lunes, 11 de agosto de 2008

¿Qué es hoy ser de izquierda? (3) Por Darío L. Machado Rodríguez


La izquierda no puede ser sectaria

Uno de los más graves errores cometidos por la izquierda en el pasado siglo ha sido el espíritu sectario, el considerarse algunos “la” vanguardia, el asumir que o se está con uno o se está contra uno. Tal punto de vista, muy difundido en el espectro mundial de la izquierda en el siglo XX, fue causa de divisiones, de pérdidas de energía y tiempo en discusiones muchas veces estériles, de falta de transparencia y de freno al conocimiento real de los problemas.

El velo que impuso a muchos sectores de izquierda el rechazo a nuevos argumentos, simplemente porque no se correspondían con los dogmas asumidos por unos u otros, impedían ver con claridad las motivaciones de aquellos sectores que también buscaban su espacio en la lucha contra el capitalismo. La izquierda soberbia que se autoproclamaba la meca del cambio revolucionario no aceptaba ella misma cambiar.

Esa visión dogmática y sectaria impedía ver a los demás como lo que realmente eran, los nuevos enterradores que le habían nacido al capitalismo como resultado de sus propias y para éste insolubles contradicciones, y los veían muchas veces como sectores “que le hacían el juego al capitalismo” o, en el mejor de los casos, como advenedizos equivocados. En lugar de comprender la posición social de esos sectores, sus motivaciones, su situación real, sus necesidades y su interpretación de los problemas, recibían el rechazo por la opinión diferente, produciéndose roces y enfrentamientos que laceraban la necesaria articulación de fuerzas y dejaban heridas muchas veces difíciles de sanar.

Aquel proceder, lejos de multiplicar la labor de aquella izquierda, lo que hizo fue debilitarla. El querer alzarse con una única verdad, convirtió a ésta en absoluta, en consecuencia, acabada y total, incapaz de desarrollo y enriquecimiento, cerrada para comprender eficientemente los cambios. Y la correcta comprensión acerca de los cambios que se han producido y producen en el mundo es arma principal en el arsenal político de la izquierda.

No ser sectario resulta hoy, no simplemente “una posición política correcta” sino una necesidad de la propia lucha, lo fue ayer, pero lo es mucho más hoy y lo será cada día más. La lógica de esa necesidad estriba en las características propias del capitalismo tardío, en la dispersión, la desestructuración social que sus prácticas entrañan.

La homogeneización de los seres humanos que impone el capitalismo tardío implica una atomización de la gente frente al mercado, un extrañamiento de unos y otros, articulados cada vez más solo por el mercado omnipotente, por donde todos tienen que pasar, en el que junto a los marginados y excluidos del mercado hay un movimiento consumista febril que está deteriorando crecientemente el equilibrio medioambiental y el equilibrio emocional de las personas. La crisis del sistema es evidente, pero su superación ya no será con un esquema vanguardista–uniclasista, sino multiclasista, incluyente, colectivista, participativo, profundamente democrático y horizontal.

La izquierda debe ser ética

La transparencia es aliada de la izquierda. Si alguien tiene que mentir, disfrazarse con pseudoargumentos, esas son las fuerzas del conservadurismo, las de la derecha. La izquierda debe ser siempre consecuente en su actuación con lo que piensa y proclama. La ética de las convicciones solo se prueba en la práctica política.

Por ello -como asegura Fidel Castro- el socialismo es la ciencia del el ejemplo. Se trata entonces para decirlo con palabras de Isabel Rauber, de “transformarnos para transformar”. Ello implica que la construcción sistemática del nuevo mundo comienza desde dentro mismo del movimiento revolucionario, desde la actuación de cada uno de sus integrantes, comienza con la construcción de un nuevo tipo de relaciones dentro del propio movimiento que constituyan prácticas alterativas, comportamientos diferentes que transmitan la nueva ética que debe regir el comportamiento desde las cotas de poder que se vayan conquistando en la lucha.

Altruismo, colectivismo, tolerancia, democracia, diálogo, persuasión, educación, humanismo, solidaridad, justicia, igualdad, deben ser valores que constituyan la axiología del revolucionario, la estimativa de la izquierda. Igualmente, su capacidad para aprender solo puede estar asegurada por la necesaria modestia, la izquierda no puede ser soberbia; ella debe reconocer el derecho al error y a la rectificación, de igual manera también al acierto donde quiera que este esté y la difusión de la experiencia y, en cualquier caso, el aprendizaje.

Finalmente, la ética de la izquierda tiene que identificarse con prácticas totalmente diferentes de las habituales del poder que quiere desplazar, sustituir. En consecuencia, la izquierda no puede ser arbitraria, ni impositiva, ni verticalista, ni autoritaria. La nueva ética del poder revolucionario tiene que nacer con prácticas, estilo y métodos raigalmente diferentes de los practicados por el capitalismo y por los anteriores ordenamientos sociales fundados en la propiedad privada, el individualismo y el egoísmo. Estas prácticas deben ser naturalmente revolucionarias, a ello nos referiremos a continuación.

La izquierda debe ser por definición revolucionaria

Ser “de izquierda” significa ser revolucionario. Ser revolucionario implica una actitud activa frente a la necesidad del cambio, una actitud consecuente con la necesidad de transformar el mundo. Una izquierda que se autoproclame tal, pero en los hechos no actúe en dirección al cambio, no puede considerarse “izquierda”, será presa del conservadurismo, no será revolucionaria. En política ser es hacer. Ser de izquierda es hacer la revolución.

Aquí no estoy, por supuesto, asumiendo un único modo de hacerla, por el contrario, las vías, modos, plazos, objetivos estratégicos y tácticos, abren un amplio y abigarrado espectro de variantes, tan amplio como condiciones históricas concretas haya en la multiplicidad de realidades culturales políticas que existen en constante movimiento y cambio el mundo de hoy. El sistema capitalista padece de un evidente agotamiento, pero sigue siendo un sistema vivo. Hacer la revolución es el modo de demostrar en la práctica su agotamiento, aunar conciencias para acelerar su superación. Es la única posición verdaderamente anticapitalista, por ello pasa a ser fundamental el propio concepto de revolución.

Hoy se ha extendido y globalizado el capitalismo monopolista transnacional, y la sociedad humana es en su conjunto una clara demostración de su desarrollo desigual. Ningún país donde se haya iniciado una revolución socialista ha logrado instalar de modo irrefutablemente irreversible el socialismo. Sin embargo, la pregunta es si es posible mantener el rumbo socialista en un determinado país y eventualmente por cuánto tiempo sin que exista un movimiento mundial generalizado de superación del capitalismo. Las respuestas definitivas a esas preguntas solo puede darlas la historia, sin embargo, ejemplos como el de la revolución cubana, demuestran que es posible mantener un rumbo de transformaciones de signo socialista, aún en medio de la creciente complejidad de la sociedad humana actual. Para ello es imprescindible mantener la actividad revolucionaria transformadora con un sentido de integralidad y con toda la flexibilidad posible según lo exijan las circunstancias.

Fidel Castro ha sintetizado el concepto de revolución, que a continuación transcribo por su importante significado actual para el enfrentamiento al capitalismo. Este se inscribe en la tradición práctico-transformadora del marxismo, y constituye en esa dirección un importante referente para la izquierda en la actualidad.

“Revolución –dijo Fidel Castro el 1ro de mayo de 2005 en la Plaza de la Revolución en Ciudad de La Habana- es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado, es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”.

En consecuencia, situarse a la izquierda y ser de izquierda es situarse en todo momento del lado del progreso social. De esta suerte, la izquierda tiene que ser por definición también ajena a todo burocratismo, opuesta a todo lo que frene las necesarias soluciones de continuidad a los problemas de la sociedad. Tiene que interiorizar el carácter efímero del Estado desde que se esté cumpliendo el deber de fortalecerlo para asegurar las tareas socialistas. Tiene, en consecuencia, que concebir al poder como un instrumento colectivo de la transformación revolucionaria de la sociedad, y en ningún caso como un fin en sí mismo, lo cual significaría imitar las prácticas habituales del poder político del capitalismo.

La izquierda, por tanto, tiene que estar siempre dispuesta al cambio, a comprender los problemas nuevos y buscar y encontrar las soluciones nuevas que reclaman. Debe ser creativa y actuar, a eso me referiré en el próximo artículo y final.

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