Por Ángel Guerra Cabrera, @aguerraguerra
La
nueva etapa en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, anunciada
por los presidentes Barak Obama y Raúl Castro el 17 de diciembre, ha
sido objeto de algunas interpretaciones ligeras y sesgadas que exageran o
minimizan el alcance del acontecimiento. Lo que sigue es un intento por
ponderarla así como explicar el contexto geopolítico que la ha
propiciado.
En
primer lugar, la liberación por Obama de los tres antiterroristas
cubanos, pues los otros dos ya habían regresado a la patria después de
cumplir su injusta y desproporcionada pena de cárcel, es una victoria de
la solidaridad internacional, incluyendo eminentes intelectuales,
artistas, juristas así como gobiernos y parlamentos, que tuvieron como
eje una intensa y masiva movilización en la isla.
Al
parecer la intervención del Papa Francisco en la etapa final fue
decisiva para destrabar el canje de prisioneros y de esa forma llevar a
buen puerto el conjunto de una negociación de alrededor de año y medio,
en la que ha sido notable la discreción de todas las partes
involucradas. Esta era una cuestión clave pues de haber trascendido el
diálogo desarrollado en Canadá posiblemente la extrema derecha de
Estados Unidos, aliada a los impresentables legisladores de origen
cubano, lo habrían hecho abortar.
La
decisión de iniciar en enero los pasos que conduzcan al
restablecimiento de relaciones diplomáticas a nivel de embajadas entre
La Habana y Washington y otras medidas flexibilizadoras anunciadas por
Obama son muestra de un cambio muy importante en el enfoque de Estados
Unidos sobre la relación con Cuba, hasta ahora caracterizada por el
objetivo de rendir por hambre al pueblo cubano como reza uno de los
primeros documentos oficiales que dio inicio al bloqueo.
Lo
que explica en primer lugar que este desenlace haya sido posible es la
heroica resistencia de ese pueblo durante más de cinco décadas ante una
política estadunidense de hostilidad, terrorismo y guerra económica,
incluyendo la derrotada invasión de Playa Girón. Debe quedar bien claro
por eso que el hecho significa una gran victoria del pueblo de Cuba y su
dirección revolucionaria. Conducir y defender el proyecto socialista en
las condiciones más adversas y llegar hasta este punto sin hacer
ninguna concesión en los principios ha exigido mucha sabiduría política
y audacia revolucionaria.
Otro
dato fundamental es que el mundo ha condenado el bloqueo en la ONU
durante 23 años consecutivos y su mantenimiento es una pesadilla
diplomática para Estados Unidos, donde importantes sectores
empresariales, políticos y religiosos así como una mayoría de
ciudadanos, más amplia entre la emigración cubana, apoya una
normalización de relaciones entre los dos países.
En
tercer lugar, nuestra región vive un cambio de época. Existe un
conjunto de gobiernos antineoliberales y todos nuestros pueblos luchan
contra las políticas de libre mercado. Ello ha hecho que cambie la
correlación de fuerzas a favor de las posiciones de defensa de la
independencia y soberanía y rechazo a la injerencia extranjera, que han
logrado la edificación de una densa arquitectura de unidad y
concertación política regional expresada en el Alba, Unasur, Caricom y
Celac.
Es
unánime entre los gobiernos latino-caribeños la oposición al bloqueo y
el reconocimiento de Cuba, electa por eso presidenta pro tempore de la
Celac en el periodo 2013, como se constata en la Declaración Final de la
II Cumbre del organismo celebrada en La Habana (2014). Igualmente, en
la última Cumbre de las Américas celebrada en Colombia, Estados Unidos y
Canadá se quedaron aislados ante el cerrado consenso latinoamericano de
que no podía celebrarse otra cumbre sin la presencia de Cuba. Cuba,
además, goza de un enorme reconocimiento internacional y la alianza
estratégica con China y Rusia en un mundo que transita hacia la
unipolaridad en medio de la crisis de hegemonía de Estados Unidos.
Obama
es el primer presidente estadunidense que confiesa públicamente lo
inútil y contraproducente de la política seguida por su país hacia Cuba.
Pero todavía le queda por resolver lo más importante, que es el
levantamiento del bloqueo, al cual puede arrancar muchos dientes si
aplicara sus facultades ejecutivas pero que tendrá que ser finalmente
derogado por un Congreso cada vez más conservador.
Washington
debe comprender que Cuba seguirá siendo socialista y no admitirá
injerencia alguna en su política nacional e internacional. Para Cuba se
abre una etapa que exigirá mucho más refinamiento y complejidad en la
batalla de ideas.
*Periodista cubano residente en México y columnista del diario La Jornada
Enviado por su autor
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