Esa verdad surge de
Y, sin embargo, era y sigue siendo posible una cooperación mutuamente provechosa entre nuestra América y el Viejo Continente.
Por desgracia,
Problemas que hoy angustian a millones de latinoamericanos, como el hambre, el desempleo, la biodiversidad en peligro, los despidos en masa por formar sindicatos, la falsificación de la democracia, no figuran en la agenda europea.
La contaminación ambiental, que amenaza directamente la vida y la seguridad de nuestra población, en particular de los más pobres, no conmueve a las potencias europeas.
Europa no ha extraído las lecciones que encierran los resultados electorales de Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Brasil y Argentina. No le ha tomado el pulso al descontento que crece en Chile y México, países uncidos a la coyunda estadounidense.
Nuestros pueblos tienen la desgracia de compartir el continente con el imperialismo más poderoso y agresivo de la historia.
Quienes conocemos la trayectoria de Washington, no podemos silenciar sus planes descarados de dominación, golpismo, asesinatos y hasta anexión territorial; su papel de auspiciador y financiador de dictaduras sanguinarias del siglo XX, desde la de Rafael Trujillo, de República Dominicana, que empleaba al enano “Bola de nieve” para morder los genitales de sus prisioneros, hasta Rafael Videla, de Argentina, que arrojaba a sus opositores encadenados al mar, pasando por Augusto Pinochet, asesino y ladrón.
Los políticos de Europa se equivocan si creen que incondicionales como Alan García, el presidente más impopular de Latinoamérica, son garantía para su política. O si comulgan con la idea de John McCain, candidato a la presidencia de Estados Unidos, de crear una “Liga de las democracias”, que trabajaría “por la paz y la libertad” (¡ !). Como en Iraq, sin duda.
*Director Diario
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