sábado, 12 de noviembre de 2011

Los Cinco…


Por Marcela Pérez Silva

 

Cinco son los dedos de las manos, cinco los de los pies. Cinco las vocales, los cinco sentidos, los cinco minutos en los que “la vida es eterna” en el pelo de Amanda, cada vez que Víctor Jara la recuerda. Cinco son los continentes y cinco los inocentes injustamente encarcelados por defender a su patria: cinco jóvenes cubanos que llegaron a los Estados Unidos para evitar que más bombas mercenarias mataran turistas en los hoteles de Cuba.

 Los Cinco fueron apresados en 1998. Se habían infiltrado en los grupos que operan al sur de la Florida y lograron impedir que se cometieran 170 nuevos atentados contra Cuba. El FBI fue alertado, pero en lugar de arrestar a los terroristas, detuvo a los Cinco acusándolos de espionaje. El Departamento de Justicia los condenó por crímenes que nunca cometieron. 

Absurdas penas, que en algunos casos les tomaría dos vidas cumplir, cayeron sobre ellos en un proceso repleto de irregularidades jurídicas, como reconoció la Corte de Atlanta. Era la manera de W (Bush) de saldar cuentas con la mafia miamense que logró subvertir su derrota electoral y llevarlo a la Casa Blanca, en tiempos en que Jeb Bush era gobernador de la Florida.

 Al llegar Barack Obama a la presidencia, pensamos que podían cambiar las cosas respecto al bloqueo a Cuba y a la injusta situación de los Cinco pero, a pesar del “crédito de paz” que se le otorgó con el Nobel, Obama no ha podido o no ha querido hacer justicia. Diez Premios Nobel han intercedido por los Cinco. Destacados deportistas, famosos intelectuales y artistas, religiosos de todos los credos, estrellas de Hollywood, defensores de derechos humanos, demócratas del mundo entero han firmado exigiendo su excarcelación. Agotados los procedimientos legales, el Presidente de los Estados Unidos es el único que puede retirar los falsos cargos y dejar en libertad a los Cinco patriotas cubanos.

 Trece son las lunas del año. Los dioses del Olimpo. Las serpientes del tocado de la diosa zapoteca. Trece era el número sagrado de los mayas, y el arcano que anuncia los cambios profundos, las renovaciones, los renacimientos. Trece son los años que han pasado los Cinco en injusta prisión, y la edad que tienen mis hijos Juan y Sebastián, cuando se los cuento. Los ojos de Juan no pueden esconder su asombro cuando dice “¡Todo una vida!”. Tiene razón.

 Tras cumplir 13 años y 26 días de una condena que no merecía, René González fue liberado el 7 de octubre a las 4:30 de la madrugada, pero pese a haber salido de prisión, no podrá regresar a Cuba debido a una orden judicial que lo obliga a quedarse tres años más en “libertad supervisada” en territorio estadounidense, donde quedará a tiro de piedra de los asesinos que él mismo sindicó y que siguen impunes.

 Fue emocionante ver a René abrazar a sus hijas, a su padre y a su hermano, oírlos cantar a voz en cuello las canciones de Silvio. Olguita, su esposa, no pudo estar con ellos: el gobierno norteamericano le ha negado seis veces la visa. Suerte parecida ha corrido Adriana, la esposa de Gerardo: hace nueve años se la concedieron, pero en el aeropuerto de Houston la despacharon de regreso a Cuba, sin dejarla ver a su marido preso. El caso de ellos es dramático pues soñaban con tener un hijo juntos y el reloj biológico corre en su contra. Crueldades adicionales.

 Como dice Fidel: “En prisión injusta y vengativa continuarán por largos años de confinamiento otros tres héroes cubanos, y uno más condenado a prisión perpetua por dos veces. Así responde el imperio al creciente reclamo mundial por la libertad de los mismos. Si así no fuera, el imperio dejaría de ser imperio; y Obama dejaría de ser tonto”.

 Por eso quiero unir mi voz a las voces de los muchos que alrededor del mundo exigen al Gobierno de los Estados Unidos el inmediato regreso de René González a su país: a los brazos de su esposa y de sus hijas; y la liberación de Gerardo Hernández, de Ramón Labañino, de Antonio Guerrero y de Fernando González, hermanos nuestros. 

 Ejemplares en su resistencia, en su persistencia, en su lealtad. Nuestra gratitud hacia ellos. Nuestra admiración y nuestro cariño.


Texto leído el 5 noviembre 2011, en evento radial de “Intelectuales por los 5”.

Imagen agregada RCBáez

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