Por Salvador Capote
¿Qué sistema de justicia es ése que declara inocente a un monstruo como el terrorista Luis Posada Carriles mientras mantiene injustamente en prisión a cinco hombres de excepcionales valores humanos, los Cinco de Cuba? Continuemos la disección mostrando cómo las leyes de Estados Unidos justificaron los horrores de la esclavitud primero, la segregación racista después y perpetuaron la discriminación del negro hasta nuestros días.
Cuando Thomas Jefferson escribió en la Declaración de Independencia: “Todos los hombres son creados iguales”, no estaba pensando, con absoluta seguridad, en los esclavos ni en las minorías, ni en los siervos bajo contrato (“indentured servants”), ni siquiera en las esposas e hijas de los blancos acaudalados a quienes la famosa frase se refería. En este contexto, la palabra “hombres” hay que entenderla literalmente y hombres blancos propietarios específicamente. Cuando Jefferson diseñó su señorial mansión de Monticello, de 43 habitaciones, situó bajo tierra las barracas de los esclavos para que su fealdad no fuese visible desde el palacio. Cuenta el escritor norteamericano Gore Vidal, en su novela histórica “Burr”, que a los visitantes de Monticelli les sorprendía el extraordinario parecido físico de todos los niños mulatos de la plantación con su amo Jefferson. Cuando se firmó la Declaración de Independencia había en Estados Unidos 600 000 esclavos negros y ninguno de ellos fue liberado. Tendría que transcurrir casi un siglo para que la esclavitud desapareciese como institución, aunque dejando profundas y permanentes secuelas.
La Sección 2 del Artículo 1 de la Constitución de Estados Unidos, conocida como “compromiso de los tres-quintos”, estipulaba que para la representación de los estados en el Congreso, el valor de un esclavo negro era el de 3/5 de una persona.
Todo el aparato jurídico e institucional de Estados Unidos fue diseñado para crear y mantener los privilegios de los propietarios blancos. El conjunto de las decisiones de la cortes de justicia de la época reflejan claramente la total carencia de derechos legales de los negros. Una decisión famosa de la Corte Suprema de Estados Unidos tuvo lugar en el caso Dred Scott v. Sandford, 1857. Scott, un negro nacido en Estados Unidos, que había obtenido su libertad en Illinois, reclamó la condición de ciudadano. La Corte rechazó la petición alegando que a los negros nunca se les consideró como parte del pueblo de Estados Unidos.
En los libros de texto de las escuelas se enseña que la Guerra de Secesión se libró para liberar a los esclavos. En realidad, tuvo causas y motivaciones mucho más complejas. La guerra se desató debido a las contradicciones insalvables entre el Sur aristocrático, con estructuras de tipo feudal, donde las haciendas trabajadas por esclavos eran la fuente de riqueza y de poder, y un Norte capitalista, surgido a consecuencia de la revolución industrial, que necesitaba grandes masas de trabajadores para sus fábricas y que, para continuar su desarrollo, exigía la creación en todo el país de un nuevo orden económico y social. La guerra, además, fue un gran negocio y de ella surgieron colosales fortunas como las de Rockefeller, Carnegie, Morgan, Armour, Mellon, y Gould.
Uno de los mitos fundamentales en la historia de Estados Unidos es la presentación de Abraham Lincoln como el Gran Emancipador. En un discurso en 1858 (1), poco antes de comenzar la guerra, Lincoln expresó: “No estoy y no he estado nunca en favor de forma alguna de igualdad social y política de las razas blanca y negra; no estoy y no he estado nunca en favor de que los negros voten o sirvan como jurados; ni de que califiquen para ocupar cargos, ni tampoco de matrimonios inter raciales con personas blancas; y diré, además, que hay una diferencia física entre las razas blanca y negra que considero impedirá para siempre que las dos razas vivan juntas en términos de igualdad social y política. Y puesto que no pueden vivir de esa manera, mientras permanezcan juntas tendrá que haber una posición superior y otra inferior, y yo estoy tanto como cualquier otro hombre, en favor de que la posición superior se le asigne a la raza blanca”.
Cuando se produjo la secesión de los estados del Sur, Lincoln prometió no interferir con la esclavitud en los estados donde la institución se encontraba establecida y prometió también mantener la ley que permitía la persecución de los esclavos fugitivos. La prioridad de Lincoln era restaurar la Unión, no abolir la esclavitud. De hecho, cuatro estados esclavistas continuaron formando parte de ella: Maryland, Delaware, Kentucky y Missouri.
En septiembre de 1862, Lincoln firmó la Proclamación de Emancipación, pero ésta no liberaba todos los esclavos sino solamente aquellos de los territorios rebeldes no ocupados por el ejército de la Unión. Absurdamente, no liberaba a los esclavos en los territorios controlados por el gobierno.
Si hubo algún “Gran Emancipador” éste fue sin duda el dirigente negro estadounidense Frederick Douglass. Fue Douglass quien convenció a Lincoln de que no podría ganar la guerra sin liberar a los esclavos en el Sur y sin permitir a los negros en el Norte enrolarse en el ejército, y no fue hasta 1863 que el Congreso autorizó su enrolamiento. Sin los 200,000 negros que se alistaron como voluntarios en el ejército de la Unión (38,000 resultaron muertos o heridos) otro hubiera sido el curso de la guerra.
Douglass honró siempre a Lincoln como presidente mártir pero rechazó el mito del Gran Emancipador. En su “Oración en Memoria de Abraham Lincoln”, al inaugurar el Monumento a los “Freedmen” (hombres liberados de la esclavitud) en 1876, en Washington, afirmó: “Lincoln no fue nuestro hombre ni nuestro modelo. El fue, por encima de todo, el presidente de los blancos, dedicado enteramente al bienestar de los blancos. Ustedes [los blancos] son los hijos de Abraham Lincoln. Nosotros [los negros] somos, en el mejor de los casos, solamente sus hijastros”.
Terminado el conflicto y con la ratificación de la Decimotercera Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, en diciembre de 1865, la esclavitud quedó abolida en todo el territorio de la nación. Los negros quedaron libres aunque sin derecho al voto. Sin embargo, los terratenientes del Sur no se resignaban a perder sus privilegios. En los estados sureños fueron promulgadas leyes que tenían como finalidad restablecer las relaciones de esclavitud. El conjunto de estas leyes se conoce como “The Black Codes” (Los Códigos Negros).
En 1866 el Congreso aprobó la primera ley de derechos civiles (“Civil Rights Act”) que otorgaba la ciudadanía a los afro-norteamericanos (pero no a los indios) y -en teoría- la igualdad de derechos ante la ley. No obstante, la aprobación tuvo que sobreponerse al veto del presidente Andrew Johnson y, para evitar que fuese declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia, el Congreso aprobó también la 14a. Enmienda (1868) con el fin de incluir estos derechos en la Constitución.
La leyes aprobadas durante el periodo de Reconstrucción (1865-1876) incluyendo la 15a. Enmienda (1870), que otorgaba el derecho al voto a los negros (a los hombres, no a las mujeres, y con muchas limitaciones), y la ley de Derechos Civiles de 1875 (revocada posteriormente) que prohibía la discriminación racial, se enfrentaron a la resistencia de los blancos sureños quienes, además de los Códigos Negros, utilizaron todo tipo de violencia y terror. Fue por esta época que surgió el Ku Klux Klan. Por último, con las interpretaciones racistas de las cortes, estas leyes se convirtieron en muy poco tiempo en papel mojado.
Las leyes promulgadas en el Sur privaban a los negros de sus derechos ciudadanos. No podían votar, ejercer cargos públicos, servir como jurados ni testificar contra los blancos y estaban sujetos a estrictas normas de segregación. Por ley, tenían que asistir a escuelas, viajar en vehículos, comer en restaurantes, visitar parques, y ser enterrados en cementerios, sólo para negros. Se les negaba la oportunidad de participar en la vida económica de la nación y vivían, casi en su totalidad, en pobreza extrema.
En 1896, la decisión de la Corte Suprema en el caso Plessy v. Ferguson, colocó a nivel federal la segregación. La separación de razas adquiría de este modo un respaldo constitucional. Esta infamante decisión de la Corte Suprema legitimó la existencia de dos sociedades: una blanca, privilegiada; la otra negra, desposeída y humillada. Entre 1876 y 1965, multitud de leyes locales, estatales y federales, llamadas “Leyes de Jim Crow” (por el personaje cómico disfrazado de negro, con este nombre) reforzaron la segregación racial. Mientras los Códigos Negros tuvieron vigencia principalmente en el Sur, durante la etapa de Reconstrucción, las Leyes de Jim Crow se extendieron por todo el territorio de Estados Unidos. Estas leyes, basadas en la falacia de “separados pero iguales” sistematizaron las desventajas y desigualdades en todas las esferas económicas, políticas y sociales, y legitimaron la discriminación contra los negros.
Los que se oponían a las Leyes de Jim Crow arriesgaban sus empleos, sus hogares y sus vidas. Más de 5000 negros (3440 casos documentados) hombres y mujeres, fueron linchados entre 1882 y 1968, un promedio de 58 linchamientos por año. Los negros carecían de amparo legal completamente, pues todo el sistema de justicia criminal estaba integrado por blancos: policías, fiscales, jueces, jurados y oficiales a cargo de las prisiones.
Los movimientos por los derechos civiles que tuvieron lugar en las décadas de 1950 y 1960 alcanzaron éxitos notables como la decisión de la Corte Suprema en el caso “Brown v. Board of Education” (1954) que prohibió la segregación en las escuelas públicas; la “Civil Rights Act” (Ley de Derechos Civiles) de 1964; la “Voting Rights Act” (Ley de Derecho al Voto) de 1965, que eliminó obstáculos al voto negro que aún permanecían; y la “Fair Housing Act” (Ley de Derecho a la Vivienda) de 1968, que prohibió la discriminación en la venta o renta de casas. Sin embargo, estas conquistas, en la práctica, se han ido difuminando con el tiempo. Hoy, varias décadas después, puede afirmarse que los avances han sido demasiado modestos. La “Affirmative Action” (Acción Afirmativa) con el fin de promover a los negros a posiciones sociales más altas, es otro de los movimientos fracasados. En todos los casos, el fracaso se debe a que se dejan intactas las estructuras, principalmente económicas, de dominación y opresión.
En 1956, la “Interstate and Defense Highway Act” (Ley de Autopistas Interestatales y de Defensa) condenó a la destrucción a los vecindarios negros y pobres de las principales ciudades de Estados Unidos. Las cintas de asfalto y los muros de concreto de las autopistas cruzaron por el centro de los ghettos negros fragmentándolos e incomunicando los fragmentos entre sí. La construcción de vías de acceso rápido aceleró el proceso de suburbanización. Las clases alta y media de las ciudades pudieron trasladarse a viviendas confortables en zonas alejadas del centro de la ciudad, invirtiendo así el esquema tradicional: clases adineradas e instituciones vitales de la ciudad en el centro - pobres en los suburbios, por otro en que los negros y los pobres quedaron en un “downtown” abandonado y deteriorado.
No, el racismo y la discriminación en Estados Unidos están muy lejos de haber desaparecido y la demostración es muy sencilla: los negros siguen viviendo en los peores barrios, asistiendo a las peores escuelas, recibiendo los peores empleos, y abarrotando las cárceles del país, los centros de detención de juveniles y los corredores de la muerte. Los pasos previos imprescindibles para reparar las injusticias presentes y pasadas no ocurrirán mientras exista el “Establishment”: reconocer la verdad, disculparse ante las víctimas y ofrecerles las compensaciones y reparaciones a que tienen derecho.
Una inscripción, situada sobre las monumentales columnas del edificio de la Corte Suprema en Washington, reza: “Equal Justice Under Law” (Igual Justicia Ante la Ley), pero cuando la igualdad no existe y las leyes son creadas para mantener y reforzar los privilegios de la clase dominante, la justicia es imposible. (2)
- Debate at Charleston, Illinois, Sept. 18, 1858.
- Ver también en Areítodigital.net los artículos del autor: “Little Rock” y “Miami: Muros de Concreto y Segregación”.
*Bioquímico cubano, actualmente reside en Miami. Trasmite con cierta regularidad por Radio Miami el Programa “La Opinión del Día”, que aparece poco después en laradiomiami.com. Es colaborador de Areítodigital.net; participa, con la Alianza Martiana, en la lucha contra el Bloqueo impuesto a Cuba por Estados Unidos.
Imagen agregada RCBáez
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