Tenía en la mente, desde entonces, un ensayo publicado muy tempranamente por Ernesto Che Guevara, “Cuba: ¿excepción histórica o vanguardia en la lucha anticolonialista?”, un artículo de Gabriel García Márquez, “Fidel: el oficio de la palabra”, escrito en 1988, y “Una Biografía Crítica” del profesor norteamericano Tad Szulc - que pude leer posterior a 1987 -, entre otros ensayos y libros consultados. Otros trabajos científicos y publicísticos que intentan abordar, con mayor o menor objetividad, la estatura histórica del líder de
Pero esa pretensión personal no fue posible hacerla pública desde nuestra propia Patria. Siempre hemos sido renuentes al endiosamiento de una figura que en la vida trascendental y cotidiana, continuaba realizando su labor revolucionaria y comunista, en silencio y en público, sin desear él mismo, desde el propio año del triunfo (1959), que se le rindiera ningún tipo de culto. Cuando se le celebró su 80 cumpleaños, los cubanos cedimos la palabra, prioritariamente, a los amigos y simpatizantes del mundo, idea que de seguro aprobó con agradecimiento. Ahora, parece llegado el momento, de expresar algunos criterios sobre su personalidad y su impronta en el proceso revolucionario.
El carisma del líder de
Hombre de una voluntad de acero, probada en las más disímiles coyunturas, lo muestran en una faceta humana de querer ganar siempre a toda costa y en cualquier terreno, demostrando una fuerza energética inquebrantable para convertir los reveses en victorias, y de no rendirse ante las adversidades. La anécdota de que en el reencuentro con el actual Presidente del Consejo de Estado y de Ministros, el General de Ejército Raúl Castro - su hermano menor y su más fiel continuador en las ideas y en la acción revolucionaria - en Cinco Palmas, pocos días después del naufragio del desembarco del Granma, donde exclamó optimistamente que con 7 hombres y cinco fusiles podía ganar la guerra contra un ejército de 80 mil hombres, lo reafirman con esa esperanza ilimitada de quien puede ser destruido, pero no derrotado, máxima que siempre resaltó de la obra hemingwyana “El Viejo y el Mar” y que recuerda, además, aquel apotegma de Romain Rolland, que tanto le gustaba repetir al insigne comunista italiano Antonio Gramsci, de que frente al pesimismo de la inteligencia el optimismo de la voluntad. Aunque en su caso no hubo nunca ausencia de talento y de certidumbre revolucionaria. Fidel además, no solo se sintió el líder de
El Comandante en Jefe Fidel Castro siempre ha estado entre el pueblo, nunca ha perdido el termómetro de cuáles son los estados de ánimo y de la más mínima opinión popular, de las inconformidades y las carencias del ciudadano de la calle. Ello le permite representar las demandas más sentidas y sensibles y ser, a la vez, un catalizador innato de las iniciativas colectivas para resolver las necesidades de la gente común, de ser un portavoz crítico de las deficiencias e insuficiencias del proyecto revolucionario, como el más genuino representante de la idiosincrasia del cubano. Y ese comportamiento natural lo ha desarrollado con una timidez y cordialidad rayana al más común de los mortales - “Fidel, simplemente, Fidel” -, lo llama el pueblo cuando lo interpela, al cual responde sin vanidades y con gran respeto de quienes conversan con él, como uno más. El gran sentido del honor y del deber que practica es lo que lo lleva a estar presente, directamente, en las arenas de Playa Girón (1961), en
Es el compañero Fidel, un hombre caballeroso, culto y enciclopédico en el saber pero, a la vez, capaz de utilizar, en el plano privado y público - muy limitado -, las palabrotas de cualquier cubano común; de ser un hombre entusiasta, comunicativo y dialogador con todas las personas que se encuentra; de saber escuchar y, a la vez, preguntar con avidez incesantemente para que sean completadas las ideas de su interlocutor, aunque sean adversarios de su ideología y de sus principios políticos, eso dice mucho de su nivel de educación, muy caballeresco, similar a un Quijote de las ideas y las costumbres morales. Y todo ello sin hacer concesiones y con un discurso coherente y armónico con el quehacer revolucionario. Poseedor de una gran avidez de conocimientos, lector voraz que comprende las esencias de las lecturas; dueño de una memoria privilegiada y entrenada, capaz de manejar cifras y resolver ecuaciones difíciles con una rapidez y precisión matemáticas; un estadista y líder político antidogmático por naturaleza, que duda permanentemente de todas las propuestas y soluciones, incluidas las suyas; rebelde y conspirador nato - “en silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas” - y, al unísono, sabedor del momento indicado para explicarle al pueblo las políticas aplicadas o por ejecutar, por muy difíciles y complicadas que estas fueran.
Solidario con todas las causas justas en cualquier lugar del mundo, lo ha expresado siempre de frente a sus adversarios. Estas y otras, son algunas de sus múltiples virtudes. Ejemplo inigualable de desprendimiento y de cualquier vanidad y egoísmo personal, “(...) toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”, posiblemente la frase Martí que más le gusta repetir, es además, el primer crítico de la obra revolucionaria sometiéndose a sí mismo a una autocrítica constructiva, pero fuerte, reveladora de que no hay obra humana perfecta.
Todo ello lo hacen el cubano que somos, que queremos y debemos Ser, solo comparable, salvando el tiempo en que vivieron, a nuestro, José Martí. Por eso, Fidel Castro, el eterno Comandante en Jefe, centellará y sobrepasará su vida biológica; su nombre se inscribe ya como el líder político revolucionario y comunista más genial de la contemporaneidad cubana, latinoamericana y caribeña, tercermundista y del orbe. Hoy, cuando ha solicitado no ser más el Presidente del Consejo de Estado de
*Dr. En Ciencias Históricas, Instituto de Filosofía, Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba
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