sábado, 20 de septiembre de 2008

Aprender para aprehender y comprender críticamente al mundo actual (I) por Orlando Cruz Capote*

“No quiero que mi casa esté amurallada por los cuatro costados, ni que mis ventanas estén tapiadas. Deseo que la cultura de todas las tierras sople por mi casa con toda libertad, pero me niego a que cualquiera de ellas me lleve de un soplo”.

Mahatma Gandhi


Uno de los problemas más acuciantes de la contemporaneidad es la enorme existencia y afluencia de información sistemática, (in)-coherente, diversa e (in)-adecuada, en muchos casos, que el ciudadano planetario común recibe diariamente y a la cual debe enfrentarse a través de los grandes medios masivos de comunicación, transnacionalizados en su inmensa mayoría. De un denominado “cuarto poder” estos han pasado a ocupar el “primero”, como parte esencial de las dominadoras y hegemónicas clases políticas y socioeconómicas explotadoras y opresoras.

Los medios de comunicación masivos, que deben constituir una herramienta persuasiva que nos permita mantenernos en continua comunicación con los distintos sucesos sociales, políticos y económicos tanto a escala nacional como internacional, no están cumpliendo cabalmente, sin embargo, su función educativa, cognoscitiva-analítica-reflexiva, demostrativa de verdades aproximadas, de diálogos y debates interculturales constructivos; así como de ayudar a las personas, desde el punto de vista individual y colectivo, a edificar y modificar adecuadamente sus modelos de vida en este mundo aceleradamente interrelacionado.

Al unísono, (contrariamente a la pretensión legítima de ayudar a los seres humanos en la conformación de elecciones acertadas en sus múltiples ámbitos de actuación, de favorecer la defensa de las costumbres, tradiciones, creencias, mitos y folclor que no deben entrar en antagonismos con la denominada (post)-modernidad y la “Otra” heterogeneidad sociocultural sino complementarlas, de fortalecer en los hombres y mujeres sus comportamientos valorativos humanistas, morales y éticos más correctos, de variar las formas de consumo derrochadoras por las ahorrativa-racionales y de apoyar a la conformación de una opinión pública culta y humanística), estos medios de des-información desandan por caminos muy antagónicos a estos propósitos y objetivos honestos y justos.

Están tratando, de manera abierta y encubierta, de homogeneizar y uniformar y, paradójicamente, fragmentar y atomizar a los cuerpos societales con sus informaciones tendenciosas y manipuladoras, construyendo sus imágenes, noticias y comentarios con sensacionalismos de variado tipo, relatos banales, violencias exageradas, mentiras infundadas, coberturas y opiniones parcializadas, censuras de verdades incómodas, terrorismos mediáticos contra agrupaciones, naciones y sistemas ideopolíticamente adversos al capitalismo dominante, fobias paralizantes introducidas con oscuros propósitos políticos, exacerbación de ánimos contraproducentes a una lógica racional humanista, etc. Conociendo que son pocos los “elegidos” para dirigir tales instrumentos de comunicación y muy amplios los destinatarios de los mismos se dan el lujo de hacer y deshacer a su antojo.

La contradicción dialéctica de este proceso es que el hombre de nuestro mundo globalizado -y “glocalizado”- necesita de esa “cascada informática” cada vez más pero, al mismo tiempo, tiene que poseer un criterio electivo y selectivo, crítico en esencia, porque en numerosas ocasiones, los diversos conocimientos y saberes, no tienen un orden de prioridad, jerarquizaciones, ordenamiento y coherencia sistémica, y se desconoce por el ser individual y colectivo (societal también) cuáles son las informaciones que le son válidas para su quehacer laboral, vital y para su satisfacción espiritual. Se vive la constante sensación de que cada vez sabemos más de menos cosas.

Para ello, ese ser humano del presente y del futuro debe y tiene que poseer, imperativamente, un nivel educacional y cultural medio y/o elevado para aprender, aprehender y comprender críticamente esa cantidad y calidad de conocimientos. Pero debemos partir del criterio básico que una parte importante de la población de la Tierra, en especial, la del Tercer Mundo subdesarrollado y los bolsones periféricos del Primer Mundo desarrollado, son analfabetos, semianalfabetos y, en incontables latitudes, analfabetos funcionales, por lo que la tarea que enfrentamos los científicos, educadores, maestros, periodistas, divulgadores y comunicadores todos, hoy en día, es de una importancia elemental y trascendental. Muchos de estos ciudadanos, sin acceso a Internet, porque no poseen siquiera energía eléctrica ni teléfonos, y sin posibilidades de leer e interpretar una simple nota escrita o información oral, son convertidos en hombres y mujeres maleables, sin libertad de selección y elección. A esa parte de la humanidad hay que enseñarles a leer y a escribir, y a realizar esa lectura con sentido crítico-activo.

No estamos en medio de la llamada, eufemísticamente, Sociedad Global de la Información (SGI) -idea surgida en una Cumbre del G-7, en 1995-, sino de múltiples Sociedades del Saber, tal como lo afirmó Armand Mattelard, en las que se pueden aprovechar los elementos técnicos de avanzada, pero desde las diferencias y las culturas heterogéneas.

La mayoritaria información que se brinda a través de las grandes cadenas televisivas, radiales, la prensa escrita y en formato electrónico, verdaderas industrias culturales e informativas, no siempre goza de una calidad estética y educativa, ni humanista y ética que esté a la altura de la solución de los graves problemas de la humanidad. Las realidades virtuales, subliminales, al servicio de la publicidad y la propaganda política, económica y comercial de los poderosos, la selección anticipada de lo que quieren que veamos y escuchemos - y compremos - y el cómo debemos asimilarlo y consumirlo son grandes contradicciones de la época del ciberespacio y las grandes autopistas de la información-comunicación. A veces todo es un engaño mediático, una estafa de realidades que ni siquiera han sucedido y de medias verdades que nos confunden para reconocer los procesos reales en la política y hasta las guerras, la economía, las finanzas y en la cultura, incluida el arte, porque ahora casi toda actividad humana ha sido convertida en pura mercancía que debe garantizar la obtención de ganancias para la poderosa burguesía transnacional.

La traspolación o transmutación de los ideales más puros y genuinos de la humanidad hacia una simple mercancía es una de las especialidades de esta industria de la cultura del consumismo. “Les ofrecemos la libertad [...]”, reza una parte del slogan publicitario de una cadena de producción de papas precocidas del Midwest americano, para luego agregar de forma tajante “porque le damos la oportunidad de escoger la salsa acompañante”. No existen comentarios a no ser que se compare ese fenómeno con este otro: “En el planeta Reebook, las fronteras no existen”, que proclama arrebatadoramente la campaña del famoso fabricante de zapatos deportivos.

Las libertades y las fronteras permeables y porosas -ya escribiremos de la transfronterización- de la penetración cultural capitalista, a lo estadounidense, son sinónimos virtuales del consumo de patatas pre-elaboradas y de los tenis. Todo un logro de marketing de venta, de consumo de modas light y de bloqueo de las neuronas, porque una buena parte de los ciudadanos piensan, sin detenerse, que al escoger - sinónimo de comprar - la salsa adjunta autónomamente y las zapatillas de sport son irremediablemente libres y universales.

En esta globalizada y transnacionalizada sociedad capitalista-imperialista de consumismo irracional que es, además, patriarcal, machista, homofóbica, racista y discriminatoria, explotadora y opresora e, increíblemente, paternalista-demagógica que pretende extenderse hacia todas las latitudes; esos medios de comunicación e información, como la prensa escrita que incluyen periódicos, revistas, folletos y libros de variado tipo, la digital, así como la radio, la televisión pública, privada y la de cable, los DVD, los DMD, el Fax, el correo electrónico y la Internet, generalmente, contienen y emiten en cuantiosas ocasiones una desinformación o información manipulada, subproductos estéticos y culturales, y una seudocultura que no demanda de una mente reflexiva. Están concebidos para entretener y ser vistos con pasividad, evitando cualquier visión crítica y conduciendo a una “cultura” del “deseo más instintivo del hombre”. El conocido especialista francés Ignacio Ramonet ha afirmado que “[...] la idea de que los hombres desean ser fascinados, extraviados y embaucados en la confusa esperanza de que alguna satisfacción hipnótica les llevará a olvidar, por un instante, el mundo absurdo, cruel y trágico en que viven”. (1)

La humanidad en su largo decursar histórico parecía haber acumulado conocimientos suficientes para poder superar algunos de los problemas básicos y elementales, por lo menos, de su supervivencia. Sin embargo, los paradigmas de la modernidad, aquellos que tuvieron que ver con los adelantos científico-técnicos, el más puro racionalismo y los ideales del progreso ilimitado, fueron puestos en entredicho, o cuando menos destrozados en parte, porque la expectativa de solución que se esperaba de estos procesos emancipatorios nacionales y sociales, con las ciencias y las técnicas aplicadas, no fue completamente satisfactoria. En la mayoría de los casos, la sobre-suficiencia de la razón instrumental y la penuria de los valores éticos y morales humanistas que enunciaron los mejores exponentes de esa modernidad no fueron cumplidos y se alteraron las vías de los conocimientos científicos y sus resultados. La imaginación y conciencia social, política y cultural de la humanidad no estuvo ni ha estado a la altura de su imaginación científica y tecnológica.

La desigualdad, la asimetría y el desequilibrio de los cuerpos societales a escala internacional, nacional y local, en cuanto a la distribución de la riqueza material y espiritual, la falta de justicia social plena, las desproporciones entre

los muchos bienes acumulados por unos pocos países y ciudadanos y la polarización extrema de la pobreza por las muchas otras naciones y pobladores, es decir las deficiencias e insuficiencias de la equidad, la igualdad y la libertad, no han hecho accesible la posibilidad real de poner a disposición de la humanidad toda esos grandes logros y conquistas del Homo Sapiens. Ello es demostrativo de que el modo capitalista de producción definitivamente no triunfó, como han proclamado sus agoreros, porque en la mayoría de los casos, esas causas / consecuencias, han sido fruto de su decursar histórico en más 500 años de existencia, aunque pretendan reafirmar que, a pesar de ello, no existían otras alternativas posibles.

El pensamiento único (2) o el Canal Único, como lo denominan el politólogo Ignacio Ramonet y el zapatista Subcomandante Marcos, respectivamente, se rigen por el principio de la supremacía de la economía capitalista sobre todas las esferas de la vida de la sociedad, defendiéndose ese “determinismo” en nombre del realismo y el pragmatismo. Los conceptos claves de este unicidad son: el mercado, la competencia y la competitividad, el libre cambio, la desreglamentación, la privatización, la liberalización, la moneda fuerte (el dólar, aunque últimamente compartido ese rango con el Euro) y la mundialización. Todo este vocabulario conceptualizador es sometido a la circulación reiterada por los medios de comunicación - mediáticos - con una fuerza intimidatoria que logra anestesiar las conciencias, convirtiéndose en armas de control, parte de toda una ingeniería de la persuasión invisible, mediante la publicidad, los sondeos y el marketing. Las herramientas futuristas de la información y la comunicación sirven más para el condicionamiento y cerco de los ciudadanos que para su emancipación.

Y aunque el viejo reto contradictorio del ideal burgués ha intentado renacer, pero ahora en las nuevas condiciones del desarrollo del capitalismo y el imperialismo de finales del siglo XX y principios del XXI, con un ambiente internacional muy diferente, éste sigue consistiendo en que la burguesía para llegar a realizar su propio interés de clase, problema histórico inicial y eterno de la misma, tiene que sobrepasarse en su trascendencia ideológica, jugándose el todo por el todo por imposibles y utopías con el fin de lograr lo posible real, el dominio llano y raso de todas las esferas de la vida social y la obtención principalmente de la plusvalía en su beneficio absoluto.

Ese excedente ideológico trazado desde la Revolución Burguesa Francesa (1789), con los lemas universales e históricamente revolucionarios, de “la Igualdad, la Fraternidad y la Libertad”, además de su “falsa conciencia” acerca de los ideales del reformismo pequeño-burgués: el librecambismo universal, la autorregulación del mercado y la competencia perfecta pasan, constantemente, a ser manipulados de forma deliberada por la falsedad de la conciencia burguesa - la ideología del mercado total. Ella misma, la ideología burguesa, tiene que ser invertida y también convertida por sus “profetas” o ejército de profesionales en recurso, medio, instrumento y dispositivo ideológico que se arbitra su intencionalidad, expresado en una reproducción espontánea y premeditada, deseada y operacionalmente manipulada. Es entonces que el interés particular de clase - egoísta e individualista - y la “trascendencia” histórica de sus ideales universales se mezclan, sin poder cumplir con los últimos porque su carácter de clase explotadora, expoliadora y opresora a nivel nacional e internacional, se lo impide de forma natural.

La situación histórico-concreta contemporánea en las ciencias naturales, exactas, aplicadas y las sociales o humanísticas.

En la actualidad ese saber y comprender se ha complejizado de manera extraordinaria porque nos encontramos en una “Época de Perplejidades”, en un momento de crisis transicional-epocal, de civilización, de culturas, ideologías y de la ya mencionada modernidad. Los nuevos saberes científicos, los conocimientos y los métodos para abordar los viejos y nuevos problemas de la humanidad tienen que provocar un cambio esencial en la forma de pensar, reflexionar y accionar de los científicos y del sentido común del hombre cotidiano para poder asimilar y sintetizar esas nociones conceptualizadoras, muchas ya puestas en práctica, no siempre en beneficio de todos. (3)

El despliegue arrollador de la III Revolución Industrial, que algunos han denominado Postindustrial, Metaindustrial e Hiperindustrial y sus avances en las comunicaciones, la informática (computación, correo electrónico, Fax e Internet), el transporte, la industria aeroespacial, la robótica, la electrónica y microelectrónica, la biología, la biología molecular, la biogenética, la genética, la nanotología, los recientes descubrimientos de la física, la química, la bioquímica, etc., no pueden quedar en manos de élites políticas y académicos cientificistas irresponsables, no humanistas y anti-éticos porque corremos los mismos riesgos que sufrió la humanidad desde los tiempos del Renacimiento, la Ilustración y hasta de las anteriores Revoluciones Industriales.

Durante y después de esos procesos históricos se produjeron, entre otros acontecimientos, una enorme e incuantificable cantidad de guerras civiles y de intervenciones militares extranjeras, que hoy continúan ocurriendo a escalas imprevistas, muy a pesar del pregonado fin de la “Guerra Fría”, aconteciendo además, el desarrollo de una carrera armamentista inusitada; así como los incontrolados movimientos migratorios masivos de las zonas rurales hacia las ciudades y de los países más pobres hacia los más opulentos, incluyendo la compra o el robo de los mejores cerebros; el intenso comercio internacional desmedido, desigual y asimétrico para las zonas periféricas; se perpetúan las superexplotaciones de los obreros asalariados y de las naciones del denominado Tercer Mundo geopolítico, agobiadas por la enorme e impagable deuda externa; se multiplican los desempleados y los subempleados, así como los mercados informales, “subterráneos o negros”, que son fuentes inestables y precarias de trabajo; se desarrolló el fascismo - hoy neofascismo - con sus enormes cuotas de conflagraciones bélicas, crímenes, apartheid-racismo, xenofobia y exclusión; se retorna constantemente a la discriminación y marginación de las minorías étnico-nacionales, raciales, de géneros, generacionales y religiosas; se ha provocado la destrucción paulatina de las grandes zonas boscosas y de la fauna que habitan en ellas; se ha producido la agresión continuada a la biodiversidad de la Tierra; se ha incrementado la disminución de la capa ozono de la atmósfera terrestre; ha crecido la salinización y desertificación de los suelos fértiles; ha aumentado la toxicidad de los mares, los lagos y los ríos, entre otras calamidades, todo lo cual ha demostrado que el hombre en su afán de desarrollo a ultranza ha puesto en peligro el entorno, su medio ambiente y su propia existencia como especie. La investigadora Ilya Prigogine ha expuesto de una manera desoladora todas esas realidades de la siguiente forma: “El siglo XX ha transformado todo el planeta de mundo finito de certidumbre en mundo infinito de interrogación y duda”.

En la actualidad que vivimos, también las leyes de la mecánica, de la cuántica, de la termodinámica, la teoría de la relatividad, el “Big Bang”, los “agujeros negros” y los estudios analítico-críticos puros de muchas disciplinas científicas, así como la unilinealidad del progreso y otros paradigmas de las leyes universales del mundo de la física, la biología, la astronomía, la meteorología, entre otras ciencias duras-puras y las aplicadas, incluyendo las denominadas ciencias sociales, han caído en cierta “incertidumbre científica” y tienen abiertos nuevos caminos y enfoques, aunque continúan vigentes sus “núcleos duros” y las bases fundamentales de sus disciplinas. La realidades macro y micro, en muchas o en casi todas las esferas de la vida material y espiritual, han variado afectándose una a la otra de manera irreversible y todo se ha hecho más complejo, los reduccionismos han demostrado su no-validez y los conocimientos si no se adaptan a las nuevas condicionantes de la vida real y el propio desarrollo de las ideas, conceptos y teorías llevadas a la práctica, no podrán explicar y ni siquiera intentar transformar ese entorno.

Por otra parte, la mutabilidad y la reversibilidad de los procesos orgánicos e inorgánicos, los psíquicos y sociales, los políticos y económicos, el equilibrio en permanente desequilibrio, el caos y el orden en coexistencia posiblemente permanente, la difuminación y borrosidad, lo intangible, la influencia del azar en los sistemas regulares y estables, las pequeñas partes alterando el rumbo de los sistemas totales, los múltiples, grandes y pequeños, nodos-redes interrelacionándose más que nunca, así como la precariedad de los sistemas y sus paradojas ante la idea y la realidad de que los entes antagónicos coexisten necesariamente como parte del propio desarrollo, propiciando una dinámica real, tanto en los objetos como entre la intersubjetividad colectiva e individual, han subvertido en una gran magnitud y profundidad a todos los estudios científicos. Ya el todo no se puede sacrificar en el altar de las partes y viceversa. Y las crisis lejos de ser solamente destructoras pueden convertirse en la superación y en la creación de nuevas mutaciones y cambios totalizadores, con su ambigüedad, positiva y/o negativa, porque muchas esencias y fenómenos cohabitan en tensiones y dinámicas constantes.

La interdisciplinaridad, la multidisciplinaridad y la trasndisciplinaridad se han convertido en una urgencia para abordar colectivamente el estudio de cualquier problema científico. De ese modo surgió el marxismo en el siglo XIX y así debió continuar desarrollándose en el XX - aunque en algunos momentos no lo realizó de esa forma -, o sea tomando lo mejor de los avances de las ciencias naturales, exactas y sociales, e imbricándolas como un sistema para realizar un análisis concienzudo y profundo de la nunca simplista realidad que quería transformar. Porque nada debe observase, analizarse y experimentarse sin sus vínculos con otros sistemas y partes internas o externas.

Incluso hoy, el hombre-científico puede simular en los laboratorios situaciones “no normales”, es decir crear estados inestables en los cuales no existen parámetros medibles constantes, temperatura y presión por ejemplo. Asimismo sucede con los experimentos que se realizan en las naves espaciales, en una atmósfera sin gravedad y otras condiciones “extrañas” y especiales, en las cuales se pueden crear nuevos materiales sintéticos, químicos y hasta biológicos, abriendo caminos insospechados para algunas de las investigaciones científicas. La disipación, lo invisible y lo paranormal son acontecimientos reales, así como la autoorganización de los procesos y, todo lo que anteriormente eran polos opuestos y/o antagónicos irreconciliables, hoy no se excluyen en las ecuaciones de las posibles soluciones sino que se toman como complemento de esa realidad que, además de leyes, regularidades y normativas determinadas, tienen en cuenta los posibles quebrantamientos de esas “leyes”, no solo por parte de la subjetividad humana, sino por los propios procesos naturales, físicos y químicos, entre otros. La inclusión de muchas esencias y fenómenos, la heterogeneidad, la diversidad y lo múltiple son necesarios para entender las identidades, la integralidad y la unidad de nuestro mundo. La realidad que describió el marxismo de que el movimiento es eterno se consolida porque ese movimiento, en todas las direcciones y dimensiones, tensiona, induce dinámicas y, en última instancia, crecimiento y desarrollo, aunque también puede provocar desatinos, retrocesos y estancamientos. Aquella frase poética de Paul Eluard, parafraseándola, de que existen muchos mundos, pero todos están en éste, es un parte de esa posible verdad.

Sin embargo, esa síntesis de disciplinas no elimina ni subestima las particularidades de las diferentes ciencias y saberes científicos, que no han extraviado sus propios objetos de estudio y metodologías específicas, sino que deben y tienen que abrirse paso a una “nueva” dialéctica o, lo que es más correcto, hay que repensar dialécticamente la dialéctica. En el afán de desarrollar un nuevo pensamiento o enfoque teórico de la complejidad no puede dejar de preverse el peligro de establecer “teorías” que son mezclas y yuxtaposiciones, nunca síntesis creativas y originales, que retoman y reciclan lo que otras escuelas teóricas y metodológicas ya habían anunciado y enunciado. Aunque no resulta tan negativo investigar seriamente y tratar de forzar algunas de las regularidades y normativas, porque ello también conlleva a una dosis de singularidad creadora, pero siempre que mantengamos el control y la regulación de los proyectos y los procesos en curso.

El hombre-ciudadano, el pueblo y el intelectual revolucionario. Su articulación urgente.

La democratización máxima de los conocimientos científicos puede ayudar a evitar que continúe esta espiral insostenible de acciones violentas contra el ser humano y la naturaleza, que hoy se reconoce son partes de un todo indivisible, como lo determinaron los pueblos originarios. Pero ello solo es posible con un sistema sociopolítico y económico que garantice una educación con igualdad de oportunidades y un acceso libre a lo mejor de la cultura universal de todos los tiempos, incluido el presente, aunque a esta realidad no pueden estar ajenos la voluntad de los políticos y los gobernantes de las naciones, como tampoco la exigencia y participación protagónica de las masas populares en sus múltiples luchas reivindicativas permanentes y en el ejercicio del verdadero poder, léase la participación, representación, toma de decisiones y controlar-regular, verdadera forma de dominar y hegemonizar la nueva sociedad, libre de explotadores y opresores.

La ciencia contemporánea ha entrado en una nueva fase de desarrollo y urge de esa masificación popular de los conocimientos, porque debemos comprender qué es lo que está en juego con la clonación, el descubrimiento del genoma humano, las experiencias investigativas con el ADN, la implantación de las células madres, la eutanasia, hasta con las operaciones de cambio de sexo, y otros problemas que rebasan a la ciencia y caen, por su propio peso, en la ética y la bioética y, como correlato, en la sobrevivencia de la especie humana. Ello debe lograrse con una información y educación para todos y las determinaciones tienen que ser tomadas por una mayoría de forma consensuada, sin omitir y excluir a las minorías que no estén de acuerdo con las decisiones alcanzadas.

Sin embargo, los nuevos saberes y conocimientos requieren de un cuadro o especialista científico comprometido con las causas más elevadas de la humanidad, sea en el ámbito nacional o en el internacional, de un responsable académico maduro con una ética y humanismo universal, no ajeno a la suerte que pueden correr los desamparados, los desposeídos, hambrientos, los pobres, los marginados, explotados, discriminados y excluidos.

El científico que depara el futuro debe pensar y reflexionar, ante todo, en cómo transformar el mundo en algo mejor, sin distinción de razas, etnias, sexos, géneros, edades, religiones, ideas políticas y otras diversidades que deben coexistir en el más amplio consenso y con un gran objetivo delineado: hay que salvar a la humanidad y conducirla hacia el futuro con seguridad, sostenibilidad y desarrollo integral real. No se podrá ser, entonces, un buen comunicador y menos un mejor periodista y profesor si continuamos en la parcelación fragmentadora y no integradora de los conocimientos. Se requiere de un Educador con mayúscula y no de un simple maestro o instructor y, además, ser capaces de variar las técnicas de aprendizaje que tienen que ser muy interactivas para desarrollar la capacidad creativa de los que se involucren en el proceso. Y no es que se niegue la especialización, siempre tan necesaria, sino que se demanda también de una educación y cultura casi enciclopédica y holista para hacer posible que los demás aprendan, que sepamos enseñar-aprendiendo y comprendiendo juntos, incluyendo al ciudadano con el más común de los sentidos. En resumen, estamos urgidos de un intelectual revolucionario orgánico, tal como lo denominara el marxista italiano Antonio Gramsci, que sea capaz de “educar filosóficamente” a las masas populares para que no sean, otra vez, adoctrinadas maniqueamente y manipuladas con el propósito de desviarlas del rumbo emancipador nacional y social.

Nos viene a la mente, entonces, una anécdota singular: en la televisión de un hermano país de Nuestra América, salió una entrevista realizada a una cubana de la tercera edad, que versaba sobre la problemática de los ciclones y la meteorología. Al contestar a las preguntas de la periodista, esta mujer de pueblo, sin muchos dientes salvados, aspecto de gente muy humilde y con el trasfondo de una casa medio derruida, le hizo una explicación casi exacta de los problemas climatológicos y de las posibles apariciones de más ciclones en el Caribe y sus terribles impactos en Cuba. Su conocimiento empírico y, más que todo, interpretativo sobre esta temática estaba incorporado a su acervo cultural de forma definitoria gracias a las informaciones serias y rigurosas del Instituto de Meteorología de Cuba y su reflejo en la televisión y la radio del país. Era un símbolo real que rememoraba -con sus diferenciaciones de tiempo, espacio y situación educativa- aquella anécdota del famoso escritor inglés Gilbert K. Chesterton al ver a un grupo de campesinos de su país y que le hizo exclamar lleno de asombro, ante sus comportamientos correctos y adecuados: ¡que cultura tienen esos analfabetos!

Notas y referencias bibliográficas:
  1. Ignacio Ramonet Pensamiento único y nuevos amos del mundo, en Como nos venden la moto. Información, poder y concentración de medios, Editorial Paidos, Barcelona, 1998.
  2. Ignacio Ramonet Un mundo sin rumbo, Debate, Madrid, 1997; Como nos venden la moto [...], Ob. Cit.; y, Propagandas Silenciosas, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 2000.
  3. Pablo González Casanova Las nuevas ciencias y las humanidades, De la Academia a la Política, Anthropos Editorial, México, 2004; Pedro Sotolongo Codina y Carlos Díaz Delgado La Revolución contemporánea del saber y la complejidad social. Hacia unas nuevas ciencias sociales de nuevo tipo, CLACSO, Buenos Aires, 2006.

*Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba

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