jueves, 11 de diciembre de 2008

La Nación, el racismo y la discriminación racial... II Parte

La Nación, el racismo y la discriminación racial en la historia de Cuba y en la contemporaneidad. ¿Otra batalla ideológica? II Parte.

La problemática racial en Cuba, América Latina y el Caribe
Por
Orlando Cruz Capote

Luego del concluido este primer trabajo de la Identidad Nacional por el Instituto de Filosofía de Cuba, comenzamos a investigar la problemática racial y su reciente revelación y redimensionamiento en el debate académico y político mundial, regional y nacional, así como con las otras múltiples identidades que nos recorren. Se trata ahora de hallar vínculos entre Cuba y el Caribe. Porque Cuba al ser una nación uniétnica, pluriracial, multicultural, ello no niega que coexistan heterogéneas identidades que se asumen contradictoriamente, como esencias y fenómenos tensionales dentro de su cuerpo societal, así como que en los estudios de pensamiento producidos y comparados se pueden encontrar claves para el análisis cubano, salvando las diferencias. En esta breve exposición, si se quiere muy esquemática, sólo expondremos algunas ideas fundamentales que tratarán de acercarnos, parcialmente, a las preguntas formuladas en la primera parte de este artículo.

1) Al estudiar la intervinculación entre Nación y Raza, en el caso cubano, aunque sucedió un proceso análogo, con sus diferenciaciones y características específicas, en Latinoamérica y el Caribe hispano, portugués, ingles y francés fundamentalmente, -existió también presencia holandesa sueca y danesa-, debemos tomar como punto de partida la llegada azarosa del Gran Almirante Genovés Cristóbal Colón y sus acompañantes a las costas de la Isla, el 14 de octubre de 1492. Dos días antes, el 12 habían hallado tierra firme, iniciando el primer proceso de mundialización -hoy se llamaría globalización- de las relaciones internacionales o mundiales bajo la expansión continuada del capitalismo de las metrópolis europeas que, al unísono, realizaron sus viajes de conquista y colonización en búsqueda de las fuentes principales de la acumulación originaria del capital: el saqueo despiadado de América Latina y el Caribe. Sin embargo, la hazaña náutica de los tripulantes de las tres carabelas -aunque se ha aseverado que una fue del tipo nao- fue denominada, grandilocuentemente, como el “Descubrimiento” y, el 12 de octubre como el “Día de las Razas”. Tales percepciones e interpretaciones de los ibéricos acerca del inmediato “Encuentro entre las dos Culturas” -también “El Entrónconazo de las dos Culturas” o La Confrontación o el Des-encuentro entre Dos Culturas”, como la han ido nombrado luego de esos 500 años-, fueron el presagio de la inmediata beligerancia violenta entre las dos o las varias civilizaciones y culturas, en lo socioeconómico y lo político, existentes entre ambos lados del Atlántico. Porque hablar, en ese instante, de una España como un Estado nación concluido -con catalanes, flamencos, vascos, gallegos, asturianos, entre sus pueblos-naciones, más la cultura y presencia mora que no fue nunca completamente exterminada- y de una Europa Occidental, tal como la conocemos hoy día, sin mencionar a América, es una ilusión o quimera que no conlleva a la verdad histórica. Ambas se construyeron o se produjeron recíprocamente: una no existe sin la otra, aunque haya correspondido a América, en especial, a la latinoamericana-caribeña, ser la parte perdedora en ese proceso histórico o sea, la colonizada, la racializada-discriminada, la desculturada, la desigualmente-inferior y la des-nacionalizada -este último proceso acaecido en ese instante con los imperios originarios existentes en América, y en un futuro no lejano de tres siglos, con la independencia real, aunque formal de sus naciones-países divididos en fronteras artificiales y no rigurosas de acuerdo a los pueblos originarios que la habitaban-, y, por otra parte, a la Europa como la gran ganadora, al constituirse en el centro de control del poder: el eurocéntrico.

2) Entonces el racismo surge en Cuba en el proceso de conquista y colonización de los pueblos aborígenes. El tipo de “sociedad” existente entre los diversos grupos poblacionales originarios, radicados en la isla de Cuba -en realidad un archipiélago- no era desarrollada, si la comparamos con las existentes en el Imperio Azteca, el Inca y la ya desaparecida civilización Maya. Su organización natural-social fue del tipo gentilicio primitivo y gregarios, con formas de cooperación simple y una división natural del trabajo por sexos y edades, no poseían una estructura clasista, solamente ciertas jerarquías dentro de sus grupos, convivencia clánica en algunas comunas e interclánicas en otras, las mujeres también trabajaban, principalmente en la recolección, por lo que es fácil imaginar que el excedente económico era relativo y no suficiente para poseer una división social del trabajo. Al inicio, el recibimiento aborigen a los auto-denominados eufemísticamente descubridores fue totalmente normal, plenos de curiosidad y asombro, aunque quizás un poco temerosos, fundamentalmente al verlos con sus trajes de metal y sus enormes caballos, así como al observar sus embarcaciones, su piel blanca, cabello de diferente color y la lengua extraña que hablaban. Sin embargo, los invasores comenzaron a masacrarlos ante la inocencia de algunos y la intransigencia de otros. Como consecuencia de la violenta intromisión en sus vidas, costumbres, culturas y la utilización desmesurada de ellos como mano de obra esclava, muchos ofrecieron resistencia pasiva y/o activa pero, la inmensa mayoría no soportó el trabajo pesado, las enfermedades de que eran portadores los hispano-europeos y el maltrato desmesurado, comenzando a ser liquidados, en el sentido literal del término. Los primeros que practicaron el cimarronaje en Cuba -en la mayoría de los casos como una forma de resistencia pasiva-, no fueron los esclavos africanos sino algunos grupos de indígenas que, conociendo bien la geografía de su isla, se internaron en parajes recónditos o de muy difícil acceso para los conquistadores y colonizadores españoles. Por ello, hoy se han encontrado individuos y colectividades con características fenotípicas, heredadas de los pueblos aborígenes y que, incluso, en los bailes africanos se estudien ritmos y ritos entremezclados que corresponden a los originarios de la Isla.

3) En realidad, el primer gran debate entre los ibéricos -españoles y portugueses, aunque no faltaron italianos y oriundos de otras nacionalidades-, versó sobre sí estos indígenas eran seres humanos o simplemente animales sin sentimientos, alma y raciocinio alguno. Esa polémica tuvo un punto decisorio, a principios de la década del 50 del siglo XVI, cuando Juan Ginés de Sepúlveda, clérigo e historiador del Emperador Carlos V, sostuvo una aguda polémica con el Fray Bartolomé de las Casas, declarando que había que guerrear contra los indios, por las siguientes causas: a) debido a la gravedad de los pecados cometidos entre ellos y contra la naturaleza y su adoración de los ídolos; b) por la rudeza de su naturaleza, lo cual los obliga a servir a personas más refinadas; c) con el fin de divulgar la religión sometiendo a los nativos y, para proteger a los nativos entre los propios nativos. Su propuesta se remitía a Aristóteles, -a los esclavos por naturaleza-, aunque declarando que los indios eran hombres de orden inferior, personas toscas, nacidas con capacidades limitadas. Además los acusaba de infanticidio, parricidio, demencia hereditaria, deshonestidad y de irrespetuosidad para con los cuerpos de los muertos. Al definirse que estos eran hombres y mujeres humanos, decisión completamente pragmática-utilitaria, se concluyó que había necesidad de conquistarlos, colonizarlos y cristianizarlos a la fuerza, con la cruz y con la espada, decisión que recayó esencialmente en el pensamiento religioso cristiano que, salvo honrosas excepciones, tuvo mucho que ver con la misión mesiánica de los conquistadores y colonialistas, recubierta bajo un manto paternalista. Ese proceso fue la síntesis de una civilización-barbarie extrapolada del denominado, posteriormente, como el viejo continente que varió definitivamente el rumbo de la historia natural de estas comunidades, civilizaciones y culturas. El choque había sido brutal para las dos o las varias culturas, las costumbres, la moral, la ética, la idiosincrasia, la estética y las diferentes y diversas miradas pero, lo malo, lo feo, lo incorrecto recayó en los pueblos conquistados y colonizados.

4) Ante el extermino masivo, más paulatino o rápido, de los pueblos originarios fueron traídos a la fuerza los esclavos africanos y, más tarde, hasta chinos culies y cantoneses. Desde 1515, ante ese etnocidio, ¿o el primer gran genocidio de la historia?, cometido contra los indígenas, los españoles comienzan a desarrollar la Trata Negrera desde Africa, aprovechando sus experiencias y la del vecino Portugal en ese triangular negocio. Entonces, llegaron a la Isla y toda América, millones de esclavos de las zonas que hoy conforman más de 15 naciones del continente negro, que en aquel momento tenían muy diverso grado de desarrollo originario gentilicio y tribal. También continuó el proceso migratorio español y europeo hacia Cuba en las centurias siguientes hasta la primera mitad del siglo XX.

5) Es evidente que la problemática racial se convirtió en un problema social y cultural a partir de la conquista y la colonización de América por los europeos. Constituía una necesidad socioeconómica y requería de una urgente construcción socio-ideológica y cultural para ponerla en función de la total dominación de los pueblos originarios del Nuevo Mundo y, más tarde, de otras regiones del planeta, sojuzgados y explotados desde entonces por ese capitalismo que nació, como escribió Carlos Marx, echando lodo y sangre por todos los poros, hasta la actualidad. La emergente clase burguesa apremiaba de ese aparato de represión y coerción-coacción económica e ideológica, para llevar adelante sus ambiciosos planes de enriquecimiento, expansión y hegemonía sobre otros pueblos y naciones. Y al mismo tiempo luchaba contra el feudalismo, las monarquías, la nobleza feudal, apoyados por las clases y capas más pobres y explotadas de sus pueblos. La renombrada “novedosa” ideología sociocultural, racista y discriminatoria, tiene su punto de partida en que los no europeos -los Otros o la Otredad- fueron percibidos e interpretados “científicamente” como seres inferiores, subalternos o sea, de segundo o tercer orden. El modo de producción esclavista implantado en América Latina y el Caribe, en función del mercado capitalista internacional en expansión, obligaba a una extensiva e intensiva extracción de oro, plata y otros metales preciosos, recursos naturales y minerales para la ya mencionada acumulación originaria de capital. Las razas, como terminología, no surge entonces como un problema puro, aislado del resto de la esfera societal con sus múltiples manifestaciones. Su estudio debe enfocarse con categorías económico-sociales y culturales determinadas sociohistóricamente y reflejadas por la propia realidad. Asimismo este concepto tiene que correlacionarse con los fundamentales conocimientos de las leyes de la vida social -desde el punto de vista marxista-, de las demás formas de la conciencia social operativizadas por los aparatos ideológicos, religiosos y las doctrinas políticas, sociales, filosóficas, económicas, etc. En este sentido, las teorías acerca de las diferentes formaciones económicas sociales, los disímiles modos de producción y las heterogéneas comunidades étnicas y nacionales, así como aquellas que iban conformando con el tiempo a los pueblos y las naciones, incluyendo sus interrelaciones con la comunidad política internacional, tienen una intervinculación decisiva con la problemática racial, e igualmente comparten un lugar contiguo a las tradiciones histórico-culturales, las idiosincrasias, la psicología individual y colectiva de diferentes grupos y sectores de las diversas sociedades, a nivel macro y micro, que relacionan a los seres humanos como entes subjetivos que interactúan entre sí, también subjetivamente. Por ello, no es casual que el racismo, con su contenido ideológico, religioso, cultural y, eminentemente, clasista esté vinculado de forma íntima con el desarrollo de las comunidades étnicas y tribales en su camino hacia la conformación de los pueblos y las nacionalidades y, específicamente, con el nacimiento y desarrollo de los Estados Naciones de la Modernidad Capitalista. A partir de los siglos XV y XVI, las diversas teorías racistas en Francia, Reino Unido, Estados Unidos de América y por otros científicos y políticos alemanes, suecos e italianos, etc., tomaron una conformación tremebundamente seria con los aportes de los franceses Gobineau, Lapouge, coincidentes con los seguidores del social-darwinismo, el malthusianismo y hasta el positivismo spenceriano y de lamarckiano en el siglo XIX. Incluso hombres ilustres en el campo de la ciencia, como el botánico y naturalista sueco Karl de Linneo (1707-1778), fue el primero de los hombres de ciencia que propuso una clasificación “más o menos científica” de las razas humanas sobre la base de sus peculiaridades físicas aunque, no obstante, atribuyó al “hombre asiático” la crueldad, la melancolía, la terquedad y la avaricia; al “africano” la maldad, la astucia, la pereza y la indiferencia; al “europeo” la movilidad, el ingenio, la inventiva, es decir elevadas facultades intelectuales. De esta manera, Linneo colocó a la raza blanca por encima de las demás razas. Sin hablar de su madura, macabra y genocida trascendencia, en las teorías nacional-socialistas del nazi-fascismo alemán (III Reich) en la pasada centuria. Si es cierto que algunos autores expresan que desde el viejo testamento y otros textos religiosos se brindan elementos de políticas discriminatorias y racistas por causales religiosas -antisemitismo por ejemplo- y pertenencias a grupos étnicos y pueblos diferentes, sólo a partir del desencuentro de la cultura europea y la amero-india es que se puede hablar del racismo partiendo de la pigmentación de la piel.

6) Pero es la conquista y la colonización del Hemisferio Occidental lo que permite la consolidación del Estado nación moderno capitalista en Europa, y más tarde, en los Estados Unidos de América, y en ese contexto es que el sistema de dominación social se asocia a un nuevo sistema de explotación social: todas las formas conocidas y por conocer de explotación del trabajo -la esclavitud (en sus diferentes variantes), la servidumbre feudal, la pequeña producción mercantil, la reciprocidad (el modo de producción asiático y, por ejemplo, el Andino, en que el intercambio de trabajo y de fuerza de trabajo no pasa necesariamente por el mercado) y el capitalista- son articuladas en un único sistema de producción de mercaderías para el mercado capitalista mundial, supeditas y asociadas entre sí, estructuralmente, en torno a la pretensión hegemónica del capital para producir, vender y consumir para el futuro libre cambio mundial, aunque después devendría con la monopolización -concentración del capital industrial, comercial y financiero- de las riquezas y del propio mercado.

El círculo vicioso, cruel y criminal de explotación, racismo y discriminación se repitió con mayor fuerza y profundidad contra los africanos, otros inmigrantes y los remanentes aborígenes en Nuestra América. La cultura eurocéntrica capitalista -con rasgos subyacentes pre-capitalistas-, racista y discriminatoria, explotadora y opresora, homofóbica y patriarcal, paternalista por demás, conllevó a nuevas relaciones sociales, intersubjetvidades incluidas, de producción y propiedad individual-privada, división social del trabajo y el surgimiento de diferenciaciones clasistas antes inéditas para los oriundos de la América y el África. Todos los colonizados, principalmente los de piel negra, india, amarilla y mestiza constituyeron objetos-mercancías que eran comprados y vendidos, castigados, torturados y asesinados, además de ser obligados a trabajar las horas que el dueño desease y, en muchos casos, acusados de herejes y brujos(as), principalmente cuando manifestaban sus ritos y mitos, mágicos y religiosos en ceremonias públicas o encubiertas, en la cual la mano divina de los Ministros de Dios, los sacerdotes y curas católicos españoles, partes indispensables en la colonización, ejercitaron sin compasión, la tristemente famosa Inquisición contra estos practicantes paganos y bárbaros. La misión de este colonizaje no era la de excluirlos, sino incluirlos con la visión de que serían, eternamente, seres inferiores. Asimismo fueron enajenados y alienados en las relaciones sociales de la moderna sociedad capitalista impuesta a la fuerza, de forma directa e indirecta.

7) Y lo más importante para este breve resumen, las conductas y prácticas racistas y discriminatorias fueron calando en la mente y la consciencia de todo ese conglomerado social heterogéneo, desde las clases ricas de origen español y los criollos que fueron naciendo en la Isla y en otras regiones americanas, así como en las clases, grupos y sectores medios, los intelectuales y profesionales, hasta permear las capas, estratos y segmentos más pobres y humildes, es decir, a los propios excluidos y marginados.

Aunque en el siglo XIX se produjo la independencia Latinoamericana-caribeña de España y de otras metrópolis europeas -en menor escala o ninguna en el Caribe hispano, ingles y francés-, las sociedades de Nuestra América, continuaron siendo coloniales. “El colonialismo había producido un tipo de poder cuyo carácter era y sigue siendo, su colonialidad”. (1) Y las razas condicionadas por disimiles formas no esenciales antropomórficas, color de la piel, adaptados al entorno geográfico-ambiental, fue convertida en racismo como producto ideológico-mental, social-cultural y estructural de la conquista y la colonización. Por eso, es justo señalar que las primeras víctimas de esa categoría -raza, racismo y discriminación racial- fueron los indios, aunque el color y la raza no son lo mismo, encontraremos similitudes en estos términos por la construcción europea que se hizo de ellos en los siglos XV y XVI, alcanzando una nueva dimensión en el siglo XVIII y XIX, con la reconfiguración de esos Estados naciones capitalistas, en tránsito hacia su fase imperialista, específicamente el decimonónico. Pero una mujer de raza blanca “superior”, será por definición superior de un varón de raza negra, amarilla y mestiza “inferior”, ejemplo tácito de lo ordenado y manipulado alrededor de esa categoría, (2) que se convierte en el criterio de clasificación social básica y universal de todos los miembros de la especie humana, universalizándose a medida que la dominación colonial de los europeos se expande por todo el orbe, adquiriendo el carácter de mundialización. Como afirma el estudioso Teun A. Van Dijk, el problema no radica en el comportamiento de las masas populares, aunque no sean indiferentes a ese problema, sino que “[...] Diferentes grupos de la élite participan en las tomas de decisión política concernientes a grupos étnicos minoritarios, escriben informes, o investigan, tienen acceso a los mass media y producen saber y las creencias que influyen en la función y el cambio de opinión de la gran mayoría de la población. Por consiguiente, además de la dominación política, la élite ejerce una dominación social, moral y cultural”.

8) En el caso específico de Cuba, el proceso nacional-liberador y revolucionario, a lo largo de cerca de ciento cincuenta años, desde 1868 hasta el triunfo revolucionario de 1959 (aunque, según el concepto expresado por el Comandante en Jefe Fidel Castro, el 10 de octubre de 1968, “[...] en Cuba solo ha habido una Revolución”, que comprende la iniciada en 1868 y que continúa hasta nuestros días), (3) ha desarrollado una franca lucha por alcanzar la verdadera independencia y soberanía nacionales, así como lograr la más plena justicia social y poner fin, en “última instancia”, al colonialismo español primero y, la dependencia neocolonial hacia los EE.UU., después. De igual forma, los procesos que se desarrollaron en la Isla de asimilación, adaptación, mezcla, yuxtaposición y síntesis-crítica de los núcleos poblacionales, es decir los procesos de aculturación y desculturación, fueron superados por la transculturación (4) y el sincretismo religioso (5) muy singulares en la formación del cubano y su nación -pueblo nuevo y mestizo lo denominó el sociólogo brasileño Darcy Ribeiro- (6) constituyeron también valladares muy serios que fueron salvaguardados y salvaguardadores, históricamente, del proceso de conformación nacional. Aunque no debemos olvidar la sentencia que plantea que en países y pueblos nuevos relativamente, todos padecemos de interrogantes vitales. Por eso, la “[...] universalidad del Pensamiento Cubano está, en primer lugar, en esa universalidad de la conformación del pueblo cubano; en segundo lugar, en la colocación geopolítica estratégica de Cuba en el “crucero universal” entre América y Europa y entre la América Anglosajona y la Latina; y, en tercer lugar, en el hecho de que el debate sobre su realidad se ha hecho sobre el conocimiento de las teorías universales”. (7) Finalmente, fue tan importante y poderoso el profundo impulso concientizador nacional-liberador y social, patriótico, latinoamericanista y antiimperialista en el seno del pueblo cubano -con sus auges y reflujos, sus estancamientos y retrocesos- que las instituciones educativas y culturales, al igual que los partidos, organizaciones y asociaciones burguesas proclives al vasallaje, entreguismo y clientelismo no pudieron evitar el uso, aunque fuera de forma demagógica, de ciertos discursos, consignas y símbolos nacionalistas -los atributos nacionales, los héroes y mártires, de cualquier color de la piel- para atraerse a algunos sectores sociales y limitar, ante todo, el accionar radical de los programas de las fuerzas de izquierda de variado signo, incluidos el pensamiento martiano y el marxismo, que actuaron en el escenario socio-político cubano.

9) Pero han existido a lo largo del decursar histórico de la Isla, cinco obstáculos fundamentales para la construcción de su Identidad Nacional. a) El primer obstáculo, para la conformación de la Nación y la Nacionalidad Cubana, la Identidad Nacional y el Estado-Nación, lo fue el coloniaje español y las divergencias entre las corrientes independentistas, las pro-colonialistas, las reformistas y, más tarde, las autonomistas y las anexionistas, las cuales eran atravesadas por la idea y la práctica de realizar o no, el abolicionismo, y los ritmos para ejecutarlo. En ese batallar, la Guerra de los 10 Años, fue el momento de la cristalización de la nacionalidad y, en el desarrollo político-militar y cívico-jurídico de la misma, de la nación cubana; b) El segundo obstáculo, fue la presencia hegemónica y dominante del capital norteamericano en la economía cubana, desde mediados del siglo XIX, y la injerencia e intervención política-militar constante del imperialismo estadounidense en los asuntos internos de la Isla, a partir de finales del siglo decimonónico y todo el siglo XX, así como la penetración ideológica, educacional y cultural del “modo de vida norteamericano” (8) en la sociedad cubana, entre otros mecanismos de dominación neocolonial que fueron ensayados, por primera vez, en Cuba. De esta forma, el Estado nación que nace el 20 de mayo de 1902 -aunque fue forjado por el Gobierno de la República en Armas, en la manigua redentora mambisa-, lo hace como seudorrepública, sesgada, truncada y frustrada, porque en la Constitución aprobada en 1901 se inscribió, obligadamente, por el gobernador norteamericano el apéndice denigrante para la soberanía nacional, la Enmienda Platt.

Aunque como bien expresara -aunque agregaríamos matices que no podemos añadir en este breve artículo- el estudioso cubano Jorge Ibarra Cuesta, y muy de acuerdo al tema que estudiamos, “[...] Mientras lo estadounidense fue injertado, porque bien lo asimilamos de motu propio o nos lo impusieron, lo español (agregaríamos que lo Africano también) lo llevamos en la savia de nuestra cultura, en nuestra manera de ser. Lo estadounidense representa elementos externos que se funden, sin alterar en lo esencial la matriz de nuestra nacionalidad. De esa manera, la presencia ibérica en nuestra historia tiene un carácter indeleble, de larga duración, porque es consustancial a nuestro ser, mientras la incidencia anglosajona, a pesar de la proyección absorbente de la penetración cultural, tuvo un carácter coyuntural en el proceso de formación nacional cubano”.

Por su parte, el investigador Marcos Roitman afirma que en América Latina, que es valido también como marco referencial para Cuba que, “[...] La nacionalidad estatal se funda en una hegemonía étnico-clasista y el Estado, en su dimensión represiva, configura un tipo de violencia que se torna estructural al reprimir y negar la participación y ejercicio de derechos a los pueblos indios conquistados”. (10) A la cita del investigador Roitman, en el caso cubano debe agregársele a los negros africanos que primeramente fueron esclavizados y luego excluidos de la denominada sociedad capitalista moderna, así como a los mestizos -esas mezclas sumamente explosivas y también dubitativas ante muchas de las problemáticas nacionales, sociales, étnicas y raciales. Pero, prosigue Roitman “[...] Todo el quehacer de tres siglos de colonia se presenta bajo la égida del mito étnico-racial legitimando el “éxito” del orden colonial alcanzado en la América hispana como mérito de la civilización occidental y del proceso de aculturación. Por consiguiente, presentado como un triunfo de la modernidad y el progreso. Todos beneficios de la supremacía blanca en el dominio y control social de pueblos inferiores ya castellanizados, evangelizados, colonizados y conquistados institucionalmente [...] Peninsulares, criollos y mestizos comparten esta peculiar visión del poder y sistema de explotación. No existen fisuras dado que el mito de la superioridad étnico-racial es interiorizado y otorga estabilidad a su fórmula etnocéntrica. Sólo cuando una parte de sus beneficiarios solicitan rehacer el pacto social y realizar modificaciones en la estructura de poder se pone de manifiesto la discriminación a que es sometido parte de la etnia dominante. El reverso del mito comienza a funcionar”; (11) c) El tercer obstáculo, fue la composición y división socioclasista de la sociedad cubana. Con un capitalismo atrasado, subdesarrollado y dependiente, estructuralmente deformado y atrofiado, las clases sociales, capas, grupos, sectores, segmentos y estratos de la Cuba neocolonial, con mucho del conservatismo de la colonia -la mentalidad colonial, como la denominaba José Martí y que el escritor Arturo Arango nombra como “[...] la reproducción de las “oligarquías coloniales” en la “república de generales y doctores”,- (12) en los primeros 30 años del siglo XX, tuvieron una característica sui géneris en su desarrollo y en la lucha por las reivindicaciones clasistas y por una justicia social superior.

Esta impronta de combate clasista atravesaba, irremediablemente también, por el batallar a favor de la verdadera independencia y soberanía nacional, así como en el enfrentamiento contra la dependencia al imperialismo estadounidense. Este vínculo esencial entre la emancipación nacional y lo social -inclúyase lo racial- fueron problemas que intentaron resolver las diversas fuerzas políticas y las diferentes corrientes, tendencias ideopolíticas: reformistas, anarquistas, anarcosindicalistas, socialistas utópicas las marxista-leninistas y otras, en el siglo XIX y durante parte del siglo XX; e) El cuarto obstáculo, lo constituyó el constante flujo migratorio que arribó a la Isla hasta, aproximadamente, el año 1931. Después del arribo forzado de los esclavos africanos, los colonizadores españoles también trajeron chinos, japoneses, etc. Además, existió una emigración española permanente de todas las regiones de la península hacia la Isla, incluso al terminar la guerra de liberación nacional con la consabida derrota hispana. Ya en las primeras décadas del siglo XX, muchos españoles llegaron a Cuba con el objetivo de hacerse de propiedades y enriquecerse y, quizás, retornar posteriormente a su terruño natal con dinero, pero esta situación fue propiciada o aupada por las intervenciones militares, políticas y económicas norteamericanas y los gobiernos cubanos de turno, con el fin de profundizar las diferencias entre los propios cubanos con relación al peninsular. Asimismo, hasta finales de la década del 20, Cuba necesitó de mano de obra barata para el trabajo en los campos de caña y, con ese fin, emigraban hacia la Isla, para laborar de forma permanente y temporal trabajadores de Jamaica y de Haití, fundamentalmente. Según las Memorias inéditas del Censo de 1931 (13) y las estadísticas que allí se presentan, señalan que en Cuba ya se había conformado un suficiente “ejercito de reserva”, de desempleados. Ese proceso migratorio fue muy contradictorio y complejo para el proceso de conformación de la Nacionalidad, la Nación y la Identidad Nacional en los primeros cuarenta años del siglo XX, porque afectaba seriamente la asimilación - adaptación y síntesis, así como el proceso de transculturación, sincretismo religioso incluido, que permitiera al extranjero transformarse y sentirse como un cubano más, de convicción y sentimiento, identificado con la historia y la cultura del país. Por eso, consideramos muy cierta la aseveración motivada por la percepción y reflexión rigurosa que la década del 40 del siglo XX, signan decisoriamente otro de los hitos históricos en la formación del Cubano, de su Identidad Nacional, y de Cuba como Nación y Estado-Nación, porque también es aprobada una Constitución muy progresista para su época, habiendo un proceso de renacionalización de la nación; d) El quinto obstáculo fue, fue la estructura socio-racial -muchas veces coincidentes con las clasistas- del país, herencia de la colonia, la neocolonia y de la cultura racista atávica y presencial, aunque también de la exportación ideológica que emanaba desde esa parte del mundo capitalista, racista y xenofóbico, que proseguiría, de forma sutil, en la etapa revolucionaria. El andamiaje social-cultural e ideológico racista predominante, anterior al triunfo de la Revolución Cubana, fue uno de los problemas más evidentes y críticos para el logro de una Identidad Nacional, en tanto sentimiento, representación y voluntad de pertenencia a un espacio político común y a un mismo universo simbólico, que permitiera y sigue admitiendo la comunicación normal entre todos los elementos del cuerpo societal y comprende, también, la posibilidad de participación colectiva por parte de la mayoría de las personas, en el ejercicio de sus derechos y deberes en relación con los destinos de la nación. Aunque los negros africanos traídos a Cuba, desde el siglo XVI, lucharon arduamente por la independencia de la Isla, desde la primera guerra de independencia (1868-1878), momento en que obtienen su libertad por la osadía del precursor de ese subversión, el Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes, proceso que se consolida en las leyes emitidas por el Gobierno en Armas, con sus respectivas constituciones no solo en esa contienda bélica sino también en la reiniciada bajo el liderazgo de José Martí y el Partido Revolucionario Cubano en 1895, y obteniendo su decisoria libertad en 1886, y por su continuada participación en todas los combates nacional-liberadores y sociales, lo cierto es que los negros y mestizos fueron constantemente discriminados, excluidos y marginados, muy a pesar de que las Constituciones republicanas, las de 1901 y la de 1940, lo prohibían en su letra, aunque con serias limitaciones en sus derechos ciudadanos.

La situación racial y discriminatoria se hizo crítica, incluso, desde el campo insurrecto e independentista cubano. Los grados de oficiales no se distribuían por méritos de guerra solamente, sino que se crearon dificultades para que lo obtuvieran los más destacados guerreros de piel negra. En algunas cartas el Lugarteniente General Antonio Maceo, el Titán de Bronce, se queja con su dignidad incólume de esa actitud hacia su persona entre la oficialidad mambisa. Y en el siglo XX, las actitudes racistas alcanzan gran magnitud con los pocos derechos ciudadanos que poseen los cubanos negros. Incluso la matanza del movimiento insurreccional de los independientes de color -dirigidos por el Partido Independiente de Color- en 1912, brutalmente reprimido. Aunque parece ser, por las últimas investigaciones concluidas, que las muertes nunca alcanzaron las 3 mil víctimas divulgadas, lo peor fue la indiferencia en la sociedad cubana de la época ante ese hecho, que fue parcamente reflejado en la prensa, pero casi nada por los periódicos obreros y socialistas -en realidad en manos de españoles- y por las otras publicaciones. La parálisis que conllevaba el acápite de la Enmienda Platt, mediante el cual los EE.UU. tenían el pretexto y justificación jurídica para intervenir en los asuntos internos cubanos era tan real que hasta los mismos sectores independentistas, nacional-liberadores, antiimperialistas y por la justicia social estuvieron impregnados de la teoría del fatalismo geográfico y de ese efecto inmovilizador.

Entonces, las sociedades negras y otras agrupaciones de gente de color tuvieron un significado muy positivo, ante el exclusionismo y exclusivismo “Only White”, impuestos en parques, clubes, restaurantes y otras zonas privadas y públicas del país. En esas sociedades negras también se forjó la nacionalidad cubana, así como en las expresiones artísticas de una vanguardia literaria, musical y pictórica negra, pero por sobre todo multirracial muy cubana que rescató no sólo la herencia africana, que deslumbró al mundo europeo y latinoamericano-caribeño, en el discursar de un Gustavo Urrutia, Walterio Carbonel, Salvador García Agüero -uno de los mejores oradores de toda la historia cubana-, entre otras personalidades negras convertidas en intelectuales a sangre y fuego y en franca polémica con las otras corrientes culturales e ideopolíticas, y en las sociedades secretas de las creencias africanas en la Isla. Un verdadero torbellino diverso-nacional que no pudo detener el imperialismo estadounidense y la oligarquía burguesa criolla, cada vez menos nacional y no representante de los intereses de la nación y el pueblo cubano. Aunque predominó el racismo, la discriminación y los prejuicios raciales en muchos sectores sociales al cual no fueron ajenos los mismos explotados y oprimidos. Y hubo ausencias y carencias en la historiografía nacional y en el estudio de las ciencias sociales acerca del problema negro, aunque existieron figuras tan descollantes como Don Fernando Ortiz, Elías Entralgo, etc., así como en el campo de las ideas sociopolíticas de la izquierda en Cuba, como Blas Roca, Jesús Menéndez, Aracelio Iglesias, verdaderos líderes orgánicos del comunismo nacional, regional e internacional.

Notas bibliográficas y referencias:

(1) Aníbal Quijano El fracaso del moderno Estado-nación, en La Otra América en debate, Aportes del I Foro Social Americas, Irene León, Ed, Quito, Ecuador, 2006, p. 65.

(2) Idem., p. 67.

(3) Fidel Castro expresó que “[...] Significa sencillamente el comienzo de cien años de lucha, el comienzo de la revolución en Cuba, porque en Cuba sólo ha habido una revolución: la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868 y que nuestro pueblo lleva adelante en estos instante.”. En, Fidel Castro Ruz Discurso en la velada conmemorativa de los Cien años de Lucha. 10 de octubre de 1968, En Discursos, en tres tomos, T.1, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1976, p. 61.

(4) Fernando Ortiz Contrapunteo cubano del azúcar y el tabaco, Universidad Central de Las Villas, Santa Clara, Cuba, 1963, pp. 136.

(5) Carlos Manuel de Céspedes ¿Puede afirmarse que el pueblo cubano es católico o no?, Temas, No. 4, La Habana, 1995.

(6) Darcy Ribeiro El proceso civilizatorio, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1992.

(7) Eduardo Torres Cuevas Apología de Nuestra Historia, (segunda parte), en Contracorriente, Año I, No. 2, La Habana, P. 6

(8) José Diosdado y J. Aldama La agresión ideológica de los Estados Unidos contra Cuba revolucionaria: tendencias y perspectivas, Trabajo Diploma, No. 27, Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) “Raúl Roa García”, La Habana, 1989.

(9) Jorge Ibarra Cuesta Patria, etnia y nación, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 223.

(10) Marcos Roitman Rosenmann Las razones de la democracia en América Latina, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 190.

(11) Idem., p. 191.

(12) Arturo Arango Otra teleología de la racionalidad cubana, en Casa de las Américas, No. 194, enero-marzo, La Habana, 1994, p. 110.

(13) Memorias Inéditas del Censo de 1931, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978.

*Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba

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