sábado, 5 de marzo de 2011

La pelea

Por Nuria Barbosa León*
 
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Fue en la Ciudad de New York donde se programó un tope bilateral de boxeo entre Cuba y Estados Unidos allá por la década del 70.

Las personas se agruparon espontáneamente en la calle, se esperaba la salida del equipo cubano desde el hotel hasta el Coliseo.

Los custodios estadounidenses temieron alguna agresión física y decidieron el traslado de los atletas a través de un túnel.

La llegada del equipo causó conmoción en el público, todas las lunetas estaban colmadas y en las gradas no cabía otra persona más. Todo se volvió grito, chiflidos, frases, coros, aplausos, luces, sonidos.

Presentan las escuadras, con los nombres de los boxeadores por división. Los altos parlantes anuncian el nombre de “José Gómez” y el público no aplaudes, sino abuchea. Proliferan palabrotas y se nota una inconformidad total. El favorito en la división es Alex Ramos y para él, la aprobación unánime de los espectadores en el centro deportivo.

Se hace una demostración de tiro de balón hacia una canasta de baloncesto, al concluir, otra presentación. Una vez más el publico demuestra su simpatía por el estadounidense Alex Ramos y rechazo para el cubano José Gómez.

Hora del gran combate de los 75 kilogramos. Suena la campana y en primer asalto ambos boxeadores se estudian para ganar puntos en el marcaje de golpes de gancho. Buscan encontrar el lado débil del contrario para hacer la pelea deseada.

Un descuido del cubano y cae a la lona con un golpe conectado por el norteamericano. Retumba la alegría en el Coliseo y entre gritos y chiflido se incorpora el cubano para reanudar la pelea y esperar el campanazo del final del primer tiempo.

En la esquina de Cuba, los entrenadores echan agua y buscan la ira del boxeador. Una frase lo hizo reaccionar:

-Vas a perder la pelea, cojones.

Con esa frase en los oídos de José Gómez, regresa al segundo asalto. El puño chocó varias veces en el cuerpo de Alex Ramos, hasta que un golpe seco hizo temblar la cabeza del norteamericano que perdió la estabilidad y queda tendido entre las doce cuerdas.

En un instante el país se paralizó, el silencio cundió en el conteo de un árbitro que decreto el fin de la pelea y coronó al cubano como triunfador.

A partir de ese momento el público entendió que Cuba llegó para ganar.

* Periodista de Radio Progreso y Radio Habana Cuba

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