba tratando con Ernesto, si no con el Comandante Guevara. Y me vine a Cuba. Ya lo había esperado 8 años, era hora de reunirnos”.
“Cuando vine a Cuba, ya tenia una familia creada. Y cuando decidí que la Revolución era aquello que había buscado, tuve el apoyo de Delia, mi esposa, con la que compartí vida y luchas. ¿Qué hubiera pasado si ella no hubiera seguido mis sueños, incondicionalmente?” Y una mirada enamorada, en los ojos de este hombre casi nonagenario, da fe de la eternidad del amor…
“Hay tres cosas que marcaron mi vida: Ernesto, Fidel y la Revolución. Sólo una vez sentí que la figura del Che no era la más inmensa, y fue el día en que por primera vez me reuní con él y con Fidel”.
“Al principio, me molestaba ver por doquier la figura del Che en remeras, por que pensaba que llevaban su figura sin saber quien era, pero luego me di cuenta que el Che había trascendido su imagen y que al usarla sobre si, los jóvenes iban más allá del mito, más allá de la moda, y se apropiaban de ella como de un símbolo de lucha”.
Así, durante más de una hora, escuchamos sus anécdotas, reímos junto con él –es un hombre de un fino humor, simpático y un si es no es pícaro y juguetón-, hablamos de amigos comunes, como el cineasta Alejandro Arroz o el fundador del Primer Museo del Che, Eladio González –Toto-, de su Córdoba querida; le oímos valorar a la Revolución, al momento que atraviesan hoy los pueblos de América, repetir la importancia de mantener viva la lucha y a la importancia que concede a la revolución cubana y a Fidel, que calificó de “Hombre del Siglo”
Ya casi al final, le trasmití a Granados una petición de mi hijo: quería que me retratara junto a él. “Pues venga, a retratarnos, cómo no!” dijo mientras sonriente se dejaba abrazar.
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