por M. H. Lagarde
La llamada oposición cubana que -según la SINA, o sea, sus contratistas-, ni canta ni come frutas, todavía encuentra tribuna en el periódico de la mafia de Miami para opinar nada menos que sobre el reordenamiento de plantillas que el gobierno de la Isla se ha planteado para este 2011.
Nadie puede explicarse cómo los «disidentes» que no trabajan, salvo para el gobierno de EE.UU., están tan bien informados sobre el acontecer y las consecuencias de un proceso que se inició justo ayer.
Por ejemplo, la «muy bien informada» Yoani Sánchez, la misma bloguera que no sabe que Cuba fue invadida por Estados Unidos en Playa Girón hace medio siglo atrás, asegura en El Nuevo Herald que: «la sensación generalizada es temor, aprehensión y pánico».
Por su parte Héctor Palacios, «economista y periodista independiente» cree que el efecto de las medidas está dividiendo aún más a la población cubana en general.
Y no falta quienes como Elizardo Sánchez, El Camaján, presunto agente de la Seguridad cubana según los propios diplomáticos norteamericanos, declaren que Raúl Castro está aplicando sobre las espaldas de los sectores más humildes políticas neoliberales para subsanar «dificultades creadas por el propio gobierno».
De este modo, los llamados disidentes repiten el guión preestablecido que, desde que se anunciaron los nuevos cambios para hacer más eficiente la economía cubana, publica cierta prensa.
Se trata sin dudas de los estertores del cinismo de una disidencia que a pesar de los millones de dólares que le ha costado al bolsillo del contribuyente norteamericano no ha logrado convencer a nadie, ni siquiera a sus contratistas, en su papel de supuesta vocera del pueblo cubano.
No sé en que país vivirán estos señores pero lo que se percibe ahora mismo en Cuba es más bien cierto desespero por aventurarse en el sector cuentapropista. Ayer mismo, coincidiendo con el inicio de el proceso de restructuración de plantillas, en la céntrica esquina de 23 y G, aún de noche, una familia trabajaba afanosamente por darle los toques finales al nuevo restaurant Habáname, que sin dudas le hará competencia al de 23 y H, justo a unos pasos del famoso El Cochinito, abierto hace solo unas semanas.
En realidad la disidencia teme con «aprehensión y pánico» que la Revolución, como ha hecho hasta ahora, gane de una vez por todas también esta batalla: la de la eficiencia económica. Sin "presos políticos", denunciados y desprestigiados por quienes los financian, y en medio de un socialismo mucho más próspero a pesar de bloqueos y agresiones, de qué diablo van a hablar los mercenarios.
http://www.cuba.cu/noticia.php?actualidad&id=7070
Nadie puede explicarse cómo los «disidentes» que no trabajan, salvo para el gobierno de EE.UU., están tan bien informados sobre el acontecer y las consecuencias de un proceso que se inició justo ayer.
Por ejemplo, la «muy bien informada» Yoani Sánchez, la misma bloguera que no sabe que Cuba fue invadida por Estados Unidos en Playa Girón hace medio siglo atrás, asegura en El Nuevo Herald que: «la sensación generalizada es temor, aprehensión y pánico».
Por su parte Héctor Palacios, «economista y periodista independiente» cree que el efecto de las medidas está dividiendo aún más a la población cubana en general.
Y no falta quienes como Elizardo Sánchez, El Camaján, presunto agente de la Seguridad cubana según los propios diplomáticos norteamericanos, declaren que Raúl Castro está aplicando sobre las espaldas de los sectores más humildes políticas neoliberales para subsanar «dificultades creadas por el propio gobierno».
De este modo, los llamados disidentes repiten el guión preestablecido que, desde que se anunciaron los nuevos cambios para hacer más eficiente la economía cubana, publica cierta prensa.
Se trata sin dudas de los estertores del cinismo de una disidencia que a pesar de los millones de dólares que le ha costado al bolsillo del contribuyente norteamericano no ha logrado convencer a nadie, ni siquiera a sus contratistas, en su papel de supuesta vocera del pueblo cubano.
No sé en que país vivirán estos señores pero lo que se percibe ahora mismo en Cuba es más bien cierto desespero por aventurarse en el sector cuentapropista. Ayer mismo, coincidiendo con el inicio de el proceso de restructuración de plantillas, en la céntrica esquina de 23 y G, aún de noche, una familia trabajaba afanosamente por darle los toques finales al nuevo restaurant Habáname, que sin dudas le hará competencia al de 23 y H, justo a unos pasos del famoso El Cochinito, abierto hace solo unas semanas.
En realidad la disidencia teme con «aprehensión y pánico» que la Revolución, como ha hecho hasta ahora, gane de una vez por todas también esta batalla: la de la eficiencia económica. Sin "presos políticos", denunciados y desprestigiados por quienes los financian, y en medio de un socialismo mucho más próspero a pesar de bloqueos y agresiones, de qué diablo van a hablar los mercenarios.
http://www.cuba.cu/noticia.php?actualidad&id=7070
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