Al Guayacán honrado
Por Aleida Godínez Soler
Por Aleida Godínez Soler
Para Carlos Manuel Serpa Maceira
Taller de Ética periodística en la residencia del Jefe de la SINA: Serpa en la extrema derecha, con camisa verde claro
Persigo los blogs. Tengo una avidez impresionante por la lectura. Leo bueno y malo. No sólo leo dos veces sino que contesto las dos. Me asomo a la puerta digital de algunos abominables que antes tuteaba, por estrictas razones de trabajo, porque si fuera por mí, nunca los leyera. Creo que esa necesidad me ha hecho romper un poco mis esquemas. Me sobrepongo a veces de tanta maldad y venganza.
Créeme, compañero, que me costaba trabajo leerte cuando hacías ese reporte de Las Damas de Blanco. Sé que algunos en mi lugar hubieran alardeado diciendo… ¡lo sabía!¡a mí no me engañó!, porque nosotros los cubanos en inmensa mayoría tenemos ese mal habito, no nos gusta que nos madruguen... Pero no fue mi caso. A mí sí me madrugaste. Y hasta me alegró la sacudida.
Te recuerdo ahora mismo aquel 14 de marzo en el Taller de Ética periodística en la residencia del Jefe de la SINA, calladito, humilde y sencillo, así como eres, tratando de buscar información sobre los que allí estábamos, atento a mis palabras porque estabas convencido que éramos adversarios.
Te cuento que nunca me desagradaste del todo. Siempre te vi como el pinerito callado y sencillo que podía llegar a algo. No te subestimé: no, para nada, si te dijera que más bien te sobrevaloré y hasta me dije: ¡Qué lástima de muchacho metido en esta porquería! Así que podrás imaginar cuánto me alegré. Estaba por Bayamo -te lo conté cuando te llamé por teléfono- y mi corazón galopaba acelerado.
Hoy te leo una y otra vez y gasto horas respondiendo a los imbéciles a los que les pasaste por encima arrolladoramente y aún no han podido ni podrán reponerse del golpe. Ellos no se acostumbrarán jamás a la idea de que están librando una batalla que, desde que llegaron al campo de juego, llevaba colgando una etiqueta que decía: ENCUENTRO PERDIDO.
Y es así, colega, ellos juegan un juego virtual, donde lo único que no es ficción son los billetes que les pagan, donde tienen que ganárselos con mentiras y amenazas pueriles. Se creen muy en serio el cuento de que son opositores, periodistas, Damas de Blanco. Creen que tendrán siempre apoyo de los gringos. No se han reconocido a sí mismos como empleados de ese gobierno. Y olvidan que Roma paga… y desprecia.
Sólo personas como Reina Tamayo apuestan por ellos. ¡Miren a ver si ya alguien en Miami se acuerda de Ángela Herrera, la flamante jefa de un movimiento contrarrevolucionario denominado nada más y nada menos que Maceísta, muy bien pagado por el finado Jorge Más Canosa y su Fundación Nacional Cubano Americana! Armaron una despampanante alharaca, la recibieron como a una heroína, la llevaron a Ginebra y después que la exprimieron como trapo viejo mojado, le dieron unas limosnas y un poco de comida, le ofrecieron empleo en una empresa de viales propiedad de la familia Más Canosa y la tiraron después al rincón del olvido a donde también un día lanzarán a la madre de Zapata.
Tú estás simplemente en el lado de los justos, en este lado de la batalla donde se brilla con luz propia, con tu moral, tu dignidad y tu verdad. No importa cuánto digan. Deja que digan lo que quieran… y disfrútalo. Tú perteneces al digno colectivo de los que no bajan la cabeza y no ocultan sus razones, las verdaderas razones de Cuba; de los que, utilizando sus argumentos irrefutables, los pondrá de rodillas a su antojo para dejar sangrar la herida.
Soy muy feliz por ti, por Vladimir, por Collera, por Capote, por Frank Carlos, aquel muchacho que me puso a correr cuando la exposición de pintura en Pinar del Río; en fin, por todos los que un día se empinaron.
Me reafirmo en la esperanza de saber que hay otros como tú, haciendo suyas desde el anonimato que le asignó la lucha, las palabras del maestro:
“Lo que a otros se concede, nosotros somos los que lo conseguimos. Nosotros somos espuela, látigo, realidad, vigía, consuelo. Nosotros unimos lo que otros dividen. Nosotros no morimos. Nosotros somos la reserva de la patria”.
Tú eres, viril Guayacán, la reserva de la Patria.
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