“Han sido escrito miles de metros cúbicos
de libros contra Marx, y Marx está más vivo
que todos los que intentaron superarlo”.
Darcy Ribeiro.
de libros contra Marx, y Marx está más vivo
que todos los que intentaron superarlo”.
Darcy Ribeiro.
A esta nueva cultura científica y cotidiana que es, además, política e integral, le es imprescindible el debate y la polémica desde la ética humanista concreta, que no obvia el carácter clasista; el saber escuchar, dialogar y comprender que nadie posee la verdad absoluta; tolerar al “Otro”, el diverso, que puede investir un diferente punto de vista pero también válido; ser capaz de aprender el nuevo sentido de dirigir obedeciendo con humildad y modestia; admitir que el verdadero conocimiento es aquel que duda; ser crítico-constructivos con nosotros mismos y con los objetos y sujetos sometidos al análisis. Sin embargo, hay que re-pensar y re-crear en todas las esferas de la vida material y espiritual, pero sin caer en ingenuidades, espontaneísmos y subjetivismos-voluntaristas inocentes, muchas veces signados por la inercia, la apatía, el nihilismo y el apoliticismo.
Mucho menos extrapolar los métodos y conceptualizaciones de las ciencias naturales, exactas y aplicadas al terreno de las sociales, sin estudiar el comportamiento individual y colectivo del ser humano ante todas las realidades complejas que enunciamos. Si partimos de que existen diferencias y similitudes, cualquier reduccionismo de un lado o del otro puede ser fatal. El darwinismo social, el (neo)-malthusianismo, el mecanicismo, el relativismo y otras tantas teorías
-como el mencionado enfoque de la complejidad mal empleado- no pueden volver a obnubilar a los que trabajan los problemas sociopolíticos, económicos y culturales de la humanidad con fórmulas abstractas, no aplicables y otras muy específicas, pero no afines con la situación histórico-concreta del cuerpo societal.
Porque hay que distinguir en ese maremagnum de problemáticas, con un fino olfato ideopolítico, cuáles son las variantes que ayudan a la liberación nacional y social de los pueblos y las que pueden paralizar o hacer retroceder esas luchas, puesto que los procesos que caracterizan al Fast World capitalista actual están incidiendo en una visión subestimante y, a la vez, deprimente sobre los nacionalismos radicales (que provienen de su raíz histórica-cultural patriótica y solidaria, nunca racista y xenofóbica), hasta el nacional-reformismo y el populismo, los sentimientos y convicciones patrióticas, las tradiciones histórico-culturales originarias y más genuinas, así como las populares, que intentan sean reducidas a un simple folclor para turistas, al igual que las creencias, ritos y los mitos locales-nacionales que pretenden sean subalterizados.
Por eso los conceptos que reflejan, aunque no en todas sus aristas, los fenómenos reales de la multiculturalidad, la transfronterización, (1) la heterogeneidad y las complejas diversidades e identidades existentes hoy, provenientes algunas del pasado histórico, se encuentran en un franco tránsito hacia una pretendida re-dominación unilateral homogeneizante por su carácter globalizador natural y transnacional -este último además neoliberal- y han invadido la cotidianidad de la vida social y ciudadana en un numeroso grupo de naciones del planeta (o en casi todos), aunque los impactos más negativos se aprecian con mayor nitidez en el Tercer Mundo y en los bolsones tercermundistas de los países industrializados.
A su vez, el denominado “nomadismo identitario” - la multiplicidad de las identidades y/o el traspaso de unas a otras (el “Yo” en el “Otro” y en “Otros”)- se está produciendo con un carácter y una forma contraproducente, porque aunque muestra una movilidad, diversidad y entrecruzamiento interesante, proclive a un intercambio provechoso e identificaciones variadas, es también demostrativo de fuertes luchas por los espacios logrados o por conquistar, así como por los sentimientos encontrados de racismo, discriminación, xenofobia y exclusión presentes, en mayor o menor medida, en todas las sociedades.
También, porque los vínculos entre homogeneización (así como los propósitos de uniformización extrema) y pluralidad, entre universalismo y particularismo, (2) han cambiado en el sentido de la multiculturalidad que ya no solamente abarca aquella históricamente establecida -la que signaba las resistencias radicales de los pueblos originales y la de los mestizos nativos nacionales-clasistas explotados y oprimidos, contra los opresores y explotadores-, que no obstante continúan existiendo, sino la otra que convoca a una diversidad cultural, étnica, social y nacional que no son obstáculos irremediables para la modernización en el sentido positivo de los cuerpos societales. Porque todos ellos pueden asumir, y de hecho lo hacen, formas paralelas-alternativas que conviven en armonía o desarmonía, efímeramente o no, con las contradicciones endógenas y exógenas presentes.
Asimismo, porque la multiculturalidad e hibridación de los sistemas de vida están constantemente interpenetrándose e interceptándose de forma natural o violentamente. La heterogeneidad sociocultural y los desafíos de las costumbres surgen no solamente por la influencia exterior sino porque en cada región, nación y localidad coexisten varios códigos semánticos, se articulan redes complejas y heteróclitas de prácticas civilizatorias y signos, de préstamos de transacciones culturales muy diversas y universales, entre otras. Esta hibridación, a veces no completamente articulada o lograda, no elimina en el capitalismo el desigual acceso a la riqueza de las diferentes clases, grupos, sectores, segmentos y estratos sociales, su explotación, alienación / enajenación, opresión y marginación, pero está exigiendo reformular las concepciones que separaban maniqueamente lo extranjero de lo nacional, lo popular de lo elitista y lo tradicional de lo moderno. La calidad humana, ética y estética, además del contenido revolucionario del texto, del mensaje y las imágenes que se presenten es la línea divisoria de lo auténtico y legítimo vs. lo falso y lo no fidedigno.
En estos “nuevos” sistemas societarios, muchos de ellos transitando hacia formas económico-sociales y científico-técnicas superiores -esa es aún una remota posibilidad para todos los actores mundiales- hay, sin embargo, apropiaciones mutuas de conocimientos, simbologías, mitos, creencias, cultos, religiones y culturas, por lo que la modernidad o la “postmodernidad” no son obligatoriamente entes sustitutivos de las tradiciones preexistentes en los pueblos del Tercer Mundo y, en especial, los latinoamericanos y caribeños, y ni siquiera en las sociedades industrializadas.
Existe en la actualidad una tendencia a un intercambio creciente de saberes y conocimientos entre las culturas indígenas y/o oriundas acerca de la medicina natural, elementos curativos a través de la fuerza de la energía mental, el tratamiento con las manos, la acupuntura, la concentración yoga u otras variantes, así como creencias y nociones más adecuadas, ecológicamente, de cómo debe comportarse el hombre en su entorno natural, pero diverso y plural, y los descubrimientos científicos más avanzados de las civilizaciones y culturas adelantadas tecnológicamente, en especial las del mundo occidental industrializado, que brindan también elementos valiosos de sabidurías, así como formas educacionales-culturales aprovechables. La solución en esta fase de “culturalización de conflictos”, sería la subordinación relativa y la necesaria complementación / integración de las autonomías, las soberanías y todo ello sin perder las diversas identidades nacionales, culturales y otras tantas, autóctonas y auténticas, que nos recorren.
La realidad sociopolítica contemporánea y los impactos de la mundialización transnacional capitalista: La lucha de clases continúa.
No obstante haberse producido el colapso de los proyectos del autodenominado “socialismo real” en el centro-este europeo y la Unión Soviética, la pérdida de legitimidad y el desmantelamiento paulatino del Estado-Nación -incluyendo, paulatinamente, al fuerte, providencial y benefactor burgués-, la desintegración de Estados Multinacionales en pequeños y débiles estados nacionales, o mucho menos que eso, promovidos increíblemente por los diseñadores de la “Aldea Global”, en contraposición a la “Aldea Local”, han renacido con fuerza en los años finales de la pasada centuria, los gobiernos populares y revolucionarios, nacionalistas e integristas con la consabida aparición, resurgimiento y fortalecimiento, paradójicamente multiplicados, de las identidades diversas o heterogéneas, representadas por los nuevos movimientos sociales y políticos que abarcan disímiles grupos y sectores de la sociedades -la realización de los Forum Sociales Mundiales es un ejemplo de esa diversidad- que han derivado a un corrimiento hacia las identidades culturales, tanto regionales como locales, estas últimas de forma predominante, aunque con una lenta reanimación de los intentos políticos, económicos y sociales integracionistas regionales, complementarios y solidarios. Y también subsistieron los socialismos en Cuba, China. Vietnam, Corea del Norte y Camboya o Kampuchea, cualesquiera que sean sus características y particularidades, y que provienen de la pasada centuria.
Sin embargo, algunos de los movimientos sociales y políticos de nueva factura han subestimado y otras veces obviado que, fundamentalmente, sólo sobre la base de una articulación y una integración de lo diverso, de lo autonómico o local con lo nacional y estos, a su vez, con lo internacional, es y será posible una resistencia única y poderosa, articulando la heterogeneidad de estas organizaciones y/o movimientos, ante la hegemónica globalización capitalista neoliberal. Ello sin soslayar que la crítica principal a este modelo parte, evidentemente, de la capacidad de estos movimientos para organizar a diversas fuerzas políticas y sociales de carácter local, regional, nacional y mundial, que ya han demostrado una formidable y creciente resistencia tanto teórica como política, al señalar que la globalización no tiene que ser un proceso que transcurra desde una rayana hegemonía o hacia un inevitable sistema de dominación múltiple del capital, como ha venido ocurriendo, casi siempre, de forma fatalista.
No obstante, los intelectuales revolucionarios orgánicos, los líderes de izquierda de amplio espectro ideopolítico, los demócratas y progresistas, así como las organizaciones populares de base, aquellas que construyen el poder desde abajo, han puesto en entredicho ciertos esquemas dominantes en la reflexión político-social e histórica, pronunciándose por una globalización solidaria, humana, pacífica e integracionista en el que el tema de la democracia popular directa y representativa - teoría y práctica - sea un principio de legitimidad para que un mundo mejor sea necesario, posible e imprescindible.
Los que vivimos en este planeta y tiempo histórico sabemos -o debemos saber- que la época de la globalización transnacional capitalista neoliberal es también un período asimétrico de intensa mundialización natural de la humanidad y de procesos simultáneos de globalizaciones altercapitalistas, otros antiglobalizadores absolutos, así como de verdaderos “agujeros negros” societal-civilizatorios a los cuales no han penetrado, o lo han realizado en muy poca cuantía, estos fenómenos transnacionalizadores. En estos países y regiones los efectos son pobres aún o se les ha contrapuesto una enorme resistencia tradicionalista (religiosa, étnica, tribal, local y nacionalista) consciente e inconsciente; o ha sido consecuencia de la asimétrica difuminación de tales ideas y adelantos científico-técnicos.
Pero, la denominada “norteamericanización”, la “europeización” o la transnacionalización en términos de “glocalización” y la “indigenización” no sólo pretenden allanar las diversidades y heterogeneidades, sino “parasitar” más que todo estas diferencias regionales, nacionales, locales y culturales con vistas a obtener esperanzas de productividad, efectividad y ganancias, una mayor plusvalía según Carlos Marx. El autor Leslie Clark plantea que “[...] En cierta medida, la globalización económica ha cambiado [...] al facilitar la incorporación de socios locales a las redes transfronterizas de las corporaciones globalizantes y al permitir que estas aprovechen las ventajas de los socios y recursos locales, ventajas que pueden compartir con las élites locales.” (3)
En especial, a los gobiernos del denominado Tercer Mundo o de aquellos países que han sido arrastrados a ese status de subdesarrollo y dependencia, como sucede con las naciones del este-europeo (los ex-socialistas) y las zonas periféricas del Norte Industrializado, se les orienta que reduzcan el Estado-Nación al cumplimiento de funciones policiales para controlar a las masas populares; suprimir sus prerrogativas para decidir la planificación, regulación y control de las economías; invalidar y violar las leyes estatales, federales y autonómicas (las provinciales, municipales, distritales y también las locales); eliminar sus derechos para determinar los emplazamientos (cuáles y dónde) de nuevas industrias y servicios, incluidos los bancarios, culturales e informáticos. Asimismo, se les indica la ubicación, con la cantidad incluida, de las inversiones de capital transnacional, casi siempre hacia la propiedad privada, de las nuevas tecnologías, sobre el mercado destinatario, su comercio, que están privilegiando al sector privado de la oligarquía local, así como eludir las normas ecológicas y de protección medio ambiental, entre otras imposiciones-restricciones.
En muchos casos, además de la realidad actuante, se hacen verdaderos discursos teórico-políticos y “científicos” que pretenden tener como punto de partida una totalidad, subestimándose u omitiéndose las partes o componentes del Sistema de Dominación Múltiple del Capital (4) -se esconde la cultural con fines bien predeterminados-, disminuyendo arbitrariamente sus desigualdades, asimetrías, inequidades y, más que todo, las tendencias alternativas-críticas, gubernamentales y no gubernamentales (ONG) de la sociedad política y la sociedad civil. También se resta importancia a la acción de los Estados-Naciones populares, las autonomías, los esfuerzos de cooperativas locales y las formas de gobierno autogestionarias que se ensayan en procesos revolucionarios de variado espectro ideopolítico, y la fuerza, con mayor o menor dimensión, de las potencias emergentes, a los diversos procesos integracionistas y a los múltiples actores tradicionales y modernos, locales y regionales, nacionales y mundiales que desean un Nuevo Orden Internacional, así como al funcionamiento del multilateralismo y la necesidad de un reajuste más democrático y justo de los diversos escenarios. Aún más, se evitan, ocultan, minimizan o se prohíben a los pensadores de izquierda, quienes quedan relegados a las páginas Web de los periódicos alternativos digitales que, a pesar de todo, están siendo convertidos en verdaderas armas de combate contra los dueños de la informatización -pensamiento único- globalizada transnacional capitalista.
El debate ideopolítico esclarecedor y las izquierdas.
En este contexto, las izquierdas resaltan los problemas esenciales de la independencia, la soberanía, la autonomía, la integración solidaria y la urgencia de que se respeten los derechos de las naciones y pueblos (estos últimos casi siempre referidos a pueblos originarios que radican en varios Estados naciones fronterizos) a construir las sociedades colectivas que entiendan -en un marco jurídico que no afecten a terceros-, sobre la base de la mayor democracia participativa-directa posible y necesaria. Una democracia real y justa, de equidad, de libertad y justicia social en donde los individuos y los colectivos construyan sus ordenamientos y normativas jurídicas y éticas.
La movilización de la sociedad civil, en sus múltiples variantes y diversidad, como importante fuerza popular dinamizadora tiene que desempeñar un mayor rol en el proceso integracionista desde un comprometimiento que tenga sus raíces en lo local, lo nacional, tránsito de lo universal. Ello es tan necesario porque la mayoría de los discursos desde el poder han quedado en una promesa postergada, han sido cuestionados y han caído en una incredibilidad frustrante. Sólo con el apoyo decidido de los movimientos sociales y políticos contestatarios -nuevos y tradicionales- al Sistema de Dominación Múltiple del capitalismo se podrá catalizar y rescatar, a partir de las masas populares, la cultura política alternativa de un nuevo y positivo redimensionamiento del Estado-Nación, la Identidad Nacional, las autonomías, las soberanías y la urgencia de la articulación-integración de lo diverso.
La riqueza y complejidad de la realidad nos muestra paradojas que pueden ser aprovechadas, fortalezas que deben ser desafiadas o debilitadas desde dentro del sistema capitalista mundial, para brindar una respuesta y un accionar, no solo diagnosticador y propositivo, sino de tomar la iniciativa histórica. Porque la defensa de lo “local” o lo “nacional”, hasta lo regional, también transita por el riesgo de que esta sea usufructuada y reutilizada por los políticos nacionalistas y/o populistas (algunos de la peor especie, por ejemplo, los fascistoides) y, especialmente, por la denominada burguesía “nacional” y/o la “interior”, que tienen el objetivo de contrarrestar y minar el activismo de la clase obrera o desposeída -en su nueva reconfiguración y dimensión-, y de los movimientos sociales y políticos antiglobalización capitalista neoliberal.
Cualquier iniciativa “nacional” o local, de los “movimientos nacionalistas” y otros, que no tomen en cuenta el poder estructural y los intereses del capital transnacional, fundamentalmente del imperialismo norteamericano, deviene en una falsa dicotomía que puede llevar a la conclusión de que el capital nacional virtualmente es sinónimo de nación. Así, los intentos de los movimientos sociales, los partidos u organizaciones de izquierda y de la intelectualidad progresista de acometer la lucha antiglobalizadora transnacional negando el rol de la lucha de clases o el enfoque clasista de sus plataformas políticas, invalida o tuerce el camino hacia una resistencia y desarrollo activo-efectivo de la alteridad al hegemonismo capitalista neoliberal que es, asimismo, un signo de debilidad de la actual ideología de la izquierda alternativa mundial. Es lo que denomina el estudioso Gerard Greenfield, como el empleo de “[...] la retórica del antiimperialismo sin desafiar al capitalismo.” (5)
En algunos países y regiones, el redimensionamiento del Estado-Nación toma el rumbo de una transformación gerencial del orden público nacional. Esta construcción de un nuevo nacionalismo basado y disfrazado en un modelo gerencial (subordinado o subalterno) de gobernabilidad va más allá de un sistema-método autoritario que defiende únicamente los grandes negocios de la oligarquía burguesa en un país. Se convierte, y es así en la mayoría de algunos modelos nacionales y regionales, en una estrategia para insertar profundamente al capital “local”-nacional, con mixtura regional y transnacional, en la internacionalización capitalista. Y tratan de que esa reorganización del Estado-Nación opere como un agente de primer, segundo o tercer orden, con el fin de sesgar las protestas antiglobalizadoras y, muy especialmente, la omitida confrontación antagónica entre el trabajo y el capital, entre el obrero-asalariado y el capitalista, entre el poseedor y el desposeído.
De forma paradójica muchas demandas de la heterogénea izquierda planetaria contra la hegemonía del capitalismo transnacional coinciden -o la hacen coincidir algunos actores sociales- con los intereses nacionalistas del capital “local o nacional”. El sentido de la contradicción que trata de ocultarse es la existencia de una supuesta burguesía nacional en un mundo cada vez más transnacionalizado, en la que ella es igualmente nacionalista e internacionalizante. Olvidándose la sentencia del politólogo Nicos Poulantzas de “[...] No puede haber duda de que la política burguesa enfrentada cara a cara con la nación está sujeta a los peligros de sus intereses particulares: de hecho, la historia de la burguesía se caracteriza por una continua oscilación entre la identificación con - y la traición - a la nación [...].” (6) Concepción que es reforzada por una afirmación de Bob Jessop cuando explica que, para comprender el sentido de la clase capitalista local transnacionalizada y los cambios que han transformado a la burguesía nacional en una burguesía interior, es necesario saber que “[...] Esta burguesía interior no es totalmente dependiente del capitalismo externo - como lo es la burguesía compradora [importadora] -, la cual carece de una base propia de acumulación y está económica, política e ideológicamente subordinada. Tampoco es lo suficientemente independiente para jugar un rol de liderazgo en ninguna lucha antiimperialista genuina (como lo es la burguesía nacional). Esta posición intermedia no significa que la burguesía interior carezca de algún grado de independencia. Al contrario, tiene su propio basamento económico y sus bases de acumulación locales y externas y mantiene sus propias orientaciones políticas e ideológicas nacionales opuestas al capital norteamericano [...]”, (7) y no solo a éste, según los casos. Esta definición de burguesía interior, es un concepto operacional que permite realizar dos dimensiones críticas de la misma: la integración - paulatina y acelerada - con los circuitos del capital extranjero y, la posesión de su propio fundamento económico y bases de acumulación en el país y en el extranjero.
Todo ello nos conduce a corroborar que es sumamente importante, desde el ángulo táctico y estratégico, que los movimientos sociales y políticos antiglobalización comprendan que el capitalismo transnacional se apropia de la defensa de lo “local” como un medio de relegitimarse. Por ello una visión estrecha, dogmática y esquemática de la lucha frontal o de posiciones, con las respectivas políticas de alianzas y compromisos, de los diversos movimientos alterglobalizadores, antisistemicos o no, hacia el nacionalismo y las apelaciones a la soberanía nacional, con pretendidas ínfulas de defenderse ante lo extranjero, más la autosuficiencia nacional - entre otras consignas ideológicas donde el pragmatismo parece ser lo dominante - puede promover alternativas que refuerzan la lógica metabólica reproductiva del capital transnacionalizado.
Sin una mirada concienzudamente crítica y clasista cualquier política de izquierda en este mundo tan complejo puede perderse y convertirse en un boomerang más peligroso que la parálisis de pensamiento y acción. Cuando se pierde el enfoque clasista del análisis nacional, regional e internacional y se utilizan términos ambiguos para denominar a los explotados y oprimidos, como: “multitudes”, “gente indigente”, “ordinaria” y hasta “marginales” o “pobres”, se puede identificar a éstos y los explotadores con el ideal y la realidad de la nación, extrayendo la lucha de clases, siempre presente, de la ecuación alternativa que es, indudablemente, un punto de partida fundamental de la problemática del proceso globalizador capitalista transnacional neoliberal.
La historia que se construye debe entonces dejar de ser exclusivamente reflejo de la autoconciencia occidental -del Norte rico- que tanto ha gustado de edificar e imponer metarrelatos de sí misma a partir de sus propios referentes nacionales, culturales e históricos. Las otras historias, las de los pueblos naciones asiáticos, africanos, de Oceanía y las originales de América del Norte, y los grandes pueblos oriundos y mestizos de Latinoamérica y el Caribe -enclaustradas muchas veces en sus propios esquemas tradicionales, en parte por la exclusión y explotación a que han sido sometidas-, y lo más esencial, la historia de los explotados, marginados y excluidos de cualquier relato y protagonismo -los hombres y mujeres sin historia- deben incorporarse como expresiones relevantes de espacios y temporalidades trascendentes para toda la humanidad.
Notas y referencias bibliográficas:
(1) Nestor García Canclini Cultura y Sociedad. Homogeneización y Pluralidad Cultural. Universalismos y Particularismo, en revista FERMENTUM, Año 3, No. Especial 6 y 7, enero-agosto, Mérida, Venezuela, 1993; Martin Hopenhayn ¿Integrarse o subordinarse? Nuevos cruces entre política y cultura, En Cultura, política y sociedad. Perspectivas latinoamericanas, (Daniel Mato, Compilador), CLACSO, Buenos Aires, 2005.
(2) Daniel Mato Teoría y política de la construcción de identidades y diferencias en América Latina y el Caribe, Editorial Nueva Sociedad / UNESCO, Caracas, 1994; Des-fetichizar la “Globalización”, en Colectivo de Autores Cultura, política y sociedad, CLACSO, Buenos Aires, 2005.
(3) Leslie Clark The Transnational Capitalist Class, Blackwill, Oxford, 2003.
(4) Gilberto Valdés Gutiérrez El Sistema de Dominación Múltiple del Capitalismo, Tesis de Doctorado en Ciencias Filosóficas, Biblioteca Especializada del Instituto de Filosofía, La Habana, 200l.
(5) Gerard Greenfield Bandung de vuelta: Imperialismo y nacionalismo antiglobalización en el sudeste asiático, en El Imperio Recargado, Editores Leo Panitch y Colin Leys, Socialist Register, (2005), CLACSO, 2005.
(6) Nicos Poulantzas State, Power, Socialism, Verso, London-New York, 2000.
(7) Bob Jessop Nicos Poulantzas: Marxist Theory and Political Strategy, Macmillan, London, 1985
*Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba
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