martes, 12 de julio de 2011

Crónica de uno de los hombres del año




El Dr. Marcus Dutra en Nabasanuka.
El Dr. Marcus Dutra, médico brasileño graduado en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), ha escrito a Arleen Rodríguez un comentario, a propósito del artículo El hombre del año, que no quisiéramos dejar de compartir con nuestros lectores. Marcus se encuentra prestando servicios en una comunidad indígena llamada Nabasanuka, en Delta Amacuro, Venezuela.
Arleen querida,

No había visto el texto que escribiste por Cubadebate, gracias por las palabras que me dedicas. Seguro que si no fuera por la Revolución cubana y la Revolución bolivariana jamás sería posible nada de eso.

Y qué casualidad que me hayas enviado el correo hoy; ayer por la noche, a las 4 de la mañana en punto, yo había realizado un parto a una señora con eclampsia, convulsionó, le apliqué todo el tratamiento y las medidas en lo posible, pues yo no cuento aquí con todos los recursos de un hospital, ni tenía tiempo para trasladarla a otro centro porque era de madrugada.
La lancha del ambulatorio no tenía una sola gota de gasolina, y ya ella había empezado a parir. El hecho es que después de todo el estrés de la situación, donde era posible que ella no viviera, bueno, al final nació bien el niño, un varón, gordito. La madre comenzó a mejorar, estuve toda la noche a su lado, pendiente de cualquier cosa. Ella se mejoró, no convulsionó, la presión se normalizó, ya no tenía dolor, estaba tranquila, el medicamento iba bajando lentamente junto al suero… Todo se calmó.

Cuando ella se durmió y yo pude salir afuera a tomar aire, eran como dije las 4 de la mañana. Caminé por el pequeño muelle que hay frente al ambulatorio, hecho de tablas semipodridas, un silencio tomaba cuenta de la comunidad, algunas casitas con las luces prendidas brillando solo lo suficiente que permiten las velas, un perro acostado sobre las tablas, y el silencio profundo de todo ese pueblo. No podia dejar de sentirme feliz por haber ayudado a la madre y a su hijo. Un orgullo sano tomó cuenta de mi alma, y al sentir eso no podia dejar de preguntar:

coño, ¿sabrá Fidel la exacta dimensión del bien que ha hecho a la humanidad? ¿Acaso imaginará que en una pequeñísima comunidad del estado más pobre de Venezuela frente al Orinoco, a las 4 de la mañana hay un médico hijo de la ELAM salvando a la gente que había sido olvidada por todos? ¿Podrá él comprender cuánto lo necesitan, cuánto se necesitan hombres como él para hacer la felicidad de los seres humanos? ¿Entenderá que no hay palabras suficientes para calificarlo? Y acaso, ¿sabrá el niño algún día que si no fuera por Fidel Castro él mismo no tendría vida?

Es decir, sin Revolución no habría ELAM, sin ELAM yo no habría sido medico, y si yo no estuviera acá, en el momento que convulsionó la madre y hubiera actuado a tiempo el niño probablemente iba a morir, o quizás la madre. Fue entonces, Arleen, que sentí más que nunca el orgullo de todos los internacionalistas cubanos, los que partieron a Argelia en el 60, los que fueron al Congo, los que estuvieron con el Che en Bolivia, los que pelearon en Angola, y sentí un frío en la barriga, Arleen, cuando me enteré de que ahora yo soy un internacionalista cubano también… un soldado, un revolucionario, a la orden de la Revolución cubana, y de este increíble gigante, Fidel Castro

Si algo no se entiende de esto que escribo de manera apurada, es que el deseo de compartir eso contigo es muy fuerte, y no puedo dejar para después. Además ya tocan a la puerta, llamando por el médico, parece que viene un niño con deshidratación. Tengo que ir. Cuídate mucho por allá, gracias por las palabras tan bellas, y sí, claro que puedes compartir mi correo, no hay problema, un beso grande.

Marcus





Un niño del Delta Amacuro. Foto: Marcus Dutra



Niños. Foto: Marcus Dutra



El caserío al pie del Orinoco.



El día a día. Foto: Marcus Dutra

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Los hombres del año

3 Enero 2011
Fidel en el acto por el aniversario de los CDR. Foto: Roberto Chile

Desde una comunidad indígena llamada Nabasanuka, en Delta Amacuro, Venezuela, me escribe a menudo Marcus Dutra, joven médico brasileño formado en la ELAM. Está feliz de servir en uno de esos pueblos de cuya existencia no sabíamos -en realidad no sabríamos- nada, de no ser por las circunstancias que lo llevaron a él, y antes a otros como él, hasta el delta del majestuoso Orinoco: la Revolución Bolivariana y el horizonte infinito de los sueños cumplidos de Fidel. >>

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