lunes, 22 de septiembre de 2008

Aprender para aprehender y comprender críticamente al mundo actual III (Final), por Orlando Cruz Capote*

“[...] un complejo de conceptos que encierra
el conocimiento científico de una realidad, es
el concepto de esa realidad”.

Rainer M. Rilke.

Las realidades del mundo de hoy son algo complejas para ser aprehendidas y comprendidas rápidamente por cualquier ciudadano, son elementos esenciales -aunque no los únicos- de las enseñanzas y aprendizajes necesarios que corresponden asumirse como parte del ideario político, ideológico y cultural de las izquierdas. Esas realidades constituyen piezas indispensables de sus cuerpos teóricos y prácticos que, a su vez, deben ser transmitidas a todo el cuerpo societal con un lenguaje más comprensible y con el propósito de ganar conciencia en las grandes mayorías.

Ejemplos existen de cómo realizarlo, aunque las experiencias a veces no sean las mejores. Muchos canales de televisoras capitalistas internacionales, algunas con cierta seriedad en el campo de la difusión de las ciencias naturales, exactas y aplicadas, sin omitir aquellas que transmiten problemáticas acerca de la psicología en las personas, son capaces de elaborar programas científicos de manera interesante y entretenida para un amplio público, si bien otras, en ocasiones, no logran evadir simplificaciones y parcializaciones y, en no pocos casos, se enredan en laberintos muy distorsionadores.

Sin embargo, los medios alternativos de las izquierdas en el poder y los que se encuentran en la oposición difunden sus mensajes, con cierta persistencia, en la simple y unívoca línea de la agitación-propaganda ideopolítica, olvidándose de la vida cotidiana de los individuos y las colectividades, y de reflejar algunas de sus necesidades que parecieran ser intrascendentes. En otras ocasiones realizan los materiales con un didactismo esquemático que, pensando ponerlos al alcance de todos, rebajan sus contenidos hasta una vulgarización, deficiente calidad y una pobre imaginación-creadora sobre las problemáticas abordadas. Son llanamente aburridos. O, en su reverso, se embrollan en las fraseologías de moda asumiendo o copiando parte del discurso liberal y neoliberal light, sin percatarse que neutralizan sus mensajes y continúan en el peligroso filo imperceptible de la perspectiva reformista en cuanto a los valores axiológicos, la ética y la estética. Existen dudas, entonces, acerca de la vitalidad de una información-comunicativa, educativa y cultural verdaderamente alternativa.

La “torpeza” y “miopía” de los teóricos y políticos del capitalismo imperialista.

Si leemos con detenimiento las doctrinas y los ejes centrales de los posicionamientos ideopolíticos de los representantes de la cultura capitalista descubriremos que están muy conscientes de lo que escriben y cómo lo expresan. Algunos ejemplos nos pueden servir para demostrar su elaboración cientificista neo-conservadora. Dos de los padres del capitalismo neoliberal, Frederich Hayek y Thomas Friedman, plantearon que, y este es el primero, “[...] Simplemente, a la gente no le gusta pensar que ellas y sus hijos están a merced de algo que escapa a su control: el frío e invisible mercado. Como si todos no estuviésemos a merced del Frío e invisible universo. [...] Mi filosofía básica no es un plan (humano) deliberado sino la supervivencia de los grupos más aptos, lo que ha engendrado la cultura y la civilización [...]”; consumado expresó que, “[...] Lo que el mundo requiere ahora: para que funcione la globalización, (es que) Norteamérica no puede tener miedo de actuar como la superpotencia todopoderosa que es [...]”. Metafóricos, descarnados y espinosos pero muy diáfanos en sus conclusiones. y, por su parte el otro neoliberal


Quizás quien mejor expresó la nueva doctrina político-militar de los Estados Unidos de América, para defender el capitalismo transnacional neoliberal mundial, fue Zbigniew Brzezinski cuando escribió, en 1998, de forma despectiva y brutal que “[...] los tres grandes imperativos de la estrategia geopolítica son impedir las confabulaciones y mantener a los vasallos dependientes en lo que respecta a su seguridad, conservar dóciles a los que pagan tributo y evitar que los bárbaros se junten”. (1) Alusión vertical y sin ambages de los verdaderos propósitos de los centros de poder imperiales, en especial, del hegemónico imperialismo estadounidense, aún cuando no se había producido el ataque terrorista infringido -o auto infringido- contra las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001. Posterior a ese hecho, tan bien transmitido -desde diferentes ángulos- una y otra vez, el “Ángel de la Guardia” y el “juzgador supremo” del bien y el mal a nivel mundial recayó, extraña casualidad, en manos de los gobernantes imperiales que, en el caso del presidente de los EE.UU., hasta “habla con Dios” y éste le indica quienes son los pecadores a los que hay que sancionar. Recientemente, la candidata republicana a la vicepresidencia de los Estados Unidos de América, Sarah Palin afirmó que las guerras que libra su país en Afganistán e Irak son mandatos divinos y señales enviadas de la providencia. Ese mesianismo expansionista -cristianismo conservador in extremis- del Destino Manifiesto ha estado reciclándose a lo largo de la historia de esa nación hasta nuestros días.

El enfoque de búsquedas estratégicas de posibles y reales enemigos antisistémicos se había forzado inmediatamente después del “Fin de la Guerra Fría” y la desaparición del bloque socialista este-centro europeo y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En ese momento los ideólogos y dirigentes del occidente capitalista desarrollado e industrial, el Norte rico, enfrentaron una disyuntiva o coyuntura que necesitaba de una reorientación ideopolítica para poder, otra vez, “justificar” y ejecutar sus planes de dominación, hegemonización y homogenización del mundo. Incluso el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de EE.UU., en los inicios de la década de los 90, programaron varios posibles escenarios de guerras que abarcaron hasta algunos países de la Europa capitalista occidental. Aunque, en resumen, se transitó urgentemente de la confrontación Este-Oeste a la siempre bien definida confrontación Norte-Sur.

La pregunta de cuáles serían los nuevos enemigos fue respondida con distintas designaciones y denominaciones muy bien calculadas, desempeñando un enorme rol en la delineación de ese contexto, las novedosas técnicas del papel de los juegos de lenguaje en la vida política, la redescripciones pragmáticas, la realidad como simulacro y la semántica del engaño. El listado de los presentes y futuros tenebrosos adversarios anti-sistémicos fue confeccionado, finalmente, de la siguiente forma: el terrorismo; el narcotráfico; los gobiernos violadores de los derechos humanos; las guerrillas y las izquierdas más radicales “criminalizadas” como parte intrínsecas de los terroristas y los narcotraficantes; los grupos paramilitares enlazados, según los intereses imperiales y oligárquicos, con el tráfico de la droga y las acciones terroristas pero, repetimos, sólo si estos interesaban o no a los centros de poder del capitalismo; los “Estados fallidos, villanos, discapacitados y fracasados”; las “izquierdas irresponsables”; los gobiernos y autoridades denominados miembros del “Eje del Mal” (en sus diferentes órbitas de prioridades y movilidades determinadas por los EE.UU.), pero donde aparecen (o han aflorado por momentos), insistentemente, Irán, Corea del Norte, Sudán, Cuba, Siria, Bielorrusia, Myanmar, Zimbabwe, Libia, etc.), y la acción intelectualoide-práctica de demonizar a los intentos nacionalistas, populistas, reformistas y radicales. Y sobre todo, la oposición visceral a los nuevos movimientos sociales y políticos, organizaciones y agrupaciones que se oponen al Sistema de Dominación Múltiple (SDM) del vigente, hegemónico y unilateral capitalismo transnacionalizado y neoliberal.

Las acusaciones constantes han permitido desarrollar un procedimiento metódico de propaganda encubierta, sucia y desenfadada con vistas al adoctrinamiento de la opinión pública mundial y lanzar, sin una resistencia / oposición efectiva, la diplomacia y las represiones-guerras “preventivas, sorpresivas y humanitarias”, así como las operaciones militares “quirúrgicas selectivas” y/o “masivas” con los consabidos, y enormes, “daños colaterales”, para defender los “derechos humanos” y evitar la “proliferación desautorizada” de armas atómicas y de destrucción masiva en países pre-seleccionados. Las acciones punitivas y armadas contra Palestina y el Líbano (agresiones permanentes efectuadas por parte de Israel), Panamá, Iraq (en dos ocasiones en menos de 15 años), Somalia, Afganistán, Haití (en varias oportunidades), Sudán, Belgrado y, recientemente, en Osetia del Sur - este ataque ejecutado por Georgia, aliado de los EE.UU. y la OTAN, y adversario de Rusia -, demuestran el accionar de esa política.

El objetivo supremo de amenazar, al unísono, con la “guerra infinita” a “60 o más países” denominados, además, como “los más oscuros rincones del mundo”, es el de restablecer la democracia occidental con la fuerza de los cañones y culminar la nueva repartición de las riquezas estratégicas del globo terráqueo, como las energéticas y acuíferas, las forestales y los recursos minerales de mayor valía para la producción de los armamentos, así como la industria científico-tecnológica de punta o de avanzada. La “guerra sicológica” como forma de lucha para ganar las mentes y las voluntades de los hombres, viejo axioma del expresidente de los EE.UU., D. W. Eisenhower, continúa vigente.

Paralelamente, en este mismo contexto de la década de los 90, hacen su aparición intencionada algunas seudo-teorías, también denominadas de pensamiento light (“blando o débil”), que tuvieron un enorme impacto ideopolítico y filosófico a escala planetaria, entre las que se encontraron: “El Final de la Historia” (2) y “El Choque de las Civilizaciones” (3), de los politólogos norteamericanos Francis Fukuyama y Samuel Huntington, en 1989 y 1993, respectivamente. Ambas concepciones hacían un llamado a la desmovilización revolucionaria al demostrar que había llegado el momento de la despolitización y la desideologización de las ciencias humanísticas y la política (¿?) que, según Fukuyama -un ex-funcionario del Departamento de Estado de EE.UU.-, estaban señalando que en la realidad global se había impuesto una “[...] universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano”. Para el tecnócrata y analista político, convertido en un escritor apologista del capital, no hay alternativas y su alegato reabrió el viejo debate - al estilo hegeliano, pero nunca a la altura del gran pensador alemán - entre las posibilidades humanas de progreso infinito, muy a pesar de sus momentos de reversibilidad y de estancamiento, contraponiéndolas a las “bondades absolutas” del capitalismo.

Añadiéndose la otra proposición teórica de Huntington quien afirmó que los Estados nacionales habían entrado en una fase de declive total y que el futuro estaba ahora en las civilizaciones, entendiendo por éstas el nivel más amplio de identidad cultural de una persona, con especial hincapié en las costumbres, tradiciones, filosofías, idiomas y, sobre todo, en las religiones y en el conflicto brutal e inevitable entre ellas, -ocho civilizaciones señaló el profesor del Instituto Olin de Estudios Estratégicos de la Universidad de Harvard: la occidental, la eslava-ortodoxa, la confuciana, la islámica, la hindú, la japonesa, la Iberoamericana y una posible africana-, añadiendo que las ideologías serían sustituidas, absoluta y excluyentemente, por los conflictos que ocurrirían a lo largo de las líneas de quiebra culturales que separan a estas disímiles civilizaciones. Rematando su hipótesis con la siguiente afirmación: “[...] en el futuro, el origen de los conflictos no será ideológico, ni siquiera económico, sino cultural. Los choques se producirán entre países de diferentes civilizaciones”, proponiendo que el sistema de valores de occidente debían propiciar, otra vez, una “contención” para reducir sus vulnerabilidades ante “tamaño desafío”.

En esa tendencia de creación y aparición de snobismos surgió, además, una corriente denominada postmodernista de derecha (4) muy a tono con el discurso neoconservador neoliberal, las teorías enunciadas y los renovados discursos neo-reformistas de derecha. Estos postmodernistas reaccionarios, que de hecho se convirtieron en los ideólogos del neoliberalismo - consciente e inconscientemente -, rechazaron los saberes absolutos, los sistemas racionales totalizantes y coherentes de la modernidad, incluidas la filosofía y la historia, como también los metarrelatos, el decursar histórico y sus valores más inestimables, llamando a su vez a considerar o realizar una visión atomizada y fragmentada de la historia, renegando la formulación de un proyecto de transformación de la realidad social. Para el postmodernismo de derecha no hay lugar a otra alternativa de solución a los problemas de la humanidad, aspirando cuando más, a la convivencia con los conflictos, las contradicciones, los antagonismos y promoviendo la captación pragmática de ese propio entorno capitalista transnacional. “No terminamos aún de ser modernos -tanto esfuerzo que ha costado- y ya debemos ser postmodernos”, podríamos exclamar los latinoamericanos y tercermundistas en general, junto al destacado intelectual de Nuestra América, Tito Escobar.

La América Latina y el Caribe a tenor con la historia.

Hoy al fin se ha reconocido la deshonesta e indecorosa labor de las dictaduras militares y civiles en las economías, desde la década del 60 y los años 70, aunque abarcaron hasta los 80 y algunas los 90, cuando comprometieron sus Estados-Naciones con el capital multinacional y luego transnacional. Fiel ejemplo de esta venta-privatización de todo fueron las tiranías brasileñas y, con mayor explicitez, las dictaduras chilenas y argentinas que fueron un patrón, muy fehaciente, del acatamiento disciplinado y temprano de los esquemas neoliberales de los Chicago Boys. Por cierto, los gobiernos mexicanos de fines de los años 80 no escaparon de esa ola privatizadora hipnotizante y tremebunda, y aunque casi todos los países fueron atraídos a ese rumbo, solo mencionamos a estos por el peso específico que tienen en la región.

También en la actualidad, se distinguen los enormes estragos producidos por los regímenes antidemocráticos en la estructura social, de la (in)-capacidad estatal de los intolerantes gobiernos para resolver o regular los conflictos sociales, de los intentos de las doctrinas de “seguridad nacional” por querer identificar el proyecto nacional con los intereses de las clases dominantes, el imperialismo y las clases dominadas, hecho irreconciliable y dicotómico. Las tiranías y los gobiernos democráticos que las sucedieron, lograron bajo un régimen de terror y represión insertar, asimétricamente, las economías latinoamericanas y caribeñas en la financiación del capital transnacional para beneficio de este último y de las “escogidas” clases oligárquicas apoderadas - peones clientelistas del imperialismo - en la región. Un producto directo de esas políticas fue el intento, en algunos momentos y países, de desmemorizar al pueblo, en especial, a las nuevas generaciones, acerca de lo sucedido con los golpes de Estado y sus secuelas: la desideologización, el adoctrinamiento político, incluido el apoliticismo, el nihilismo y el miedo-terror a la participación en una alternativa contestataria anticapitalista.

Las sociedades latinoamericanas, y otras tercermundistas, quedaron con regímenes de “democracias tuteladas, supervisadas, supeditadas y maniatadas” por reformas constitucionales que sirven, más que todo, para que los partidos de derecha o de centro-derecha se vean reciclados en los procesos electorales, salvo las excepciones que han sucedido a finales del último decenio del siglo XX y, especialmente, en la nueva centuria. La “gobernabilidad democrática” promueve, lo que Hugo Zemelman define como, “la alternancia dentro del proyecto”, pero siempre sometidos al “proyecto liberal único”, (5) que no pueden modificar ni sustituir nada más allá de muy estrechos y estrictos márgenes.

En esa orgía neoliberal, y bajo los efectos del derrumbe del socialismo, la izquierda en el subcontinente fue duramente golpeada por las divisiones, subdivisiones y escisiones, así como las decepciones, las traiciones y las deserciones. Solo quedó como una luz pequeña, pero inextinguible, la Cuba revolucionaria y socialista en el denominado hemisferio occidental. Todo ello y muy a pesar de los llamados de algunos escritores y pensadores progresistas de no participar en el sepelio de ese comunismo europeo oriental. El escritor uruguayo Eduardo Galeano, lo expresó de esta manera “[...] Estamos todos invitados al entierro mundial del socialismo. El cortejo fúnebre abarca, según se dice, a la humanidad entera. Yo confieso que no me lo creo. Estos funerales se han equivocado de muerto”. (6)

La explosión revolucionaria que vivimos hoy - generalización vs. excepciones, según el ángulo desde donde se miren concienzuda y analíticamente - que son portadoras de diferentes espectros ideopolíticos, denotan fehacientemente que hay un nuevo auge de las luchas emancipatorias. No obstante, no han resuelto, definitivamente, el dilema de “quién ha vencido a quién”, definición leninista que supone la destrucción total del viejo aparato estatal-represivo y la construcción de uno nuevo. El optimismo no debe hacernos bajar la guardia.

Las derechas y sus continuados propósitos.

Entonces, volviendo a los 90 del pasado siglo y los inicios del presente milenio, las oligarquías burguesas transnacionales y sus profesionales a sueldo nos quisieron obligar a la renuncia de la utopía y el sueño de los tercermundistas progresistas, imponernos una impotencia que nos llevaba a la inercia, el conformismo y la paralización de la lucha revolucionaria. Evocaron insistentemente el fin de la crítica a la realidad circundante haciendo de la filosofía política una abstracción especulativa y, por lo tanto, promoviendo la edulcoración complaciente del presente. Horkheimer y Adorno lo plantearon de la siguiente forma, “[...] las metamorfosis de la crítica en aprobación no dejan inmune ni siquiera el contenido teórico, cuya verdad se volatiliza”. (7) Además, “[...] erosionan y fragmentan el mito, la ideología, la racionalidad histórica, los sistemas, las síntesis, el sujeto histórico, y todo aquello que conlleve a la formación de modelos, arquetipos, paradigmas.” (8) Es, en ese sentido, que el concepto de desconstrucción, de Jacques Derrida, es una clave para la caracterización de la postmodernidad.

Con los supuestos teóricos del “fin de la historia”, “las ideologías”, (9) “las utopías” y “el choque de las civilizaciones”, se encubren o desaparecen, como por arte de magia, el papel de las vanguardias políticas, el rol de las fuerzas motrices, las clases o agentes sociales dinamizantes de la sociedad y propiciadores de la Revolución Social. A su vez, se eclipsan los cambios radicales y se omite el imperialismo, sus esencias, con las consiguientes secuelas de explotación, enajenación / alienación y opresión socioeconómica hacia los trabajadores (los desposeídos) y los pueblos. La lucha de clases, los combates nacional-liberadores y sus antagonismos con los centros imperiales pasan a un nivel secundario o no están en el libreto de la obra. Fue y es tanto el peso del ataque ideológico enmascarado o totalmente abierto de tales presupuestos que ya no somos lo que éramos y ya no tenemos los mismos objetivos de lucha. La historia rebelde y la política subversiva han perdido legitimidad y representatividad. Como lo reflejara el escritor uruguayo Mario Benedetti: “Es [...] la No-historia (la) que nos quieren vender”. (10)

La Revolución, en ese discurso postmodernista y conservador, desaparece del vocabulario político - por ende de la práctica - y todo lo que se parezca a un salto en la historia es considerado un accidente y/o un azar histórico anormal que pudiera endeudar el futuro. La evolución paulatina, las reformas dentro del status quo son el esquema a seguir. Se generaron y se producen discursos en donde proclaman al neoliberalismo como la única alternativa y al pensamiento único como el único posible; y estos cooptan para sí a otros intelectuales originariamente vinculados de alguna manera a las luchas políticas y sociales, logrando una estratégica victoria a favor de la hegemonía del capital transnacional.

La disertación acerca de la posthistoria ha determinado las barreras absolutas entre lo público y lo privado, difuminando lo primero, puesto que sugiere que, incuestionablemente, el Estado-Nación ha agotado todas sus potencialidades como principal agente organizado del desarrollo económico social y que el mercado es uno de los referentes históricos, el otro sería la democracia occidental burguesa, de la legitimación de la dominación transnacional neoliberal. Ello también ha fragilizado la Identidad Nacional en el mundo contemporáneo. Por eso, “[...]El resultado de [tal] estrategia política [neoliberal] para la instrumentación del Estado y de sus aparatos, conduce a sospechar que la humanidad en su conjunto - en cuanto que toda ella [supuestamente] se encuentra inmersa y afectada en diverso modo y grado por un irrefrenable proceso de globalización mundial -, es prisionera de un dilema mayúsculo, pues debe decidir entre ampliar los horizontes de acción, participación, deliberación y decisión democrática, o someterse de una vez por todas al círculo hipnotizador que produce el mercado a partir de la seducción creada por el mundo maravilloso de las mercancías.” (11)

Los pensadores, filósofos y científicos sociales acríticos, preocupados cuando más por la semántica, los valores estéticos vacuos y apartados de la realidad sociopolítica se convierten en profesores e investigadores con grandes salarios y hasta posibles fortunas, mecenazgo que le tributa la burguesía transnacional en el poder. En esa línea ideologizante, estos representantes intentan despojar a naciones y pueblos enteros de su historia y su memoria; no existe experiencia anterior y todo hay que comenzarlo de nuevo y de cero (más bien de menos cero), convocan al desmantelamiento del Estado-Nación-Soberano-Popular (el último epíteto se adapta al caso cubano) frente al otro Estado Nación-Imperial para de esa forma imponer y consolidar la vieja-nueva dependencia, la soberanía limitada, la ilegitimación de la identidad y el poder nacional.

La guerra es ideológica-política y cultural.

Las esencias y manifestaciones fenoménicas, con mediaciones incluidas, no son más simples en la esfera cultural, terreno en el cual se desarrolla la gran batalla contemporánea de las ideas. El estudioso Germán Rey ha escrito categóricamente que “[...] Ya la cultura no es lo valiosamente accesorio, el “cadáver exquisito” que se agrega a los temas duros del desarrollo [...] sino una dimensión que cuenta decisivamente en todo proceso de desarrollo tanto como el fortalecimiento institucional, la existencia de tejido y capital social, y la movilización de la ciudadanía”. Cualquier estudio que se realice del mensaje cultural del Primer Mundo es síntoma de que sus líderes, intelectuales, tecnócratas y especialistas de la propaganda ideopolítica y el marketing publicitario sí conocen diáfana y profundamente todo lo expuesto en los párrafos anteriores.

Un “inofensivo” spot comercial, en la entrada de un restaurante McDonalds, en Indonesia, lo confirma cuando sugiere que: “Alá el Compasivo, el Misericordioso, McDonalds de Indonesia es propiedad de un nativo indonesio musulmán”. Otra valla de la Coca-Cola, enclavada en plena selva de La Lacandona, en territorio zapatista de Chiapas, “deslumbra e invita” ante la miseria y los intentos de reorganización liberadora de los “caracoles” indígenas de la zona. Estos son signos más que evidentes de la capitalización transnacionalizada del planeta a través de la imagen simbólica y real de la “MacDonalización”, la “Disneylandización” la “Cocalización” y la “waltmarkterización” (Walt-Mark), el McWorld de la vida cotidiana frente a toda forma de autonomía, soberanía y democracia. Obsérvese, por demás, cómo en cada película estadounidense se expone al público, más de una vez, la bandera de ese país, constituyéndose todas estas imágenes y mensajes, en verdaderos caballos de Troya, inmiscuidos constantemente en las culturas de los demás países y pueblos. (12)

Por su parte, una famosa estilista en los años 90, Dona Karen, explicaba con una naturalidad-virtual espantosa que era necesario crear consumidores a través de la promoción, la publicidad, la persuasión cultural con miras a absorber la oferta de los industriales, pero no centrándose solamente en el cuerpo sino en el verdadero blanco de la nueva economía de servicios inmateriales que vienen a ser la cabeza: el cerebro y su intelecto. Esa realidad ella la expresaba de la siguiente forma: “No quiero que los clientes tengan la impresión de que deambulan por una tienda de ropa, quiero que piensen que se están paseando por un ambiente nuevo, que los saco de su cotidianidad para hacerles vivir una experiencia que no tiene nada que ver con la ropa y que expresa su identidad como individuos”. El pasaje, que no deja de ser conmovedor, es un artificio holliwoodense de la espectacularidad de la vida porque la apariencia se convierte en una suerte de ideología alienante, que pretende convertirnos en consumidores natos, en unos enajenados de la realidad, extraños a las identidades que nos recorren, al país que vivimos, a nuestra localidad, nuestro pueblo, nuestro barrio, a nuestro propio género, raza y la clase a la que pertenecemos objetivamente. En ese imaginario pero realista supermercado todos somos virtualmente iguales, aunque solo entremos a ese “paraíso” para mirar, soñar o comprar lo más insignificante y barato.

La unidimensionalidad del hombre, de la que escribiera con suma antelación Herbert Marcuse, (13) adquiere un ambiente geoespacial que se palpa en las galerías comerciales lo cual, muy al contrario de lo expresado por la estilista renombrada, está al margen de la mayoría de la sociedad - “esa vulgar, multirracial y peligrosa gente” -, semejando un universo ajeno, calmado, porque está resguardado por un cerrado y eficiente sistema de seguridad. Todo es un efecto de la videología (video-ideología) que nos induce, a base de sonidos e imágenes, la insistente repetición del idioma inglés, las marcas, los logotipos, los filmes, los video-clips y los anuncios publicitarios como únicas alternativas para ingresar al mundo más actualizado y que se convierten en una maquinaria de mezclar y comercializar todo. Síntesis inconclusa y confusa (fusión dirían unos y dis-fusión otros) de varias culturas, idiosincrasias y psicologías sociales, pero donde predominan los productos de los gigantescas transnacionales capitalistas.

Y para re-imponer esa hegemonía cultural no fue casual que, sin esperar ni siquiera un segundo, los gurús de derecha arremetieran ofensivamente contra los “restos” del marxismo y el leninismo, el pensamiento social crítico, la filosofía de la liberación y todas las doctrinas sociopolíticas revolucionarias - incluso aquellas que provenían del Renacimiento, la Ilustración y la Revolución Francesa -, las cuales fueron cuestionadas fuertemente, como la Revolución de Octubre, la China y la Cubana, y “puestas entre paréntesis”, tal como expresara Husserl. El marxismo, como ciencia / saber filosófico, se vio sometido a una pérdida de prestigio y de legitimidad sin precedentes en la historia. Insólitamente bajo los escombros del Muro de Berlín intentaron sepultar los socialismos europeos y, al mismo tiempo, la teoría original y creadora que poco tuvo que ver con esa hecatombe. No querían simplemente oposición práctica orgánica y sistémica ante su modelo dominador hegemónico, sino una destrucción y parálisis del pensamiento de izquierda.

Pero aun, en ese instante de triunfalismo y apología sin límites de la burguesía y, cuando muchos intelectuales y personalidades de izquierda y progresistas se sumaron al desencanto y diagnosticaron la “enfermedad del marxismo” o “la muerte de Marx”, los centros intelectuales imperiales y de la derecha mundial se mostraron mucho más cautelosos y si se quiere realistas. El Times Literary Supplement, de Londres, en 1998, en ocasión del aniversario del Manifiesto Comunista, publicaba una foto del “Prometeo de Trèveris” y una leyenda que decía: “Not dead yet” (Todavía no está muerto), y la revista estadounidense New Yorker culminó su cobertura, en ese mismo año, sobre el creador del fantasma que recorrería el mundo con una pregunta dubitativa, propia de una inquietud pasmosa pero al mismo tiempo diagnosticadora: “¿No será Marx el pensador del siglo XXI?”.

La perplejidad de estos artículos - sin mucha difusión - no tanto por la posible ironía sino por la lucidez de esas mentes rivales en las que casi nadie creyó, son partes de los ingredientes más sutiles de la batalla ideopolítica y cultural.

Una dura realidad para transformar.


En la actualidad, pudiera ser que Fukuyama haya perdido sus falsas apuestas porque las historias no terminaron y regresaron; que Huttington haya cedido espacio porque las ideologías están provocando guerras incesantemente y continúan superando la susodicha confrontación absoluta de culturas y civilizaciones; que las utopías hayan retornado nuevos bríos, fundamentalmente, por las tierras de Nuestra América; que el neoliberalismo esté en tránsito de un rotundo fracaso; que sea inminente una crisis económica del sistema capitalista, entre otros signos de debilitamiento del modo de producción explotador. Pero, ¿qué sucede y acontecerá cuando estamos conscientes que la iniciativa cultural se perpetúa en las manos y en esas mentes adversarias?

Los medios de comunicación masiva prosiguen en poder del capital y los alternativos, muchas veces, son escenarios de batallas bizantinas y querellas entre las diferentes escuelas, tendencias y corrientes de las izquierdas. La cultura predominante sigue siendo la de los centros imperiales, aunque hayan llegado al gobierno de algunos países, líderes que representan a las masas populares oprimidas. Una mirada a la Venezuela de hoy, muestra que el verdadero partido de oposición, proimperialista además, existente contra el presidente Hugo Rafael Chávez Frías y su proceso hacia un socialismo del siglo XXI, son el terrorismo mediático de las televisoras - incluidas las de cable -, las radios y los periódicos que no están dominados por el proceso revolucionario. Y es tan evidente esa realidad, que son capaces de dar la imagen de un golpe de estado - no tan virtual - que casi le cuesta la vida al dirigente bolivariano, como el ocurrido el 11 de abril de 2002.

Por otra parte, el destacado politólogo argentino Nestor Kohan ha disertado sobre la complejidad de la lucha actual escribiendo recientemente “[...] ¿Qué hacer cuando los segmentos más lúcidos de la burguesía intentan resolver la crisis orgánica de hegemonía, legitimidad política y gobernabilidad apelando a discursos y simbología "progresistas", poniéndose a la cabeza de los cambios para desarmar, dividir, neutralizar y finalmente cooptar o demonizar a los sectores populares más intransigentes y radicales? (14).

¿Cómo cambiar las reglas del juego en el campo cultural? La respuesta siempre ha sido única para los verdaderos revolucionarios: luchar con audacia y valor, con la verdad, la integridad y la inteligencia, con la conciencia, la convicción y la voluntad irreductibles, sumándose a ese catálogo de principios y virtudes, las grandes experiencias y las enseñanzas que la historia les ha brindado en este largo camino de éxitos y derrotas. Las herencias están ahí para convertirlas en fortalezas.

Hay que dar un vuelco radical a esa situación de dominio y hegemonía cultural que pretende volverse eterna. La originalidad y creatividad del socialismo que construyamos, o estemos construyendo, tiene que abandonar esa lógica-racionalista con un trabajo ideopolítico, educativo y cultural integral para sembrar nuevas ideas, principios, valores éticos y morales, construir una nueva cultura o contracultura anti-hegemónica. Muy diferente a las armas melladas del capitalismo que de poco servirán para esta larga, paciente y persuasiva batalla, quizás la más larga y difícil de todas las guerras por ganar las conciencias de millones de personas. Ganémosla a pensamiento.

Notas y referencias:

(1) Zbigniew Brzezinski The Grand Chessboard: American Primacy and Geostrategic Imperatives (El gran tablero de ajedrez: la primacía norteamericana y sus imperativos), Basic Books, New York, 1997.

(2) Francis Fukuyama ¿El final de la Historia?, The National Interest, No. 16, 1989; y; The End of History and Last Man, Peguin Books, USA, 1992.

(3) Samuel Huntington El Choque de las Civilizaciones y la reconfiguración de un nuevo orden mundial, Ediciones Paidos, Ibérica, S.A., Barcelona, 1997.

(4) Frederic Jameson Postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo tardío, en revista Casa de las Américas, No. 155-156, may.-jun., La Habana, 1986; La Política de la Teoría. Posiciones ideológicas en el debate sobre el postmodernismo, Revista Criterios, No. 25/28, La Habana, enero de 1989-diciembre de 1990; Ensayos sobre el Postmodernismo, Imago Mundi, Buenos Aires, 1995; El Postmoderno, el postmodernismo y su crítica, Selección de Desiderio Navarro, Centro Teórico-cultural Criterios, La Habana, 2007.

(5) Hugo Zemelman Enseñanzas del gobierno de la Unidad Popular en Chile, en Gobiernos de Izquierda en América Latina: el desafío del cambio, Beatriz Stolowicz (compiladora), Plaza y Valdés Editores, México DF, 1999.

(6) Eduardo Galeano Un niño en la intemperie, en Interrogantes de la Modernidad, Ediciones TEMPO, La Habana, s/f.

(7) Mark Horkheimer y Theodor W. Adorno Dialéctica del Iluminismo, Editorial Sur, Buenos Aires, 1994.

(8) Alejandro Serrano Caldera El Doble Rostro de la Postmodernidad, Editorial Amanecer, S. A., San José, Costa Rica, 1994.

(9) Daniel Bell El fin de las ideologías. Sobre el agotamiento de las ideas políticas en los años cincuenta, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1992.

(10) Mario Benedetti El capitalismo ha ganado un partido, pero no el campeonato, en Interrogantes de la Modernidad, Ediciones TEMPO, La Habana, s/f.

(11) Jorge Velásquez Acosta Democracia y Mercado ¿Nuevos modelos de legitimidad?, en Globalización y fin de la historia, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México DF, 2005.

(12) Benjamin Barber Hacia una sociedad universal de consumidores. Cultura McWorld contra democracia, en La Gaceta de Cuba, No. 6, Nov-Dic., La Habana, 2001.

(13) Herbert Marcurse El hombre unidimensional, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1968.

(14) Nestor Kohan Crisis orgánica y revolución pasiva: el enemigo toma la iniciativa, en Rebelión, 22 de agosto de 2008.


*Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba

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