Por Orlando Cruz Capote*
Como estamos acostumbrados a las grandes campañas mediáticas de los medios de in-comunicación y des-información del sistema de dominación múltiple de los centros de poder capitalistas-imperialistas transnacionalizados, el famoso pensamiento y canal único del capital, no parecería extraño que estén tratando de darle un viso de credibilidad y legitimidad al régimen de facto instaurado por la fuerza de las armas en Honduras.
Lo que resulta más raro -y en este mundo de hoy se dan tantas rarezas- es que algunos medios alternativos de las heterogéneas izquierdas y centro-izquierdas fuera -¡y dentro de Cuba!- estén opinando con cierta libertad que el estado del Estado (perdonen la repetición) no ha variado y que solamente están en juego un cambio de gobierno, aunque sea militarista (o civil, que es un eufemismo) impuesto por la fuerza.
Tal galimatías es digno de una reflexión pues de lo que se trata es de “diferenciar” entre poder y gobierno, entre Estado y sistema político. El intento de decir que el Estado hondureño sigue siendo burgués -y representativo- y que el solo el gobierno es producto de un golpe de estado, y que por lo tanto lo que ha cambiado es ese, es un juego muy peligroso desde la semántica o el simulacro político desde la lingüística. Pero a esos profesores, escritores y “paracaidistas” de la historia les llamaría la atención para que revisaran las obras de Lenin y de otros politólogos que, aunque no de izquierdas, han trabajado esta temática con cierta profusión.
Yo no me adentraría en las ciencias políticas, pero es muy complicado para el amplio público establecer diferencias entre esos términos o categorías, máxime si el Estado actual de Honduras se ha convertido de la noche a la mañana en un Estado autoritario y/o totalitario, muy semejante a un régimen capitalista fascistoide.
Esos autores, algunos muy de forma seria y con buenas intenciones, pero otros no, quizás se basen en categorías filosóficas y politológicas que traten de demostrar una desemejanza mínima o máxima entre Estado burgués y gobierno. Pero la pregunta salta a la vista y no debe ser respondida, desde las ciencias o saberes sociales complejos, y más con cierta pedantería intelectualoide pues puede confundir a la gran opinión pública nacional, regional e internacional, que tanto puede hacer por denotar a los fantoches hondureños.
El Estado hondureño ha cambiado porque las garantías constitucionales han sido puestas en entredicho, porque hay un gobierno militar -aunque al frente esté un civil-, porque se ha reprimido la reacción pacífica de los movimientos sociales y políticos a favor del retorno a la legalidad, porque se ha silenciado a la prensa nacional y extranjera, y porque se están elaborando listas de activistas sociales y políticos que ya están siendo perseguidos y que su futuro (y seguro) de vida es muy incierto. Incluso si hay un retorno a la normalidad anterior al golpe de estado, sus vidas estarían en riesgo permanente pues las bandas paramilitares, el ejército y las agencias de inteligencia internas y externas lo tienen en sus sistemas de computación -ellos han hablado desde sus celulares y han transmitidos las imágenes reales al mundo a través de sus computadoras- por lo que pueden ser encarcelados, torturados, asesinados o desaparecerlos que acaso es lo mismo.
La historia de lo que sucedió en Colombia, hace más o menos una década atrás, puede repetirse. Simple y llanamente un movimiento guerrillero que había pasado a la oposición legal en la sociedad civil y desde el plano electoral, fue ultimado completamente, hombre por hombre y mujer por mujer, por los tenebrosos aparatos represivos, bajo un manto de silencio espantoso y con absoluta impunidad.
Hasta ahora el régimen de facto hondureño, impuesto por las bayonetas, por el apoyo encubierto y no tan oculto de las agencias estadounidenses y por la derecha continental ha dado pasos muy tímidos en cuanto a masacres colectivas y está brindando un viso de legalidad admitiendo solo cambios en el gobierno y poniendo y quitando “toques de queda”, estados de sitio temporales, rejuegos jurídicos, etc. Eso es lo que muestran las noticias de los medios de todas partes del mundo y desde la propia Honduras.
O sea que el traidor y gorila Micheleti, ha estado maniobrando con mucha astucia -claro que repleto de falsedades y contradicciones evidentes-, de que ha dado un paso dentro de la “democracia” y la “Constitución” al secuestrar y sacar del país al presidente Zelaya, porque este había violado la Carta Magna y era un hombre corrupto. En una carrera de mentiras inacabables falsificaron la firma de renuncia de Zelaya -eso fue una invención burda, desmentida por el propio presidente elegido por el pueblo-, luego dijeron que este estaba siendo perseguido por las leyes nacionales -pero no había ningún proceso judicial abierto en su contra-, y más tarde, añadieron que sus pasos violaban la constitución de ese país porque quería reelegirse, lo que constituyó otra gran mentira porque solo la propuesta del gobierno de Zelaya amparada por un reclamo popular era una encuesta sobre el posible aumento de la participación popular en un futuro gobierno en el cual ya Zelaya no iba a estar gobernando.
Ahora están vendiendo la imagen de que sólo hay uno o dos muertos, ocultando el número de heridos, la cantidad de presos y perseguidos. Tal parece que todo vuelve a la normalidad y que no hubo y no existe una resistencia popular masiva contra el golpe de estado.
¿Hasta cuando no nos daremos cuenta de que el Estado de jure de Honduras no existe? ¿Qué el Estado y el gobierno impuesto por los Estados Unidos -ya se sabe de la presencia y de los manejos de los funcionarios de Clinton en la Base Aérea de USA, de Palmerola, días antes, durante y después del golpe-, los militares, la jerarquía eclesiástica y la oligarquía hondureña es totalitaria y no tiene ninguna garantía democrática y ciudadana? Que hoy por hoy no existe un Estado de derecho en Honduras y que puede proseguir una gran matanza selectiva -cuidadosamente planeada y ejecutada- de activistas democráticos, progresistas y revolucionarios, latinoamericanistas y antiimperialistas.
¿Por qué se pretende ocultar con frases teóricas que ese Estado hondureño permanece igual que antes, y que solo ha habido un cambio violento de gobierno? ¿Quienes están ejerciendo el poder real desde el gobierno o desde las sombras?
Acaso hemos olvidado la lección leninista que el Estado es el poder político concentrado de la clase económicamente dominante y que esa clase burguesa, dependiente, clientelista y entreguista en el caso latinoamericano y caribeño, tiene diferentes contenidos y formas formales -vuelvan a excusarme la duplicación- de expresar e instrumentar su dominio y hegemonía en el cuerpo societal, pero que en estos momentos lo está haciendo de forma manu militari, y con régimen de corte ilegal, antidemocrático y fascista.
Señores, el Estado hondureño es la prueba de fuego para la prosecución -o no- de los procesos democráticos en Nuestra América. Si no detenemos esa intentona golpista militar pro-imperialista con hechos -no con frases-, nos va a costar muy caro a todos los pueblos del Río Bravo hasta la Patagonia.
Otro “Plan Cóndor” está en marcha y no podemos diluirnos en querellas de lenguaje y calificativos light que tratan de imponernos desde los centros de pensamiento del imperio y sus múltiples cadenas monopolícas transnacionales que ahora abarcan no solo al peligroso complejo militar industrial y el energético -biocomubistile incluido-, sino a las grandes cadenas farmacéuticas, las industrias culturales, informáticas, las redes financieras capitalistas globalizadoras, y las firmas del sector del servicio, etc.
*Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba
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