martes, 28 de septiembre de 2010

Aboga Fidel por la paz mundial en acto nacional por el aniversario 50 de los CDR


Por Marlene Caboverde Caballero

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28 de septiembre de 2010. Amaneció sin sol pero con mucha luz en La Habana. Se trata del destello que dejan  los sueños y las promesas cuando se hacen tangibles, próximos, verdaderos. Tal y como lo avizoró hace casi medio siglo, Fidel celebró junto al pueblo cubano el aniversario 50 de la creación de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).

Más de 20 000 obreros, estudiantes, profesionales, trabajadores, cederistas todos, embellecieron las calles que rodean el Palacio Presidencial, el mismo sitio donde en 1960 nació la mayor organización de masas del país.

Su encargo era, en aquellos momentos, convertirse en los ojos, los oídos, los brazos y las piernas de la Revolución recién nacida. “Vamos a establecer un sistema de vigilancia revolucionaria colectiva”, invitó Fidel en aquellos momentos que marcaron el encuentro de un pueblo con su propia capacidad de proteger una obra grande, trascendental, admirable.

Con el recuento de esa jornada gloriosa en que fueron creados los CDR inició su discurso el líder de la Revolución cubana. Evocó fragmentos de su intervención del 28 de septiembre de 1960, los expuso y compartió con las nuevas generaciones y con los camaradas de la vieja guardia.

“Nosotros pertenecemos a un minuto grande de la historia humana”. “...las cosas difíciles son las que vale la pena realizar”. Fueron dos de las frases que pronunció en esa fecha inolvidable.
Y el pueblo las convirtió en banderas. No sólo eran las palabras de un revolucionario apasionado. Fueron avisos: advertencias para el Imperialismo, exhortación para las masas populares de Cuba, ejemplo para los oprimidos del mundo.

Todavía el bloqueo no había clavado sus garras y los terroristas apenas comenzaban a cumplir su pacto sangriento con el Amo imperialista y ya Fidel auguraba años difíciles, de lucha, de resistencia.

Al finalizar esa evocación afirmó: “No vacilo en proclamar que hemos cumplido y que ustedes seguirán cumpliendo la promesa de aquella eterna noche.” Resumía de ese modo el esfuerzo de cinco décadas de historia de los comités, que es en sí la historia del pueblo defendiendo sus conquistas.

Creíamos que acababa así su intervención. Estábamos equivocados. Su fuerza es admirable, pensamos, con toda seguridad, millones de personas a la misma vez. Su necesidad de alertar a la humanidad acerca de los peligros de una guerra nuclear le hizo permanecer en la tribuna media hora más.

Recordó que su afán por aunar voluntades para evitar un conflicto bélico de esa magnitud obedece simplemente al compromiso de proteger la especie humana. “Cada uno de nosotros tiene el deber de advertir…” “Esto es algo por lo que vale la pena esforzarse”, repitió.

La confianza en que su voz será escuchada es lo que mantiene a Fidel en la primera fila del combate actual. Ese mismo optimismo salvó a la Revolución cubana de las ambiciones y los egoísmos imperiales cuando apenas comenzaba a andar en 1959. Y ello también contribuirá con la paz  mundial. 

Tenemos absoluta certeza.

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