Por Amalia
Soy
una mujer cubana, condición que me enorgullece y que a la vez no me
permite el mutismo. He leído en un diario digital que El Comité por la
Eliminación de la Violencia contra las Mujeres de la ONU anda pidiendo
al Gobierno cubano que erradique las ‘causas estructurales’ que
propician la explotación femenina y ha sugerido además que se
modifique el código laboral para que: “… incluya disposiciones que
contemplen el principio de igual pago por igual remuneración, así como
medidas para evitar el acoso sexual en el medio del trabajo…”
No
quisiera ser reiterativa, pero es una verdad más grande que un templo
que las mujeres cubanas desde el propio triunfo de la Revolución han
sido sujetos activos y principales beneficiarias de los logros
sociales. Como parte de la lucha por la justicia social, desde los
primeros años se inició una dura batalla por el ejercicio pleno de la
igualdad de derechos y oportunidades de mujeres y hombres en todos los
ámbitos y a todos los niveles de la vida nacional. El Gobierno
Revolucionario adoptó una serie de medidas legislativas, judiciales y
administrativas que garantizaron de inmediato el cumplimiento de los
Derechos Humanos fundamentales de todo el pueblo y en particular de las
mujeres, niños(as) y ancianos(as); creando con esto las bases necesarias
para la implementación posterior de una legislación que proclamara y
sustentara estos principios; entre los cuales ocupó un lugar prioritario
luchar por erradicar cualquier tipo de desigualdad o discriminación,
entre ellas la originada por motivo de sexo.
Actualmente
Cuba exhibe resultados positivos sobre las mujeres, que hoy son el 46,
7 por ciento de la fuerza laboral activa en el sector estatal civil,
las que reciben igual salario que los hombres por trabajo de igual
valor. Además el 65 % de todos los técnicos y profesionales de Cuba, el
63 % de los graduados universitarios, el 51 por ciento de los
investigadores científicos, el 55 por ciento de los colaboradores de la
salud en otras naciones y el 43. 32 por ciento de los parlamentarios son
mujeres.
No
obstante a todos nos sorprendió la aparición (con características
singulares), a finales de los 80, de las primeras manifestaciones de
prostitución, no desvinculadas por supuesto del referente internacional.
Cuba ha vivido desde entonces la experiencia insólita de la
manipulación política del drama de la prostitución, al ser centro de una
campaña internacional en la cual se presenta a las cubanas, a todas
ellas, como potenciales objetos de venta.
Al
vincular la reaparición de la prostitución en Cuba con las medidas
puestas en vigor para fortalecer la economía, en realidad lo que se ha
intentado es demostrar la inviabilidad de su proyecto social. Sin
matices y encubriendo el fenómeno, se ofrece como prueba máxima de
desintegración política del sistema cubano, el regreso de un tipo de
comercio desaparecido en las primeras décadas de la Revolución. Es muy
frecuente el intento por demostrar que la economía crece gracias al
mercado del sexo y no ha faltado quien de forma temeraria, le adjudique a
Cuba la patente de un “imperialismo erótico” al intentar explicar las
señales de recuperación económica de un país bloqueado. En este tipo de
análisis, por supuesto, la imagen de la prostituta cubana aparece
descontextualizada. En Cuba existe una variante de prostitutas y
prostitutos que poseen instrucción y ambiciones materiales no
perentorias, pero que además son absolutamente responsables de su
situación, pero claro, la prostitución no es una causa, sino un efecto,
de modo que la opción de elegir la vía del comercio sexual para
satisfacer ambiciones personales está precedida de condiciones sociales,
educacionales, económicas, familiares, que la predeterminan, y este
análisis es muy importante a la hora de concebir las estrategias de
reinserción social de la prostituta, para evitar actuar contra la
víctima en vez de hacerlo contra el mal y es en este sentido en el que
se encamina la lucha del gobierno de la Isla, para continuar
garantizando la dignidad plena de la mujer cubana.
Tomado del Blog Cuba con Amalia
Recomendamos, además esta lectura complementaria:
Y de Rosa Miriam Elizalde:
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