La reconfiguración del escenario geopolítico estratégico para Cuba en la década de los 90 de la pasada centuria y en los umbrales del siglo XXI. El oportunismo norteamericano (1) por Orlando Cruz Capote*
Uno de los ángulos poco estudiados de la repercusión del proceso de la Perestroika y la desaparición del socialismo en la Unión Soviética y Europa del Este, tiene que ver con el impacto ideo-político y filosófico que estos acontecimientos y procesos tuvieron en la Revolución Cubana, que recurrió a someterse a un Período Especial en Tiempos de Paz, como ya hemos descrito anteriormente.
Las investigaciones más serias realizadas en el exterior son las que abordaron -y continúan haciéndolo- las consecuencias en el terreno económico y social porque los datos en esta esfera son los más corroborables si se tiene en cuenta que alrededor del 85 % del intercambio económico, comercial y financiero de la Isla se realizaba con esos países, principalmente con la URSS. Las consecuencias, entonces, eran y continúan siendo muy deducibles. Sin embargo, los estudios realizados en el extranjero sobre Cuba -incluyendo a la cubanología- de corte político e ideológico, así como históricos, sociológicos y filosóficos, han caído hasta el momento, salvo excepciones, en el campo de la especulación y la subjetividad más absoluta: acudieron ipso facto a la futurología. Ello abarcó, desde los análisis apocalípticos inminentes, hasta aquellos que esperaron a corto o mediano plazo que la Revolución Cubana no resistiera el embate y se desmoronara bajo el “efecto dominó” de los cambios mundiales. Un ejemplo de esa tendencia manipuladora y malintencionada fue la obra escrita por Andrés Oppenheimer, en 1992: “La hora final de Castro”.
Pero nunca antes la Revolución cubana fue sometida a tan duras críticas, incluso desde la visión de algunos amigos y simpatizantes que asumieron posiciones muy duras, quizás jamás sospechadas. Varios, incluso, viajaron a la Isla para proponer una “pequeña Perestroika”, otros para aconsejar a la dirección revolucionaria que realizara algunos ajustes estructurales de signo capitalista, etc. Un ejemplo de esa incertidumbre y duda, nos lo muestra un amigo incondicional de la Revolución Cubana, el escritor progresista y revolucionario uruguayo Eduardo Galeano, en su artículo-ensayo “Un niño perdido en la intemperie”, en el que escribió, en septiembre-octubre de 1990: “[...] Pero ¿Y Cuba? ¿No ocurre también allí como ocurría en el Este, un divorcio entre el poder y la gente? ¿No está la gente allí, harta del partido único y la prensa única y la verdad única? [...] Ahora Cuba está viviendo horas de trágica soledad. Horas peligrosas: la invasión a Panamá y la desintegración del llamado campo socialista influyen de la peor manera, me temo, sobre el proceso interno, favoreciendo la tendencia a la cerrazón burocrática, la rigidez ideológica y la militarización de la sociedad.”
Y en cierta medida muchos de estos amigos y simpatizantes tuvieron razón para dudar. Los sólidos vínculos ideo-políticos de Cuba con el Estado y el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), el semi-copismo enraizado en la Isla, el mimetismo con respecto a algunas estructuras económicas, ideológicas y sociopolíticas eran suficientemente “fuertes” para “vaticinar” que la dirigencia revolucionaria cubana no podría encauzar el proceso interno hacia una resistencia total, salvando los logros y las conquistas socialistas alcanzadas y que después, esa resistencia fuera encaminando al país hacia un desarrollo paulatino y promover una adaptación, reinserción y fortalecimiento del proyecto o modelo revolucionario socialista cubano en las nuevas condiciones históricas.
El propio máximo líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro lo expresó, en la inauguración del IV Congreso del PCC, el 10 de octubre de 1991, de la siguiente manera: “[...] Nos percatamos de que una parte de los problemas que teníamos era como consecuencia de la copia de experiencias de los países socialistas, puesto que fueron los primeros y los que alcanzaron un enorme prestigio, no todo malo ni mucho menos, sería injusto decir eso. Siempre hay experiencias útiles en muchos campos que pueden utilizarse, pero desgraciadamente en nuestro país se cayó en una tendencia a la copia mecánica; todo lo que de allí venía era sagrado, todo lo que venía de allí era incuestionable, todo lo que estaba en un librito era indiscutible. Esa tendencia se desarrolló con notable fuerza y lo digo sinceramente no con poco desagrado por parte de algunos de nuestros compatriotas”.
Pero cuatro fueron los factores externos que tuvieron gran incidencia directa en el estado de ánimo contradictorio y hasta pesimista de la población cubana, en que se apoyaron algunos observadores para poder “profetizar” sobre el cercano fin de la Revolución Cubana. El primero, fue el desencanto sufrido por el pueblo ante el rumbo equívoco del proceso reformador en la URSS y Europa Oriental que se encaminó desde la etapa del perfeccionamiento de la construcción socialista hasta la destrucción del mismo y, de forma inmediata, se dirigió hacia un regreso al capitalismo más salvaje. Igualmente, tuvo una repercusión inmediata, el “desamparo” que sintió al ver desaparecer al principal aliado político-estratégico para su desarrollo socioeconómico. El segundo, consistió en la invasión militar norteamericana a Panamá, en 1989, con la apatía e impunidad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), con el fin de arrestar a un presunto “presidente corrupto, narcotraficante y agente de varios servicios de espionaje extranjeros” y que solo recibió de la Unión Soviética una nota diplomática, repleta de retórica, quejas y lamentaciones. Más tarde y, este es el tercero, la derrota en las elecciones del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el 25 de febrero de 1990, presionado por los Acuerdos de Esquípulas (I y II) y el abandono a que se vieron sometidos por parte de los soviéticos y los alemanes socialistas (República Democrática Alemana) en cuanto a los suministros de armamentos y alimentos, respectivamente. Y, el cuarto, fue la intervención militar norteamericana en Irak, en 1991, -la operación militar “Tormenta del Desierto”- con el fin de liberar a Kuwait de la ocupación iraquí, la cual contó con la anuencia también de las Naciones Unidas y de la URSS, participando en la misma una coalición de países, incluidas algunas del mundo árabe. Esta última acción comenzó a cambiar el mapa geopolítico mundial y, en especial, el escenario de esa rica zona en petróleo, a favor del Occidente industrializado. Fue una muestra fehaciente de la agresividad de los Neocom de Washington y sus deseos de hacer cumplir el sueño norteamericano de adueñarse y dominar al mundo.
Todo ello alteró, negativamente, el ritmo de optimismo ideo-político en la población de la Mayor de las Antillas, que vio como se desmoronaban sus más cercanos amigos y simpatizantes. En este caso nos referimos, específicamente, a los nicaragüenses, los salvadoreños y los guatemaltecos a quienes la dirección y el pueblo cubano había brindado un apoyo irrestricto. Y todo ello como consecuencia de la política exterior de los soviéticos, colmada de concesiones hacia los EE.UU. y, la propiamente desarrollada por los dirigentes sandinistas, que aceptaron en buena proporción tales arreglos que fueron en contra de su Revolución y, también, contra la lucha insurgente de los centroamericanos, que poco tiempo después pasaron a la desmovilización de sus fuerzas guerrilleras y se incorporaron a la lucha oposicionista política y electoral en el seno de sus sociedades.
El mundo cambió, inexorablemente, y no precisamente a favor de las fuerzas progresistas. El imperialismo norteamericano, sus aliados europeos y japoneses se convirtieron en los representantes de un capitalismo omnímodo y unilateral, con una política internacional hegemónica y con un modelo burgués neoliberal determinantemente dominador. Se había perdido el contrapeso en el Orden Económico-Jurídico y Político-Militar Mundial y nadie pudo negar esa realidad.
El impacto ideo-político del derrumbe del socialismo y, a contraparte, el triunfalismo del capitalismo fue muy negativo indiscutiblemente para la Revolución Cubana. El “Llamamiento al IV Congreso del PCC” expresó esa situación al plantear que “[...] Se nos ofrece así una excelente oportunidad para salirle al paso a la confusión de ideas provocadas por el desastre de Europa Oriental y por los acontecimientos que tienen lugar en la Unión Soviética [...] no podemos ser ingenuos e ignorar que este análisis no se desarrollará de modo igual en todos los colectivos y que hay algunos donde tenemos que prever lógicamente la posibilidad de una confrontación de ideas tensa y difícil”.
Pero quien mejor lo expresó fue el Segundo Secretario del CC del PCC, y actual Presidente del Consejo de Estado y General de Ejército Raúl Castro cuando, en el 2001, haciendo un recuento de aquellos años, expresó a una periodista cubana: “[...] El pueblo de ahora no es el pueblo del año 1989, ni del 90, o el 94. Entonces el espectáculo era complicado en muchos sentidos, por el estado que tenía la economía del país [...] Recuerda que fue la época en que hubo 80 000 asambleas de los trabajadores, sin contar las que tuvieron los jóvenes, los estudiantes, para explicar la situación que estaba en desarrollo y como enfrentarla [...] En 1994, año muy difícil, recorrí todo el país con varios dirigentes, por instrucciones de Fidel, y llevamos a cabo aquellas reuniones territoriales del Partido. La situación era tétrica. Los ánimos estaban realmente caídos [...] Había firmeza, hasta llegó a haber en algunos resignación ante la posibilidad de que la Revolución muriera, pero nunca primó el espíritu de la traición [...] Acuérdate del 26 de julio de 1994 en que planteamos lo de “Sí se puede”. Empezamos a probar que sí se podía, nos propusimos cambiar el estado de cosas. Pero era lógico que no fuera fácil. Siempre que hay dificultades como las que vimos entonces, se producen claros, vacíos en las filas”.
A todo ello se sumó que, en esos años se acrecentó la política agresiva de los gobernantes norteamericanos contra la “Isla de la Libertad”, como la denominaban los soviéticos. Esa belicosa actividad, muy oportunista, fue y sigue siendo una iniciativa respaldada y, en muchos casos, dirigida, organizada y financiada por las administraciones estadounidenses (R. Reagan, George Bush-padre, William Clinton y G. W. Bush-hijo) y la denominada Fundación Nacional Cubano-Americana, organización creada en 1980, que ha alentado todo tipo de acciones y ataques contra la Revolución Cubana, nucleando a su alrededor a lo peor de la contrarrevolución en la emigración, lo que le ha ganado el merecido título de “mafia cubano-americana”, principalmente, en el Estado de la Florida, Miami, donde posee una influencia económica e ideopolítica considerable.
Una breve cronología, nunca completa, de las agresiones a que fue sometida Cuba, en todos estos años, puede ilustrar esa política hostil por parte de las administraciones de los Estados Unidos de América:
Creación de la mal denominada Radio “José Martí”, en 1985, y la fundación de la televisión del mismo nombre en 1990, que en esa década comenzó sus transmisiones hacia el territorio nacional, aunque no se recepcione prácticamente en la Isla.
Además, alrededor de 20 emisoras contrarrevolucionarias, con más de 2000 horas semanales, más las emisiones de la TV, se trasmiten hacia la Mayor de las Antillas con el fin de fomentar el descontento, la apatía y llamar a la subversión contrarrevolucionaria, así como a la formación de grupúsculos contrarrevolucionarios-mercenarios (pagados por el gobierno norteamericano y su Oficina de Intereses en La Habana) con el objetivo de cometer sabotajes, provocar salidas ilegales hacia los Estados Unidos (bajo el amparo de la Ley de Ajuste Cubano, aprobada por el gobierno estadounidense en 1966) y sembrar la desconfianza, la duda y la incertidumbre con respecto al presente y futuro revolucionario y socialista cubano.
Violaciones del espacio aéreo nacional por el avión espía SR-71 (1985 y 1990) y, más adelante, por avionetas pertenecientes a los miembros de la organización contrarrevolucionaria “Hermanos al Rescate”, radicada en Miami, en 1996, con el supuesto fin de recoger emigrantes cubanos en el mar pero que, en realidad, se dedicó a lanzar panfletos contrarrevolucionarias sobre el territorio nacional llamando a la subversión. En el mes de febrero de 1996, hubo un grave incidente cuando dos avionetas de esa organización fueron derribadas en las aguas jurisdiccionales de Cuba por aviones de combates MIG-23 de la Fuerza Aérea Revolucionaria, luego que el Gobierno de Cuba comunicó a las autoridades estadounidenses que no iba a seguir tolerando estos vuelos sobre su territorio nacional que, en varias ocasiones, sobrevolaron el malecón habanero. El gobierno estadounidense llevó el caso de a la ONU y a la Organización Internacional de la Aeronáutica Civil, acusando a Cuba de derribar aeronaves civiles en aguas internacionales.
Ensayos y amenazas de ataques aéreos masivos contra las provincias occidentales de Cuba (1989). En aquellos momentos, de una alta tensión en las relaciones de Cuba con los Estados Unidos de América, escuadrillas de aviones de guerra de la AIR-FORCE de los EE.UU., enfilaban su rumbo hacia La Habana, capital de Cuba, en posición de combate y, cuando faltaba poco tiempo para violar la jurisdicción nacional, regresaban rápidamente a sus bases. Esta grave provocación obligaba a las Fuerzas Armadas Revolucionarias a tomar, en cuestión de segundos, la posición cero de alarma de combate, poniéndose en el aire a la aviación interceptora y activando los sistemas de defensa antiaérea, con los consabidos gastos de combustible, recursos humanos y económicos.
Ataques con disparos a las Garitas No. 17 y 18 de la Brigada Fronteriza de las Tropas Guardafronteras de las FAR, en la ilegal Base Naval Yanqui de Guantánamo, el 7 de diciembre de 1989, momento en que millones de cubanos rendían postrer despedida a sus mártires internacionalistas caídos en África, en la denominada “Operación Tributo”;
La persecución y agresión a cañonazos de la motonave cubana “Herman”, por embarcaciones de guerra norteamericanas, cuando navegaba por aguas internacionales, en enero de 1990, bajo el pretexto de querer inspeccionarla, porque argumentaban, transportaba drogas. La orden del Gobierno Revolucionario de Cuba fue la de no dejarse abordar por la marina estadounidense y llegar a puerto mexicano para que las autoridades de ese país acometieran el pesquisaje de su carga.
Continuación de la política “patológica” de ejecutar un magnicidio contra el Comandante en Jefe Fidel Castro, en Cuba u otro país extranjero. El último intento de asesinato se preparó durante la XII Cumbre Iberoamericana celebrada en Ciudad Panamá, en el 2000, cuando el propio presidente cubano, en su intervención especial inicial, dio a conocer los planes contrarrevolucionarios y terroristas de poner una bomba en el Paraninfo de la Universidad de Panamá, en ocasión de un acto popular de solidaridad con la Revolución Cubana.
Infiltración de agentes de la CIA en la Isla, así como la prosecución del trabajo ilegal y subversivo de los diplomáticos norteamericanos de la Oficina de Intereses de ese país en La Habana.
Acusaciones al Gobierno Revolucionario de Cuba de violar los “derechos humanos”, en la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas, en Ginebra, Suiza, desde 1987 hasta el 2006, cuando fue reestructurada la comisión por el grado de politización y parcialización que había alcanzado. En ese momento le fue suspendido a la Isla el “Relator Especial” nombrado para que examinara in situ la situación de los derechos humanos, pero que el gobierno revolucionario nunca aceptó. En respuesta, Cuba ha presentado el tema del bloqueo de los Estados Unidos de América contra su pueblo, en el seno de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, entre 1992 y el último que, fue en noviembre de 2006. En ese año se obtuvo la votación de 183 países a favor de Cuba, 4 en contra, 4 ausencias y 1 abstención. Si comparamos ese resultado con el primero ocurrido, en 1992, se aprecia que la condena al bloqueo ha ido in crescendo. En aquel año la votación se comportó de la siguiente manera: 59 países a favor de Cuba, 3 en contra, 46 ausencias y 71 abstenciones.
En febrero de 1996, luego de varias advertencias del gobierno cubano a las autoridades norteamericanas, vuelven a sobrevolar el espacio aéreo y marítimo nacional, avionetas con matriculas norteamericanas, incluso algunas de ellas con uso militar comprobado. Estas acciones se habían llevado a cabo repetidamente sobre la franja costera de la Ciudad de La Habana, y en varias ocasiones lanzaron volantes llamando a la subversión. En ese instante, aviones cubanos de combate derriban a dos de esas naves aéreas, pertenecientes al grupo terrorista “Hermanos al Rescate”. Incluso, el gobierno de los EE.UU., que había dado orden de seguimiento, por aviones de guerra yanquis, a estos provocadores, no tomaron acción alguna contra los MIG cubanos.
Aprobación de la Ley Torricelli y la Helms Burton, por los gobiernos de los EE.UU., en 1992 y 1996, respectivamente, que dio continuación a la política genocida y criminal del bloqueo económico, comercial y financiero contra el pueblo de Cuba, con el fin de condenarlo a muerte por hambre, enfermedades y lograr su rendición incondicional. El carácter extraterritorial de la segunda medida fue de tal magnitud que prohibió a terceros países que comerciaran con la Isla, le negaran créditos y la compra de materias primas y productos manufacturados cubanos, obstaculizando la inversión de capital, así como la realización de negocios con Cuba, a expensas de las multas y los castigos unilaterales que pueden imponerle las autoridades de Washington, además vedó que las sucursales estadounidenses en otros países tuvieran alguna relación con el gobierno revolucionario. En su histeria anticubana, los círculos de poder de los EE.UU. han obstaculizado que la Mayor de las Antillas deposite dólares en bancos norteamericanos o con capital de ese país, que los buques que toquen puertos cubanos no puedan arribar a esa nación luego de un período de seis meses y que ciudadanos de la Isla se hospeden en hoteles norteamericanos existentes en terceros países.
En el año verano de 1994, el gobierno de los Estados Unidos de América, volvió a incumplir los acuerdos migratorios firmados con Cuba, durante el mandato de Ronald Reagan, renovados por William Clinton. Al unísono, las emisoras contrarrevolucionarias, desde Miami, comenzaron a llamar a la subversión, la salida masiva ilegal del país y a la creación-organización de grupúsculos contrarrevolucionarios con el objetivo de desestabilizar y provocar la ingobernabilidad interna. Se secuestraron algunas embarcaciones y hubo hasta amenazas de robo contra aeronaves cubanas para marcharse hacia los EE.UU. La emigración reaccionaria, residente en Miami, planteó que todos los que llegaran iban a ser recibidos como héroes.
(continuará)
*Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba
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