El inicio del artículo dice: “La historiografía oficial cubana ha hecho un paralelo entre la invasión de Máximo Gómez y Antonio Maceo al Occidente de la isla en 1896, y la de Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara, sesenta años después, toda una leyenda”. Miente. No fue la historiografía la que hizo ese paralelo, fue la propia historia. En la historia de los pueblos se repiten hechos, acciones a través de los años. Las nuevas generaciones son émulas de los ejemplos del pasado. Claro esto no es así para la caterva, la bandada, la plaga (la reiteración es intencional) engendrada por el imperialismo; para ellos, la historia no existe o la intentan rediseñar a su manera.
En las líneas siguientes acentuaba: “Los propios protagonistas de aquella Operación [...] así lo asumieron”. NO, NO, ellos y todos los revolucionarios y patriotas cubanos lo hemos asumido. ¿Por qué?, Porque para asumir y cumplir una misión semejante, en cualquier lugar del mundo, se necesita, en primer lugar valor, convicción revolucionaria, actitudes y otras tantas cualidades, que la tuvo el Ejército Libertador, las tuvo el Ejército Rebelde, y las tienen hoy las Fuerzas Armadas Revolucionarias y sus Milicias de Tropas Territoriales. Son las cualidades que, por cierto, siempre le han faltado a Rafael Rojas.
A continuación, en otro párrafo expresa: “Los revolucionarios leían las Crónicas de la guerra de José Miró Argenter y creían repetir las hazañas de aquellos generales contra las tropas de Arsenio Martínez Campos y Valeriano Weyler”. NO, NO, no es que se lo creían sino que las repetían, claro que en otro tiempo y en otro escenario pero con el mismo patriotismo.
Según el artículo de marras, el éxito de las invasiones de Camilo y el Che -por cierto parece que a Rojas el odio que siente por el país donde nació lo lleva a emplear solo los apellidos de ambos héroes: Cienfuegos y Guevara- no fueron por la audacia, el valor, la inteligencia y los co… razones de los protagonistas sino por la “apatía del enemigo”, “a la deserción de decenas de sus oficiales y a la compra de algunos de ellos” o “no hicieron el menor esfuerzo por detenerla”, “esta es la demostración más palpable de que el ejército de Batista no quiere pelear”.
Todo lo anterior es cierto, pero ahora cabe una pregunta para Rafael Rojas y es: ¿por qué las tropas batistianas llegaron a esa desmoralización? Parece que el articulista ignora que cuando Fidel y Raúl se reunieron en Cinco Palmas el 16 de diciembre de 1956 -después de la primera dispersión de los expedicionarios del Granma- para iniciar la lucha guerrillera, sólo contaban con siete fusiles, y al cabo de dos años, el gran ejército de la tiranía, supuestamente invencible, fue derrotado a pesar de contar con más de 80 mil fusiles, tanques, aviones y la ayuda incondicional de los gobiernos de Estados Unidos de América. ¿No reconoce, Rojas, el empuje del Ejército Rebelde y sus acciones, ni cómo se desmoronó el ejército de Batista ante los crímenes cometidos por la dictadura?
“En un conflicto como la revolución cubana los datos de la historia militar no pueden ser distorsionados por los mitos de la historia política”, escribe Rojas. La historia militar cubana está llena de realidades y leyendas, es muy rica en acciones heroicas, cada generación le ha aportado un caudal de heroísmo. La verdadera Historia de Cuba, ciertamente, han tratado de distorsionarla en dos ocasiones: primero, por los gobiernos neocoloniales que ocultaban al pueblo la memoria histórica real para evitar que este se apropiara de los ejemplos y experiencias del pasado; y segundo, por la contrarrevolución que la distorsiona. Intentan desmontar la historia tratando de sembrar dudas y confusiones en quienes desconocen la historia del pueblo cubano.
En varios de los párrafos del artículo se intenta comparar la invasión de 1896 y las de 1958. Sin embargo, la confrontación es muy burda. Ingenuidad, desconocimiento o intencionalidad. Claro -y muy lógico- que tiene que haber diferencias. Hay 63 años de diferencia. La primera se desarrolló a finales del siglo XIX y las otras a mediados del XX. ¿Qué esperaba Rafael Rojas, que en el tiempo, en número de contendientes y en los tipos de combates fueran iguales?. Olvidó comparar que en aquel entonces, el arma principal del Ejército Libertador era el machete, mientras que el Ejército Rebelde disponía de las armas que le arrebataba al enemigo. La invasión de Camilo y el Che, dice el autor del artículo, “no se caracterizó por combates frontales”. Es lógico, ese no fue su objetivo. La misión de las columnas invasoras era llegar al lugar indicado por el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde y cumplir la orden que cumplieron.
En una parte del artículo, el autor describe que en dos de los libros que ha leído “Camilo fue un guerrillero intrépido. Lo que no queda claro en esa bibliografía heroica es que, políticamente, Cienfuegos estuvo siempre subordinado a Guevara [...]” ¿Pero que tendrá que ver la “magnesia con el magnesúrico” o las “peras con el olmo”?. Es decir, qué tiene que ver la intrepidez con la subordinación, y qué es lo que debe quedar claro. Sigo buscando cuál es la verdadera intención de Rafael Rojas… Para escribir mentiras hay que inventarlas, parece que se le acabaron y necesitaba “engordar” el artículo para llegar al último párrafo.
Ya en los párrafos finales de ese artículo, el autor señala que la invasión de Camilo y el Che fue “una jugada política y un acto simbólico” y luego escribe: “el avance de las columnas invasoras era escenificado como una peregrinación de jóvenes cristianos de clase media que, al frente de un ejército de campesinos, venían a redimir a las ciudades de sus vicios”. Poco o nada conoce Rafael Rojas de arte militar, para que lo pongan a hacer similares análisis. Esas invasiones fueron parte de la estrategia del Comandante en Jefe, Fidel Castro, de extender la guerra a todo el país. Ernesto Guevara hasta el centro de
Si de acto simbólico se trata, la invasión fue muy emblemática: permitió tomar las principales ciudades del centro del país, detener los refuerzos que se trasladaban a la región oriental y cortar la isla en dos, debilitando aún más al enemigo. Dice Rafael Rojas “una peregrinación de jóvenes cristianos”. Muy fácil emborronar cuartillas sobre algo que no se tiene la menor idea. Ahí están los diarios, ahí están los invasores, cualquiera de ellos le podrá responder cómo fue el avance de aquella tropa en un teatro de operaciones bajo la influencia de un ciclón y rodeados de enemigos por todas partes, desconociendo a veces la ruta a seguir.
Y por fin llegamos al final del artículo y a la pretensión de Rafael Rojas, cuando escribe: “por debajo de aquella leyenda [...] se tejía la urdimbre de una de las dictaduras comunistas más largas de la historia moderna”. Este final me recuerda el cuento de Pepito y la pulga. ¡Qué pensamiento tan pobre!, ¡qué poco conocimiento de la historia de Cuba! ¿Le habrán pagado mucho por el bochorno de escribir tantas sandeces, disparates, desatinos, dislates?
En ese párrafo final, también escribe: “Luego de la invasión vendría la conquista de las ciudades y, después, el objetivo final: la llegada al poder y su preservación indefinida”. NO, Rafael Rojas, NO, el objetivo final en aquellos momentos estaba muy bien definido cinco años atrás, en
Rafael Rojas y sus mandantes tendrán que buscarse otros pretextos y patrañas para confundir y, de paso, tratar de limpiar la imagen de los batistianos y explotadores que se fueron a refugiar al mismo lugar donde él encontró cobijo.
Estamos en vísperas del 50 aniversario de
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