martes, 30 de julio de 2013

La mujer cubana

Por Amalia

Soy una mujer cubana, condición que me enorgullece y que a la vez no me permite el mutismo.  He leído en un diario digital que El Comité por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres de la ONU anda pidiendo al Gobierno cubano  que erradique las ‘causas estructurales’ que propician la explotación femenina y ha sugerido  además que se  modifique el código laboral para que: “…  incluya disposiciones que contemplen el principio de igual pago por igual remuneración, así como medidas para evitar el acoso sexual en el medio del trabajo…”

No quisiera ser reiterativa, pero es una verdad más grande que un templo que las mujeres cubanas desde el propio triunfo de la Revolución han sido sujetos activos y principales beneficiarias de los logros sociales. Como parte de la lucha por la justicia social, desde los primeros años  se inició una dura  batalla por el ejercicio pleno de la igualdad de derechos y oportunidades de mujeres y hombres en todos los ámbitos y a todos los niveles de la vida nacional. El Gobierno Revolucionario adoptó una serie de medidas legislativas, judiciales y administrativas que garantizaron de inmediato el cumplimiento de los Derechos Humanos fundamentales de todo el pueblo y en particular de las mujeres, niños(as) y ancianos(as); creando con esto las bases necesarias para la implementación posterior de una legislación que proclamara y sustentara estos principios; entre los cuales ocupó un lugar prioritario luchar por erradicar cualquier tipo de desigualdad o discriminación, entre ellas la originada por motivo de sexo.

Actualmente Cuba exhibe resultados positivos sobre las mujeres, que hoy  son el 46, 7 por ciento de la fuerza laboral activa en el sector estatal civil, las que reciben igual salario que los hombres por trabajo de igual valor. Además el 65 % de todos los técnicos y profesionales de Cuba, el 63 % de los graduados universitarios, el 51 por ciento de los investigadores científicos, el 55 por ciento de los colaboradores de la salud en otras naciones y el 43. 32 por ciento de los parlamentarios son mujeres.

No obstante a todos  nos sorprendió la aparición (con características singulares),  a finales  de los 80, de las primeras manifestaciones de prostitución, no desvinculadas por supuesto del referente internacional. Cuba ha vivido desde entonces la experiencia insólita de la manipulación política del drama de la prostitución, al ser centro de una campaña internacional en la cual se presenta a las cubanas, a todas ellas, como potenciales objetos de venta.

Al vincular la reaparición de la prostitución en Cuba con las medidas puestas en vigor para fortalecer la economía, en realidad lo que se ha intentado es demostrar  la inviabilidad de su proyecto social. Sin matices y encubriendo el fenómeno, se ofrece como prueba máxima de desintegración política del sistema cubano, el regreso de un tipo de comercio desaparecido en las primeras décadas de la Revolución. Es muy frecuente el intento por demostrar que la economía crece gracias al mercado del sexo y no ha faltado quien de forma temeraria, le adjudique a Cuba la patente de un “imperialismo erótico” al intentar explicar las señales de recuperación económica de un país bloqueado. En este tipo de análisis, por supuesto, la imagen de la prostituta cubana aparece descontextualizada.  En Cuba existe  una variante de prostitutas y prostitutos que poseen  instrucción y ambiciones materiales no perentorias, pero que además son absolutamente responsables de su situación, pero claro, la prostitución no es una causa, sino un efecto, de modo que la opción de elegir la vía del comercio sexual para satisfacer ambiciones personales está precedida de condiciones sociales, educacionales, económicas, familiares, que la predeterminan, y este análisis es muy importante a la hora de concebir las estrategias de reinserción social de la prostituta, para evitar actuar contra la víctima en vez de hacerlo contra el mal y es en este sentido en el que se  encamina  la lucha del gobierno de la Isla, para continuar garantizando la dignidad plena de la mujer cubana.

 
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