sábado, 18 de febrero de 2012

La Revolución cubana y la transformación de las universidades, los profesores y los estudiantes

Por Wilkie Delgado Correa


"Y, ¿qué tengo que decirle a la Universidad como artículo primero, como función esencial de su vida en esta Cuba nueva? Le tengo que decir que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo de Cuba”.
Discurso de Ernesto Guevara el 28 de diciembre de 1959 en la Universidad Central de Las Villas.

En ocasión de la celebración en La Habana, del 13 al 17 de febrero, del 8vo. Congreso Internacional de Educación Superior "Universidad 2012”, con una amplia agenda relacionada con los estudios universitarios a nivel nacional e internacional, es conveniente exponer algunas ideas en torno a la significación de la Reforma Universitaria en Cuba, cuyo quincuagésimo aniversario se acaba de cumplir.

Al triunfo de la Revolución Cubana ésta tenía un gran reto: transformar las Universidades para adecuarlas al cambio de época. La Reforma de la Educación Superior, proclamada el 10 de enero de 1962. fue precisa, en su preámbulo, al destacar la situación que caracterizaba a este nivel educacional y apuntar que, al iniciar la Revolución su etapa transformadora el 10 de enero de 1959, este sistema estaba tocado por la corrupción y, sobre todo, era inservible a los altos fines de la renovación y el desarrollo económico, político y moral de nuestra patria, pues a pesar de la lucha de los estudiantes universitarios y una minoría de los profesores al lado del pueblo, derrochando heroísmo, coraje, dignidad, las estructuras universitarias se mantuvieron intactas y en un inmovilismo durante décadas. Era una contradicción patente con la historia gloriosa que habían jalonado generaciones de estudiantes como los fusilados en 1871, los incorporados a las guerras de independencia, hasta Mella, Trejo y José Antonio Echeverría.

Y es que la educación se mantuvo en un plano de retraso, verbalismo y dogmatismo durante el siglo XIX y durante la república neocolonial no se produjeron los debidos avances sustanciales, de ahí que las ideas y luchas de Julio Antonio Mella, en los años 20 del siglo XX, tuvieron en cuenta el movimiento continental de renovación surgido a partir de la Reforma Universitaria Argentina, iniciada en la Universidad de Córdoba. Mella apuntaba que "de los tres postulados fundamentales de la Revolución Universitaria: Democracia Universitaria, Renovación del Profesorado o Docencia Libre y Lucha Social, ninguno de más interés que este último. Lo que caracteriza la Revolución Universitaria es su afán de ser un movimiento social, de compenetrarse con el alma y necesidades de los oprimidos, de salir del lado de la reacción, pasar "la tierra de nadie”, y formar, valiente y noblemente, en las filas de la Revolución Social, en la vanguardia del proletariado”.

Pero si bien durante la República neocolonial y, especialmente, durante la dictadura entronizada de 1952-1958, los estudiantes revolucionarios trataron de cambiar la realidad del país a partir de las Universidades, con el triunfo de la Revolución Cubana, una Revolución social profunda, era necesario replantearse la tarea en forma integral, o sea, el cambio de la realidad social del país, incluyendo a todas las instituciones, y, por supuesto, especialmente las universidades. Se trataba de un proceso de refundación de las universidades y del resto de las instituciones y de creación de otras muchas, que permitieran el desarrollo del país en forma coherente con las ideas políticas, culturales, educacionales, morales, etc., de las que la revolución era portadora, para poner fin a la situación calamitosa del pueblo y elevarlo sobre los hombros hasta un sitio merecido donde pudiera resplandecer en toda su valía y potencialidades.

En fin, que la transformación socio-económica de país exigía la transformación de las Universidades, con el propósito de hacerlas más capaces para desempeñar a plenitud la función que las circunstancias demandaban. Profesores y estudiantes, integrados unitariamente en un solo esfuerzo y en una sola voluntad, debían participar en esa transformación. Y la enseñanza superior debía adquirir nuevos compromisos y las universidades debían ser el vehículo por el cual la ciencia y la técnica modernas, junto a la conciencia más nacional y universal, debían ponerse al servicio del pueblo de Cuba y del mundo.

En el discurso al recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Central de Las Villas, el 28 de Diciembre de 1959, el Comandante Ernesto Guevara, había definido magistralmente el pedido que el Gobierno Revolucionario hacía a las Universidades cubanas y que debía concretarse con urgencia y como un mandato irrenunciable para el futuro.

"Y, ¿qué tengo que decirle a la Universidad como artículo primero, como función esencial de su vida en esta Cuba nueva? Le tengo que decir que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo de Cuba, y si este pueblo que hoy está aquí y cuyos representantes están en todos los puestos del Gobierno, se alzó en armas y rompió el dique de la reacción, no fue porque esos diques no fueron elásticos, no tuvieron la inteligencia primordial de ser elásticos para poder frenar con esta elasticidad el impulso del pueblo, y el pueblo que ha triunfado, que está hasta malcriado en el triunfo, que conoce su fuerza y se sabe arrollador, está hoy a las puertas de la Universidad, y la Universidad debe ser flexible, pintarse de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o quedarse sin puertas, y el pueblo la romperá y él pintará la Universidad con los colores que le parezca.

Ese es el mensaje primero, es el mensaje que hubiera querido decir los primeros días después de la victoria en las tres Universidades del país, pero que solamente pude hacer en la Universidad de Santiago, y si me pidieran un consejo a fuer de pueblo, de Ejército Rebelde y de profesor de Pedagogía, diría yo que para llegar al pueblo hay que sentirse pueblo, hay que saber qué es lo que quiere, qué es lo que necesita y qué es lo que siente el pueblo”.

Consecuente con las necesidades del país y la voluntad del Gobierno Revolucionario y del pueblo, la Reforma Universitaria trazó como fines de la Universidad los siguientes: Formar profesionales de nivel superior en el número y calidad que demanden las necesidades del país; organizar y difundir los estudios de la ciencia y las humanidades; realizar investigaciones científicas, desarrollar el espíritu de investigación en los universitarios y colaborar con las instituciones científicas y organismos técnicos extra-universitarios; completar la formación cultural, moral, política y corporal de los estudiantes, de modo que constituyan ciudadanos de las más altas calidades, dispuestos a servir siempre a la Patria y a la Humanidad con la eficiencia, el desinterés y la abnegación necesaria; contribuir a elevar, mediante actividades de extensión universitaria, el nivel cultural del pueblo cubano; fomentar el intercambio científico y cultural entre Cuba y los demás países del mundo.

Para lograr tales fines las Universidades debieron instrumentar cambios en sus estructuras, y, a la vez, aplicar políticas y métodos que rompieran los lazos con el pasado retardatario e instauraran una nueva visión y enfoque, dirigidos a alcanzar metas superiores en lo organizacional, en los objetivos educacionales y en el perfeccionamiento científico técnico y el mejoramiento humano y moral de sus profesores y estudiantes.

La Reforma señalaba: "El conjunto de los principios acordados debe conferir a la institución universitaria, una vez provista de idóneo elemento humano, una base funcional eficiente y un "espíritu”, es decir, una actitud, una conciencia colectiva, una sensibilidad y una voluntad de servir a la cultura, a la Patria y al mundo”.

"…para la plasmación de una reforma eficaz, es indispensable un profundo cambio de actitud en profesores y estudiantes. La enseñanza no es trasegar conocimientos. Es algo mucho más difícil: dirigir el aprendizaje, lo que significa orientar al alumno en el procesos de adquisición del saber, que es inexorablemente un proceso interior, una tarea de incorporaciones graduales, de cultivo de los recursos asimiladores y creadores de la personalidad humana. Todo estudiante ha de conquistar por sí mismo su propia ciencia. La ayuda que le proporciones el maestro no es –no puede ser- otra que de administrarle oportunas y hábiles indicaciones para que siga los caminos más adecuados a la búsqueda del saber, se coloque frente a los problemas de la profesión y se ejercite en el pensamiento y la técnica respectivos.”

"El alumno ha de convencerse de que es ilusoria y falaz toda pretensión de absorber cultura en dosis masivas, mediante esfuerzos memorísticos súper concentrados, que puede acumular en unos pocos días previos a las pruebas. Es necesario que modifique radicalmente su estilo de estudiar, en acuerdo con los nuevos rumbos educacionales”.

"La Universidad espera, en la nueva etapa que ahora se inicia, una actitud altamente cooperadora por parte del estudiantado… Como se ha dicho, la Universidad se reserva a quienes posean la vocación y actitud indispensables, sin lo cual no puede cumplir los altos fines de formación científica a que está destinada”.

"En cuanto a los profesores, ¿qué espera de ellos la Universidad? Sin duda, en primer lugar, un verdadero nivel universitario, lo que presupone superior competencia y edificante calidad humana. El simple repetidor de textos, el simulador, el superficial, no deben tener cabida en el recinto universitario, ni lo que deshonre la investidura docente con una moral repudiable. El didacta ha de ser un guía y un ejemplo para el alumno, en lo técnico y en lo humano. Además, precisa que, efectivamente, se convierta en amigo y compañero de sus discípulos [...]”.

"El profesor ha de ponerse siempre al justo nivel que su misión exige: acompañar y dirigir a los alumnos en su aprendizaje. Para ello es requisito imprescindible que sepa guiarlos –cordial, honesta y sencillamente- a la información y a la formación”.

"Desde luego que sin la información no puede existir la formación. Pero de aquélla basta una dosis discreta, los elementos funcionales de la disciplina. La formación, en cambio, es lo más importante, lo que forja la capacidad del alumno para buscar datos, hacer investigaciones, afrontar problemas y resolverlos, es decir, lo que constituye la médula de su futura actuación profesional. Ni pueden atiborrarse de ello ni les serviría de gran cosa, pues a los pocos años ya estarían a la zaga de los nuevos avances del saber [...]  La experiencia de los países más adelantados ratifica que el conveniente ajuste de información y formación es clave de toda la enseñanza, desde el nivel más bajo hasta el universitario”.

"Y es obligación cardinal de la docencia comprender a fondo este principio y practicarlo a fondo [...]. Enseñar es enseñar a estudiar, a pensar, a investigar, a trabajar [...]”

"Cooperación, respeto y fraternidad entre profesores y estudiantes, unidos en la búsqueda del saber y en el cultivo de los ideales humanos y patrióticos de la nueva Cuba, es la consigna indeclinable de nuestra reforma universitaria”.

Hoy estos principios generales sobre el papel de los profesores y los estudiantes conservan una vigencia plena y contribuyeron a iluminar los caminos que han tenido que recorrer juntos, generaciones sucesivas, para hacer más eficiente integralmente la misión de la universidad.

La nueva Universidad refundada por la Revolución Cubana sería, a partir de entonces, una universidad de nuevo tipo, desarrolladora y trascendente. Y como dijo Fidel, "la universidad, libre ya de los problemas políticos que la embargaban, libre ya del eterno conflicto con los gobernantes, porque el sentimiento universitario público, y el sentimiento del pueblo, y el sentimiento de los gobernantes, serán en lo adelante una sola cosa, libre ya de las batallas que antes libraba, porque ya no tendrá que librarlas, porque ya no habrá injusticia, porque ya no habrá tiranía, porque ya no habrá inmoralidades, la universidad podrá invertir su extraordinario caudal de energía y entusiasmo en preparar a los hombres, en preparar a la generación de hombres capacitados que la patria necesita, porque allí donde campeaba antes la politiquería, el oportunismo y el vicio, ha de campear en el futuro la virtud y la capacidad”.

En estos cincuenta años han surgido numerosas Universidades en Cuba y, por desarrollarse con una concepción nueva, hoy contamos con un país-universidad. Se transformó la estructura tradicional y se multiplicaron por cientos los escenarios de la enseñanza universitaria. Se materializaban así las ideas expresadas por Martí en 1892, hace 120 años, como sueño y vaticinio: "Ah, Cuba, futura universidad americana: [...]: sus hijos nutridos con la cultura universitaria y práctica del mundo, hablan con elegancia y piensan con majestad, en una tierra donde se enlazarán mañana las tres civilizaciones”.

Más de un millón de graduados universitarios en todas las ramas ha sido el fruto de las Universidades después del triunfo de la Revolución, que han hecho un aporte extraordinario a su país, mientras que un número de cientos de miles han contribuido al desarrollo de otros muchos países en todas partes del mundo, ejerciendo una labor de cooperación solidaria en los más variados campos.

Enviado por su autor
Imagen agregada: Yamila y Andrés, Argentina

No hay comentarios: