Por Norelys Morales Aguilera
A los expertos no escapará que en la mayoría de los contextos, especialmente lejos de los ultraconservadores de su país, sus palabras le captan la más amplia simpatía cuando está a favor del levantamiento del bloqueo a Cuba, que ellos llaman embargo. Y así sucedió en su intervención ante más de 150 jefes de Estado y de Gobierno presentes en Nueva York, en el 70 período de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, los delegados en el plenario le premiaron con sus aplausos al referirse al acercamiento diplomático hacia Cuba.
Sin embargo, ya es proverbial que Obama encripta sus mensajes. Así, decía antes del 17 de diciembre de 2014 que la política hacia Cuba debía cambiar, sin saberse cómo, cuándo o para qué, apreciable en los meses subsiguientes. Se trataba de un cambio de método, pero no de meta porque necesitan “trabajar” a la isla en su restauración conservadora de América Latina.
Otras veces, Obama se enfrenta a la resaca de un imperio de paradojas desconcertantes, visto cuando tuvo que ratificar una vez más, en época de acercamiento, la Ley de Comercio con el Enemigo de 1917, ahora vecino, con la que Washington inició el asedio contra la isla. Es precisamente la que le permitiría maniobrar jurídicamente para flexibilizar lo que llaman embargo y hacer presentable la política genocida contra el pueblo cubano.
“Estoy convencido de que la apertura y no la coerción respaldará las reformas y una mejor vida para el pueblo cubano”, afirmó al hablar en el plenario. ¿Quién se lo puede negar?
Durante 50 años, Estados Unidos desarrolló hacia Cuba una política que fracasó y “hemos cambiado eso”, asegura Obama. Una frase contundente, tampoco nadie la podría escamotear.
Pero resulta que el presidente se ha quedado corto en sus prerrogativas para vaciar de contenido el bloqueo, como ha señalado la negociadora principal de Cuba en las conversaciones bilaterales, Josefina Vidal. Llama poderosamente la atención como no escatimó en esas atribuciones que no dependen del Congreso al tratarse de las infocomunicaciones, al respecto de las cuales poco queda por eliminar, lo cual, evidentemente en tiempos de ciberagresiones y empleo de esas técnicas para guerras de otro tipo o “golpes suaves”, no es una suspicacia gratuita.
Por tanto, en el escenario de “amables complicidades” de las grandes potencias que también se da en la 70 Asamblea General de la ONU, continuar pasando el grueso de “la culpa” por el mantenimiento del bloqueo al Congreso resulta típico de su estilo sinuoso y de retórica mesiánica, detrás del excepcionalismo estadounidense, demasiado peligroso en las actuales circunstancias de una tercera guerra mundial por etapas, como señaló el papa Francisco.
El presidente Obama aseguró que el legislativo norteamericano “inevitablemente levantará un embargo que no tiene razón de ser”. En eso coincidimos, pues Cuba no solo ha denunciado sino argumentado su inviabilidad desde 1992 y los graves daños que ha causado al pueblo cubano. En el propio contexto de las celebraciones septuagenarias de la ONU, el presidente cubano Raúl Castro subrayó que la persistencia del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos desde hace más de medio siglo causa daños materiales pero, sobre todo, humanos.
La política de bloqueo ha sido rechazada por 188 Estados miembros de las Naciones Unidas. Esta verdad la tienen en la agenda los asesores de Obama quienes deben haberle recomendado referirse al asunto, con esos tips que mediáticamente funcionan tan bien.
Pero, al margen de expectativas o entusiasmos desmedidos, todavía la política del gobierno de EE. UU. es más prolífica en palabras que en hechos y nadie mejor lo sabe que el pueblo cubano.
Publicado en Cubahora.cu
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