Mientras
se redacta este texto, casi concluye en el país el proceso de
nominación de candidatos -entre nuestros mejores hombres y mujeres- para
representarnos como delegados a las asambleas municipales del Poder
Popular, que comenzó el pasado 3 de septiembre.
Cientos
de miles, millones de electores en toda Cuba, incluyendo los jóvenes
que recién cumplieron 16 años y ejercen por primera vez en estos
comicios su derecho de nominar y elegir -y de ser nominados y elegidos-,
participan en las cerca de 51 mil reuniones previstas, en igual número
de áreas de nominación.
Por
cada área, como se ha recordado que establece la Ley 72 (Ley
Electoral), puede ser nominado un candidato, y por cada circunscripción,
en la que generalmente existe más de un área, pueden llevarse a la
elección del próximo 21 de octubre dos candidatos para delegado, como
mínimo, y ocho, como máximo.
La
nominación, también se sabe, es potestativa solo del electorado. Nadie
más que los residentes en las áreas pueden proponer a quienes elegirán
con su voto libre, voluntario, directo y secreto, para el servicio
público de delegados; para el complejo, difícil y a la vez enaltecedor
ejercicio del gobierno en sus primeros escalones: el barrio o comunidad,
y el municipio.
Los
nominados, asimismo, solo pueden ser residentes de esas áreas; y hasta
un cincuenta por ciento de quienes resulten delegados podrán ser
elegidos más adelante, en la segunda etapa de estas elecciones
generales, delegados a las asambleas provinciales y, también en igual
por ciento, diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, nuestro
Parlamento y órgano de poder supremo del Estado.
De
tal manera, bajo todos estos principios y normas, ejercemos los cubanos
el derecho humano de elegir a quienes nos gobiernan. Un derecho del
cual es parte, también, el voto igualmente directo, voluntario, libre y
secreto por esos delegados a las asambleas provinciales, y diputados al
Parlamento, cuya otra mitad -la de los que no integran las asambleas
municipales- la conforman compañeros propuestos también, al igual que
los delegados, por las comisiones de candidatura que integran las
organizaciones de masas, presididas por un representante de la Central
de Trabajadores de Cuba (CTC).
La
transparencia y la participación popular de principio a fin, incluyendo
el ejercicio como autoridades electorales, caracterizan a nuestros
comicios, en los cuales, además, el Registro de Electores es de oficio,
público e igualmente transparente.
Y los candidatos no hacen más campaña que la que pueden hacer por ellos sus hojas de vida, méritos y capacidades.
Es
el pueblo, por tanto, el protagonista de nuestras elecciones, igual que
lo es de nuestro sistema democrático, en virtud del cual los actuales
Lineamientos de la Política Económica y Social son resultado de una
amplia y profunda discusión de todos los cubanos, que tuvimos la
oportunidad de participar en ella voluntariamente y con plena libertad
de expresión.
De
la autenticidad y validez de nuestra manera de elegir Gobierno, da una
medida el interés constante de nuestros enemigos —el imperialismo yanqui
el primero— en desacreditarlo e ignorarlo. Malo sería que nos alabaran.
“Si tu enemigo te elogia, preocúpate”, dicen. Así que, ya sabemos.
Igual
han tratado de desacreditar y anular, sin éxito, a nuestras
organizaciones de masas, de las cuales la más incluyente y numerosa —los
Comités de Defensa de la Revolución— justo en estos días finales de la
nominación cumple 52 años de fundada, una vez más con la guardia en
alto, y en breve, dentro de solo unos días, también una vez más, a pie
de urna.
Los
cederistas, junto con las federadas, los anapistas, los trabajadores y
estudiantes son los vecinos de cada sitito urbano o rural del país.
Conforman la Cuba, que nuevamente nomina y se alista para elegir a
quienes mejor puedan representarnos a todos en el Poder Popular.
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Tomado de Revista Bohemia, Editorial
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