Por Graciela Guerrero Garay
La
noticia de la victoria electoral de Hugo Chávez Frías era esperada, aun
cuando medios y "seres" hicieron campañas para desacreditar la real
democracia que baña a la hermana Venezuela. Pero la verdad salió a
galopar por América desde el siglo pasado y decidió no apretar la
palanca del retroceso.
Obviaré
los preceptos políticos. Las imágenes que vimos de esa nación cuando
las elecciones, al menos para mí, más que un signo de un gobierno
bienvenido y respaldado por la mayoría es una fortaleza humana y digna
de admirar en estos tiempos de neoliberalismo y hambre con hambruna
generalizados. Esa es la enseñanza que me da la tierra de Bolívar.
Unidad
sin falso techo ni disfrazada bajo consignas de campaña o reflejos
mediáticos. Un Estado que ubica al socialismo en el justo escalón en que
su sociedad lo necesita. Trabajo en equipo, gubernamental, como dijo
con toda sinceridad Chávez mientras atendió a la prensa y a las
personalidades que fueron allí a testificar el desarrollo de las
votaciones.
Es
un proceso bolivariano y revolucionario convencido de que su propia
historia, la loable historia de Venezuela, bebe de sus raíces y no
importa la esencia. Paso a paso, con sabiduría, táctica y estrategia.
Siempre a la escucha del pueblo y espoleando las razones del porqué y
los por cuántos.
América
ha triunfado. Otro faro invencible le parió en sus entrañas. Otra vez
andan juntos los espíritus de sus héroes. Y el águila tiene que escuchar
el estampido. No son las cifras las que hablan –repito, al menos para
mí–. Es el clamor de la tierra que se defiende de las botas sucias que
le costaron sangre. Es la confianza que emana el Presidente Hugo Chávez
desde la cabeza a los pies. Su verbo y su acción, sin pretender ser
héroe ni víctima. Quizás, con mi mayor respeto, simplemente venezolano.
Un humilde soldado venezolano.
Cuba
también está de gloria. Y no por aquello que muchos dicen "del gigante
padrino". Sino porque los cubanos saben de estos momentos grandes, donde
el obrero es Dios y Dios es un pastor. Más que eso, bañada de roja anda
la región y el Sí se Puede de los desposeídos. El siglo XXI tiene ya un
buen alegato que contar mañana. Venezuela es el alba con el ALBA. Es el
eco de ese poder infinito, imposible de acorralar en urnas ni campañas
políticas, del hombre que es hombre de sí mismo y cifra, con sus sombras
y sus luces, la pureza vívida de lo que es humanidad.
Fuente Periódico 26, Las Tunas
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