Por Percy Francisco Alvarado Godoy
Mucho
sufrió el pueblo norteamericano aquel nefasto 11 de septiembre de 2001,
es cierto, y con él el mundo entero. Sólo entonces se tomó plena
conciencia del dañino y tenebroso flagelo del terrorismo, monstruo capaz
de desarraigar de nosotros, al menos físicamente, a nuestros seres más
queridos. Tenía que ocurrir ese ingrato holocausto, herir el corazón
mismo de la gran metrópoli, para que dentro de ella se conociera el
verdadero daño de la violencia irracional. El impacto recibido por las
muertes del humilde hombre laborioso, por los oficinistas tempraneros y
por quienes trataron de enfrentar el daño in crescendo con un hacha y
una manguera hizo que el norteamericano simple comprendiera la necesidad
de acabar con aquellos que hacen del terror un modus vivendi. Fue sin
lugar a dudas un paso inicial, aunque todavía no se haya tomado plena
conciencia de sus verdaderas causas y de quiénes son realmente sus
verdaderos promotores.
A
fuer de ser sincero, y respetando el luto legítimo de estas gentes, hay
que reconocer que el terrorismo no sólo ha dañado al norteamericano
sencillo, ni a los hogares de Washington y Nueva York.
Cuba
lo ha sufrido permanentemente en un martirologio indeseado y lacerante,
y han sido pocos los que han levantado un dedo para condenarlo. Unas
veces ha sido porque la desinformación mediática ha discriminado el
dolor de nosotros y no ha habido un lamento general que reconozca
nuestro sufrimiento. Otras veces porque se trata de escamotear la verdad
de los acontecimientos haciendo que el sufrimiento se vea lejano e
intrascendente. Es por ello que da mucha pena que sólo se lamente el
mundo por unas víctimas y discrimine a las otras, que se reclame
venganza y justicia para unos muertos y se soslaye la pena de tantas
familias cubanas que han sufrido de forma cotidiana permanente. Tal
parece que la exclusividad del dolor le pertenece a unos pocos y el de
los otros, los marginados por estrechos raseros ideológicos del poder
mediático, es ignorado.
Para
los cubanos no solamente ha habido un solo 11 de septiembre, muchos han
sido los nefastos acontecimientos que los han hecho crispar los puños
con rabia e indignación, sacando a flote su energía y virilidad. Los
miles de muertos y heridos ocasionados por el terrorismo en la Isla,
paradójicamente financiado o permitido por los Estados Unidos, han sido
las víctimas en cada año, en cada mes, en cada día. Por eso es difícil
para mí no dejar de solidarizarme con aquellos a los que septiembre les
arrebató los sueños y la esperanza.
Cuando
se recuerda, pues, a nuestros muertos, en el obligado entretiempo del
que continúa viviendo a pesar del dolor, los vacíos crecen, las caricias
se marchitan con el peso de la ausencia permanente y el tierno beso se
disuelve en el recuerdo eterno de sus presencias. Nos duele en lo más
hondo este presente de ausencias, de flores y sueños desgarrados, de
ilusiones y promesas arrancadas, de suspiros y emociones que se
marcharon con ellos. Sólo nos queda, entonces, continuar viviendo con el
justo reclamo de la justicia que algún día llegará.
Quien
se imagine que aquel 6 de octubre de 1976 solamente se dañó, cuando se
hizo explotar un avión DC- 8 en pleno vuelo, a sus 73 ocupantes, 57 de
ellos cubanos, 11 guyaneses y cinco norcoreanos, se equivoca. El daño
afectó a centenares de cubanos, norcoreanos y guyaneses cuyos familiares
sufrieron con impotencia las irreparables pérdidas. Muchas fueron las
víctimas de este crimen y algunos viven hoy con las heridas sin
restañar.
Nunca
se supo que el crimen se planificó tres meses antes, en una reunión
celebrada por Posada Carriles y sus cómplices de fechorías en una casa
del pequeño pueblo de Bonao, en República Dominicana. De la misma manera
no conoció que varios de los terroristas ya habían decidido de antemano
el objetivo y el lugar de la acción violenta en las oficinas de la
agencia de detectives de Luis Posada Carriles.
Hoy
reconoce que fue Hernán Ricardo Lozano, quien laboraba en ese entonces
en la agencia de Posada como fotógrafo, quien lo reclutó para cometer el
crimen. Sabe que para ellos, independientemente de los 16.000 dólares
con los que se premió a Ricardo y los 8.000 que él recibió, no hubo
favorecimientos adicionales, mientras que Posada y Bosch fueron
excarcelados por distintas componendas, a él le tocó purgar una larga
condena. Días antes del sabotaje contra el avión en Barbados y luego del
asesinato de Orlando Letelier el 21 de septiembre de 1976, mientras se
regodeaban entre ellos por el éxito inicial de sus propósitos, varias
personas escucharon de boca de Luis Posada Carriles y de Orlando Bosch
sus planes de atentado contra una aeronave cubana en pleno vuelo. En una
cena llevada a cabo en Caracas por esos días, celebrada en la casa del
contrarrevolucionario cubano Hildo Folgar, donde se encontraban además
de Posada y Bosch, Orlando Garcia, Ricardo Morales Navarrete y otras
personas, entre tragos y carcajadas, hicieron el anuncio de su próximo
crimen. Ni uno solo de los asistentes se sonrojó. Alguno de los
presentes, vinculado a la CIA, informó a sus oficiales, pero la Agencia
se cruzó de brazos en una cómplice aceptación de los hechos por
desarrollarse.
Hoy
se conoce con lujo de detalles la sucia componenda para asesinar a 73
personas en uno de los crímenes más repudiables cometidos contra los
cubanos:
El
día anterior, la nave de Cubana de Aviación que arribó al aeropuerto de
Timehri, en Guyana, y luego de varias horas partió hacia Trinidad y
Tobago, no sin antes esperar unos minutos para recoger a una delegación
gubernamental de la República Popular Democrática de Corea, llegó en
horas de la mañana del día 6 de octubre de 1976 al aeropuerto de Piarco,
en Puerto España. En Trinidad y Tobago ascendieron a la nave los más de
veinte integrantes de la delegación deportiva cubana, ganadores de
todas las medallas de oro en el recientemente finalizado Campeonato
Centroamericano y del Caribe de Esgrima, que tuvo lugar en Venezuela.
Luego
de arribar a Trinidad y Tobago, procedentes de Caracas, el puñado de
jóvenes deportistas ascendió al avión, deseoso de retornar a la patria y
reencontrarse con sus familiares y amigos. Posada y Bosch lo sabían de
antemano: en el aeropuerto de Piarco se tomarían algunas medidas de
seguridad, pero la carencia de aparatos para detectar explosivos
propiciaría el ingreso a la nave de los explosivos que introducirían
Hernán Ricardo y Freddy Lugo. Sobre las 3:50 de la tarde, el vuelo
CU–455 emprendió su destino hacia el aeropuerto de Seawell, en Barbados,
sin suponer que sus horas estaban contadas.
Varios
pasajeros descendieron del avión, luego que éste aterrizara en Seawell
sobre las 4:20 de la tarde. Entre ellos, nerviosos y tensos, lo hicieron
los terroristas de origen venezolano. Hernán Ricardo lo hacía con una
identidad falsa a nombre de José Vázquez García. Apenas casi tres horas
después, sobre la 5:15 de la tarde, el avión despegó con destino a
Jamaica. Ni los deportistas cubanos y sus entrenadores, ni los jóvenes
guyaneses que venían a estudiar y cumplir
Luis
Posada Carriles : Un engendro incondicional de la CIA sus anhelados
sueños de ser médicos, ni los funcionarios coreanos y tampoco los diez
miembros de la tripulación podrían suponer que terminarían sus vidas en
el límpido y azuloso cielo caribeño. La conmoción afectó a todos cuando
una poderosa explosión sacudió a la aeronave sobre las 5:23 de la tarde.
De estos tristes hechos sólo quedó la voz angustiada del capitán
Wilfredo Pérez, avisando sobre la contingencia. Luego vendría una
segunda explosión y, después, hubo un largo silencio.
Horas
después serían rescatados algunos cuerpos destrozados y varios pedazos
del fuselaje del avión. El mar tragó todo lo demás. Dos días después se
tuvo la certeza de que no había sobrevivientes. Toda Cuba se enlutó de
repente y cada hogar sintió como propia la muerte dolorosa de estos
hombres y mujeres.
Las
pesquisas policíacas lograron la detención de Ricardo Lugo en Trinidad y
Tobago, el día siguiente. Ese mismo día 7 de agosto, la Disip
venezolana anunció la detención en Caracas de Orlando Bosch y Luis
Posada Carriles. También allana la oficina de Investigaciones
Comerciales e Industriales C.A. (ICICA), propiedad de Posada Carriles,
donde se encuentran pruebas y equipos relacionados con el acto
terrorista.
Mientras
la CORU se atribuía con aire triunfalista y sin mostrar menor
remordimiento el criminal sabotaje, llegaban a la Cuba, consternada, los
pocos restos de sus hijos que pudieron ser rescatados de la voracidad
del mar. Expuestos en la base del Monumento al Apóstol, José Martí,
fueron velados por millares de sus compatriotas. Al día siguiente, se
efectuó el entierro y despedida de las víctimas. Nunca antes se había
visto a Fidel tan consternado y dolido cuando exclamó, el 15 de octubre
de 1976, aquella frase que recogía el sentir de cada cubano: “Cuando un
pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla”.
El
dilatado y confuso proceso penal contra los terroristas comenzó casi
tres meses después con el rechazo del juez noveno penal de Venezuela,
Alberto Martínez Moncada, de la solicitud de habeas corpus a favor de
Luis Posada Carriles. Al día siguiente, 22 de octubre de 1976, los
principales encartados prestaron sus declaraciones. Días después, el 2
de noviembre de 1976, la jueza Delia Estava Moreno reconoció la autoría
intelectual en el sabotaje de Orlando Bosch y Posada Carriles y dictó
autos de detención por homicidio calificado contra estos y contra Freddy
Lugo y Hernán Ricardo.
Luego
de complejos y amañados recursos de la defensa por lograr su
exculpación, que obligan el traslado del proceso a la justicia militar,
donde los terroristas son acusados el 23 de agosto de 1977 de la
siguiente manera: Posada Carriles, Freddy Lugo y Hernán Ricardo, por
traición a la patria, así como Orlando Bosch por los delitos de rebelión
militar y homicidio.
Las
maniobras realizadas por los cómplices de los terroristas, de gran
influencia dentro de las esferas gobernantes de Venezuela, así como
ocultos manejos de la CIA y otras instituciones del Gobierno
norteamericano, empezaron a manifestarse abiertamente cuando se llegó al
colmo de que el propio fiscal militar solicitara la absolución de los
detenidos en el Cuartel San Carlos.
La
dilatación del juicio a Luis Posada Carriles y a Orlando Bosch tenía el
claro objetivo de no dar un veredicto final que los arrojara por largo
tiempo a la cárcel, mientras se tejían diversos planes para su
liberación.
Durante
tres largos años, la periodista venezolana Alicia Herrera visitó a los
implicados en su centro de detención temporal y en ese período se ganó
la confianza de los mismos. Sin temor a las consecuencias, esta
valiente periodista venezolana dio a conocer las confesiones de Orlando
Bosch y Freddy Lugo sobre su participación en el sabotaje de Barbados.
Una
vez que la Corte Marcial anuló procedimientos anteriores realizados
contra Posada Carriles, el Juzgado superior decimocuarto del Distrito
Federal del estado Miranda, un tribunal civil de Venezuela, retomó el
caso en 1984. El 8 de agosto de 1985, cuando Posada Carriles se
encontraba en espera de su condena, se fugó de la Penitenciaría General
de Venezuela, en San Juan de los Morros. Dolorosamente, la oscura trama
de la CIA, del Gobierno norteamericano y de la mafia
contrarrevolucionaria de Miami ya se había echado a andar: Luis Posada
Carriles estaba fuera de la prisión en 1985 y Orlando Bosch fue
excarcelado en 1988. Hoy. ,uego de fallecido Bosh y Posada Libre, ambos
han vivido tranquilamente en los Estados Unidos.
Al
conocer estos hechos y la presencia en territorio norteamericano de
estos dos criminales, causan estupor y rechazo las palabras pronunciadas
por el entonces presidente George W. Bush, en un discurso pronunciado
el 21 de septiembre de 2004, durante la apertura de la 59na Asamblea
General de las Naciones Unidas, cuando dijo con su habitual
desvergüenza: “Estamos decididos a destruir las redes terroristas
dondequiera que operen”. Previamente había sorprendido al auditorio
mundial allí presente con otra cínica frase: “Sabemos que los Gobiernos
opresivos respaldan el terrorismo, mientras que los Gobiernos libres
combaten a los terroristas entre ellos”.
Sobran los comentarios.
Pasaje de su libro "Luis Posada Carriles: Un engendro incondicional de la CIA", publicado por Ediciones MinCI, Octubre, 2009.Tomado de su blog "Descubriendo verdades"
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