La secuencia de artículos que me propongo publicar sobre el tema tiene la intención de ensayar una aproximación a responder la pregunta del título desde diversos ángulos o características. No es el caso repetir al inicio la conocida historia del surgimiento del concepto político de “izquierda”, pero sí decir que en la tradición de las luchas sociales de los siglos XIX y XX se generalizó y afianzó una interpretación, un código compartido: “a la derecha” estarían las fuerzas del conservadurismo, “a la izquierda” las fuerzas del cambio, “a la derecha” quedaba la reacción, “a la izquierda” la revolución, “a la derecha” estaba el retroceso, “a la izquierda” el progreso, a “la derecha” los capitalistas, “a la izquierda” los socialistas, etc.
Como que derecha e izquierda aluden inevitablemente a un posicionamiento en el espacio, no es difícil entender el carácter convencional y relativo de tales denominaciones. ¿A la derecha de qué o de quién?, ¿A la izquierda de qué o de quién?, pero el entendimiento universal, el hábito en la actividad social y política, entronizó un uso que no desbancó ni siquiera la desaparición de lo que la humanidad conoció como campo socialista europeo; acontecimiento que significó un viraje en la historia que también repercutió en los usos tradicionales de estos términos y derivó en no poca confusión.
Los artículos que siguen retoman el concepto en la tradición de su uso en el pasado siglo, pero con algunas precisiones para lo cual considero imprescindible, de entrada, diferenciar dos conceptos: “estar a la izquierda” y “ser de izquierda”. Esta precisión es netamente conceptual, está destinada a la metodología en el estudio y análisis de los procesos políticos y no tiene nada en común, como veremos con más detalle en los próximos textos, con el establecimiento de líneas divisorias, etiquetas, etc. para “diferenciarse” en el ejercicio de la actividad política entre los “poseedores de la verdad” y “los demás”. La finalidad es contribuir a captar los grados de enfrentamiento a la realidad del capitalismo tardío, estudiar los eslabones mediadores del movimiento anticapitalista.
Cuando un individuo, grupo, u organización política, rechaza, por ejemplo, el neoliberalismo y la acción depredadora de las transnacionales, se sitúa “a la izquierda” de esa realidad, pero para ello no necesariamente se es “de izquierda”. Un posicionamiento y accionar político de tales características identifica en un determinado grado a los que “están a la izquierda” con los que “son de izquierda” y obviamente juegan un papel histórica y políticamente positivo. De hecho, en las realidades de hoy ese “estar a la izquierda” resulta identificarse con muchas finalidades que están en el pensamiento y proceder revolucionarios.
Para el socialismo como propósito y salvación de la humanidad debe desarrollarse un pensamiento y una actividad concretas, cuya organicidad es compleja y diferenciada según las características específicas de la existencia actual del capitalismo.
El debate renovado acerca de la caracterización de la izquierda, es relativo, está sujeto -como todo debate sobre la sociedad- a determinantes históricas concretas. Estar “a la izquierda” puede significar hoy una cosa y mañana otra que presente determinadas características nuevas. Así, por ejemplo, sectores de empresarios medios que defiendan la recuperación de los recursos nacionales usurpados por las transnacionales se sitúan hoy indiscutiblemente en línea con posiciones de izquierda, aunque no compartan los propósitos estratégicos anticapitalistas.
Una definición de la “izquierda”, en el sentido de “ser de izquierda”, en una perspectiva histórica integral, estratégica, de largo plazo, debe en mi opinión incluir las cualidades de anticapitalista, científica, incluyente, ética, revolucionaria, activa y creativa e internacionalista. Estas cualidades o rasgos merecen ser explicados, lo cual me propongo en este y en los artículos que siguen y que cierran con una reflexión acerca del carácter abierto del debate sobre el tema.
Ser de izquierda es ser anticapitalista
Luego de lo dicho en el artículo anterior, parecería una verdad de Perogrullo, decir que ser de izquierda es ser anticapitalista, pero hay aún no poca confusión y por ello vale reiterar que “estar a la izquierda” hoy no necesariamente implica una clara definición anticapitalista. Todo aquel que rechace el capitalismo neoliberal, todo aquel que se oponga a la dominación de las transnacionales, al saqueo de los recursos materiales y humanos de las naciones menos desarrolladas por parte de las desarrolladas, todo aquel que se oponga a las guerras imperialistas de rapiña se situará en algún punto “a la izquierda”, pero “ser de izquierda” implicará estar en contra de la explotación del hombre por el hombre, del egoísmo que genera la propiedad privada, implica la conciencia de la necesidad de superar integralmente el sistema capitalista.
El capitalismo existe hace más de 500 años. En su devenir ha acumulado experiencias acerca de cómo superar sus crisis, aun a costa de la naturaleza y de la salud física y mental de la humanidad, su superación es una necesidad, pero no se producirá sin la acción en su contra. Las posiciones de izquierda y sus acciones tienen que ser claramente, argumentadamente anticapitalistas, de lo contrario podrá tratarse de una posición “a la izquierda”, pero no “de izquierda”, será una posición “más a la izquierda” del neoliberalismo, pero “a la derecha” de la “izquierda” definidamente anticapitalista, aunque se autoproclame por ejemplo, de “centro”. Las formas que velan lo que podríamos llamar “insuficiencia anticapitalista” de algunos posicionamientos sociopolíticos autodenominados “de izquierda” son diversas. Muchos se autocalifican por ejemplo de “centroizquierda”, otros como “socialistas democráticos”, pero como escribió en una ocasión Lenin, a los movimientos políticos hay que valorarlos por lo que hacen no por lo que dicen, los hechos concretos resultan el principal indicador de sus motivaciones verdaderas.
Por lo tanto, aunque estoy empleando calificativos en uso a manera de ejemplo, me estoy refiriendo a los temas de contenido, no a las denominaciones. Los rótulos que asumen los movimientos sociales y políticos pueden ser más o menos logrados, eficientes para la comunicación, etc., pero para el estudio de las características de los movimientos sociopolíticos que reaccionan frente a la explotación y degradación del capitalismo tardío, frente a su esencia depredadora, sigue siendo definitorio lo planteado acerca de las políticas reales y los hechos políticos.
Por otra parte, el esclarecimiento de las definiciones, vale repetirlo, no implica sectarismo alguno, oposición a las alianzas, comprensión de las mediaciones imprescindibles, sino simplemente eso: una precisión política que persigue contribuir a comprender la complejidad de esos movimientos sociopolíticos, las transiciones al interior de éstos, su calidad en el sentido social filosófico de la palabra, una contribución a esclarecer la confusión con la que de modo perverso no pocas veces los sectores aliados al poder capitalista logran desviar las conductas sociales y políticas de sectores de la población que buscan hoy su redención.
Parte de los hechos políticos de una organización la constituyen su plataforma ideológica, su programa político, su lucha concreta. Ello requiere un enfoque riguroso de la realidad social, que no excluya todo lo contingente inherente a la riqueza de los procesos sociopolíticos, pero necesitada del examen riguroso del devenir social. La izquierda, por tanto debe ser científica, pero eso será objeto de un próximo artículo.
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