miércoles, 26 de noviembre de 2008

La Revolucion Cubana, Latinoamerica y el Caribe en 1959 III

La Revolución Cubana y su inserción en la realidad contradictoria latinoamericana-caribeña en 1959. III Parte.

Por Orlando Cruz Capote

  • La Organización de Estados Americanos (OEA) y los primeros síntomas de la crisis del sistema interamericano.
Si las percepciones de las autoridades de Washington habían sido negativas sobre Cuba, prácticamente desde el propio triunfo revolucionario, la Organización de Estados Americanos (OEA) se convirtió de inmediato en uno de los puntos neurálgicos de la tensión de las relaciones de los gobiernos de América Latina y el Caribe hacia La Mayor de las Antillas. Por su parte, Cuba delineó tempranamente su comportamiento en esa organización. En un discurso, el 18 de marzo de 1959, el nuevo representante cubano en ese organismo, el Dr. Raúl Roa valoraba acertadamente lo sucedido en la Isla y destacaba, ante todo, el carácter político-popular y armado del triunfo al afirmar que “[...] En largos años no se había erguido y escuchado la voz genuina de Cuba en el Consejo de la OEA. [...] No resulta ocioso recordarlo por lo que tiene de novedad histórica y de obvio estímulo a los pueblos todavía oprimidos. El derrocamiento de una tiranía mediante la acción armada no es un suceso insólito en nuestra América; si lo es, en cambio, la que derribó la de Fulgencio Batista en Cuba. El estilo, la organización, la trayectoria y el desenlace de esa acción difieren radicalmente de todas las conocidas hasta ahora, constituyendo, por eso, un hecho nuevo en el proceso político hispanoamericano. Esta vez el cuartel no jugó papel determinante alguno”. (Carlos Lechuga Itinerario de una farsa, Editorial Pueblo Y Educación, La Habana, 1991, p. 18).

Para un análisis de la inserción y actividad de Cuba en la OEA, la problemática de sus vínculos con esta organización y, por ende, de sus Estados miembros, el enfoque debe realizarse a nuestro entender desde tres ángulos: primero, el gobierno norteamericano desde un inicio incluyó en sus planes contra Cuba la utilización del sistema interhemisférico por lo que los gobiernos más afines al imperio jugaron ese papel desde el inicio o fueron presionados al máximo para que lo hicieran; segundo, muchos regímenes oligárquicos del subcontinente, sin ni siquiera esperar una orden o presión de los EE.UU., se proyectaron autónoma o concertadamente con los intereses yanquis en los planes anticubanos, y tercero, la actitud-posición cubana, independiente e intransigente hacia los postulados retrógrados del sistema interamericano y los contraataques a la actividad desplegada contra su Revolución.

Y aunque siempre la mano de los yanquis sugería y dictaminaba las direcciones estratégicas y tácticas a tomar en contra del gobierno revolucionario cubano, muchos de los sicarios latinoamericanos y caribeños coincidieron, en el tiempo y el espacio, con tales pretensiones. E incluso, algunos de ellos, motivaron las acciones en el seno de la OEA, y se adelantaron, en cierto sentido, a las directrices norteamericanas. Tal fue el caso, ya analizado, de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana. Si existen dudas de la utilización norteamericana de la OEA, un documento recientemente desclasificado por los EE.UU. expone que el Director de la CIA, Allen Dulles señaló el 9 de julio que “[...] parecía probable que la mayoría de los gobiernos de la OEA serían capaces de ver la conveniencia de una reunión de los Ministros de Relaciones Exteriores de las Repúblicas Americanas para tratar el problema general de la situación en el Caribe, en respuesta a la argumentación de la República Dominicana de que la misma estaba siendo atacada por enemigos extranjeros”. (Memorandum of Discussion at the 412th Meeting of the National Security Council, Washington, July 9, 1959. Eisenhower Library, Whitman File, NSC Records. TOP Secret. Documento 331, pp. 555. En, Tomás Diez Confrontación Cuba- Estados Unidos. (1959-1960), Editora Política, La Habana, 2003, p. 33).

Es de señalar además, que una emisora radial oficial de ese país, “La Voz Dominicana”, en un programa denominado “Para Cuba que sufre”, comenzó a emitir noticias hacia la Isla en bandas de ondas cortas con el fin de llamar a la subversión del orden interno y lanzar campañas difamatorias y mentirosas acerca del rumbo interno y externo de la Revolución. Paralelamente, la Voz de las Américas, radioemisora de la USIA, dependencia del gobierno de los EE.UU., fue utilizada con los mismos fines, así como la emisora instalada en Las Islas Cisnes, bajo la jurisdicción hondureña. A la campaña del tirano “Chapitas” -así le denominaron a Trujillo por la cantidad de medallas en su uniforme-, se unieron las difamaciones de la Nicaragua de Somoza, del gobierno panameño y de la dictadura haitiana acerca de que Cuba intentaba desestabilizar los procesos internos de esos países a través de la intromisión y la “exportación de la Revolución”. Todo parecía confluir en un clima que propiciara una reunión de la OEA en donde se trataría de acusar a La Habana y, de esa forma, tomar medidas de seguridad colectiva contra ella.

La conjura trujillista, a la cual el gobierno de los EE.UU., le dio el visto bueno y se “alejó” lo suficiente para que quedara en el plano de las relaciones entre los gobiernos americanos, tomó mayor fuerza cuando se produjo el desembarco de dominicanos y cubanos, fundamentalmente, en Santo Domingo, el 14 de junio, para apoyar la lucha antidictatorial y de liberación nacional y social de ese pueblo. Análogamente, el gobierno revolucionario cubano acusó a Trujillo de continuar la preparación de una conspiración armada externa contra la Revolución. En esa última dirección coincidió el gobierno venezolano, quien ya había sido agredido por el dictador dominicano.

En el mes de junio y concordando “casualmente” con las preocupaciones de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de los EE.UU. que se mostró “perturbada por la magnitud y el aumento creciente de ayuda militar a América Latina”, el Presidente del Perú, Manuel del Prado propuso una conferencia de desarme en América Latina que, lógicamente, ganó el respaldo de los círculos de poder norteamericanos que estaban enfrascados en que el Gobierno de Cuba no adquiriera ningún armamento del exterior, aunque estos hubieran sido contratados por el gobierno de Batista. Entrado el verano de 1959, específicamente el 6 de julio, el gobierno haitiano a través de su embajador en la OEA, llamó a realizar una Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores, porque al decir del diplomático, la situación del Caribe era tensa y merecía el interés común de todos los estados del hemisferio. Ello concordaba perfectamente con la queja de Trujillo de que Cuba había agredido a su país.

Luego de varias complicaciones dadas por las distintas solicitudes de los gobiernos de Ecuador, Perú, República Dominicana y los Estados Unidos y, más adelante, el de Venezuela, quien acusó a los agresores trujillistas, el delegado dominicano, extrañamente, retiró su queja contra Cuba y Venezuela, sumándose a la idea de una reunión de cancilleres, la cual se aprueba el 13 de julio. El gobierno de Cuba, dando por consumada tal pretensión presentó, en las sesiones previas a la misma, un tema esencial para que fuera incluido en la agenda de dicha conferencia: “Subdesarrollo económico e inestabilidad política”, considerando que las situaciones del subdesarrollo dependiente en cada país, con sus nefastas secuelas económicas y sociales, eran las causas básicas para que no pudiera mantenerse una paz y una democracia en la región en su conjunto. Tal propuesta, definitivamente, no obtuvo los dos tercios de los votos necesarios para ser aprobada. (1)

Sin embargo, algunos días más tarde, los mismos países que no habían votado a favor del proyecto cubano expusieron que, en realidad, el tema cubano quedaba incluido en el “Punto No. 1” del temario, referido a la necesidad de observar y cumplir los principios de no intervención y agresión en la situación de tensión internacional existente en el Caribe. Tan rara inclusión, estuvo dada por la interpretación que se le asignó al proyecto cubano, el cual fue aprobado por 17 países. Finalmente, la V Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA comenzó, a pesar de las diferencias y la oposición cubana, el 12 de agosto de 1959 hasta el día 17, en la ciudad de Santiago de Chile. (2) La situación política como consecuencia de los debates fue muy complicada y aguda, principalmente las discusiones entre el canciller cubano y el dominicano.

El ministro cubano Raúl Roa, un mes antes de iniciarse la misma, apoyándose en un profundo conocimiento de la historia del continente y de los instrumentos del orden internacional y regional vigente, puso al descubierto la patraña de la queja dominicana y evidenció que solo las dictaduras en el hemisferio eran las que violaban los artículos de la Carta de la OEA, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca e inmediatamente, enumeró los crímenes del régimen de Trujillo y lo sentó en el banquillo de los acusados. Y declaró inatinente la aplicación del Tratado de Río de Janeiro (TIAR), porque Cuba no podía ser acusada de agresiones ya que la figura constitutiva de agresión estaba fuera de lugar.

El “Canciller de la Dignidad” -como sería nombrado por el Comandante en Jefe Fidel Castro y los pueblos latinoamericano-caribeños- expuso de manera contundente que “[...] La razón profunda por la cual la zona del Caribe está embravecida, y no ahora, sino desde hace mucho tiempo, es simplemente la carencia de democracia. Esta es la razón por la cual hay numerosos núcleos de exiliados que van y vienen de uno y otro país y que cuando les llega la hora tratan de volver al suyo, con un legítimo derecho. Estos exiliados provienen exclusivamente de países en los cuales la democracia ha sido abolida. [...] Habrá intranquilidad en el Caribe, porque a los regímenes dictatoriales les interesa mucho que exista perturbación en el Caribe, porque al amparo de ella es que viven y medran”. (Raúl Roa García Sesión Extraordinaria, Consejo de la OEA, 2 de julio de 1959. En, Raúl Roa. Canciller de la Dignidad, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1986, pp. 31-33). Y finalmente expresó que, el Gobierno de Cuba está convencido que todo esas acusaciones lo que pretende es “[...] crear a Cuba un ambiente internacional hostil, y organizar en Cuba una conjura internacional de tipo intervensionista, a los efectos de interferir, obstaculizar o malograr el desarrollo de la Revolución Cubana”. En su intervención en la V Reunión de Consulta de Cancilleres, Roa reafirmó que ésta es la primera vez que el pueblo de Cuba comparece tan plena y genuinamente representado en una Reunión de Cancilleres. Confirmando que el triunfo de la Revolución Cubana representa, en su más pura y efectiva acepción, el ejercicio del poder en nombre del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Nunca la democracia tuvo en América expresión más directa y auténtica que en esta coyuntura estelar de nuestra agitada existencia. Y más adelante, respondiendo a las acusaciones de comunista y apéndice de la URSS y China, que comenzaban a endilgarle al proceso revolucionario cubano dijo que “[...] No resulta ocioso precisarlo. La Revolución Cubana no está a la derecha ni a la izquierda de nadie: está al frente de todos, con posición propia e inconfundible. No es tercera, ni cuarta, ni quinta posición. Es nuestra propia posición”. (Raúl Roa García Intervención en la V Reunión de Consulta de Ministros de relaciones Exteriores de la OEA. En, Idem., p. 34).

A las razones de las tensiones políticas que podían afectar la paz en Nuestra América, Roa fue recurrente al tema de las dictaduras añadiendo que éstas se “[...] enseñorean de los pueblos que subyugan y tratan de derrocar los regímenes democráticos de los países aledaños, son el producto de una serie de factores que configuran un tenebroso complejo que integran la miseria, el analfabetismo, la posesión feudal de la tierra, la deficiencia técnica, la carencia de capitales de inversión, la dependencia del comercio exterior, el libe juego de intereses foráneos, consecuencias todas del bajo nivel de desarrollo económico”. (Idem., p. 36) Y reafirmaba que frente a esta situación trágica que vivían los pueblos del Caribe, el Gobierno Revolucionario de Cuba se muestra en la mejor disposición de cooperar con todos los esfuerzos enderezados a llevar la realidad viva del sistema interamericano, más allá de las declaraciones y compromisos inoperantes, y preservando intacto el principio fundamental de la no intervención, las medidas que garanticen el ejercicio efectivo de la democracia representativa, el respeto irrestricto a los derechos humanos y la obra colectiva por acelerar el desarrollo económico de todos los pueblos americanos, a fin de que todos disfruten de los beneficios de una democracia real, sustentada en la libertad, y con pan para todos y cada uno de los habitantes del Hemisferio.

El final de la reunión era previsible. La acusación contra Cuba de que interfería en los asuntos internos de otros países fue desbaratada (no hubo consenso) y con ello la posibilidad de que se activaran los instrumentos de seguridad colectiva y una intervención de la OEA en los asuntos cubanos. Sin embargo, a pesar del triunfo diplomático, los EE.UU. lograron que dos órganos de la OEA, la Comisión Interamericana de Paz y la de Derechos Humanos se pusieran en funcionamiento y desplazaran de los debates la propuesta cubana de la necesidad de la solución de los problemas del desarrollo económico. A partir de entonces, estos órganos comenzaron a archivar distintas acusaciones contra la Revolución Cubana y prepararon un dossier para futuras reuniones de la OEA. Cuba comenzó a ser monitoreada políticamente con el fin último de, en el momento adecuado, lograr lo que no habían alcanzado en la V Reunión de Cancilleres.

Las conclusiones de la V Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA, además de la derrota de la maniobra anticubana, demostraron dos problemáticas paradójicas del sistema interamericano. Por una parte, la Revolución Cubana, aunque hostigada en el seno del organismo hemisférico, había logrado insertarse en el mismo con una voz independiente y propia logrando una tribuna política pública para exponer los planes y realizaciones del proyecto revolucionario tanto en el plano socioeconómico y político y, a la vez, acusar constantemente los planes de agresión contra Cuba. Su discurso no se remitió solamente a la defensa de la nación cubana sino que se pronunció contra las dictaduras militares, la falacia de la democracia representativa burguesa y contra el imperialismo norteamericano y todas las formas de explotación y opresión nacional.

Se alcanzó entonces un espacio internacional y regional importante para exponer sus lineamientos esenciales en política exterior. El aislamiento absoluto de la Revolución Cubana, a partir de ese momento, se hizo prácticamente imposible porque su eco positivo aumentó por instantes. La solidaridad de ella y hacia ella fue in crescendo y la opinión pública latinoamericana creció y tomo partido a favor de la Revolución Cubana.

Por otra parte, los EE.UU. y las oligarquías latinoamericanas y caribeñas, incluidas las perennes tiranías, también obtuvieron ciertos avances en la campaña anticubana. Las acusaciones de que Cuba era la causa de las tensiones en el subcontinente ganaron terreno bajo el signo ideologizante de “la amenaza del comunismo” y la “exportación de la revolución”. La activación de la Comisión Interamericana de Paz fue símbolo de los propósitos de las futuras batallas en el terreno diplomático y político. Pero el consenso para aislar, sancionar y atacar a la Revolución Cubana, aún no se había logrado lo que hizo evidente que la presión norteamericana debía aumentar sobre los representantes de las democracias burguesas del continente.

Sin embargo, una conclusión si era diáfana y fue que se inició una crisis del sistema interamericano al levantarse una voz completamente disidente dentro de los cánones establecidos por la OEA. El estallido, a lo interno, de una organización creada para servir a los intereses de EE.UU. y las élites locales fue, por primera vez, una realidad posible. A partir del triunfo revolucionario cubano y, especialmente, luego de la realización de la V Reunión de Cancilleres, la imposibilidad de esta organización para enfrentar un proceso nacional- revolucionario genuino, a través de la vía diplomática y las taimadas y abiertas agresiones económicas y políticas, la obligaba a recurrir al viejo “expediente guatemalteco”, la vía manu militari para resolver el problema de las revoluciones se convirtió, prácticamente, en la única opción.

Y aunque se persistió en la necesidad de acusar y hasta expulsar a Cuba de la OEA, antes de llevar a cabo una agresión militar, la alternativa más agresiva primó, aunque por primera vez en la historia del continente podía ser también destrozada. Los hechos históricos corroborarían tal afirmación.

Notas bibliográficas y referencias:

(1) La proposición cubana obtuvo el voto favorable de Brasil, Colombia, Cuba, Ecuador, Honduras, México, Panamá, Perú y Venezuela; cuatro en contra: Chile, República Dominicana, Haití y Nicaragua, y nueve abstenciones, entre ellas la de EE.UU.

(2) V Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA. En, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Cuba.

Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba

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