Por Orlando Cruz Capote Una gran victoria y el reconocimiento a la resistencia heroica del pueblo cubano.
La proyección internacional de Cuba y su reafirmación latinoamericanista, tercermundista e independiente.
Mientras transcurrió el segundo semestre del año 1961, los líderes de la Revolución Cubana percibieron e interpretaron con acierto el desarrollo de los acontecimientos que inevitablemente irían a desencadenar en la separación y agresión contra la Isla en el marco de la OEA. Como consecuencia, y causa endógena, la actividad diplomática y de las otras instituciones, organizaciones políticas, de masas y sociales del país se intensificaron con vistas a fortalecer sus vínculos con todos los actores progresistas -reales y potenciales- de la arena internacional y regional y los miembros del movimiento revolucionario mundial.
Algunos eventos internacionales celebrados en La Habana y otras capitales del mundo son hechos fehacientes de ese accionar solidario. El 9 de mayo, la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz, que se celebró en México, acordó condenar las agresiones contra el pueblo cubano. Además de reafirmar el derecho de Cuba de realizar su Revolución, la reunión calificó de un grave peligro para la paz, el entrenamiento de tropas mercenarias en la región. Se conoció por la opinión pública que muchos ex-mercenarios de Girón y otros apátridas se estaban incorporando al Ejército de los EE.UU. y que algunos también se enrolaron en los cuerpos represivos de algunos países latinoamericanos, centroamericanos en específico. Un ejemplo de lo que se tramó fue la denuncia realizada el 4 de mayo, por algunas personalidades democráticas y progresistas costarricenses acerca de que existían campos de entrenamiento de mercenarios en su país para agredir a Cuba. Con este plan de mercenarismo encubierto se intentó darle alguna cobertura legal a acciones desde territorio extranjero a ex-cubanos que fueron nacionalizados en estos países para formar parte del plan contrarrevolucionario continental y anticubano.
Del 23 al 28 de mayo del mismo año, se efectuó en Cuba, la reunión del Comité Ejecutivo de la Unión Internacional de Estudiantes y se recibieron múltiples muestras de apoyo de los jóvenes de muchas partes del planeta. En la misma, la amplia representación latinoamericana y caribeña estrechó sus vínculos con las organizaciones políticas y sociales de la juventud cubana, la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR), la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y otras agrupaciones juveniles y estudiantiles de la enseñanza media. Más adelante, del 18 al 22 de agosto, se celebró el Primer Congreso Latinoamericano de Escritores y Artistas donde se mostró el grado de compromiso político de la intelectualidad de la región, siendo clausurado el mismo por el Comandante Fidel Castro. (1) Por su parte, el Comandante Ernesto Che Guevara, en esa misma fecha, realiza una visita a su Argentina natal, en la que es recibido por el mandatario A. Frondizi. Posteriormente llegó a Brasil, donde le es impuesta la condecoración más alta de la nación, la “Cruz del Sur”, por el presidente de ese país, Janio Quadros. La ofensiva diplomática cubana no cesó y en el mes de diciembre una delegación encabezada por el Vice-Ministro de Relaciones Exteriores Carlos O. Sánchez, sostuvo entrevistas y negociaciones con los jefes de varios Estados del subcontinente, entre ellos, Brasil, Chile, Uruguay, Argentina y Bolivia.
A su vez, la actividad exterior del Gobierno Revolucionario, más allá del hemisferio occidental, se desarrolló con la participación de una delegación oficial que asistió, como observadora en el mes de abril, a la reunión del Consejo de Solidaridad de los Pueblos Afroasiáticos, pertenecientes a la Organización de Solidaridad de los Pueblos de Asia y África, celebrada en Bandung, Indonesia. Este evento fue el antecedente de la reunión de 22 países en El Cairo, Egipto, -Cuba asistió como miembro pleno- efectuada del 5 al 12 de junio, en la que se convocó a la Primera Conferencia de Países No Aliados a Pactos Militares. La novedosa organización tercermundista se celebró, finalmente, en Belgrado, Yugoslavia, entre el 1ro de agosto y el 6 de septiembre. La delegación cubana estuvo liderada por su Presidente Osvaldo Dorticós Torrado, quien pronunció su discurso el día 2 de septiembre. En el mismo, el dirigente cubano expuso el orgullo de su delegación de ser miembro fundador y único de la región latinoamericana y caribeña, asimismo señaló que la gran tarea de ésta era la de unir los esfuerzos y la solidaridad de los gobiernos y pueblos subdesarrollados en su lucha contra el imperialismo mundial, de apoyar el desarme general y completo, por el derecho a la paz y la propia existencia de la humanidad; por un mundo más justo y equilibrado, desde el punto de vista económico, comercial, financiero y social, por el progreso y el desarrollo para todos con igualdad de condiciones tanto en el plano interno de las sociedades como en el ámbito internacional.
El presidente de Cuba demandó también el desmantelamiento de todas las bases militares en territorios extranjeros que, contra la voluntad de los pueblos, mantenían los imperialistas menoscabando la independencia y soberanía de las naciones. Denunciando la explotación colonial, se alentó a los pueblos que luchaban por su liberación y se propuso un proyecto de reestructuración de la Secretaría General de la ONU, por los graves sucesos acaecidos en el Congo y el asesinato de su líder Patricio Lumumba, con la tolerancia de la organización mundial. Esto último, aseveró el mandatario cubano, constituyó una violación flagrante del derecho internacional y de las normas vigentes de no intromisión e ingerencia en los asuntos internos de los Estados, de los cuales el recién inaugurado organismo tenía que ser un celoso guardián.
Este fue el origen del Movimiento de Países No Alineados, que ratificó su condición y tomó la denominación definitiva en la Segunda Conferencia en el Cairo, Egipto, en 1964. En Belgrado, con la presencia de alrededor de 25 naciones (2) de todas las latitudes, menos el primer mundo industrializado (incluidos los de la OTAN) y los países socialistas miembros del Pacto de Varsovia, surgió a la vida política un original organismo internacional que al pasar de los años tuvo una gran resonancia en la arena internacional, a pesar de la heterogeneidad ideopolítica de los gobiernos que la conformaron. Su misión tuvo y sigue teniendo una amplitud tan diversa y, a la vez, tan común para la mayoría de sus miembros, que ello permitió concertar en su seno acciones conjuntas contra el imperialismo, el colonialismo, el neocolonialismo, el racismo, el “Apartheid” y otras formas de discriminación, opresión y dominación de los pueblos. La posición de Cuba, sin embargo, siempre fue diáfana desde los inicios. El hecho de no pertenecer a ningún pacto militar, afirmó el presidente Dorticós, no podía llevar a la neutralidad en las posiciones de principios, ante problemáticas internacionales y regionales que involucraran, incluso, a los bloques ideopolíticos y militares existentes. No constituyó un dilema antagónico para el Gobierno Revolucionario, saber distinguir de qué lado estuvo la razón en los múltiples conflictos internacionales. El Imperialismo norteamericano y sus aliados eran los enemigos principales y esenciales de los pueblos y, si existieron contradicciones con el campo socialista y la China popular, estas no fueron relevadas de recibir una crítica constructiva por la parte cubana, tanto en el seno del movimiento o en el plano bilateral. Pero Cuba siempre hizo constar que los aliados naturales eran los Estados Socialistas. Esa posición beligerante e independiente de la Isla caribeña le dio un carácter más acentuado al MNOAL y le fue reciprocado a la Isla cuantas veces necesitó del apoyo del mismo. La inclusión de Cuba, por decisión propia, en el seno del movimiento tercermundista organizado le ofreció a la Revolución una nueva tribuna de denuncia contra los planes anticubanos, un lugar destacado en la organización que contenía el mayor número de países subdesarrollados del planeta, la posibilidad de pronunciarse en apoyo de las causas por la liberación nacional y social y multiplicó su proyección nacional y exterior.
En consonancia y armonía con el discurso político, se pasó a la acción práctica, y en octubre de 1961, arribaron a La Habana alrededor de 15 estudiantes guineanos para cursar estudios gratuitos becados en las escuelas técnicas y universidades cubanas. También llegó a Cuba, en esos momentos, un pequeño grupo de revolucionarios africanos para recibir entrenamiento militar. (3) Fue el inicio de una relación de amistad y solidaridad que perdura hasta nuestros días. Pero la principal acción de Cuba en apoyo a África se produjo en Argelia con la llegada del argentino-cubano Jorge Ricardo Masetti (4) a Túnez en 1961, llevando un mensaje del máximo líder cubano Fidel Castro a los rebeldes argelinos acerca de la disposición del Gobierno Revolucionario de ayudarlos en la lucha contra el colonialismo francés. El Frente para la Liberación Nacional (FLN) de Argelia accedió y solicitó a la parte cubana que le enviara armas. En diciembre, el barco “Bahía de Nipe”, zarpó de La Habana con 1500 fusiles, más de 30 ametralladoras, cuatro morteros de 81 mm y una gran cantidad de rondas de mortero, todas de fabricación norteamericana. La nave desembarcó en Casablanca, Marruecos, y desde allí se trasladaron a territorio argelino en enero de 1962, a través de la frontera común. Poco después, el Bahía de Nipe regresó a Cuba con 78 guerrilleros argelinos heridos, para curarse y recuperarse en la Isla, y también con 20 niños de campamentos de refugiados, la mayoría de los cuales eran huérfanos por motivo de la guerra. El periódico Revolución reflejó la noticia afirmando que “[...] Los niños estudiarán y crecerán aquí [...] y algún día serán ciudadanos productivos en una Argelia libre.”
En el escenario latinoamericano, la política cubana también realizó ingentes esfuerzos por radicalizar su enfrentamiento contra el imperialismo norteamericano. El apoyo a las fuerzas de izquierda más proclives a la acción directa armada contra los regímenes tiránicos y lacayos aumentó, como contramedida al planteamiento de doble vía lanzado por los EE.UU, aunque todas las iniciativas de la Isla estuvieron motivadas por sus principios ético-revolucionarios y solidarios. El caso de la concesión de la ciudadanía nacional, el 19 de febrero de 1961, a los borinqueños Juan Tuarbe y Doña Laura Albizu Campos, a quienes el Gobierno Revolucionario designó como miembros de la delegación cubana ante la ONU, fue un acto de dignidad y soberanía nacionales y un gesto de latinoamericanismo sin precedentes.
Los resultados de la política estadounidense de contrainsurgencia y reformas se hicieron evidentes al romper relaciones con el Gobierno Revolucionario, a mediados y finales de 1961, las autoridades de Colombia, Costa Rica, Honduras, Uruguay y Venezuela. Muchos de ellos, aunque revocaron a sus embajadores en La Habana conservaron sus legaciones diplomáticas. Este tipo de situación se prestó, en muchos casos, para brindar cierta cobertura oficial al espionaje, acoger a individuos que pidieron asilo político por sus actividades contra la seguridad del Estado y para contactar a miembros de las organizaciones contrarrevolucionarias. El caso de la Embajada de Venezuela en La Habana, fue el que más demostró tales propósitos. En una alocución por la televisión cubana, el contrarrevolucionario Reynold García, denunció que en esa sede diplomática se llevaban a cabo actividades en contra de Cuba con la presencia del Encargado de Negocios de ese país.
El interés y camino emprendido por la vanguardia de la Revolución no fue el de “exportar la Revolución” sino el de aumentar el respaldo a los grupos de revolucionarios latinoamericanos y caribeños que arribaron a la Isla solicitando solidaridad material y moral. Los encuentros de la dirección política de Cuba con estas agrupaciones y personalidades, que en muchos casos estaban en las primeras etapas de organización y en los preparativos insurreccionales o ya iniciaron la acción guerrillera, constituyeron una continuación de las reuniones y del apoyo aportado en los años 1959 y 1960, pero siempre respondieron a los planes autóctonos de esas organizaciones. No obstante, se trató que el sustento más directo se les diera a aquellos hombres y mujeres que radicaron y lucharon en los países con dictaduras o que sus gobiernos cedieron ante las presiones estadounidenses y tomaron un rumbo anticubano abierto. De esa forma nuevos nombres y nacionalidades se sumaron a la larga lista de revolucionarios que recibieron entrenamiento militar, cursos de superación política y algunos medios logísticos (algún financiamiento y armamentos) para reiniciar el combate. Los futuros líderes de los movimientos guerrilleros de Venezuela, Guatemala, El Salvador, Bolivia, Uruguay, entre otros, se encontraron en Cuba y fueron recibidos como en su propia casa. Un informe de la CIA, intentó acercarse a la realidad al plantear que “[...] Para 1961-1962, el apoyo de Cuba comenzó a tomar muchas formas, que fluctuaban de la conspiración y el entrenamiento a elementos tan tangibles como el apoyo financiero y de comunicaciones, así como algo de asistencia militar.” (5) Incluso, otro informe de la agencia, al que no daremos toda la rigurosidad histórica, expresó que entre 1961 y 1964 de 1 500 a 2 000 latinoamericanos recibieron entrenamiento guerrillero o adoctrinamiento político en Cuba. Esta cifra no ha sido desclasificada por el gobierno cubano, por lo que no está confirmada y carece de toda seriedad.
Pero un nuevo escollo se presentó ante los empeños cubanos y los integrantes de la Nueva Izquierda. Algunos dirigentes de los partidos comunistas de la región que no estaban de acuerdo con los métodos de la lucha armada criticaron muy cautelosamente y en privado a la Revolución Cubana por tratar de entrometerse en asuntos que no consideraron de su incumbencia y por apoyar a grupos disidentes que optaron por una vía que para ellos era “aventurera e izquierdizante”. Otros fueron más allá y dieron sus quejas directamente a Moscú. Aunque, para no errar en la valoración histórica, la mayoría de la dirigencia y la membresía comunista latinoamericana y caribeña, en esos años de 1960-1961, nunca hicieron públicas sus diferencias con la Revolución Cubana y la continuaron apoyando incondicionalmente. Todas las divergencias estuvieron condicionadas, en parte, porque la línea del movimiento comunista internacional, dirigida por la URSS y su partido comunista, nunca contempló acciones armadas en el continente donde los EE.UU. tenían su poderío hegemónico. Nuestro criterio al respecto es que los soviéticos no comprendieron el panorama político del subcontinente y a sus fuerzas revolucionarias más radicales; no desearon ayudar -el apoyo a Cuba fue muy costoso- a los movimientos revolucionarios en este hemisferio a quienes observaron bajo el prisma de grupos contestatarios a su línea política, porque su práctica se asemejaba más a la enarbolada por los maoístas; como tampoco tuvieron interés en disuadir a los partidos comunistas más ortodoxos, para que aceptaran y propiciaran un cambio en el método de lucha, la táctica y las vías para realizar la Revolución porque estos fueron “fieles” seguidores de los lineamientos reafirmados en los Congresos del PCUS. Finalmente, porque tampoco deseaban involucrarse en una confrontación directa con los EE.UU., a miles de kilómetros de distancia de su territorio. Según información de dos investigadores norteamericanos (rusos nacionalizados) que tuvieron acceso a los archivos soviéticos, entre 1961-1962, “[...] Moscú mostró ambivalencia hacia los méritos de la ofensiva regional de Castro.” (6) Aunque estos estudiosos plantean que pudieron revisar algunas de las fuentes originales soviéticas acerca de sus relaciones con Cuba, lo cierto es que se puede intuir, con buen sentido analítico-político, que en ese año (1961) la situación en Europa del Este constituyó la de mayor prioridad para la política exterior de los soviéticos dada por la tensa coyuntura creada en la frontera entre las dos Alemanias y la construcción acelerada de un fatídico “Muro” de separación en la RDA y la RFA, y que por lo tanto no prestaron atención a los nuevos aconteceres revolucionarios en América Latina y el Caribe. (7)
La Revolución Cubana, su posición independiente y solidaria hacia Latinoamérica significaron, desde entonces, un serio problema para los dirigentes comunistas soviéticos y los de Europa del Este. Estos decidieron que no podían perderla -a Cuba- como parte del movimiento comunista y el campo socialista, ya que en ello se jugaban su moral revolucionaria, el prestigio de gran potencia y hasta los principios del internacionalismo socialista que tanto habían propagado. Pero una Revolución Continental no estuvo en sus planes estratégicos inmediatos y mediatos. Una derrota en Cuba era una derrota para la URSS y el movimiento comunista internacional que, en cierta forma, habían apostado muy alto y seriamente por su consolidación. Pero el resto de América Latina y el Caribe fueron otra problemática por la cual no se sintieron jamás comprometidos. El respaldo militante cubano a la Nueva Izquierda, produjo agudos debates al interior de los partidos comunistas, los cuales tuvieron que soportar una vez más en su historia desgajamientos y divisiones, por no asumir una posición independiente ante Moscú y analizar, sopesadamente, las posibilidades reales de encauzar la radicalización de algunos sectores populares en el enfrentamiento contra sus regímenes burgueses y el imperialismo norteamericano.
Esta situación contradictoria perduró -en cierto sentido relativo- hasta la Conferencia Extraordinaria de los Partidos Comunistas de América Latina y el Caribe, que se celebró secretamente en La Habana, en noviembre de 1964, en la cual se llegaron a algunos acuerdos, pero donde Cuba no cedió en sus posiciones de principios ante la posibilidad real de apoyar con todos los medios a su alcance a los movimientos revolucionarios de la región. (8) La afirmación que realiza el estudioso Piero Gleijeses de que la mirada solidaria cubana estuvo más inclinada desde entonces hacia África, es una verdad a medias. Incluso el informe de inteligencia de los funcionarios de la Embajada de la RDA en La Habana, de que Cuba no quiso afectar las relaciones con la URSS y el resto del campo socialista y realizó concesiones en esa reunión de los comunistas latinoamericanos acerca de su apoyo a los movimientos guerrilleros en el continente, también es falsa cuando se observa detenidamente que la lucha insurgente revolucionaria en el subcontinente alcanzó en esos años sus cotas más altas, así como el comprometimiento militante cubano. La presencia de numerosos combatientes en la Guerrilla del Che Guevara, en Bolivia, 1966-1967, y la de oficiales y combatientes en la guerrilla venezolana 1967-1969, desmienten cualquier aseveración al respecto. (9)
Sin embargo, para ser muy honestos con la historia, la ayuda soviética a Cuba nunca cesó y apoyó a la Revolución Cubana incondicionalmente en esos duros años contra la agresión imperialista estadounidense. Aunque la venidera Crisis de Octubre, de los mísiles o los cohetes de ese propio año 1962, abriría algunas incógnitas de hasta dónde se arriesgarían por Cuba.
Algunos datos e información más rigurosos, aunque no conclusivos, permiten aseverar que guerrilleros guatemaltecos, bolivianos y argentinos comenzaron sus actividades de preparación militar en la Patria de Martí, a finales de 1961. El hecho comprobado de que el futuro miembro de la guerrilla del Che Guevara en Bolivia (1966-1967), José María Martínez Tamayo (Papi), tuvo estrechos vínculos con esos grupos es una realidad irrebatible (10). Incluso, sin poder aún precisar la fecha de la partida ni de la caída en combate y el presidio de los cubanos Hermes Peña y Alberto Castellanos, respectivamente, podemos afirmar que estos fueron los primeros cubanos en arribar y combatir en tierras argentinas entre 1961 y 1964.
Entre los combatientes que partieron hacia otros países de la región, también se encontró el periodista cubano-argentino Jorge Ricardo Masetti, quien en 1958 había conocido al Che en la Sierra Maestra y que posterior al triunfo del 1ro de enero de 1959 regresó a Cuba y dirigió la Agencia de Prensa Latina, recibiendo también entrenamiento militar e integrando la incipiente inteligencia cubana. En octubre de 1961, se le encomiendan algunas misiones de apoyo al Frente de Liberación Nacional de Argelia, como hemos explicado en los párrafos anteriores, y luego en la propia tierra argelina, obtuvo una experiencia práctica que aprovecha para conocer la lucha en las zonas urbanas y rurales. El actual General de Cuerpo de Ejército y Ministro del Interior de Cuba, Abelardo Colomé Ibarra (Furry), narró su partida, a principios de 1962 (aunque con contactos previos desde 1961), hacia Argentina, con una breve estancia en Bolivia -como potencial base de apoyo logístico- para analizar el posible teatro de operaciones y el desarrollo de un futuro Ejército Guerrillero de los Pobres, en el país sudamericano. En 1963, el propio Furry y Tamayo (Papi) continuaron trabajando para preparar las condiciones de la guerrilla argentina en la región de Salta, conjuntamente con patriotas bolivianos, los hermanos Inti y Coco Peredo y Rodolfo Saldaña, entre otros. Al frente de la misma iría el propio Comandante Ernesto Che Guevara (Comandante Primero), aunque en la avanzada partió Jorge Ricardo Masetti (Comandante Segundo), con cerca de 30 combatientes, en 1963, con pasaportes diplomáticos facilitados en la Argelia liberada del Presidente Ahmed Ben Bella. En 1964, se perdió contacto con el mismo, después se conoció que fue cercado y murió o fue asesinado en circunstancias poco aclaradas hasta nuestros días. El Che se sintió muy frustrado, amargado y con una carga de conciencia muy alta ante esta pérdida y se sintió más comprometido que nunca para marchar a luchar en otras tierras del mundo, y finalmente cumplir con el proyecto de abrir un frente guerrillero en Argentina. (11)
(11) En el libro citado de Luis Suárez, Barbarroja, el Comandante Manuel Piñeiro relata ese estado anímico del Che, su impaciencia revolucionaria de cumplir con la promesa realizada a Jorge Ricardo Masetti y con sus convicciones latinoamericanistas e internacionalistas.
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