Por Dalia González Delgado*
Pasó
lo que tenía que pasar; lo que estaba anunciado desde el 17 de
diciembre. Aquel fue un día histórico; este miércoles, la confirmación
de las voluntades expresadas por Raúl Castro y Barack Obama. Luego de 18
meses de conversaciones secretas y otros seis de rondas públicas, Cuba y
Estados Unidos restablecerán relaciones diplomáticas y abrirán
embajadas en las respectivas capitales.
De
acuerdo con The New York Times, el secretario de Estado norteamericano,
John Kerry, planea venir a La Habana para la apertura de su misión el
próximo día 22.
Después
de la euforia generada por la noticia, largamente esperada, salta una
pregunta: ¿Y ahora qué? Este restablecimiento es tanto un punto de
llegada como uno de partida. En términos prácticos, favorecerá la
oficialización de canales de comunicación entre ambos gobiernos, lo que
permitirá continuar negociando asuntos pendientes.
Por
otra parte, podría conducir al establecimiento de nuevos consulados en
ambos países, lo cual facilitaría las gestiones de los casi dos millones
de cubanoamericanos que residen en Estados Unidos y de los
norteamericanos que nos visiten, así como de futuros negocios.
Para
tener una idea, entre 1902 y 1961 existieron en territorio
norteamericano 48 representaciones consulares cubanas, de las cuales
casi 30 permanecían abiertas el 1ro de enero de 1959, 15 de ellas con
rango de consulados. En la actualidad, con una población emigrada mucho
mayor que entonces, Cuba cuenta solo con una oficina consular en
Washington.
La
apertura de las embajadas no abre un camino fácil. Falta por ver cómo
será el comportamiento de los funcionarios estadounidenses en Cuba, algo
sobre lo que el gobierno de La Habana ha advertido en más de una
ocasión.
De
acuerdo con la Convención de Viena, que rige las relaciones
diplomáticas internacionales, las funciones de una misión consisten en
“representar al Estado acreditante ante el Estado receptor; proteger en
el Estado receptor los intereses del Estado acreditante y los de sus
nacionales, dentro de los límites permitidos por el derecho
internacional; negociar con el gobierno del Estado receptor; enterarse
por todos los medios lícitos de las condiciones y de la evolución de los
acontecimientos en el Estado receptor e informar sobre ello al gobierno
del Estado acreditante; fomentar las relaciones amistosas y desarrollar
las relaciones económicas, culturales y científicas entre el Estado
acreditante y el Estado receptor”.
Hasta
el momento, las rondas de conversaciones oficiales habían estado
encaminadas a restablecer las relaciones diplomáticas. Ahora, para Cuba,
quedan pendientes otros temas vitales como la eliminación del bloqueo,
la devolución del territorio de la Base Naval de Guantánamo, el cese de
las transmisiones ilegales de Radio y Televisión Martí y el fin de los
programas originalmente concebidos para promover un “cambio de régimen”.
Igualmente,
son temas a negociar las compensaciones por los daños humanos y
económicos provocados por el bloqueo al pueblo cubano, y del lado
estadounidense el pago por las propiedades nacionalizadas luego del
triunfo de la Revolución en 1959.
Asimismo,
las conversaciones técnicas que se han dinamizado después del 17 de
diciembre podrían tomar un nuevo impulso. Ahí se incluyen, por ejemplo,
las rondas migratorias, sobre derechos humanos, posible cooperación en
materia de salud, enfrentamiento a desastres naturales y otros asuntos.
Como
era de esperar, no todos los políticos en Washington recibieron con
agrado la noticia, a pesar de que la opinión pública de ese país apoya
mayoritariamente el acercamiento. Marco Rubio, miembro del Comité de
Relaciones Exteriores del Senado, ha dicho que bloqueará la nominación
de un embajador para La Habana. Pero en la práctica eso no impedirá la
apertura y funcionamiento de la embajada.
El
tema Cuba se ha convertido en parte del campo de batalla que es el
Congreso norteamericano. Paralelamente, allí se han presentado proyectos
de ley que intentan allanar el camino de las relaciones bilaterales y
otros que se proponen dificultarlas.
Habrá
que seguirle la pista a cada una de esas propuestas, pues el órgano
legislativo es el único con la autoridad para eliminar completamente el
bloqueo. A fin de cuentas, las medidas adoptadas hasta ahora por Obama
son ejecutivas y eso significa que, al menos en teoría, pueden ser
revertidas, aunque en la práctica es improbable que regresemos a un
escenario como el previo al 17 de diciembre.
Cuba
ha reiterado que el restableciendo de las relaciones diplomáticas y la
normalización de las relaciones son dos procesos distintos. Lo primero
ya podemos festejarlo; lo segundo es improbable. Más allá de que la
palabra “normalización” se repita una y otra vez en discursos políticos a
ambos lados del Estrecho de la Florida, habría que preguntarse si
Estados Unidos tiene relaciones “normales” con alguien. No las tiene con
Israel que es su aliado, ni con grandes potencias como Rusia o China.
Estados
Unidos es un país con mentalidad imperial, y Cuba un pequeño estado en
su área de influencia más cercana. En ese escenario, lo “normal” para
Washington sería mandar y que La Habana obedezca, y eso no es lo que
buscan las autoridades de la Isla. Se trata, en cualquier caso, y siendo
realistas, de lograr una convivencia pacífica entre vecinos con respeto
a la soberanía, y cooperando en los asuntos que sean de interés común,
en beneficio de ambos pueblos y del mundo.
Fuente: Cuba contemporánea
*Periodista cubana. Colabora habitualmente con Progreso Semanal, CubaSí y Cuba contemporánea, entre otros sitios digitales.
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