domingo, 16 de agosto de 2015

La Habana: avanzar con soluciones verdaderas es el compromiso entre Cuba y Estados Unidos

Por Lohania Aruca*

Los marcianos llegaron ya
 Y llegaron bailando rico chá…
Chachachá “Los marcianos”

El 14 de agosto del 2015,  10:15 am, mientras se iniciaba la ceremonia de izar la bandera de los Estados Unidos sobre la Embajada de este país en La Habana, no podía sustraerme -¡como buena cubana al fin!- a acompañar musicalmente las acciones protocolares,  que seguía  a través de la TVC,  con la música de un antiguo chachachá que bailé muchas veces en otra época, cuando yo era joven, y ese mismo símbolo estadounidense fue arriado. 

 De nuestra parte, hemos dado la más sincera bienvenida a esta nueva etapa histórica, llena de retos y riesgos, como otras tantas que la antecedieron. No obstante, nos resultan “extraños”, hoy por hoy, los estadounidenses que llegan aquí. Ciertamente nos separa  una distancia de tiempo mucho mayor que de espacio; a lo que se suman diferencias en los criterios que manejamos en conceptos claves para el gobierno de nuestros países, sucede particularmente con el término “democracia”. 

     El discurso de John Kerry, Secretario del Departamento de Estado, ha sido escuchado con ecuanimidad y respeto, a pesar de que parecen transgresores algunos matices del mismo, especialmente sus opiniones reprobatorias en torno al tipo de gobierno que existe en Cuba socialista y las aspiraciones al cambio que se confiesan en tono cortés. 

     Pronto veremos más de cerca a los y las estadounidenses que nos visitarán, y tendremos la oportunidad de intercambiar directamente con ellos y ellas acerca de nuestra realidad y de cómo las políticas poco amistosa de su país -especialmente el bloqueo económico, comercial y financiero- han influido negativa e injustamente durante más de medio siglo en el desarrollo de Cuba, y en las familias cubanas.

     La vida civilizada debe acercarnos al intercambio sano, desprejuiciado y fluido, a la convivencia respetuosa entre vecinos,  en paz, y para el beneficio de ambos pueblos. Deseamos que así sea. La Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz podría ser el marco ideal para lograr una estabilidad en las futuras relaciones bilaterales; en la realidad concreta, por ahora es tan sólo un buen punto de partida.

Sin embargo, habrá que hacer un esfuerzo desde ambos lados para poder avanzar con el acierto y la rapidez que sí es posible, porque hay muchos vínculos reconocidos entre nosotros: culturales, familiares y hasta de largas amistades.  Sólo falta potenciar la voluntad política necesaria por las partes implicadas para fundar las nuevas relaciones.

El Comité binacional creado para dar continuidad a las negociaciones de forma ordenada, al propio tiempo,  será el termómetro principal para medir los avances que se logren.  Un papel de mucha importancia asumirá la facilitación y el incremento de los intercambios culturales, académicos, científicos y deportivos, que ya se vienen realizando entre Cuba y los Estados Unidos.

  Su sostenibilidad será determinante según la intencionalidad amistosa, la calidad y la capacidad organizativa de las muestras que se brinden para los públicos de cada orilla del Estrecho de la Florida. Cuba tiene experiencias y un gran potencial para “sorprender” al vecino, y debemos estar muy preparados porque es sabido que la cultura de masas en EE. UU. constituye uno de sus productos exportables de consumo internacional.

      En breve, La Habana y muchas más ciudades cubanas estarán  ”de moda” entre los visitantes estadounidenses que circulan en el Caribe.  Solo falta que se solucionen aspectos imprescindibles de la infraestructura en los puertos y aeropuertos, alojamientos, la alimentación y transportación interna.

La buena calidad tendrá tanto peso en la repetición o no de los viajeros, como el precio de los servicios que se oferten. Tal es el gran reto.

    Se ha hablado mucho con anterioridad de la necesidad del cambio de mentalidad y de la defensa de nuestros valores nacionales de toda índole. Ahora se añade una presión más a esas necesidades, por cierto bien conocidas y muy reiteradas. La alternativa no es otra que elevar conscientemente el nivel de la educación y el de la realización de los productos culturales cubanos.

La conciencia social e individual del cambio que tiene lugar es imprescindible. Y para ello la información oportuna y transparente debe acompañar permanentemente a las transformaciones que tienen lugar, evitando así las dramáticas confusiones a que dan lugar la desinformación a través de la tergiversación, la omisión, la tardanza, o la insuficiencia del enfoque y/ o del contenido informado.

      Es de esperar el aumento de la participación de noticias de EE.UU. en relación con Cuba y de forma similar, pero con mucha menos presión,  en sentido contrario. Considero recomendable balancear una “avalancha” de ese tipo diversificando las noticias y los análisis sobre otras áreas y países con los que también tenemos estrechas relaciones e intereses comunes estratégicos, por ejemplo,  la cooperación entre Cuba y Rusia, China, Vietnam, los países latinoamericanos y del Caribe.

     De otro modo, se crearía el espejismo de la dependencia de los EE.UU. en la solución de los problemas cubanos, alentado esto por la cercanía geográfica, el intercambio con familias cubanas de la emigración, y la tradicional e inevitable influencia estadounidense sobre la cultura cubana.

     El impacto psicológico de sentir que las barreras se suprimen, o al menos que disminuyen en su aspecto más amenazador, es en mi opinión una cuestión bien meditada y bien armada en la actual política estadounidense hacia Cuba. Ya supimos cuál fue el propósito neocolonialista de la política del “Buen vecino” en el pasado. Vale la pena recordarlo y mostrarlo ahora a las generaciones que no lo conocieron.

     Infelizmente el imperio no cambia su esencia, ni con el mejor y más actualizado disfraz de “inocente cordero”. Tampoco resultan muy innovadores los carismáticos acercamientos de sus líderes con Cuba, que no con el socialismo cubano.

     A veces, debido al aislamiento real, o, relativo, en que hemos estado sumergidos durante más de cinco décadas, tengo la sensación de que somos un conjunto de gente ingenua con quienes llegan desde rumbos foráneos; si bien el pueblo cubano posee un instinto especial, un olfato despierto, que casi siempre nos salva de las burdas estafas.

     Cincuenta y seis años de lucha nos han preparado para esta etapa, que en su metódica puede ser diferente, pero que en el fondo no deja de ser la misma: enfrentamiento a  un enemigo colosal opuesto a la independencia y soberanía de Cuba.

Otra cuestión fuera de discusión, racional e histórica, es que: No le debemos nada a nuestros vecinos. Nada tenemos hasta el momento que no hayamos conseguido en base a sacrificios enormes y dolorosos de muchas generaciones de cubanas y cubanos.

¿Cuál hubiera sido la historia de Cuba,  de cada uno o una de nosotros mismos,  si el respeto a la independencia y a la soberanía de nuestra nación y Estado, si la buena vecindad hubiera sido la respuesta del Gobierno estadounidense a los gestos de buena voluntad mostrados por Fidel en sus visitas a los EE. UU. en la década de los sesenta? 

Obstáculos para la conformación de una política estadounidense realista hacia nuestro país que, ante todo, deseaba liberarse de las atadura neocolonialistas y promover un auténtico desarrollo económico y social como nación libre y responsable, fueron las apetencias imperialistas –sujetas a los mismos errores de soberbia y prepotencia con que juzgó a Cuba la monarquía española hasta 1898.

     Ninguna negociación que atendiera a las aspiraciones separatistas,  sino a la imposición violenta del yugo colonial,  o, el traspaso ilegal a otra potencia no europea sin intervención alguna de los combatientes mambises.  Otro inconveniente levantado entre nuestros países fueron los prejuicios anticomunistas inoculados por la estrategia de la Guerra Fría.

      Así se perdieron décadas de posibles reencuentros civilizados. Hasta que finalmente el aislamiento de EE. UU., fue un hecho innegable y anualmente repetido por el mundo en las votaciones contra el bloqueo económico, comercial y financiero en la ONU,  y por América Latina y el Caribe a través de los nuevos mecanismos multilaterales implementados en la región, incluyendo a la Cumbre de las Américas creada por EE. UU.

El reconocimiento del fracaso fue inocultable entonces,  con vistas a una política de reaproximación regional. Este sigue siendo el eje sobre el cual gira el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba. A pesar de todo, las cubanas y los cubanos acogemos con sincera satisfacción la opción elegida, de mucha mayor significación si a causa de ella se confirma la vocación continental por la paz.

     Contribuir desde la historia, la política y la cultura a esta etapa fundacional de las relaciones entre Cuba y los EE. UU.  es un asunto que nos interesa a todos. Así como ayudar a definir y prever los problemas que se avecinan, proponiendo a tiempo los posibles remedios;  además de lograr las mejores soluciones para los asuntos todavía  pendientes de la segunda etapa de este proceso histórico.

*Lohania Josefina Aruca Alonso. Cubana. Periodista e investigadora histórica y cultural. Licenciada en Historia, con especialidad en Urbanismo. Máster en Ciencias Estudios sobre América Latina, el Caribe y Cuba Miembro de la UNEAC, la Unión de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción y la UPEC. Cumplió tareas como funcionaria del Servicio Exterior del MINREX en Cuba
            FOTO Ismael Francisco/Cubadebate

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