Estimados jefes y jefas de Estado y de Gobierno:
Distinguidos Jefes y Jefas de Delegaciones:
Señor Secretario General de las Naciones Unidas:
Señor Presidente:
Hace setenta años que, en nombre de los pueblos, los
miembros de esta organización suscribimos la Carta de las Naciones Unidas. Nos
comprometimos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra
y a edificar una nueva forma de relacionarnos bajo la guía de un conjunto de
propósitos y principios, que debían augurar una época de paz, justicia y
desarrollo para toda la humanidad.
Sin embargo, a partir de entonces, han sido constantes las
guerras de agresión, la intervención en los asuntos internos de los Estados, el
derrocamiento por la fuerza de gobiernos soberanos, los denominados “golpes
suaves” y la recolonización de territorios, que han sido perfeccionados con
formas de actuar no convencionales, con el empleo de nuevas tecnologías y
esgrimiendo supuestas violaciones de los derechos humanos.
Es inaceptable la militarización del ciberespacio y el
empleo encubierto e ilegal de las tecnologías de la información y las
comunicaciones para agredir a otros Estados, como también lo es que se
distorsione la promoción y protección de los derechos humanos, utilizándolos de
forma selectiva y discriminatoria para validar e imponer decisiones políticas.
A pesar de que la Carta nos llama a “reafirmar la fe en los
derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona
humana”, el disfrute de los derechos humanos continúa siendo una utopía para
millones de personas.
Se niega a la humanidad el derecho a vivir en paz y su
derecho al desarrollo. Es en la pobreza y la desigualdad donde deben buscarse
las causas de los conflictos, generados por el colonialismo y el despojo de las
poblaciones autóctonas, primero, y más tarde por el imperialismo y el reparto
de esferas de influencia.
El compromiso asumido en 1945 de “promover el progreso
social y elevar el nivel de vida” de los pueblos y su desarrollo económico y
social, sigue siendo una quimera, cuando 795 millones de personas sufren
hambre, 781 millones de adultos son analfabetos y 17 mil niños mueren cada día
de enfermedades curables, mientras que los gastos militares anuales en todo el
mundo ascienden a más de 1,7 millones de millones de dólares.
Con sólo una fracción de ese monto podrían solucionarse los
problemas más acuciantes que azotan a la humanidad
Incluso, en los países industrializados ya prácticamente
desaparecieron las “sociedades de bienestar”, que se nos presentaban como el
modelo a seguir. Los sistemas electorales y los partidos tradicionales, que
dependen del dinero y la publicidad, son cada vez más ajenos y distantes de las
aspiraciones de sus pueblos.
El cambio climático pone en peligro la existencia de la
especie humana, y los Estados deben asumir responsabilidades comunes pero
diferenciadas, ante la inobjetable realidad de que no todos los países somos responsables
por igual, ni despilfarramos los recursos naturales y humanos en un consumismo
irracional e insostenible.
Las consecuencias del cambio climático son especialmente
devastadoras en los pequeños países insulares en desarrollo e imponen una tensión
adicional a sus frágiles economías. Lo mismo sucede en África, con el
incremento inexorable de la desertificación.
Nos solidarizamos con nuestros hermanos caribeños y
demandamos que se les dé un trato especial y diferenciado. Apoyamos a los
países africanos y reclamamos para ellos un tratamiento justo, transferencia de
tecnología y recursos financieros.
Señor Presidente:
Con la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos
y Caribeños (CELAC) y, particularmente, con la firma por los jefes de Estado y
de Gobierno, en enero del 2014, de la Proclama de América Latina y el Caribe
como Zona de Paz, ha quedado demostrado que, por encima de nuestras
diferencias, podemos avanzar hacia la unidad y la consecución de objetivos
comunes en el marco de nuestra diversidad.
En la Proclama, reafirmamos el compromiso inquebrantable con
los principios de la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional y
de resolver las diferencias de forma pacífica, así como la convicción de que el
pleno respeto al derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema
político, económico, social y cultural, constituye una condición esencial para
asegurar la convivencia pacífica entre las naciones. Reclamamos que estos
principios sirvan también de base a las relaciones de otros Estados con nuestra
región.
La República Bolivariana de Venezuela contará siempre con la
solidaridad de Cuba frente a los intentos de desestabilizar y subvertir el
ordenamiento constitucional, y destruir la obra iniciada por el compañero Hugo
Chávez Frías y continuada por el presidente Nicolás Maduro Moros a favor del
pueblo venezolano.
De igual manera, va nuestra firme e irrestricta solidaridad
a la República del Ecuador, a su Revolución Ciudadana y a su líder, Rafael
Correa Delgado, que se ha convertido en el blanco del mismo guión de
desestabilización aplicado contra otros gobiernos progresistas de la región.
Nos solidarizamos con las naciones del Caribe que solicitan
justas reparaciones por los horrores de la esclavitud y la trata de esclavos,
sobre todo en un mundo en el que la discriminación racial y la represión de las
comunidades afrodescendientes han ido en ascenso.
Ratificamos nuestra convicción de que el pueblo de Puerto
Rico merece ser libre e independiente, luego de más de una centuria sometido a
la dominación colonial.
Nos solidarizamos con la República Argentina en su legítimo
reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas, Sandwich del Sur y Georgias del
Sur.
Reiteramos nuestro apoyo solidario a la Presidenta Dilma
Rousseff y al pueblo de Brasil en la defensa de sus importantes logros sociales
y de la estabilidad del país.
Reafirmamos nuestro rechazo a la intención de extender la
presencia de la OTAN hasta las fronteras de Rusia y a la imposición de
sanciones unilaterales e injustas contra esa nación.
Saludamos el denominado acuerdo nuclear con la República
Islámica de Irán, que demuestra que el diálogo y la negociación son la única
herramienta efectiva para solventar las diferencias entre los Estados.
Renovamos nuestra confianza en que el pueblo sirio es capaz
de resolver por sí mismo sus diferencias y demandamos que cese la injerencia
externa.
Una solución justa y duradera al conflicto del Medio Oriente
exige, inexorablemente, el ejercicio real del derecho inalienable del pueblo
palestino a construir su propio Estado dentro de las fronteras anteriores a
1967 y con su capital en Jerusalén oriental, lo que enérgicamente apoyamos.
Durante las últimas semanas nos han impactado las imágenes
de las oleadas migratorias hacia Europa, que constituyen una consecuencia
directa de las acciones de desestabilización que la OTAN promovió y ejecuta en
países del Medio Oriente y África del Norte, y del subdesarrollo y la pobreza
imperante en países del continente africano. La Unión Europea debe asumir, de
manera plena e inmediata, sus responsabilidades con la crisis humanitaria que
ayudó a generar.
Señor Presidente:
Tras 56 años de heroica y abnegada resistencia del pueblo
cubano, quedaron restablecidas las relaciones diplomáticas y las embajadas en
las respectivas capitales.
Ahora se inicia un largo y complejo proceso hacia la
normalización de las relaciones que se alcanzará cuando se ponga fin al bloqueo
económico, comercial y financiero contra Cuba; se devuelva a nuestro país el
territorio ocupado ilegalmente por la Base Naval de Guantánamo; cesen las
transmisiones radiales y televisivas y los programas de subversión y
desestabilización contra Cuba, y se compense a nuestro pueblo por los daños
humanos y económicos que aún sufre.
Mientras persista, continuaremos presentando el proyecto de
resolución titulado “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y
financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”.
A los 188 gobiernos y pueblos que han apoyado aquí y en
diversos foros internacionales y regionales nuestra justa demanda, les reitero
el eterno agradecimiento del pueblo y el gobierno cubanos por su sostenido
respaldo.
Sr. Presidente:
Cuba celebra, con profundo compromiso, el 70 aniversario de
la Organización de las Naciones Unidas. Reconocemos que en estos años se ha
intentado, pero no se ha hecho lo suficiente, para proteger a las generaciones
presentes y futuras del flagelo de la guerra y su derecho a un desarrollo
sostenible, sin exclusión. La ONU ha de ser defendida del unilateralismo y
profundamente reformada para democratizarla y acercarla a los pueblos.
Como señalara en esta misma sala hace 15 años el compañero
Fidel Castro Ruz, Líder Histórico de la Revolución cubana- y cito: “Cualquiera
comprende que el objetivo fundamental de las Naciones Unidas, en el siglo
apremiante que comienza, es el de salvar al mundo no solo de la guerra sino
también del subdesarrollo, el hambre, las enfermedades, la pobreza y la
destrucción de los medios naturales indispensables para la existencia humana,
¡Y debe hacerlo con premura antes de que sea demasiado tarde!”- fin de la cita.
Podrá contar siempre la comunidad internacional con la
sincera voz de Cuba frente a la injusticia, la desigualdad, el subdesarrollo,
la discriminación y la manipulación; y por el establecimiento de un orden
internacional más justo y equitativo, en cuyo centro se ubique, realmente, el
ser humano, su dignidad y bienestar.
Muchas gracias.
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