La contradicción entre el capital y el trabajo: el eje transversal que divide la eterna presencia de la lucha de clases hasta el comunismo.
La tarea es de todos, por eso es imprescindible la articulación política y social de los que construyen el poder desde abajo (desde dentro de las sociedades capitalistas desarrolladas y subdesarrolladas), los que llegan a los gobiernos por distintos caminos y aquellos que conquistan el poder por las vías que sean, que deben y tienen que continuar construyendo ese nuevo poder incesantemente, así como por las innumerables redes horizontales y verticales que coexisten en ese entramado social, variado y heterogéneo, con una nueva cosmovisión y, hasta disímiles cosmogonías, diversas y complementarias, capaces de apreciar e interpretar las demandas de todos y cada uno de los agentes sociales, aquellos que llamamos el nuevo sujeto histórico múltiple del cambio y la transformación revolucionaria, que nunca fue solamente el proletariado.
Tanto Carlos Marx como Federico Engels y Vladimir Ilich Lenin posteriormente, hablaban desde mediados del siglo XIX y las primeras décadas del XX, de que la clase obrera era la abanderada para cumplir la misión histórica de destruir el modo de producción capitalista y construir el nuevo Estado socialista anti-explotador, pero esa aseveración no tenía un contenido solamente físico, sino predominantemente político. Y siempre escribieron sobre la urgencia de la alianza con el campesinado trabajador, los soldados y marinos, con los intelectuales revolucionarios orgánicos y otros grupos y sectores de los cuerpos societales. Lenin, en específico, escribió que era imposible una revolución proletaria “pura”. Quizás ese sentido dialéctico de su estrategia política lo llevó a ampliar la frase del Manifiesto Comunista de “¡Proletarios de todos los países uníos!”, por la de “¡Proletarios de todos los países y pueblos oprimidos uníos!”, cuando advirtió el despertar de los pueblos del Oriente, durante el transcurso de los cinco Congresos de
Hoy todos esos movimientos sociales y políticos, los nuevos y los tradicionales, están atravesados de forma visible-aunque muchos no lo adviertan-por las diferencias clasistas: los poseedores de los medios de producción y de servicios, los desposeídos de los mismos: los asalariados; los gerentes capitalistas, la aristocracia obrera y las masas pobres y asalariadas, mayoritariamente utilizadas como mano de obra barata, incluso en aquellas industrias y servicios de punta tecnológica y científica. En cada movimiento social, existen esas diferencias clasistas: en el movimiento indigenista y feminista, por ejemplo, están presentes varios tipos de individuos y colectividades, unos que poseen mucho y otros que tienen muy poco, unos que reciben una distribución de la renta más amplia y otros que reciben migajas y, sin embargo, están unidos por puntos comunes o identitarios, que no deben ser ignorados y que son complementarios en la lucha de clases. Y esto que planteamos no es un nuevo-o viejo-“reduccionismo obrerista”, pero tampoco se trata, y de esa visión se lee mucho, de hacer desaparecer las clases y la lucha de clases, tampoco de desmeritar a los movimientos sociales de variadas identidades en una gran diversidad, sino de unirnos todos, de forma articulada, organizada para alcanzar los grandes objetivos, aunque sea paso a paso, o de forma radical. Lo que si no podemos, las agrupaciones u organizaciones, es quedarnos rezagados de los movimientos populares, porque entonces la burguesía aprovechará su enorme experiencia, y nos pondrá muy lejos del triunfo revolucionario, y las masas del pueblo se encontrarán sin brújulas acertadas, sin líderes capaces de movilizarlas, conducirlas y dirigirlas, con humildad y con intercambios permanentes, pero capaces de encauzar los estallidos revolucionarios por la senda de la victoria.
Pero, la división clasista de la sociedad no ha desparecido, ni la lucha de clases; el sistema capitalista no ha cambiado esencialmente, tampoco el imperialismo con sus rasgos principales, delineados por V. I. Lenin, ha variado fundamentalmente, sino que han tomado nuevas formas, recrudeciendo sutilmente los modos de explotación y opresión aunque, en algunos lugares, lo han realizado abiertamente al mismo nivel que en el siglo XIX, y han surgido nuevos rasgos y caracterizaciones, pero las esencias y los fenómenos que provocan siguen siendo similares.
Alguien podría decirnos que ahora hay más ricos, clases medias y una pequeña burguesía mayores, cuantitativa y cualitativamente, con respecto a la existente a mediados de la pasada centuria. Y esta realidad no contradice a los clásicos del marxismo sino por el contrario refuerzan sus tesis, porque también existen mayores masas populares o del pueblo que están situadas en la pobreza absoluta, sobreviven o subsisten en la precariedad de sus trabajos y sus vidas. Solo que el capitalismo-imperialista necesita de consumidores, de un mercado, de compradores reales y potenciales para que sus productos realicen una parte esencial de su plusvalía en el valor de cambio, y entonces recurren a mejorar ciertas condiciones de vida. Ocurre igualmente con la necesidad de capacitar a la mano de obra asalariada, de elevar en cierta forma el nivel educacional de la población y satisfacer algunas necesidades básicas de varios sectores de las amplias mayorías de la población. Incitan y necesitan que hayan ahorros en los bancos, proclaman que todos son inversores en esas industrias y negocios, cuando se conoce que, el que aporta el mayor capital, es el verdadero dueño de esa propiedad. Pero continúa el eterno “traspaso” de una clase a otra, de un grupo social a otro, de la depauperación de la pequeña y mediana burguesía, de las grandes migraciones del campo a la ciudad, de los países subdesarrollados a los ricos del Norte desarrollado.
Y esta situación real sucediendo en cantidades y cualidades in crescendo, ahora cuando se evidencia la crisis hipotecaria, la crisis de las finanzas incluyendo a los bancos aseguradores, la crisis de los precios del petróleo en constante alza, la devaluación del dólar, la crisis alimentaria, la producción irracional de biocombustibles a partir de alimentos necesarios para la población del planeta y la especulación financiera que están subsumiendo al sistema capitalista en una recesión, inflación y estanflación provocada también por sus “guerras infinitas” contra el terrorismo, el narcotráfico, los “Estados Ejes del Mal”, los “Estados discapacitados”, los “Estados Fracasados”, los países-gobiernos que desean, con todo derecho, poseer la energía atómica para su desarrollo, el rearmamentismo acelerado de muchas naciones en la que las armas nucleares no están excluidas como medio de disuasión, las “izquierdas irresponsables”, etc.
Existen logros y conquistas en
La hipocresía y la doble cara de los poderes imperiales son tan evidentes, que suelen sancionar a Cuba, bloquearla e intentar invadirla militarmente, pero no harían lo mismo con nuestros hermanos de lucha: China y Vietnam que tienen suficientes habitantes para defenderlo, consumen muchas mercancías estadounidenses y, además, en el caso del gigante asiático, estos pueden escoger zonas económicas de pleno mercado capitalista para desarrollarse-el caso del pacífico chino-y, luego, proporcionar y distribuir esos recursos financieros, industriales y agrícolas de avanzadas hacia otras zonas al centro y el occidente del país. También los EE.UU., específicamente, poseen un déficit comercial enorme, muy desfavorable, además de su conocimiento de que los chinos son uno de los países que más compran los bonos del tesoro norteamericano.
Sus políticas anti-chinas, no pasan a ser, en muchos instantes, simples retóricas, aunque desean en “última instancia” que el comunismo chino sea derrotado desde dentro, como el caso del atizamiento del nacionalismo en el Tibet, pero temen que ese enorme país se desarrolle con tal magnitud y pueda convertirse en un competidor de trascendencia. Y si China se une a Rusia y a
Algunos hablan y escriben acerca de re-significar, re-crear, re-inventar si es necesario el socialismo, de aprehender las lecciones del pasado y tomar lo positivo de todas esas experiencias y las que se desarrollan en la actualidad, pero sin copiar, porque copiar en la vida es muy negativo y mucho más en los procesos revolucionarios. Pero el debate entre las izquierdas y dentro de las izquierdas tiene que partir, además, de una dura realidad: luego del derrumbe del Muro de Berlín, la desaparición y desintegración del socialismo en el este europeo y en la propia Unión Soviética, muchas fuerzas y organizaciones de izquierda se desdibujaron, fueron conversas, cambiaron sus denominaciones y programas principistas, desertaron y traicionaron a sus bases populares militantes y a sus pueblos. Nunca antes se vivió una crisis de las izquierdas de tal magnitud, como tampoco anteriormente, el proceso de recuperación ha sido tan rápido, aunque difícil, confuso y complejo. Algunos hablaron del fin del socialismo y, no se sabe por qué motivo, del fin del marxismo que, como teoría de la interpretación y de la práctica, muy poco tuvo que ver con ese socialismo que se destruía y se suicidaba por autocomplacencia, ayudado por las agencias especiales de los países capitalista-imperialistas.
En menos de una década, esencialmente, en América Latina y el Caribe, resurgieron movimientos políticos y sociales de nueva data-aunque algunos provenían del pasado, solo que la doctrina de
Asimismo, la realización de los Forum Sociales Mundiales de los movimientos sociales y políticos, con sus particularidades de estar atomizados por momentos, pero que deben buscar una articulación salvadora entre ellos y los viejos partidos y agrupaciones de izquierda tradicionales, para triunfar definitivamente, es también un símbolo de los estrenados momentos históricos. Estamos hablando de los movimientos indigenistas, comunitarios, barriales, los sin tierra, los feministas, los pacifistas o anti-bélicos, los ecologistas o protectores del medio ambiente, los gay o anti-homofóbicos, las madres y esposas de los desaparecidos bajo las cruentas dictaduras militares y civiles que se entronizaron bajo la tutela del imperialismo norteamericano y la, tristemente, “doctrina de seguridad nacional”, los antiglobalizadores neoliberales, los alterglobalizadores, los anti-deudas externas, entre otros, también señalaron un re-despertar de las luchas populares.
Más tarde, se comenzó a pronunciar un discurso político acerca de un Socialismo del Siglo XXI. El concepto lanzado por Hugo Rafael Chávez Frías en el año 2005, fue recepcionado de manera inmediata por parte de los intelectuales orgánicos comprometidos y, también, por los propios pueblos que vieron una alternativa posible y real ante los agobiantes problemas del capitalismo dependiente, atrasado y deformador de las estructuras económicas y sociales de sus países.
Ese socialismo que los científicos sociales cubanos, sin realizar una reunión para llegar a un consenso, hemos denominado en el siglo XXI, porque no debe realizarse sin hacer un examen concienzudo y maduro de los socialismos que terminaron en el siglo XX, y de los otros que continuaron en el presente milenio, y aprender de todas sus enseñanzas positivas y negativas, no puede plantearse desde la tendencia, presente en algunos escritores, de que todo lo sucedido en ese “socialismo real” fue un error y, por lo tanto, hay que obviar, ignorar y omitir que hubo experiencias satisfactorias y válidas que arrancan desde
La misma Revolución Cubana proviene de esa centuria, así como
Bastaría con echar una ojeada, de simple observador, a las publicaciones de los últimos 18 años para evidenciar que los textos-libros, ensayos, monografías y artículos-no siempre concuerdan con las políticas al uso, como usualmente sucedía en períodos anteriores, cuando estábamos dentro del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y existían muchas publicaciones que repetían hasta el infinito las tesis del marxismo vulgar pro-soviético, aunque esa realidad no era, ni mucho menos, absoluta. Incluso, en el exterior algunos extraen conclusiones tremendistas de que, cuando no se coincide en las posiciones, hay quiebras en el pretendido monolitismo y unanimismo que, lamentablemente, algunos órganos de prensa escrita, radial y televisiva presentan al público nacional e internacional. Pero esa realidad que existe, la estamos combatiendo internamente con todo el rigor y la mesura, la madurez y la hondura que se merece, porque tampoco podemos ofrecerles las armas a los enemigos de
Finalmente, venga desde donde venga la crítica, esta será bienvenida, siempre que esté dentro de los principios y de la ética revolucionaria. No somos perfectos.
En mis conferencias en el exterior les expreso a los compañeros en los distintos auditorios que no somos ni el “Infierno”, y, mucho menos, el “Paraíso”. Somos una sociedad en permanente construcción, tanto nacional como socialista, este es un proyecto social transformador en eterno proceso de rectificación, de perfeccionamiento. No nos pensamos mejor o peor que nadie, pero somos muy celosos guardianes de nuestras conquistas, nuestras victorias, nuestros triunfos, nuestros logros. Y como hemos estado sometidos a constantes campañas difamatorias, no permitimos que se nos critique al antojo, separando una reflexión de otras, una parte de la obra revolucionaria de la otra, que nos intenten aislar con mentiras y engaños, con tergiversaciones y manipulaciones, intencionadas o no. Quizás tenemos los reflejos muy engrasados cuando se trata de la auto-defensa de nuestro socialismo, porque no lo construimos para quedarnos con él, nosotros mismos, sino que hemos sido muy solidarios e internacionalistas, por lo que ha corrido o derramado sangre cubana generosa en otras tierras, en gesto desprendido y humano.
Y esos ya son grandes principios para que a
*Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba
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