viernes, 20 de diciembre de 2013

Cultura cubana en 2013: raíces y desarrollo, ideales y retos

Por Luis Toledo Sande*

 
Sean cuales sean las bases de una sociedad, la cultura está en su centro, y Cuba no es una excepción. Aunque apenas se intente rozar sus logros culturales de 2013, es útil dar una ojeada a la plataforma y las raíces que los sustentan. El proceso de consulta popular sobre el proyecto de Lineamientos Económicos y Sociales del Partido y la Revolución, hasta su aprobación en el VI Congreso del Partido, señaló un camino que merece desarrollarse al máximo para fortalecer la participación del pueblo en el trazado y la construcción del rumbo del país.

Ese proceso dio lugar a modificaciones que cambiaron cerca del 70 por ciento de los Lineamientos, y entre ellas estuvieron las derivadas del reclamo de validar explícitamente la importancia de las ciencias sociales y la espiritualidad. El propósito central del Congreso era buscar para el país un funcionamiento económico basado en la eficiencia y la productividad. Pero debía quedar claro que la máxima reunión partidista no vería la economía como un fin, sino como fuente de recursos para mantener una revolución destinada a defender la justicia social como núcleo irradiante de la cultura, de la vida cotidiana.

Tradición y urgencias

Tan medular propósito venía de una tradición histórica marcada con fuego patrio desde el 10 de octubre de 1868. Más allá de sus limitaciones, la República en Armas constituida en abril de 1869, en la auroral Asamblea de Guáimaro, fijó para la emergente nación cubana la siembra educativa y cultural indispensable para la civilidad y la democracia, logros profundamente culturales. Ello se asumiría con la perspectiva planetaria fomentada en Cuba a partir de su condición colonial, y por la ubicación que la hizo crucero del mundo, realidad que desde el mismo siglo XIX se complicó por la voracidad de las fuerzas dominantes en los Estados Unidos.

En esa trama encabezó José Martí la organización de la guerra de liberación nacional desatada en 1895, y en cuyos preparativos mostró la decisión de aprovechar, a la altura de los tiempos y con visión de futuro, las lecciones de la Guerra del 68 y en particular las de Guáimaro. En 1953, centenario del Apóstol, el Programa del Moncada se declaró inspirado en él para combatir las manquedades políticas, sociales y económicas de una nación atada a los designios imperiales, minada por la corrupción que heredó de la colonia y lastrada por el latifundio y el monocultivo.

La transformación económica anunciada en dicho Programa se enfilaba a replantear el país y sanearlo moralmente, para erigir los fundamentos de una república nueva y verdadera, no maniatada por el neocolonialismo, y orientada hacia la justicia social.

Si los fines mencionados bastaban para legitimar la brega revolucionaria y los esfuerzos que costaría llevarla a cabo, su médula martiana la confirmaba también el papel reservado a la cultura y a los fundamentos éticos en que esta debía cimentarse. En el artículo Maestros ambulantes (1884) cabría decir que Martí prefiguró una guía para la Campaña de Alfabetización que la Cuba revolucionaria llevó a feliz término en 1961, gracias a la intensa participación popular desarrollada en todos los órdenes desde 1959.

En ese texto, representativo de su ideario sobre educación y cultura, Martí sostuvo: “Ser bueno es el único modo de ser dichoso”, y agregó: “Ser culto es el único modo de ser libre”. Amaba el sacrificio necesario, y, con la sincera voluntad —expresada en Versos sencillos (1891)— de echar su suerte “Con los pobres de la tierra”, escogió ser uno de ellos. Eso, sin embargo, no le impedía ser consciente de que no debía esperarse de todas las personas una actitud semejante a la suya. De ahí que a las máximas citadas añadiera: “Pero en lo común de la naturaleza humana se necesita ser próspero para ser dichoso”.

Al señalar la importancia de la prosperidad, no convocaba a la opulencia, propia de quienes por lo general se hallaban entonces entre los mayores obstáculos contra la independencia de Cuba. Quería para sus compatriotas un bienestar justiciero asociado al disfrute de la riqueza cultural, y fraguó un legado raigal para la obra revolucionaria con que, también en cuanto a cultura, la patria debe seguir honrándolo. No incurría en el reduccionismo de suponer que la cultura termina en la literatura y el arte, pero sabía lo importantes que estos son como parte de la obra de los seres humanos sobre la tierra, y en especial para cultivar la espiritualidad.

Fidelidad en el camino

La lealtad de la Revolución Cubana a su autor intelectual se ha manifestado en afanes como el de mantener los logros culturales en medio de severos escollos económicos. Sin la voluntad, expresada por el líder Fidel Castro, de cuidar la cultura como escudo de la nación, no se habrían cosechado los frutos que la brega literaria y artística de Cuba ha seguido evidenciando dentro y fuera del país.

Para los fines de estas notas, la magnitud de la cosecha impone rozar apenas lo más relevante de 2013 en el plano colectivo o institucional. En pocas páginas sería imposible un recuento, sin omisiones injustas, de todos los éxitos significativos, incluyendo los individuales y los conseguidos en la programación habitual de las instituciones. Los déficits del recuento los compensa la atención que los frutos comentados, y otros, han recibido en diversas publicaciones, incluida esta revista.

En enero tuvieron lugar dos hechos internacionales relevantes. Uno fue el Premio Literario que auspicia desde su nacimiento la Casa de las Américas, fundada por la Revolución en abril de 1959, poco después del triunfo. Otro, simultáneo en parte con el Premio citado, fue la III Conferencia Internacional Por el equilibrio del mundo, que reunió en el espíritu martiano a unos 800 participantes de más de 40 países, para debatir sobre problemas de la humanidad.

En febrero se desarrolló la Feria Internacional del Libro de La Habana, que tuvo de país invitado de honor a Angola. La cita ha devenido Feria de Cuba, porque hasta marzo recorre localidades de todas las provincias, incluso en montañas. Es un estímulo para mantener vivo el movimiento editorial creado por la Revolución.

Dos congresos resultaron de especial interés: el de la Unión de Periodistas de Cuba, en  julio, y el de la Asociación Hermanos Saíz, en octubre. La relevancia del primero concierne al carácter cultural de la prensa, y al papel que ella debe cumplir, desde su propia transformación, en el cambio de mentalidad —cultural también— que se ha reconocido necesario para el país.

Del segundo evento mencionado salta a la vista la importancia de que la vanguardia artística y literaria de la nación tenga continuidad en las nuevas generaciones, en una juventud crítica y lúcida frente a los problemas de la patria. La Asociación, que atiende las Casas del Joven Creador, interviene en sucesos como las Romerías de Mayo, desarrolladas en Holguín, donde la Casa Iberoamericana despliega su labor en el ámbito que le da nombre.

Ello es parte del amplio quehacer de instituciones que radican en otras provincias, no en La Habana. Un ejemplo es la Casa del Caribe, en Santiago de Cuba: celebró, como cada año, el Festival dirigido a cultivar el conocimiento mutuo y la hermandad entre los pueblos de esa región, que desborda la Cuenca homónima.

En todo el territorio nacional desempeña un sembrador papel de primer orden la Sociedad Cultural José Martí. El Festival de la Radio y la Televisión, dirigido a estimular el mejoramiento de esos medios, se hizo en septiembre. Y, además de las mencionadas, otras manifestaciones tuvieron citas internacionales propias: ocurrió con el Festival de Teatro de La Habana (octubre-noviembre) y varias asociadas al poder y el prestigio de la música cubana. Entre estas estuvieron la Feria Comercial Cubadisco (mayo-junio), el Festival de Música de Cámara Leo Brouwer (septiembre-octubre), el Festival Internacional de La Habana de Música Contemporánea (noviembre), dos de jazz: el Concurso Jojazz y el Festival Internacional Plaza (noviembre y diciembre, respectivamente), y dos de coros: el Festival Internacional Corhabana (junio-julio, con su primer Taller Internacional) y el Festival Internacional de Coros en Santiago de Cuba (noviembre-diciembre).

En el camino abierto por el 10 de octubre de 1868 nació el Himno Nacional, cuya primera interpretación con su letra original, el 20 siguiente, en plena guerra, dio origen a la celebración, desde 1980, del Día de la Cultura Cubana. A 145 años de aquellos hechos su evocación volvió a brillar en Bayamo, ciudad hondamente enlazada con ellos y que en 2013 cumplió su quinto centenario.

Otras de las celebraciones marcadas por sumas redondas de lustros o decenios fueron el siglo del Museo Nacional de Bellas Artes y el aniversario 65 del Ballet Nacional de Cuba, surgido en 1948 como Ballet Alicia Alonso. Cubarte, Centro de Informática para la Cultura, llegó a 20 años de creciente labor en el aprovechamiento de nuevas tecnologías para el trabajo con que sirve al país.

Junto con los resortes comerciales de los Premios Grammy se ha señalado la importancia de los jurados que los otorgan. Por esto resulta estimulante que la música cubana, apreciada mundialmente, pero víctima del bloqueo impuesto al país por el gobierno de los Estados Unidos, gane espacio creciente en esos lauros. Entre varios cubanos nominados o galardonados en los Grammy Latinos, en 2013 se honró a la Orquesta Van Van en la persona de su fundador, Juan Formell, nada menos que en el rubro de Excelencia.

Diciembre, que acogió el otorgamiento de los Premios de Literatura auspiciados por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), volvió a ser el mes del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, descollante entre los frutos de la atención del país al desarrollo de su cultura. Como concreción temprana de ese esmero se creó en marzo de 1959 el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos. Concebido fundamentalmente para encauzar esa manifestación creativa en el ámbito nacional, su despliegue ha ido más allá de este.

Retos

Estimula enumerar esos logros en vísperas del año en que tendrán lugar sucesos como otro Congreso de la UNEAC, llamado a ser, en la senda de los anteriores, un foro en el cual debatir, desde la cultura, asuntos fundamentales para el país. No corresponden al trabajo cultural tareas propias de la política en su sentido más amplio —a sus instituciones, empezando por el Estado—, y a la ciudadanía como cuerpo vivo. El trabajo artístico y literario no funciona igual en todas sus manifestaciones, y tampoco se planifica ni se dirige como una fábrica de producción continua. Puede generar ganancias bienvenidas, pero su mayor aporte son sus propios frutos.

Con sus particularidades, la política es inseparable de la cultura, o forma parte de ella, y estará insegura si no se aplica por caminos culturales. Con las intersecciones que las unen y lo que pueda diferenciarlas, política y cultura tienen en Cuba altas responsabilidades, vinculadas con las transformaciones económicas en marcha. Se trata de mantener la brújula de la justicia social en un mundo no diseñado para ella, aunque en nuestra América se den replanteamientos asociados a la voluntad de actualizar las potencialidades de realización socialista, lo cual ha dado lugar al programa de acción concentrado en el rótulo socialismo del siglo XXI. Los más ostensibles indicios se vinculan con la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA, que tiene en La Habana una Casa dedicada a la promoción cultural.

Las instituciones cubanas están llamadas a cuidar, acaso con mayor celo que en cualquier otro momento en la historia de la nación, los valores de la solidaridad humana y, en general, los orientados a mantener vivos los ideales de la equidad, que sería aberrante confundir con igualitarismos inaplicables, posibles pretextos para justificar desigualdades. 

Si el desafío se torna particularmente complejo en el contexto mundial dominante, en Cuba se añade el significativo retorno de la pequeña propiedad privada, que durante décadas se permitió solo o casi solamente en la agricultura. Los medios de producción fundamentales siguen siendo de propiedad social y los administra el Estado, pero dicho retorno, concebido para mejorar la actividad del país, puede también reforzar los caminos del aislamiento en lo individual. Esta dimensión humana es legítima, insoslayable, y rechaza gregarismos impuestos, pero su hipertrofia abona el individualismo y el egoísmo.

Las diferencias sociales objetivas, que se diversifican y crecen en las actuales circunstancias, tienen claras manifestaciones en lo material y en lo cultural, asociadas al nuevorriquismo y al gusto que este alimenta. Y las imágenes artísticas, seudoartísticas a veces, llegadas del mundo —del que sería suicida aislarse— pueden calzar los caminos de la insolidaridad.

En tal contexto quizás parezcan cosa del pasado iniciativas como convertir una compañía danzaria, el Ballet Alicia Alonso, en Ballet de Cuba y, final y felizmente, en Ballet Nacional de Cuba. Un cambio de nombre no descarta desafueros personales que se deben enfrentar con los debidos controles; pero en casos como el citado puede ser, cuando menos, una expresión relevante de voluntad colectivista. Si el triunfo de la igualdad y el colectivismo se aleja, crece la importancia de la cultura que nutra su defensa.

Hoy tal vez no sea posible mantener con la misma soltura de años atrás proyectos como el de instalar en cada comunidad un número determinado de instituciones culturales básicas, lo cual tampoco es seguro que sucediera al margen de intentos organizativos de tan buenas intenciones como insuficiente atención a las particularidades locales. Pero, empezando por el pensamiento correspondiente, es ineludible mantener los logros en función de los cuales se puso en práctica el proyecto aludido.

Los fines más nobles se deben buscar por medio del cultivo de virtudes, y con persuasión y fiscalización lúcida. Que lo ideal no sean las prohibiciones —capaces de estimular lo que se intenta desterrar con ellas—, no avala la ausencia de controles. Esta mueve a un impertinente dejar hacer capaz de conducir al desmadre, y a luego entender necesarios vetos variopintos. Cualesquiera que sean las dimensiones en juego, la obra cultural estará lejos de lograrse si lo repudiable no concita de modo natural el rechazo de la mayoría del pueblo. En la intimidad hogareña y en círculos privados cada quien tendrá el derecho de preferir lo que desee, sin molestar a los demás. Pero poco bueno se habrá logrado si, digamos, los que algunos han llamado ponemúsica actúan a su antojo —por propia voluntad o por turbios pactos subterráneos— al decidir qué oye la población.

Los límites del riesgo no conciernen únicamente a la radio y la televisión, aunque el trabajo de ambos, que son bienes públicos, debe ser cuidadosamente atendido por las instituciones competentes. En la misión de esos medios debe figurar que lo difundido incluya adecuadamente, en términos cualitativos y numéricos, lo mejor de la producción artística del país en su diversidad genérica, de estilos y de intérpretes.

Lo indeseable tiene asegurado su éxito si, por ejemplo, trabajadores de una revista a quienes se quiere estimular con el acceso a un centro turístico o de recreación son bombardeados con música y videos de la peor especie; si quienes operan los equipos en una casa de música adscrita a una institución bien establecida contravienen los propósitos estéticos y culturales de esta y no difunden lo que ella en su escenario debe promover y auspiciar; si, aunque el Ministerio de Cultura y el Instituto Cubano de Radio y Televisión —que deben estar bien relacionados entre sí en pos de fines comunes— calzaran constantemente la difusión de buena música, los ciudadanos son sometidos a una verdadera agresión sonora en espacios como los ómnibus locales, con frecuencia escenarios de otras formas de agresividad anticultural y aun física; si las instituciones turísticas ignoran la política cultural trazada en el país.

Esperanza

La dicha y la libertad son bienes profundamente espirituales, culturales. Eso, realidad en el plano individual, especialmente en el ámbito de una nación exige valores que deben cultivarse con celo para que sus pobladores disfruten un funcionamiento satisfactorio dentro del bienestar colectivo. Nuevo tramo en el cual plantearse esas metas será 2014, como parte del empeño por asegurar en el país un ambiente vivible, con una plenitud moral capaz de abonar el ánimo necesario al asumir esfuerzos y sacrificios.

*Filólogo e historiador cubano: investigador de la obra martiana de cuyo Centro de Estudios fue sucesivamente subdirector y director. Profesor titular de nuestro Instituto Superior Pedagógico y asesor del legado martiano en los planes de enseñanza del país; asesor y conductor de programas radiales y de televisión. Jurado en importantes certámenes literarios de nuestro país.  Conferencista en diversos foros internacionales; fue jefe de redacción y luego subdirector de la revista Casa de las Américas. Realizó tareas diplomáticas como Consejero Cultural de la Embajada de Cuba en España. Desde 2009 ejerce el periodismo cultural en la Revista Bohemia.
Entre los reconocimientos que ha recibido se halla la Distinción Por la Cultura Nacional.
Atiende el Blog “Luis Toledo Sande: artesa en este tiempo”
Este artículo acaba de publicarse en Bohemia Digital y pronto aparecerá también en la edición impresa de la revista.
Imagen agregada RCBáez

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