Por Wilkie Delgado Correa
En
ocasión del 65 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, uno puede preguntarse y preguntar qué hacen esos hombres
extraordinarios cumpliendo esas sanciones bárbaras en los Estados
Unidos, por qué no se les ha indultado a pesar del reclamo mundial en
este sentido y por qué aún permanecen en las prisiones federales,
después de tantos años en ellas, esos otros Mandelas de nuestro tiempo.
En
estos días el mundo entero rinde honores a Nelson Mandela, cuya
significación hoy, en los días de póstumos homenajes, tal vez alcanzarán
una dimensión mayor que los recibidos en vida después de su
excarcelación, tras su permanencia en la cárcel durante 27 años por su
lucha por la libertad e igualdad de los sudafricanos negros y su
enfrentamiento al régimen de opresión del apartheid.
¿Cuántos
sufrimientos tuvo que soportar en plena juventud y madurez de su
existencia por combatir en forma armada y pacífica, junto a su pueblo,
contra uno de los regímenes más oprobiosos del mundo? ¿Cuánto odio y
venganza se lanzaron contra él y el grupo de dirigentes que le
acompañaron en la cárcel, y, por supuesto, contra el pueblo negro
sudafricano? ¿Cuántos calificativos perversos y viles trataron de
vilipendiarlo y presentarlo como un engendro monstruoso, mezcla de
terrorista y comunista, y como si ambas cosas fueran posibles de existir
en un solo hombre? ¿Qué significó en dolor y muerte, en enajenación y
violación de derechos humanos la instauración del régimen del apartheid?
¿Cuántos millones de seres humanos de la raza negra, amplia mayoría de
Sudáfrica, sufrieron las terríficas condiciones que les impusieron a
sangre y fuego, mucho mayor en la medida que aumentaban su resistencia y
rebeldía?
Hoy
que una vez más, en ocasión de su desaparición física, se le rinden los
honores merecidos a Nelson Mandela, y no obstante la naturaleza
generosa de ese gran hombre, es un deber recordarlo todo. Y no se puede
recibir con complacencia y a ultranza las frases hipócritas vertidas por
algunos que son herederos, como representantes de gobiernos de
determinados países, de la historia vergonzosa de contubernio y
participación directa en apoyo de aquel régimen genocida. Tampoco se
puede olvidar la acción de aquellos países que mantuvieron a Mandela y
su organización política en la lista como terroristas hasta fecha
bastante reciente, como lo fue Estados Unidos. Y no se puede dejar de
pensar y preguntarnos por qué junto a las loas de ahora, no llegan a
manifestar, junto a las expresiones de condolencias, las disculpas
condignas por haber sido partícipes de tan horrenda injusticia
histórica?
Por
otra parte, si se llegase a la conclusión de que todo el mundo requiere
una “segunda oportunidad”, frase empleada por Obama en cierta
oportunidad, debe recordárseles a todos, en ocasión del 65 aniversario
de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que el país que
pretende erigirse en gendarme guardián de estos derechos, al estilo
pretoriano del apartheid, tiene en sus cárceles a luchadores del calibre
y temple de Mandela. Y por eso mismo se impone exigir una mirada que
ponga a la luz del día universal a esos otros Mandelas que todavía
guardan una prisión injusta y bárbara en los EE.UU. y otros países del
mundo. Para este ejercicio, inspirados en la más pura sensibilidad
humana y guiados por una conciencia del bien y la virtud, se requiere un
acercamiento a las ideas de Madiba. A este respecto bastaría ésta:
“Después de escalar una montaña muy alta descubrimos que hay otras
montañas por escalar.”
Empezando
por un ciudadano de casa, ahí está el caso de Leonard Peltier, que es
prisionero político del gobierno estadounidense y que en febrero del
2014 habrá cumplido 38 años en prisión. Fue condenado a dos sentencias
de por vida, por el doble crimen de ser indio norteamericano y ser
defensor de los derechos de su pueblo. Y con seguridad está perseguido
por el pensamiento racista del general Philip Sheridan resumida en la
sentencia que pronunciara hace más de 100 años: "el único indio bueno es
el indio muerto."
Y
Peltier, al estilo de Mandela, como sustento de sus luchas y de las
razones para su larga condena, manifiesta su descargo ideológico de esta
manera: "...Soy un preso del odio, el egoísmo y la mentira y la
ignorancia y la injusticia de la gente que nos supera en número a mí y a
mí pueblo. Ellos bajaron en mis costas y pisotearon mi patria. Ellos me
han impuesto su cultura, religión y leyes. De ahí que mi pueblo es hoy
menos que ayer cuando llegaron a nuestras costas con sus promesas
falsas. Yo soy toda esa voz india y grito desde millones de tumbas con
almas inquietas..."
Ahí
está el puertorriqueño Óscar López Rivera, con 70 años de edad, y el
prisionero más antiguo de América Latina y el Caribe, que tiene ya 32
años cumplidos, y que fuera condenado por su participación en la lucha
independentista de Puerto Rico a 70 años de prisión en dos causas
sucesivas. A mayor abundamiento, ya pudiera estar en libertad, pues
Clinton decretó su clemencia limitada en 1999, si Óscar no hubiera
rehusado tal clemencia por solidaridad con otros dos compañeros
prisioneros, que no fueron incluidos en el indulto. Debo apuntar que
también Mandela hubo de rehusar su libertad condicionada por el régimen
sudafricano, y por ello debió continuar en la cárcel hasta su liberación
definitiva.
Y
¿acaso no es cubano por esencia Óscar López, si el ideal
independentista del Partido de José Martí incluía a Cuba y Puerto Rico
como parte de la lucha, si ambas corrieron suertes parecidas, aunque a
Puerto Rico le tocó la peor, a consecuencia de la intervención
oportunista de los Estados Unidos en la guerra que libraba Cuba contra
España, y si como expresara en los inicios de 1900, la poeta
puertorriqueña Lola Rodríguez de Tió, “Cuba y Puerto Rico son / de un
pájaro las dos alas / reciben flores o balas / sobre el mismo
corazón…”?
Y
naturalmente está el caso que en estos tiempos concita las mayores
manifestaciones de solidaridad a nivel internacional, o sea, el de los 5
Héroes cubanos. Fueron condenados injustamente a penas descomunales,
por el delito y supuesta transgresión de la ley del imperio
estadounidense por luchar contra el terrorismo organizado contra su país
por mafias cubano-norteamericanas asentadas en Miami.
Después
de la liberación de René González, tras cumplir su sentencia de 15 años
de prisión, permanecen en cárceles de los EE.UU. cuatro de ellos. Uno
puede preguntarse y preguntar qué hacen estos 4 cubanos antiterroristas
cumpliendo esas sanciones en los Estados Unidos, por qué no se les ha
indultado a pesar del reclamo mundial en este sentido y por qué aún
permanecen en las prisiones federales, después de 15 años en ellas, con
estas definiciones carcelarias: Fernando González (con fecha de
liberación para el 27 de febrero del 2014); Antonio Guerrero (con fecha
de liberación para el 18 de septiembre del 2017) y 3 años adicionales de
libertad supervisada; Ramón Labañino (con fecha de liberación para el
30 de octubre de 2024); Gerardo Hernández (sin fecha de liberación pues
está condenado de por vida a dos cadenas perpetuas más 15 años).
Cuánta razón y verdad encierra el mensaje de Gerardo Hernández Nordelo, redactado el mismo día de la muerte de Mandela: “Quienes
dedican ilimitados recursos a borrar y reescribir la historia, y lo
tuvieron en sus listas de “peligrosos terroristas”, hoy sufrirán de
amnesia colectiva.
Quienes
lo agraviaron negándole un homenaje en la Ciudad de Miami, por abrazar a
Fidel y agradecer la ayuda de Cuba a Äfrica, hoy tendrán que callar
avergonzados.
Los
Cinco seguiremos enfrentando cada día la injusta prisión –hasta el
final- inspirados en su ejemplo de lealtad y resistencia.”
Y
qué gesto de honradez, qué expresión de gratitud, reflejan las palabras
pronunciadas por Mandela en su visita a Cuba en 1991: “Los
internacionalistas cubanos hicieron una contribución a la independencia,
la libertad y la justicia en África que no tiene paralelo por los
principios y el desinterés que la caracterizan.
Yo
me encontraba en prisión cuando por primera vez me enteré de la ayuda
masiva que las fuerzas internacionalistas cubanas le estaban dando al
pueblo de Angola –en una escala tal que nos era difícil creerlo- cuando
los angolanos se vieron atacados en forma combinada por las tropas
sudafricanas, el FNLA financiado por la CIA, los mercenarios y las
fuerzas de la UNITA y Zaire en 1975 (…) Nosotros en África estamos
acostumbrados a ser víctimas de otros países que quieren desgajar
nuestro territorio o subvertir nuestra soberanía. En la historia de
África no existe otro caso de un pueblo que se haya alzado en defensa de
uno de nosotros”.
A
estas afirmaciones de Mandela, habría que agregar que tres de nuestros
Cinco héroes -René, Fernando y Gerardo-, cumplieron misión como
combatientes internacionalistas en la República de Angola.
En
este momento histórico en que las campanas doblan por la humanidad
doliente y en honor a Nelson Mandela, ¿es aceptable para la conciencia
humana esta realidad atroz de seres humanos excepcionales confinados en
ergástulas infernales? ¿Acaso no podrá la injusticia más despiadada, ser
vencida por una justicia generosa y racional? ¿Permanecerá el
presidente Obama como un témpano de hielo sin ejercer el perdón
presidencial o indulto, que sería justicia en estos casos? ¿Se escuchará
al fin en la Casa Blanca el clamor universal por la liberación
inmediata de todos estos hombres? Cuándo el presidente Obama diga sus
palabras ante los restos de Mandela en capilla ardiente, ¿tendrá en
mente la historia de ese Héroe acosado por calumnias y mentiras,
persecución, detención y condena brutales? ¿Tendrá en mente los reclamos
que le han hecho para que libere a los otros Mandelas presos en su país
y cuyas historias él conoce perfectamente?
De
todas formas, los héroes verdaderos llevan en sí la fuerza colosal que
requiere la humanidad, cansada de derrotas, para asumir como paradigmas
sus proezas y virtudes a la hora de librar sus batallas, de proseguir la
marcha indetenible en busca de las verdades que le permitan alcanzar la
luz y la felicidad.
La
suerte y el destino de los héroes no pueden ser ignorados, no pueden
pasar inadvertidos ante nuestras miradas y conciencias. Sus
motivaciones, acciones, ideas y sueños, y también sus sacrificios, deben
ser conocidos por todos los que un día tras otro sueñan con la imagen
de un mundo más justo y mejor. Los héroes deben acompañar nuestras
existencias para sentir muy cerca sus influencias bienhechoras e
imprescindibles. El aliento de ellos nos debe incitar a ascender los
peldaños superiores de la escala humana y desafiar, como Sísifos de
estos tiempos, cuantas condenas pretendan aherrojar y estigmatizar
nuestras vidas.
Tomando
como referencia las ideas de José Martí, Héroe Nacional de Cuba,
trataremos de reivindicar con sus palabras a esos hombres gigantes,
afirmando que en ellos van miles de hombres, van pueblos enteros, va la
dignidad humana. Esos hombres son sagrados. Porque esos son héroes: los
que pelean por hacer a los pueblos libres, o los que padecen en pobreza y
desgracia por defender una gran verdad. Esos hombres generosos están en
el bando de los que fundan, construyen y aman. En el bando contrario y
enemigo, están los que odian y destruyen. Ellos son los que pelean por
ambición, por hacer esclavos a otros pueblos, por tener más mando, por
quitarles a otros pueblos sus tierras. Estos no son héroes, sino
criminales.
En un homenaje de despedida para Nelson Mandela, digamos con el corazón en las manos:
¡Honor y Gloria para Nelson Mandelo y libertad para los otros Mandelas presos todavía!
*Médico cubano; Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.
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