Y yo cantaría "Por eso yo soy cubana, y me muero siendo cubana!"Identidad nacional: Cada cubano un Nosotros
Por Vladia Rubio
Fotos: Armando Santana
“Yo soy, como soy
Y a casi todo el mundo
Yo le tiendo mano”
Silvio Rodríguez
Y a casi todo el mundo
Yo le tiendo mano”
Silvio Rodríguez
Investigar y sobre todo tratar de afianzar las identidades nacionales es casi una exigencia impuesta por este mundo cada vez más globalizado para bien y para mal.
Una aproximación de la doctora en Ciencias Sociológicas María Isabel Domínguez, directora del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, al tema “Identidad nacional y sucesión generacional en Cuba”, permite ahora volver sobre esta importantísima arista de nuestro existir como nación, y ratificar que los cubanos poseen una clara autoimagen, estable en el tiempo y apoyada fundamentalmente en elementos positivos del carácter, así como en valores humanos y sociales que les identifican.
Desmintiendo a los tantos chistes que hablan de cómo los cubanos se ven a sí mismos “los más mejores”, la doctora Domínguez asegura que aun cuando la valoración que en este siglo XXI se atribuyen está positivamente orientada; se percibe “la aparición de una autoimagen más balanceada y menos apologética del /a cubano/a”, en la que coexisten “visiones altamente positivas con rasgos negativos, incluso en lo personal.” Aparecen valoraciones críticas, y, en menor medida, las autocríticas.
No obstante, la también titular de la Academia de Ciencias de Cuba precisa que la coexistencia de esos rasgos positivos y negativos en la autopercepción del cubano no implica conflictos antagónicos, son poco comunes las visiones polarizadas -en los dos extremos- constatadas por las indagaciones.
La ponencia de Domínguez incluye -luego de un rápido paneo desde la conformación ya nítida de la nacionalidad cubana, en la segunda mitad del siglo XIX- una interesante y comparativa panorámica sobre el actuar de las distintas generaciones durante el último medio siglo en la historia nacional, teniendo siempre en cuenta que “la identidad es particularmente sensible a los cambios en los contextos económicos, políticos y sociales, tanto internos como externos”.
Si, al decir de la investigadora, los jóvenes de los años 60 conformaron por primera vez una identidad juvenil ampliamente compartida, con real participación en una actividad social común, constituyendo así una generación de transición; los de los 70 no se diferenciaron demasiado por socializarse en un contexto similar. Sin embargo, la continuidad generacional diluyó un tanto la identidad de este grupo y “aunque se continuaron consolidando los sentimientos de autoestima nacional, en la generación joven se comenzó a debilitar el conocimiento de los vínculos entre el presente y el pasado de la nación por insuficiencias en la enseñanza de la Historia y en la transmisión de tradiciones culturales.”
A finales de esa década, la autora señala que no existía una autoconciencia generacional definida, aunque sí el sentido de pertenencia al grupo de los adultos o de los jóvenes, pero sin delimitar de forma clara los límites. Es también por esos años cuando los cubanos incorporan nuevas representaciones de sí mismos como ser latinoamericanos, internacionalistas y solidarios.
Tomando como referencia los estudios de la también doctora Carolina de la Torre, Domínguez subraya que las indagaciones de su colega demostraron que los habitantes de esta Isla comparten rasgos, representaciones y significaciones que les hacen sentir unidos y evidencian un inconsciente deseo de proteger la imagen nacional cuando otros se refieren a sus rasgos negativos. En general, durante los años 80 pudo constatarse un fortalecimiento de la autoestima nacional, “aun cuando se obtuvo una imagen balanceada entre virtudes y defectos.”
Al mal tiempo, buena cara
Diez años después, con la profunda marca dejada por la crisis en que se vio sumido el país por la caída del socialismo en Europa del Este y el recrudecimiento del bloqueo de Estados Unidos, las respuestas fueron más autocrítica, se apreciaron conflictos de identidad y también las calificadas como identidades negativas. Es por entonces cuando los investigadores detectaron, aunque sin generalizaciones, la aparición de nuevas categorías que se endilgaban los propios cubanos como “negociantes”, “interesados”, “gentes con doble moral” o “pasivos”.
Sin embargo, “es posible decir que el/la cubano/a mantiene un fuerte sentimiento de identidad, orgullo de su cultura y una autopercepción indudablemente positiva, aunque sea más matizada (menos en blanco y negro), contradictoria y heterogénea que antes del llamado “Período Especial”. Así asegura la doctora Carolina de la Torre, citada en la ponencia.
Resultados recientes, ya entrado el siglo XXI, permiten afirmar a Domínguez que los cubanos conservan una imagen positiva así como la amplia y rápida capacidad para autodefinirse.
Entre los rasgos positivos que se adjudican, incluyen el buen carácter y su sentido de la vida, la amabilidad, solidaridad y la capacidad para buenas relaciones interpersonales. También se apuntan adjetivos asociados con la valentía, capacidad de trabajo, esfuerzo, sacrificio y creatividad, los principios revolucionarios, patrióticos y morales; con la inteligencia, la capacidad e instrucción, y con los sentimientos y afectos.
Del otro lado de la balanza, en el platillo de lo negativo, sitúan la quinta parte de todas las características que se adjudican, y entre ellas anotan algunas como “se han vuelto interesados” o “se han perdido los rasgos del cubano”.
La investigadora subraya que todos los jóvenes interrogados “expresaron al menos un motivo para sentirse orgullosos de ser cubanos. El peso mayor se lo atribuyeron a razones históricas y políticas, relativas a la valentía, luchas por la independencia, capacidad de resistencia, dignidad, así como al ejemplo internacional que Cuba representa”.
Como motivos para tal orgullo, mencionaron en segundo lugar las oportunidades que brinda el sistema social, en especial las referidas a la educación y a la tranquilidad ciudadana; y en tercer lugar, por las características de la población.
Aunque no queda explícito en el texto que sirvió de fuente a estas líneas, quizás entre esas características esté la familiaridad con que Lily invita a los vecinos a compartir el buchito de café, la pasión con que Luis defiende a su equipo de pelota; la ternura con que Manolo acaricia a su perro, o esa manera de andar de Mayelín, como dueña de la mañana. Tal vez se refieran también a la solicitud con que aquel desconocido ayudó a bajar la escalera a la abuela de Didier, a esa manera protectora y un tanto posesiva, con que Ibrahim enlaza el talle de su mujer, o la forma de mirar de frente a los ojos que tienen los habitantes de esta Isla y que asombra a más de un recién llegado desde otras tierras.
Gestos, pasiones, odios, modos; pequeños y grandes instantes imposibles de apresar en el rigor de un trabajo científico pero que igual dan color al gran mosaico de esta Isla diversa, que en los comienzos del pasado siglo hizo exclamar a Don Fernando Ortiz “¡Bienaventurados los cubanos que sean cubanos, porque de ellos será el reino de los cielos”! Hoy, cuando ya deja de gatear el siglo XXI, y aun con tanto viento en contra, los habitantes de esta tierra parecen confirmarlo en las indagaciones sobre su identidad.
Tomado de Hace calor en La Habana: El blog de Vladia
http://vladia.blogcip.cu/2011/11/01/identidad-nacional-cada-cubano-un-nosotros/
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