Por Gloria Analco, @GloriaAnalco
Cada
Jefe de Estado y de Gobierno, asistente a la VII Cumbre de las Américas
en Panamá, lo sabe: sabe que el Gobierno de EE.UU., después de la
primera aparición de Barack Obama en una cumbre de esa naturaleza-en
2009-, tomó la determinación de escalar una nueva fase de agresiones
contra América Latina.
Sabe
que la inauguró con el golpe de Estado en Honduras y después en
Paraguay, y sucesivos intentos en Venezuela; sabe que para recuperar la
influencia perdida sobre América Latina y el Caribe ha estado
desarrollando una ofensiva generalizada para debilitar a gobiernos que
favorecen la integración de la región.
Sabe
que desestabilizando gobiernos, como los de Brasil, Argentina y Chile,
intenta hacer claudicar a organismos regionales como UNASUR, CELAC, el
ALBA y Mercosur; sabe que está aumentando la penetración en las Fuerzas
Armadas de varios países y realizando un mayor despliegue del Comando
Sur en la región.
Sabe
que la embestida estadounidense incluye un cambio de régimen en países
que actualmente favorecen la integración para que restrinjan espacios
geopolíticos a China y Rusia, aunque EE.UU. no esté en capacidad de
suplir esascuantiosas inversiones, garantizando con ello el desastre
económico alque ya condujo a las economías de Europa Occidental, por su
afán de seguir teniendo la supremacía mundial.
Sabe
que su acercamiento con Cuba obedece a influir en su transición al
capitalismo, luego de su sonoro fracaso para alcanzar ese objetivo por
medio de la confrontación.
Sabe
que para la geopolítica de Washington es perentorio lograr un cambio de
régimen en Venezuela, donde se está empleando a fondo y presentando a
ese país –que descansa sobre 300 mil millones de barriles de petróleo-
como “amenaza extraordinaria” para intervenirlo militarmente, ya que por
medio del uso de la oposición de derecha no ha podido remover de su
cargo a Nicolás Maduro, y a partir de ahí la región volvería a quedar
bajo su entero dominio.
Todo
eso lo saben las y los mandatarios asistentes en Panamá. Barack Obama
también lo sabe. Será difícil para él ofrecer cara a sus homólogos
latinoamericanos y caribeños, cuando todos saben el juego que su país
está jugando.
Michelle
Bachelet, por ejemplo, ya empezó a ser víctima de la embestida
estadounidense, al igual que Dilma Rousseff y Cristina Kirchner -y no
por misoginia-, por pretender favorecer la participación de Chile en los
organismos de integración regional, y no sólo en la Alianza del
Pacífico, bloque comercial de inspiración estadounidense.
Bachelet
canceló su viaje a la cumbre de Panamá, pretextando las fuertes
inundaciones que azotaron a su país con pérdidas humanas, cuando lo peor
ya había pasado, luego de que corrió un rumor de que ella presentaría
su renuncia al alto cargo que ostenta.
Al
parecer lo interpretó como un mensaje de desestabilización a su
mandato, y decidió no asistir, a sabiendas de lo que esa cumbre encierra
y de lo que en el fondo se está jugandola región: su declive o
resurgimiento, dependiendo de si Obama logra imponer su voluntad.
*Reportera
mexicana, publica en Uno más uno y otros órganos de prensa.
Colaboradora habitual de Cuba coraje. Trabajo enviado por su autora
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